por Luis Enrique Alcalá | Nov 7, 2013 | Miscelánea, Notas, Política |
Se las consigue en todos lados (hacer clic sobre la foto para ampliar)
No debe descontarse a la ligera que el presidente Maduro haya recibido mensajes de ultratumba de parte de Hugo Chávez por vía ornitológica. Hace no mucho, James Lipton—Inside the Actors Studio—entrevistaba a Liam Neeson, el gran actor irlandés de La lista de Schindler, La misión, La guerra de las galaxias (Episodio 1)… Neeson refirió cómo, el día de la lejana muerte de su padre—un hombre que amaba a los pájaros—, su hermana fue visitada por una paloma y a él mismo se le apareció un pájaro que entró a su apartamento y se retiró luego de dar varias vueltas en la sala. El actor estima interesantes tales episodios.
Quedó igualito
Menos todavía podemos despreciar otros incidentes de los que existe constancia, como la emergencia del rostro de Chávez en un túnel de la Línea 5 (en construcción) del Metro de Caracas. Es cierto que ya no puede observarse in situ—»Así como apareció, desapareció», dijo Maduro—, pero perdura la prueba fotográfica, tomada por la cámara de un teléfono celular. Reportó el Presidente de la República: «Miren esta figura que les apareció a los trabajadores, pueden hablar con ellos (…) un rostro (…) ¿quién está en ese rostro? Una mirada; es la mirada de la Patria que está en todos lados, inclusive en fenómenos que no tienen explicación». Luego precisó: «Me mostraron un celular y en el celular tenían una foto y me dijeron: Mira Maduro, mira esta foto, la tomamos a las dos de la mañana de hace varios días; estábamos trabajando y de pronto nos apareció aquí, en este paredón de abajo, del hueco, una figura», y añadió conturbado: «Se me paran los pelos nada más de contarlo», antes de sentenciar: «Chávez está en todas partes, Chávez somos todos».
Positivo y negativo del rostro de Turín
Las huellas corporales de personajes célebres han sido documentadas en más de una ocasión; sin ir muy lejos, está el caso del Santo Sudario de Turín, la tela sobre la que habría quedado impresa una imagen de cuerpo entero de Jesús de Nazaret. La rendición en negativo de la imagen del rostro muestra una E—¿de enterrado?—que estaría invertida en el rostro real. Si esto es la impresión del cuerpo de un crucificado, es comprensible que permanezca en una tela antigua pues habría habido contacto directo del rostro con el material de lino. No es éste el caso de la efigie de Chávez; no está documentado que haya visitado en vida el túnel particular del Metro en el que fuera avistada su efigie, y tampoco que su cadáver haya sido paseado por esas profundidades.
Otro ángulo que muestra dos caras
Pero expertos forenses pudieran hacer estudios de la métrica en la foto del celular para corroborar que se trata de la imagen del presidente fallecido. Hay quien ha señalado que hasta la verruga presidencial aparece nítidamente en ella; otros, pasándose de vivos, han creído invalidar esta circunstancia al señalar que esa excrecencia facial la tenía el muerto del otro lado, sin considerar que se trataría de una imagen especular, no fotográfica; para explicar el asunto de la E invertida en el presunto rostro de Jesús, anota Wikipedia en Español: «Hay que tener en cuenta que, a diferencia de una foto, la imagen en el sudario sería la impresión directa del cuerpo sobre la tela, de tal manera que su lado derecho (a la izquierda en la imagen) correspondería a la izquierda del rostro real». Tal cosa significa que la imagen registrada se manifestó en el muro por impacto directo de una proyección ectoplásmica de Hugo Chávez y que, como la cara muestra los ojos abiertos, el evento ha debido producirse mientras seguía con vida.
No faltarán los incrédulos de oficio que señalarán que siempre es posible distinguir un rostro o un caballo o un hipótamo en una nube o alguna superficie con rastros irregulares y difusos o que, si se trata de una cara verdadera, muchas otras personas pudieran tener rasgos coincidentes con los de la foto exhibida por el presidente Maduro. Otros, más irreverentes aún, dirán que es apropiado que fuera encontrada en localización subterránea, como correspondería a alguien que esté en el infierno.
A estos desconfiados opondré mi propio descubrimiento—se me paran los pelos nada más de contarlo—: la fotografía que encabeza esta nota—Three in bed, del fotógrafo Iain Blake, residenciado en Escocia—apareció al azar en la pantalla de mi computador, tras una distraída búsqueda de Stumble! por Internet, y en ella veo ¡no menos de siete veces la figura de Chávez!
Descontemos los guijarros menores—sorprendentemente, parecen dedos de pies—y numeremos las piedras de izquierda a derecha y de arriba abajo; de la número 1 hasta la número 5 están en la fila superior; de la 6 hasta la 11 en la inferior. En la primera se nota la figura del Corazón de la Patria—ya detenido—tras unas persianas, pero se observa claramente que blande algo en su mano izquierda, tal vez el loro con el que se retrató hace varios años. En la rojiza número 2 (cuadrante superior) puede observarse el rostro esquemático de Chávez con birrete universitario, como usó en actos varios en el país; de nuevo, parece haber una impresión de la verruga, algo chorreada, en la ubicación correcta, la misma de la foto de la Línea 5. La piedra número 3 (ya roja-rojita) exhibe, en mi opinión, la imagen más impresionante entre todas: Chávez, de pie, con su inconfundible boina, lee un libro tras una barrera blanquecina; sus piernas están indudablemente vestidas por pantalones de camuflaje y terminan enfundadas en botas militares. La que sigue me confunde; creo ver cosas distintas en ella cada vez que la veo, pero la número 5 lo representa desnudo, como los héroes antiguos, y el puño izquierdo (según Wikipedia) alzado como símbolo de la lucha contra el imperio.
Piedra 1
Piedra 2
Piedra 3
En la fila inferior la piedra número 6 lleva inscrito su rostro hacia abajo y el borde derecho, ataviado con tricornio de prócer; la siguiente muestra dos caras, una arriba y una abajo, y no he podido decidir cuál es cuál. Una vez más, es el índice enhiesto de la mano izquierda de Chávez lo que nos señala el rumbo al socialismo en la piedra 8, y la novena lo muestra de niño, asomado a un muro con los pelos erizados por el destino que presentía. No logro ubicar su imagen en las dos últimas piedras, quizás porque están más lavadas, pero añado este dato: mi difunta madre encontró el caparazón de una chinche de monte con la imagen de la Virgen de Coromoto, y monseñor Ferreira, entonces Párroco de El Recreo, a quien llevó el hallazgo en una cajita, le dio permiso a su devoción estrictamente personal; no debía predicar el milagro más allá de nuestra casa.
Piedra 4
Piedra 5
Piedra 6
Piedra 7
Piedra 8
Piedra 9
Creo haber demostrado que Chávez, como Maduro dice, está en todas partes, doquiera que alguien quiera verlo. Más de un venezolano lo encontraba hasta en la sopa. LEA
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por Luis Enrique Alcalá | Sep 15, 2013 | Argumentos, Política |
El militarismo: ingrediente esencial del fascismo
In order to understand this new period in Venezuelan politics the focus should be centered in an anthropological approach, in the sense of understanding that a totally new set of political values and styles has emerged with Chávez’ ascension to power. This implies, among other things, discarding common analyses of his ‘breaches of political etiquette’ in order to grasp essential processes.
Understanding Chavez, Presentación a British Petroleum Exploración de Venezuela, 21 de junio de 2000
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La llegada del chavismo al poder fue el arribo de una nueva cultura política al país. Nuevos símbolos, nuevos usos, nuevos estilos. Una clara anticipación de esta llegada se encuentra en El laberinto de los tres minotauros, del filósofo apureño—Doctor en Filosofía y Filología de la Universidad de Viena, luego Profesor de la Universidad de Los Andes—José Manuel Briceño Guerrero. En la Ficha Semanal #46 de doctorpolítico (17 de mayo de 2005) dejé constancia que supe de eso «por una cadena de mediaciones»:
El noble arquitecto y diseñador, mejor amigo, Juan Bravo Sananes, me envió desde Maracaibo el dato que a su vez había recibido de su hermano, residente en Canadá: el soplo acerca de un blog extraordinario, cuyo responsable es el venezolano Francisco Toro Ugueto, que lo alimenta desde Maastricht. En particular Juan refería un trabajo de Toro sobre el libro El laberinto de los tres minotauros, del profesor José Manuel Briceño Guerrero, que enseña en la Universidad de Los Andes desde 1962. (En ese año llegaba a Mérida precedido de un aura de sabio; tuve entonces la oportunidad de escucharle tres “conferencias contradictorias” sobre materialismo dialéctico e histórico). Para completar la secuencia de mediaciones, hay que anotar que Toro se dio a la tarea de traducir al inglés extensos trozos de la obra de Briceño Guerrero, los que hizo preceder de sus propias notas y reflexiones.
Es de Toro esta penetrante lectura: “…explica no sólo por qué existe el chavismo, sino también por qué tiene éxito. La atracción política de Chávez está basada en el lazo emocional que su retórica crea con una audiencia que resiente profundamente su marginalización histórica. Funciona al hacerse eco de la profunda resaca de furia de los excluidos, una furia que Briceño Guerrero explica poderosamente. La retórica de Chávez está basada en una comprensión intuitiva profunda del discurso no occidental/antirracional en nuestra cultura, un discurso que ha sido alternadamente atacado, descontado y negado por generaciones de gobernantes de mentalidad europea. Chávez valida el discurso salvaje, lo refleja y lo afirma. Lo encarna. En último término, transmite a su audiencia un profundo sentido de que el discurso salvaje puede y debe ser algo que nunca ha sido antes: un discurso de poder”.
La iracundia, pues, es un elemento primario del chavismo; no es de extrañar que el insulto sea un rasgo definitorio de su proceder político.
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Los tres discursos americanos
La tesis fundamental de Briceño Guerrero es que en América coexisten tres discursos que no se mezclan, pues son incongruentes: el Discurso Racional-Occidental (que vino con la civilización europea, la de las ideas y la alta cultura), el Discurso Mantuano (el de la dominación criolla de los descendientes españoles que se apoya en la religión) y el Discurso Salvaje (el de los pobladores originales y los negros traídos para la esclavitud, que derriba la estatua de Cristóbal Colón y pone en el Parque del Este que rebautiza Parque Miranda la réplica del Leander mirandino en lugar de la Nao Santa María). Como destaca Toro, el talento de Briceño Guerrero «radica en su capacidad de mimetizarse con cada uno de los tres discursos que describe: poco a poco, en cada una de las tres partes del libro, se va pasando a la primera persona, deja de describir el discurso y comienza a encarnarlo, a asumirlo, y a expresar—así en primera persona—sus contradicciones internas”. Así escribe como si no hubiera estudiado en Viena, como si fuera salvaje:
Las colinas, los bosques, los prados, los animales y las plantas tienen amo, tienen propietario. Yo camino sobre tierra ajena, donde soy tolerado como sirviente; y no hay ningún sitio que yo pueda llamar mío. Con mi trabajo pago a duras penas las cosas que consumo y el alquiler de las que uso. Uso y consumo las peores y aun así logro escasamente sobrevivir. Todas las cosas se cambian por dinero; mi trabajo también. Pero la cantidad de dinero que obtengo no me alcanza para comprar las que necesito. Ando manga por hombro y crío hijos malsanos condenados a vender su sangre.
A veces los amos tienen rostro latifundista, patrón. Yo les digo “Sí amito, sí patrón, lo que Ud. mande, jefe, ya mismo Don Ra-amón”. Pero cada día es más frecuente que no tenga rostro y se llame compañía anónima, ministerio, instituto, comité central, empresa transnacional; me entiendo sólo con capataces o funcionarios. De nada me sirve matar a los amos porque vienen sus herederos a tomar posesión; de nada me sirve matar a unos capataces o funcionarios porque nombran otros de inmediato, tal vez peores; sin contar los castigos y represalias.
Sé que mi presencia les repugna, que les doy asco, que si pudieran prescindir de mi trabajo (sustituyéndome por máquinas, por ejemplo), me eliminarían físicamente, me exterminarían como a ratas.
Camino encogido, con la cabeza gacha, reverente y como pidiendo perdón por existir, sobre la misma tierra donde mis ancestros se erguían altivamente para respirar a pleno pulmón el aire de su mundo en la holgura de la patria; pero hubo un combate y fueron vencidos. Pelearon y perdieron; nosotros heredamos el oprobio de su derrota así como ellos, los otros, los de arriba, aquellos a cuya merced estamos, heredaron los privilegios de la victoria. ¿Podemos preparar otro combate, la revancha, una batalla a campo abierto, con clarines, en un día brillante de banderas y metales bruñidos, o perseveraremos en esta sórdida situación de resentimiento, saboteo, doblez, odio reprimido, envidia y papel?
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La fina pluma de Ángel Bernardo Viso corrobora y justifica de algún modo el airado reclamo de los diferidos en sus Memorias marginales: «La teoría del gendarme necesario, inventada por razones de praxis política, responde al temor de las clases sociales conservadoras ante el riesgo de una incivilizada conducta popular. (…) El temor a los pardos sirve así para justificar a Gómez, como hubiese servido en el caso de otro dictador absoluto; se les teme por insumisos, en potencia o en acto, desde el día en que los dos bandos en pugna, al comenzar la rebelión republicana, quisieron conquistar su apoyo y permitieron sus desmanes; para impedir éstos y construir la República, se requiere mano dura: los pardos son hijos del rigor…»
La contradicción histórica en que incurre la clase dominante—cuyo refinado fruto es Cesarismo democrático—tiene numerosos antecedentes en otras latitudes y en otros países: esa clase olvida la mansedumbre de los pardos durante la Colonia, a pesar de algunas sublevaciones aisladas, hasta el espléndido crepúsculo de aquélla en el siglo XVIII; incitados por los mantuanos, y, ante el acoso de éstos, por los realistas, a subvertir el orden político y social, son temidos luego por los descendientes de sus mentores, en busca de un gendarme para contener su amenaza. La dictadura propuesta con tan buenas razones, y en nombre del positivismo científico, esconde un miedo irracional profundo: la nostalgia del pasado, del tiempo en que los esclavos obedecían y las numerosas servidumbres permitían el ocio de los señores. El pasado regresa, en forma de teorías, que en verdad son fantasmas.
Más de una vez adujo Hugo Chávez que él era el dique de contención de esa furia ancestral.
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El chavismo trajo consigo rasgos endurecidos, actitudes agresivas, técnicas útiles para su dominación, destinadas al descrédito y el amedrentamiento. La nomenclatura maniática del oficialismo es una de sus manifestaciones; Chávez fue el gran nomenclador despectivo de la comarca—escuálidos, Cuarta República, majunche—, y sus herederos han continuado esa práctica. Toman prestados los insultos del marxismo—burguesía (que viene de burgo, ciudad) y oligarquía (que es la patología de la aristocracia)—y etiquetan a mansalva con epítetos insultantes. Uno de sus favoritos es fascista, y en su primitivo e inconsistente razonar emplean ese cognomento con inexactitud. En el fondo, nada nuevo; en tiempos del forcejeo de la Rusia y la China comunistas (1960-1989), la gente de Mao Zedong llamaba fascistas a los rusos, y la de Khrushchev hacia lo propio con sus antiguos aliados chinos.
Hay fascistas de izquierda
El fascismo, por supuesto, era la ideología de Benito Mussolini, acogida interesadamente por Adolfo Hitler, Francisco Franco Bahamonde y Juan Domingo Perón; en cierta forma, por Marcos Pérez Jiménez, dictador admirado y defendido por Hugo Chávez. El componente fundamental del fascismo es la glorificación y primacía del Estado, que se supone encarnado en el líder, sea éste Duce, Führer, Caudillo, Corazón de la Patria o Comandante Eterno. El fascismo no es ni izquierda ni derecha; de hecho, más de una vez se le presentó como tercera vía, la misma designación de la Doctrina Social de la Iglesia y la postura de Tony Blair, que Chávez dijo seguir en comparación expresa con el político inglés. El fascismo es dictadura fundada en el militarismo: «Fascists seek to unify their nation through a totalitarian state that promotes the mass mobilization of the national community, relying on a vanguard party to initiate a revolution to organize the nation on fascist principles. Hostile to liberal democracy, socialism, and communism, fascist movements share certain common features, including the veneration of the state, a devotion to a strong leader, and an emphasis on ultranationalism and militarism». (Wikipedia). Si algo parece fascismo es el chavismo, y por eso sería apropiado que el oficialismo venezolano no llamara fascistas a sus adversarios.
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Si uno entendiera, ayudado por Briceño Guerrero y Viso, que el chavismo no es un mero capricho gratuito, los gobernantes venezolanos podrían comprender que el combustible de la ira es una guía neurótica de la política. Prácticamente todas las conductas que critican y desprecian se encuentran en ellos mismos, y todas son rasgos de la humanidad, no propias de la condición de empresario o profesor universitario. Censuran al Imperio, pero se conducen imperiosamente; se justificaron originalmente como rebelión ante las prácticas corruptas de políticos que los precedieron, pero ahora declaran la emergencia nacional contra la corrupción y convierten eso en pretexto de poderes absolutos; llaman golpistas a sus contendores y surgieron de asonadas.
El chavismo es una enfermedad: una fiebre que vino de una larga pobreza, de un longevo sufrimiento; pero es tiempo de que ceda. Su existencia conduce a cosas malas, muy malas. Briceño Guerrero vio asimismo con claridad la patología revolucionaria:
He visto también—deseara no haberlo visto—que la revolución, caso de ser practicada en serio y caso de triunfar, conduce a formas de injusticia y opresión más abominables que las actuales. Esas formas nuevas de injusticia y opresión las he visto en los ojos y en las palabras de los dirigentes más sinceros, más esforzados, más leales a la causa. Se sienten salvadores mesiánicos, avatares de la historia; creen conocer mis intereses, mis deseos y mis necesidades mejor que yo mismo; no me consultan ni me oyen; se han constituido por cuenta de ellos en representantes míos, en vanguardias de mi lucha; son tutelares y paternalistas; prefiguran ya el Olimpo futuro donde tomarán todas las decisiones para mi bienestar y mi progreso; las tomarán y me las impondrán en nombre mío, a sangre y fuego en nombre mío. Yo bajo la cabeza diciendo “Sí camarada, sí compañero, eso es lo que hay que hacer, tiene razón, viva”. Les sigo la corriente para que no me peguen y para no desanimarlos; pueden producir esos momentos de relajo, de caos, cuando parpadea la vigilancia de los gendarmes, cuando puedo descargar impune mi rencor, mi cólera reprimida, mi odio; después de todo, ese alivio esporádico es el mendrugo que me toca en el tejemaneje revolucionario mientras llegan días peores, los del triunfo revolucionario.
Chávez, para bien o para mal, fue una figura descomunal, un líder de proporción heroica; adquirió «…una estatura mundial que, independientemente de su corrección, es superior a la de cualquier candidato emergido o emergente y a la de cualquier otro presidente venezolano de la historia, en verdad segunda sólo tras la de Bolívar». (Tío Conejo como outsider). Lo hicieron y rompieron el molde, y Nicolás Maduro sólo tiene una forma de adquirir significación: superar su odio.
A unos petroleros ingleses que querían «entender a Chávez» les propuse la metáfora del Mulo el 21 de junio de 2000: «The appearance of an unforeseen mutant and sterile powerful leader (The Mule), in the second volume of Isaac Asimov’s trilogy Foundation, can serve as a metaphor for understanding Chávez’ phenomenon. It may be sterile in the sense of not being able to produce a successor with his same features». Maduro no debe, no puede empeñarse en ser calco de Chávez; si va a servir a su pueblo, es como su unificador. En la medida en que continúe la política del injusto insulto agresivo, inexacto e inútil, dañará más a Venezuela, necesitada de reconciliación. Tiene que dejar atrás la lucha fratricida, aunque Nicmer Evans se moleste. LEA
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por Luis Enrique Alcalá | Sep 10, 2013 | Argumentos, Política |
Brewer Carías ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos
Hoy se ha separado Venezuela de la Convención Americana de Derechos Humanos. El motivo que aduce el gobierno presidido por Nicolás Maduro se remonta a 2002, cuando su madre organizacional, la Organización de Estados Americanos, habría reconocido al gobierno espurio de Pedro Carmona Estanga. Esto no ocurrió nunca formalmente, pero sí hubo dudosas actuaciones de su Secretario General de entonces, César Gaviria. Una nota de Valentina Lares Martiz en Tal Cual (Las mil caras de la OEA, 24 de abril de 2002) señala:
La reunión del Consejo Permanente de la OEA el sábado 12 de abril, efectuada de urgencia para estudiar la situación de Venezuela, no sólo mostró a Caracas quiénes son los aliados del gobierno del presidente Chávez, sino que comprobó además que la ambigüedad del organismo empieza por la misma Secretaría General. Por ahora, el canciller venezolano sólo se ha limitado a decir que Venezuela «salió sola» del golpe de Estado «pues no hubo intervenciones determinantes ni de la OEA ni el Grupo de Río». La reacción de los demás países «está en evaluación».
Una guabina colombiana
Más adelante, el reportaje anota: «Un día antes de la reunión formal del Consejo Permanente, estaban todos los jefes de misión reunidos con el Secretario General de la OEA, César Gaviria, menos el representante venezolano, Jorge Valero, justo después de que Carmona, en Caracas, hiciera su autojuramentación. Aunque la OEA planificaba su reunión formal para el día siguiente y allí evaluaría la legitimidad del nuevo gobierno, ya Gaviria había adelantado su impresión sobre los acontecimientos. Señaló que el gobierno del presidente Chávez había sido depuesto y que, por consiguiente, el representante venezolano, Jorge Valero, no debía entrar a la reunión de Consejo Permanente del sábado. La tarea de darle la noticia a Valero la asumió el representante de la misión chilena, Esteban Tomic». También refiere Lares Martiz lo siguiente:
Según explicaron fuentes bien informadas de países caribeños y centroamericanos, desde el principio de la reunión unas cuantas misiones comenzaron a hacer los esfuerzos correspondientes para reconocer el gobierno de Carmona Estanga: Estados Unidos, Ecuador, El Salvador, Costa Rica y, menos abiertamente, Colombia. Ya el gobierno de Nicaragua había respaldado abiertamente al «gobierno de transición».
La presión ejercida por estos países, y especialmente el peso específico que representa la figura de Estados Unidos, dilató la invocación de la Carta Democrática, cosa que sí deseaba buena parte de los países «fuertes» de la OEA (como México, Argentina y Brasil) y especialmente los estados caribeños. Iniciadas las primeras discusiones, una segunda intervención de Gaviria destapó la molestia de los países que no respaldaban el golpe dado en Venezuela.
Y es que el Secretario General aseguró que, desde Caracas, el recién instalado gobierno de Carmona le «informó» de la destitución de Valero, quien entonces debía abandonar inmediatamente la sala. La respuesta vino de la representación de Barbados, cuyo jefe de misión recordó al Secretario General que no era su potestad decidir sobre la legitimidad de los gobiernos, y que en el caso especial de la legitimidad del gobierno de Carmona, ese era justamente el tema de discusión de ese Consejo Permanente. En esa misma intervención, se le señaló a Gaviria lo «improcedente» de que él fungiera como enlace entre el «nuevo» gobierno venezolano y la OEA y, más aún, que ordenara el cese de funciones de un embajador sin que se cumplieran los respectivos trámites.
(…)
Una tercera intervención de Gaviria sentaría definitivamente las posiciones en la mesa.
En esta oportunidad, el Secretario General aseguró haber recibido—esta vez no se sabe si vía fax o vía telefónica—otra comunicación del gobierno de Carmona invitando a la OEA a que enviara a Venezuela una comisión para verificar que el recién nombrado gobierno no había dado ningún golpe de Estado.
En esa oportunidad, fue la representación de Brasil la que puntualizó: a partir de ese momento no se va, ni siquiera, a leer ningún tipo de comunicación que provenga del gobierno de Carmona Estanga. Al menos no hasta que estuviera definida la situación en Venezuela.
La rápida descomposición del gobierno de Carmona, además de la fuerte posición del resto de los países latinoamericanos y caribeños, hizo ceder al embajador estadounidense (Roger Noriega, antiguo asesor del senador Helms), que finalmente accedió a condenar la ruptura del hilo constitucional y enviar una comisión de verificación a Venezuela encabezada por Gaviria. La versión manejada por las fuentes es que lo rápido de las circunstancias privó entre los embajadores para que Gaviria fuera el designado como jefe de la misión. Para tomar distancia de la posición asumida inicialmente, la agenda del Secretario General en el país fue, además de corta, profundamente «gobiernera».
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María Lilibeth Da Corte da cuenta hoy en El Universal (Maduro: «Se le acabó el tiempo a la Corte IDH»):
Tras acusar al Sistema Interamericano de Derechos Humanos de reconocer al gobierno de Pedro Carmona Estanga, de «perseguir a la democracia venezolana» luego del golpe de Estado contra Hugo Chávez en 2002 , de «proteger terroristas» y convertirse «en un instrumento de persecución contra los gobiernos progresistas», el mandatario sentenció: «¡Ya basta! Se le acabó el tiempo a la CIDH (en referencia a la Corte), se le acabó el tiempo y es la mejor decisión que nuestro comandante pudo haber tomado».
«Ellos se creen un poder supranacional, que son un poder por encima de los gobiernos legítimos del Continente», dijo Maduro al afirmar que el Sistema Interamericano de DDHH «está capturado por los intereses del Departamento de Estado de Estados Unidos».
En conferencia de prensa realizada en el salón Simón Bolívar del Palacio de Miraflores, ante la pregunta de un periodista, Maduro criticó a la oposición por impugnar ayer ante la CIDH su elección por supuesto fraude. «¿Qué tiene que ver la CIDH con el quinto poder soberano y autónomo que es el Poder Electoral», preguntó, al calificar de contradictorio «estar inscribiendo candidaturas (para los comicios municipales) y meter un documento diciendo que aquí se hace fraude», dijo.
«Ellos (oposición) aspiran a que la CIDH saque una decisión y diga que yo no soy Presidente. ¿Para que? ¿Para justificar una invasión será? Uno puede pensar que lo hacen por estúpidos, pero no lo hacen por estúpidos sino por perversos», agregó el Jefe de Estado.
Recordó que pronto Venezuela va a presidir el Consejo de DDHH de las Naciones Unidas y aseguró que propondrá desde la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) crear una instancia que vele por las garantías fundamentales «para que Latinoamérica tenga un Consejo de Derechos Humanos nuestro, no de los gringos, no con una burocracia internacional que nos odia, que nos desprecia y que recibe orden del imperio».
ONG de Derechos Humanos
Pero Liliana Ortega, Directora de COFAVIC—Comité de Familiares de Víctimas de los sucesos de febrero y marzo de 1989—sustenta un criterio dispar, según refiere Juan Francisco Alonso en el mismo periódico:
«Este Gobierno pasará a la historia como el que le quitó a la sociedad una de las escasas alternativas para obtener justicia (…) porque qué ha hecho la Corte sino dictar justicia», afirmó la directora de la organización, Liliana Ortega, quien recordó: «La única condena que hay sobre El Caracazo lo emitió la Corte, ningún tribunal ha dictado una en casi 25 años».
Para la activista la decisión es parte de una estrategia para silenciar a las víctimas y a las organizaciones que monitorean la situación de los Derechos Humanos, la cual comenzó en el ámbito interno con la reforma del Código Orgánico Procesal Penal (COPP) aprobada en 2012 por el fallecido presidente Hugo Chávez mediante la Ley Habilitante.
«En la reforma se nos arrebató a las organizaciones dos facultades fundamentales para el apoyo a las víctimas: La de representación ante los tribunales y la de poder presentar querellas contra funcionarios policiales y militares incursos en abusos», afirmó, al tiempo que denunció: «Se nos ha ido apartando con la idea de que al dejar solas a las víctimas ellas se debilitan y no denuncian, pero eso no es cierto. La voz de las víctimas seguirá siendo nítida, porque la dignidad de Venezuela seguirá siendo nítida».
En todo caso, ya Venezuela no estará sujeta a los dictámenes de la Corte Interamericana de Derechos Humanos,* a pesar de lo dispuesto en el Artículo 31 de la Constitución: «Toda persona tiene derecho, en los términos establecidos por los tratados, pactos y convenciones sobre derechos humanos ratificados por la República, a dirigir peticiones o quejas ante los órganos internacionales creados para tales fines, con el objeto de solicitar el amparo a sus derechos humanos. El Estado adoptará, conforme a procedimientos establecidos en esta Constitución y la ley, las medidas que sean necesarias para dar cumplimiento a las decisiones emanadas de los órganos internacionales previstos en este artículo». La clave de esta disposición es la frase «ratificados por la República», puesto que la denuncia por parte de Venezuela de la Convención Americana de Derechos Humanos suspende la ratificación hecha en 1969. La decisión de denunciar la convención fue tomada por el presidente Chávez el año pasado, a raíz de que la Corte de la OEA fallara a favor de Raúl José Díaz Peña, acusado y condenado por tribunales venezolanos como el autor de los atentados terroristas contra la sede de la Embajada de Colombia en Venezuela, en 2003.
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La Corte de la OEA
Y es ante esa corte que ya no nos obliga que ha recurrido el jurista Allan Randolph Brewer Carías para sostener «una petición presentada por Pedro Nikken, Hélio Bicudo, Claudio Grossman, Juan E. Méndez, Douglass Cassel y Héctor Faúndez Ledesma (en adelante ‘los peticionarios’), en la cual se alega que la República Bolivariana de Venezuela (en adelante ‘el Estado’) es responsable por la persecución política del abogado constitucionalista Allan R. Brewer Carías (en adelante ‘la presunta víctima’) en el marco de un proceso judicial en su contra por el delito de conspiración para cambiar violentamente la Constitución, en el contexto de los hechos ocurridos entre el 11 y el 13 de abril de 2002».
Germán Saltrón Negretti ha argumentado:
La Fiscalía lo imputó el 27/01/2005, por el delito de conspiración para cambiar violentamente la Constitución mediante la realización del Decreto Carmona. El Doctor Brewer fue citado a la Audiencia Preliminar y sus abogados defensores presentaron un escrito al Tribunal señalando «que rechazaban en todas sus partes, tanto en los hechos como en el derecho la acusación». Además indicaban que su defendido no se presentaría a la audiencia preliminar, porque no tenía garantizado su derecho a la defensa, y había recibido una propuesta de dar clase en la universidad de Columbia.
Es evidente que al rechazar y contradecir la referida acusación en todas y cada una de sus partes, están invocando las facultades del artículo 328 del COPP. Es innegable que al no presentarse el Dr Brewer a la Audiencia Preliminar el proceso se detiene, pero es un hecho imputable a él mismo. Lo que demuestra a la Comisión Interamericana que no se han agotado todos los recursos internos jurisdiccionales en Venezuela, y la Comisión no debió admitirlo de conformidad con el artículo 46.1 de la Convención Interamericana de DH. Los defensores alegan que introdujeron un recurso de nulidad, pero éste tiene que resolverse en la Audiencia Preliminar según jurisprudencia reiterada del Tribunal Supremo de Justicia.
Venezuela le ha respondido a la Comisión y a la Corte, que la audiencia preliminar es la oportunidad que tiene el imputado para negar, contradecir, argumentar los hechos y el derecho, replicar, recusar, etc. Al imputado Dr Brewer y a sus abogados se le explicó en la audiencia en la Corte Interamericana que todos estos derechos pueden ser ejercidos solo en la fase de juicio pero no durante la fase preliminar de investigación, como lo han pretendido extemporáneamente los abogados de la presunta víctima, en su escrito del 24/01/2007, en el cual confunden (o ignoran) las etapas del proceso penal venezolano.
Además, cuentan con los recursos que no son extraordinarios, sino que lo acompañan en todo el proceso penal, tales como: Recurso de Revocación, el Recurso de Autos, el Recurso de Apelación, el Recurso de Casación y la Revisión de la Sentencia Firme. Para finalizar expusimos a los Magistrados de la Corte, que el Dr Brewer no sufrió ningún tipo de persecución política ni de otra índole pues gozó de libertad plena entre la fecha del golpe de Estado el 11 de abril de 2002, hasta el momento que decidió irse del país en el año 2005. Cuando se dió a la fuga, el Tribunal de la causa le dictó Auto de Detención. Además, el Presidente Chavez el 31/12/2007, dictó una amnistía que benefició a todas las personas que estuviesen a derecho, involucrados en el golpe de Estado el 11 de abril de 2002, por lo cual no hay forma de que el prófugo sea condenado por tales hechos.
Si Venezuela fuera condenada nuevamente, de manera ilegal por esta Corte, ello aportaría más elementos a la tesis de que esta Corte y la Comisión son un instrumento de confabulación internacional contra nuestro país, por organismos que se “autoproclaman defensores de derechos humanos” pero apoyan los golpes de Estado en la región, contra gobiernos legítimamente electos y progresistas. Además, ratificaría la pertinencia de las razones por las cuales Venezuela denunció la Convención Americana y marcaría el final definitivo de la credibilidad del Sistema Interamericano de Protección de los Derechos Humanos.
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Madrugada en Fuerte Tiuna
El propio Brewer Carías ha aducido, en escrito dirigido a la Fiscal 6 del Ministerio Público en el que alude al libro de Carmona Estanga sobre los acontecimientos de abril de 2002, lo que sigue:
1. El documento que serviría para la organización de un supuesto “nuevo gobierno” ya estaba redactado antes de que Carmona me llamara telefónicamente a mi casa en la madrugada del día 12 de abril de 2002.
2. La llamada telefónica de Carmona fue para conocer mi criterio jurídico sobre el mencionado documento, a cuyo efecto me mandó a buscar con su chofer. Mi actuación fue la de abogado, y no participé en reunión alguna ni con civiles ni militares en las cuales se hubiera tomado decisión política alguna en relación con los acontecimientos de ese día. Fui retornado a mi casa en la misma madrugada del 11 [sic] de abril, como Carmona lo indica en el libro (p. 110), sin haberle podido dar mi opinión sobre el documento.
3. Mi opinión jurídica a Carmona, quien era la persona que había solicitado mi opinión, sólo se la pude dar por teléfono desde mi casa al fin de la tarde del 12 de abril, que fue la única ocasión que tuve de hablar con él sobre el tema, pues lamentablemente no tuve oportunidad de hablar personalmente con él durante el día sobre el texto del decreto, a pesar de que fui al Palacio de Miraflores hacia el mediodía de ese día con tal propósito. Allí estuve poco tiempo, y salí pasado el mediodía, al no entender la dirección de los acontecimientos y captar que las decisiones políticas a las que se refería el proyecto de decreto no serían modificadas. Por tanto, no estuve en Miraflores durante la tarde del día 12 de abril, ni asistí al acto de instalación del nuevo gobierno.
4. Mi criterio profesional, expresado a Carmona, fue contrario a las decisiones políticas que estaban incorporadas en el documento; por eso las “diferencias en relación con el camino elegido” a que hace referencia el autor, quien además señala que discrepó de mis interpretaciones. Estimé efectivamente, que lo que se proponía como decisiones en el documento era contrario a la Carta Democrática Interamericana, que es el instrumento internacional sobre doctrina democrática más completo en el Continente, y por ende, contrario al orden constitucional; y por eso me alegré, como lo dice el autor, con la “rectificación posterior” del decreto que restablecía la representación popular de la Asamblea Nacional. Carmona hace referencia en su libro, además, a que uno de sus asistentes, en la noche del 12 de abril, le había solicitado que hablara conmigo para que conociera mis observaciones al Decreto (p. 148).
La primera afirmación de Brewer fue corroborada y ampliada por el Secretario General de Acción Democrática, Henry Ramos Allup, quien declaró a Ciudad CCS el 9 de marzo de 2011: «Es mentira que ese decreto cayó del cielo, lo habíamos visto todos, una semana antes». Quizás Brewer Carías no estuvo incluido en ese «todos», pero el lunes 15 de abril de 2002 declaró al diario El Nacional que ante la renuencia de Carmona a aceptar su opinión, no le había quedado más recurso que sugerir correcciones de estilo. Es decir, el Dr. Brewer vio a un asesino presto a dispararle a alguien, le propuso inicialmente que no lo hiciera y, como el matador insistió en la ejecución, recomendó entonces que empuñara el revólver de otra forma y apuntara un poco más atrás en la sien de la víctima, más cerca de la oreja.
Pero no es esto lo más fundamental. Carmona Estanga no estaba facultado constitucionalmente para decretar absolutamente nada, pues no era el Presidente de la República, menos para la «rectificación posterior», que Brewer aprueba; aunque Hugo Chávez hubiera perfeccionado su renuncia a ese cargo—anunciada por el general Lucas Rincón en alocución de la madrugada del 12 de abril—, se habría estado ante la falta absoluta del Presidente de la República, circunstancia en la que su investidura y atribuciones debieron recaer sobre el Vicepresidente según manda la Constitución, no sobre el Presidente de Fedecámaras aunque unos militares, que tampoco tenían potestad para eso, lo encargaran del coroto. No sirve de excusa que Diosdado Cabello se hiciera ausente; se había puesto a buen resguardo en momentos cuando el Ministro de Relaciones Interiores, Ramón Rodríguez Chacín, había sido extraído de su residencia, con aderezo de coscorrones, por acción conjunta de las policías de Baruta y Chacao, en presencia de los alcaldes Henrique Capriles Radonski y Leopoldo López. Por no haber desaparecido, Tarek William Saab fue apresado y montado en una camioneta de detención.
Brewer Carías no ha debido nunca acceder a la petición de Carmona; ha debido decirle, simplemente: «Carmona, Ud. no es el Presidente de la República y, si lo fuera, tampoco podría desconocer los restantes Poderes Públicos. Ud. no puede consultarme una cosa así; Ud. es un usurpador».
De razón defectuosa
A pesar de estas cosas, insistía ayer Asdrúbal Aguiar en Informe 21 (El caso Brewer): «Pero la cuestión que otra vez queda sobre el tapete de la opinión, ahora internacional, va más allá del caso Brewer, a quien Carmona consulta en la madrugada del 12 de abril sobre cómo proceder constitucionalmente al manejo de la transición que le encomiendan los militares y plantea el anuncio por éstos ante el país de la renuncia del Presidente Chávez. El ministro de la defensa y más tarde del Interior, hoy embajador del régimen, Lucas Rincón, es el vocero del renunciante. Pero se trata de una consulta que el académico atiende pero no acoge su interesado, quien al final opta por el decreto que le sugieren y mandan a redactar los propios militares en la circunstancia, que lee el abogado Daniel Romero»……….
La última vez que hablé con Allan Randolph Brewer Carías lo hice en su bufete, mientras despuntaba el año de 1999. La Corte Suprema de Justicia no había emitido aún su decisión famosa del 19 de enero de ese año, con la que abría la puerta a una consulta referendaria sobre la conveniencia de reunir una asamblea constituyente. Brewer me ratificó su posición al respecto, fundado en el Artículo 250 de la Constitución de 1961: «Esta Constitución no perderá su vigencia si (…) fuere derogada por cualquier otro medio distinto del que ella misma dispone». Como una constituyente no estaba contemplada en el texto del 61, no podría convocarse sin una propia reforma del mismo. Entonces, le dije aquella mañana: «Randy: la Constitución vigente no contempla ningún medio para su derogación; sólo habla de reformas o enmiendas. El Artículo 250 es una norma vacía». Recordé lo que ya había escrito para el diario La Verdad de Maracaibo cuatro meses antes (Contratesis, 10 de septiembre de 1998):
Es preciso reformar la Constitución de 1961 para que pueda convocarse una constituyente (Brewer-Carías y otros), pues hay que preservar el “hilo” constitucional. Incorrecto. El artículo 250 de la constitución vigente, en el que fincan su argumento quienes sostienen que habría que reformarla antes, habla de algo que no existe: “Esta Constitución no perderá vigencia si dejare de observarse por acto de fuerza o fuere derogada por cualquier otro medio distinto del que ella misma dispone”. El texto de 1961 no dispone de medio ninguno para derogarla. Sólo menciona enmiendas o reforma general. No prescribe medio alguno para sustituirla por conceptos constitucionales cualitativamente diferentes. Además, el Poder Constituyente, nosotros los Electores, estamos por encima de cualquier constitución. Si aprobamos la convocatoria a una constituyente eso es suficiente.
La doctrina de supraconstitucionalidad del Poder Constituyente Originario, expuesta en ese artículo, sería acogida por la Corte Suprema de Justicia en su decisión del 19 de enero, pero el docto jurista con quien conversaba permaneció mudo; no atinó a rebatir mi interpretación sobre la vaciedad del Artículo 250. Poco después se postularía y resultaría electo diputado a la Asamblea Constituyente que antes estimó inconstitucional. Más adelante acogería su equivocado criterio el abogado Oswaldo Páez Pumar y lo ampliaría: en la Asamblea de Fedecámaras del año 2001 en la que se elegiría a Carmona como su Presidente, disertó sobre la peregrina tesis de que la constitución vigente era la de 1961, a pesar de que un referéndum aprobatorio promulgara el 15 de diciembre de 1999 la Constitución que nos rige. Su fundamento era la misma prescripción vacía del viejo Artículo 250, pero aun en el supuesto negado de que la constitución vigente fuera la derogada, tampoco ella autorizaba que unos militares decidieran quien debía encargarse de la Presidencia de la República. En la mañana del 12 de abril de 2002, cuando ya Hugo Chávez estaba detenido en Fuerte Tiuna, reiteró esa equivocación en unas Notas para una transición que envió por correos electrónicos a una lista que me incluía. Una hora después de su envío, estaba sentado a la mesa del Salón de los Espejos del Palacio de Miraflores; Carmona anunciaba que compondría un Consejo de Estado y que la mayoría de los sentados a la mesa formaría parte de él. A la tarde, convencido de la tesis de Páez Pumar que le proporcionaba falazmente tranquilidad de espíritu, Carmona pretendió decapitar, sin conseguirlo, los poderes de la República, quizás haciendo caso a las «correcciones de estilo» propuestas por Brewer Carías.
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Es lamentable que Venezuela se retire del sistema interamericano de protección de derechos humanos. La humanidad necesita construir su polis planetaria, y es importantísimo e imprescindible que los estados del mundo reconozcan poderes supranacionales como, por ejemplo, la Corte Penal Internacional de La Haya. Pero motivos hay para la denuncia venezolana de la Convención Americana de Derechos Humanos. No se trata de un mero capricho totalitario.
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*Para estar seguros, el Artículo 78 de la Convención Americana de Derechos Humanos establece: «1. Los Estados Partes podrán denunciar esta Convención después de la expiración de un plazo de cinco años a partir de la fecha de entrada en vigor de la misma y mediante un preaviso de un año, notificando al Secretario General de la Organización, quien debe informar a las otras partes. 2. Dicha denuncia no tendrá por efecto desligar al Estado parte interesado de las obligaciones contenidas en esta Convención en lo que concierne a todo hecho que, pudiendo constituir una violación de esas obligaciones, haya sido cumplido por él anteriormente a la fecha en la cual la denuncia produce efecto». Brewer Carías y sus asesores interpretarán que, a pesar de que la denuncia de Venezuela ya ha tenido efecto, su caso no tiene prescripción según el numeral 2 de ese artículo, pero lo expuesto por Saltrón debiera impedir que la Corte Interamericana de Derechos Humanos dictamine que se cumplió un hecho que constituyó una violación de las obligaciones del país. Si decidiere en contrario, Venezuela simplemente desconocerá la sentencia, y habría que ver si Barack Obama querrá insistir en la aplicación de previsiones de la Carta Democrática Interamericana a Venezuela, lo que únicamente acarrearía su suspensión como miembro de la OEA, y si una representación al efecto por Estados Unidos y algunos aliados contará con el voto favorable de las dos terceras partes de los miembros de la organización, necesario para que tal suspensión proceda.
LEA
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por Luis Enrique Alcalá | Sep 5, 2013 | Argumentos, Política |
Cambio climático-político deshiela los polos en Venezuela
El dato político más decidor de los últimos tiempos fue aportado el último día de agosto por Eugenio G. Martínez en El Universal. Así anuncia el sumario de su nota: «En las elecciones municipales previstas el 8 de diciembre próximo, según el balance general anunciado tardíamente por el CNE, competirán 16.088 candidatos para el total de 2.972 cargos a elegir. La cantidad de aspirantes postulados entre la Mesa de la Unidad y el Gran Polo Patriótico se estima en 5.584, por lo cual 67% de los admitidos no cuentan con el aval de los dos bloques políticos».
Ya esto no es una medición de opinión proporcionada por Datanálisis, Hinterlaces o IVAD. Ahora se trata de un hecho político que corrobora la interpretación de Schemel en junio: “El país es mucho más homogéneo de lo que parece. La muerte del presidente Chávez está reconfigurando la cultura política, está desradicalizando y despolarizando a la sociedad venezolana, que se está moviendo más hacia el centro y está rechazando mayoritariamente las posiciones extremas”.
A pesar de esta realidad, Henrique Capriles ha planteado que las elecciones del 8 de diciembre próximo deberán ser entendidas como un «plebiscito»—DRAE: 1. m. Resolución tomada por todo un pueblo a pluralidad de votos. 2. m. Consulta que los poderes públicos someten al voto popular directo para que apruebe o rechace una determinada propuesta sobre soberanía, ciudadanía, poderes excepcionales, etc.—que determinaría los tamaños relativos de los polos de la película en blanco y negro: el «grande y patriótico» que apoya a Nicolás Maduro y el «unitario y democrático» que comanda el Gobernador del estado Miranda.
«Se parecen igualitos…»
De este modo, Capriles incurre en imitación de conductas y posturas del difunto Hugo Chávez; para las últimas elecciones regionales (gobernaciones, alcaldías y concejales) del 23 de noviembre de 2008, Chávez se autoungió como jefe de campaña de todos los candidatos del socialismo, tal como Capriles se autopropuso respecto de los candidatos de oposición a las que vienen. Hace casi cinco años, comencé así la Carta Semanal #312 de doctorpolítico (20 de noviembre de 2008):
Aunque las candidaturas auspiciadas por Hugo Chávez triunfen en todas las alcaldías del país, aunque veintitrés gobernadores electos sean los que él quiso, aunque absolutamente todo cargo electivo a determinar el próximo domingo 23 de noviembre quedase en manos de algún partidario suyo, de estos hechos no se desprende que él queda libre para promulgar que se reelegirá indefinidamente. Primero, porque ya esa posibilidad fue negada el pasado 2 de diciembre, cuando una mayoría expresa del Poder Constituyente Originario negó tal pretensión; segundo, porque eso no es lo que se estará preguntando el próximo domingo. Ni de una totalidad de triunfos en los estados y municipios puede sacarse conclusiones sobre asuntos de exclusivo dominio nacional.
Luego vino, por supuesto, el referendo sobre la enmienda constitucional del 15 de febrero de 2009, que terminó aprobando la reelección indefinida, a pesar de que los estudios de opinión parecían indicar que el proyecto de enmienda sería derrotado. Creo que vale la pena refrescar lo siguiente:
Se habla ahora de sondeos recientes de la opinión que retratarían una pelea más o menos pareja entre el pro y el contra de la enmienda. En verdad, los sondeos posteriores a los trucos más obscenos—la ampliación de la reelegibilidad a todo funcionario por elección y la camuflada redacción final de la pregunta—están todavía en proceso. (La encuestadora Datos, por ejemplo, a pesar de lo que sugiriera hace poco algún articulista, no ha concluido el procesamiento de su encuesta). Pero los que fueron hechos en diciembre reflejan todos una ventaja marcada para la negativa.
Un estudio particularmente interesante fue el dirigido por Roberto Briceño León, John Magdaleno, Olga Ávila y Alberto Camardiel. Este esfuerzo combinó una encuesta nacional (22 de diciembre) y la realización de focus groups bastante especiales, pues fueron compuestos de modo que no se mezclaran partidarios del gobierno, sus opositores o gente no alineada con ninguno de esos polos.
Naturalmente, este estudio combinado encontró un cincuenta por ciento de claro rechazo a la enmienda, mientras que registró sólo treinta y seis por ciento de apoyo. (La gente más joven y la población femenina es la que más repudia la pretensión continuista; en términos etarios, el proyecto sólo tiene mayoría en las personas mayores de cincuenta y cinco años; en términos socioeconómicos, sólo el estrato E—numéricamente menor que el D—le da una mayoría de apoyo. También registra la conocida aprobación mayoritaria a la gestión de gobierno, 61,4%; pero al mismo tiempo computa en 52% la proporción de la población que tiene poca o ninguna confianza en Hugo Chávez).
Los focus groups arrojaron detalles muy significativos; tal vez el principal es la presencia de dudas e incomprensiones, hasta vergüenza, en los grupos conformados con partidarios del gobierno. La interpretación de la encuesta, por su parte, pone de manifiesto el carácter crucial de los electores no alineados ni con el gobierno ni con la oposición.
Quien escribe tuvo la fortuna de asistir a una rica presentación de Briceño León y Magdaleno sobre estos resultados. Como es su costumbre, no se limitaron a la medición y el diagnóstico, y enhebraron a partir de sus datos una serie, mayormente sensata, de recomendaciones estratégicas para afirmar el rechazo a la proposición continuista. Una recomendación específica llama la atención.
Briceño y Magdaleno, luego de expresar su convicción de que la inminente consulta ofrece una oportunidad para “reposicionar” a la oposición, argumentaron que era de la suprema importancia la elección de quienes debieran hacer ostensiblemente frente—fronting—al proyecto de enmienda. Hablaron de una disyuntiva—falsa, a mi manera de ver—entre estudiantes y líderes convencionales, dando a entender que no había otras voces posibles. (En intento pedagógico hablaron, debe reconocerse, de encontrar los “badueles” o “marisabeles” de 2009). Esto es, la recomendación de Briceño y Magdaleno es la de constituir un coro de tres voces: la de aquellos que aún no están listos (estudiantes), la de los rechazados (líderes convencionales), la de los saltadores de talanquera (“badueles” y “marisabeles”). ¿Es que no hay otras voces en Venezuela?
Llama la atención que, después de haber expuesto que sería decisiva la participación de los electores no alineados—el estudio combinado mide su tamaño a la par de quienes apoyan a Chávez y mayor que el de sus opositores, como lo han hecho desde hace al menos seis años todas las encuestadoras, en proporciones cambiantes que oscilan entre 35% y 50%—, no se saque la conclusión obvia. Antes que “badueles” o “marisabeles”, urge conseguir voces no alineadas, con discurso no alineado y argumentos no alineados para asestar el golpe definitivo a las pretensiones continuistas de Hugo Chávez. (En la Carta Semanal #316 de doctorpolítico, 22 de enero de 2009).
La enmienda que nunca debió prosperar
A esta prescripción no se le hizo caso, y el 15 de febrero de 2009—¡con una abstención de casi 30%!—resultó aprobada la enmienda propuesta por 54,16% de síes contra 45,13% de noes. Una vez más, los insuficientes conceptos estratégicos de la dirigencia opositora nacional condujeron a su derrota; una vez más, esa dirigencia dilapidó (como en 2004) una clara mayoría con su inepta conducción. Naturalmente, el gobierno hizo gala de su arraigada práctica ventajista, como en todo proceso electoral desde que el chavismo agarró por vez primera el coroto en diciembre de 1998.
………
De nuevo, pues, la dirigencia opositora reitera su ineficaz planteamiento estratégico de polarización el que, por lo demás, no es otra cosa que la aceptación del planteamiento polarizante oficialista, solemne, ridículamente épico: Bolívar, la Patria, la Revolución, contra la derecha golpista, fascista y vendepatria. Y cuando digo la dirigencia opositora debiera decir la dirigencia encarnada en Capriles; es él, y no tanto la Mesa de la Unidad Democrática, el tesista plebiscitario, como es él el autoungido jefe de campaña de candidatos a unas elecciones locales («se parece igualito» a Chávez). La oposición venezolana se ha cansado de fustigar al oficialismo por su negación de lo alcanzado antes de 1999 en materia de descentralización, pero ahora niega ella misma esta doctrina al convertir elecciones que son de suyo locales en un «plebiscito», casi un referendo revocatorio del mandato de Maduro.
Los mecanismos constitucionales están a la disposición de iniciativas verdaderamente nacionales. Por ejemplo, basta la décima parte de los electores registrados para forzar un referendo consultivo sobre «materias de especial trascendencia nacional». (Artículo 71 de la Constitución). Si Capriles está tan seguro de comandar una marcada mayoría nacional, ¿por qué no, en vez de adulterar elecciones locales, recoge las firmas necesarias para preguntar al Poder Constituyente Originario si es su preferencia que Nicolás Maduro renuncie a su cargo, dado que aún no es tiempo para el doblemente costoso referendo revocatorio? (Posible a partir de 2016, con veinte por ciento de los electores como convocantes). En estos momentos, el Registro Electoral computa un total de 19.066.431 electores, por lo que 10% de ellos viene siendo 1.906.643 con capacidad de convocar un referendo consultivo. Ni siquiera necesita Capriles aplicar la abrumadora mayoría que dice tener; le bastaría solicitar las firmas de quienes votaron por él en las primarias de la MUD del 12 de febrero de 2012: un total de 1.911.648; le sobrarían 5.005 electores.
Teoría incompleta del plebiscito
En una de las veces cuando planteó lo del pretendido carácter plebiscitario de las venideras elecciones municipales, Capriles reveló sus intenciones: “El 8 de diciembre será definitivo para lo que venga en Venezuela. Esos que están allí no van a estar seis años en el poder, tengan la plena seguridad”. Ha apostado a resultados que, aunque no lleguen a representar una mayoría de alcaldías para la oposición, sumados todos reflejen una mayoría nacional. En esto se siente apoyado por Luis Vicente León, quien ha dicho que el 8D contendrá un «componente plebiscitario». El 18 de agosto escribió en El Universal:
Está claro que el Gobierno ganará la mayoría de las alcaldías del país. Su penetración en poblaciones remotas, donde se escoge un alcalde con un puñado de votos, es evidente, frente a una oposición con ventaja en grandes centros poblados y pocos alcaldes. Pero el total de votos es otra cosa y ahí la batalla será campal. Si el Gobierno gana, dirá que el pueblo apoyó a Maduro y si pierde dirá que es un evento local que no pretende evaluar la gestión presidencial, mientras muestra el gráfico con su porcentaje de alcaldes. Pero es evidente que ganar o perder en el número de votos totales manda un mensaje político potente y la gente no debería ser tan bolsa como para no entenderlo, aunque con los años he comenzado a pensar que lo único realmente democrático… es la estupidez.
León especula sobre las interpretaciones oficialistas en uno u otro caso, pero no se refiere a las hipotéticas evaluaciones de Capriles, que pudieran ser éstas: si la votación total arrojare mayoría nacional de oposición revindicará la salida anticipada del gobierno («no van a estar seis años en el poder»), pero, si no logra esa mayoría, ¿va a repetir que le robaron las elecciones? ¿Hará otros viajes de turismo opositor al exterior? ¿Admitirá alguna vez lo que sus más radicales partidarios sostienen—quizás él mismo en privado, como María Corina Machado y Germán Carrera Damas—: que «esta gente» no sale por votos?
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Eugenio Martínez escribió el 31 de agosto: «En total para los comicios del 8 de diciembre el CNE admitió 1.964 candidaturas para burgomaestre. Considerando que los partidos que integran a la MUD presentaron 335 candidatos e igual cantidad inscribieron las organizaciones del GPP, existen 1.294 aspirantes (65,8%) que se presentarán a la contienda electoral sin el apoyo de los principales partidos del país». Se trataría entonces de un plebiscito entre opciones que sólo representan el 34,2% de las candidaturas. ¿Cuán representativa sería tal cosa? ¿Hasta cuándo se negará la realidad de que la polarización no es Venezuela? LEA
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por Luis Enrique Alcalá | Jul 4, 2013 | Argumentos, Política |
Tito Salas: Los causahabientes, 1971
causahabiente. Der. Persona que ha sucedido o se ha subrogado por cualquier título en el derecho de otra u otras.
Dicionario de la Lengua Española
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Audio de entrevista con Manuel Felipe Sierra en Noticias 24 Radio
Nicolás Maduro es el causahabiente de Hugo Chávez. Hasta 1999 ignoré la existencia del término y, por supuesto, su significado. Pero ese año asistí al bautizo del último libro de Rafael Caldera—Los causahabientes: de Carabobo a Puntofijo—, en el hotel Eurobuilding. Supe entonces que en 1971, durante su primera presidencia, el Dr. Caldera había encargado a Tito Salas el cuadro que aparece arriba y dispuesto su exhibición en una de las paredes de La Casona. El libro trata, obviamente, de la sucesión que viene desde Simón Bolívar hasta 1958, cuando en la casa del autor se firmara el importante Pacto de Puntofijo, que dio estabilidad a una democracia que estaba por nacer en Venezuela.
Es ahora el presidente Maduro quien tiene sobre sus hombros el peso de una tarea enorme: nada menos que suceder al líder planetario Hugo Rafael Chávez Frías, de quien dije en un texto de 2005: «…ha adquirido una estatura mundial que, independientemente de su corrección, es superior a la de cualquier candidato emergido o emergente y a la de cualquier otro presidente venezolano de la historia, en verdad segunda sólo tras la de Bolívar». (Tío Conejo como outsider).
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De Hinterlaces de junio 2013 (clic amplía)
En su carrera demoscópica de una docena de años, Oscar Schemel ha traído a la conciencia nacional más de una lectura original; por ejemplo, sus apuntes sobre la nueva cultura política del país, la importancia de los electores no alineados (Ni-ni) o los rasgos religiosos en el liderazgo de Chávez. Ayer propuso conclusiones muy serias a partir del último estudio de Hinterlaces (19 al 23 de junio). Luego de destacar que de febrero a esta parte el apoyo al gobierno había caído 12 puntos (de 53% a 41%) y el de la oposición había subido 9 (de 21% a 30%, para un cierre total de la brecha de 21%), sentenció: “El país es mucho más homogéneo de lo que parece. La muerte del presidente Chávez está reconfigurando la cultura política, está desradicalizando y despolarizando a la sociedad venezolana, que se está moviendo más hacia el centro y está rechazando mayoritariamente las posiciones extremas».
Claro que la noción de centro está referida al eje ideológico de derecha a izquierda, y la cosa es en verdad que la política se desplaza en busca de un plano postideológico, pero aún cabe esa terminología bipolar. Hace un poco más de siete años, escribía el suscrito:
Pero mientras se produce la sustitución de un paradigma esclerosado, exacerbado por la decimonónica opción izquierdista del gobernante actual, impulsor a ultranza, a sus últimas consecuencias, de un esquema de política como lucha o polémica, habrá todavía que hablar con palabras conocidas. ¿Qué tal una oferta de centro? (…) ¿Será lo adecuado presentar una oferta que, entendiéndose a sí misma como trascendente de la vieja dicotomía izquierda-derecha, pueda ser comprendida por los electores como de centro? ¿Y será el candidato correcto ese caballero desconocido que responde al maracaibero nombre de Ninguno Nosabe Nocontesta? (El mero centro, 15 de junio de 2006).
A pesar de los recalentamientos de la polarización por los recientes eventos electorales—7 de octubre y 16 de diciembre de 2012 y 14 de abril de este año—y la inminencia de las elecciones municipales (8 de diciembre próximo), Hinterlaces mide la proporción de electores no alineados en 25% o uno de cada cuatro venezolanos. Schemel anota «…que en circunstancias políticas y electorales, [el país] se radicaliza en extremo». Dicho de otra manera, cuando no estamos en medio de una campaña electoral los no alineados alcanzan una proporción mayoritaria, que en ocasiones ha excedido 60%.
No ha habido hasta ahora una organización política que haya sabido hablar con modernidad y responsabilidad, primeramente, a ese mercado primario de considerables proporciones. En cuanto hiciera presencia efectiva, buena parte de lo que permanece en estado de polarización se le adheriría. Pero mientras no exista, el estado de opinión que Schemel describe puede manifestarse como un movimiento que no responda a líneas partidistas, como la expresión de un enjambre de abejas ciudadanas que, en la medida en que predominen emociones de frustración, puede africanizarse con violencia. El año que viene conmemoraremos un cuarto de siglo del Caracazo.
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El pasado sábado, en la quincuagésima emisión del programa Dr. Político por Radio Caracas Radio, sugerí al presidente Maduro la utilidad de verse en el espejo egipcio, cuatro días antes de que los militares depusieran el gobierno de Mohamed Morsi, que el domingo pasado cumplió escasamente un año de haber sido electo. Ayer, diecisiete millones de egipcios protestaban su gobierno en muchas de las ciudades de Egipto, y ese enorme enjambre ciudadano forzó su término y la transición en circunstancias que llaman a la preocupación. Wael Ghonim, un respetado ícono cívico en Egipto que había apoyado a Morsi hace un año, lo acusó de polarizar y paralizar al país, y opinó así: «Ningún país avanza cuando la sociedad está dividida de este modo, y el principal papel del Presidente de la República es unir, pero, desafortunadamente, el Dr. Morsi, el Presidente de la República, ha fracasado miserablemente en este objetivo».
Si el aprecio del gobierno baja muy marcadamente en breve plazo mientras la oposición sube en aceptación, el causahabiente de Chávez debe asumir el papel que Morsi no supo desempeñar. Sin dejar de poner atención a posibles intenciones aviesas, debe elevarse sobre las diferencias para procurar la unión de los venezolanos, debe buscar el diálogo con las cabezas más sensatas de la oposición—Ramón Guillermo Aveledo, por caso, saludó la incipiente mejoría de las relaciones entre Venezuela y EEUU a raíz del encuentro Jaua-Kerry—, puede tal vez aceptar los esfuerzos de COPEI para posicionarse como «la fuerza del diálogo» y pedir a Eduardo Fernández que se encargue de la mediación. (Para no tener que recurrir a un agente externo, como la OEA o el Centro Carter en los tiempos de la mediación de César Gaviria y Jimmy Carter).
Hay señales positivas, aunque todavía escasas. Hay un nuevo diálogo gobierno-empresarios, en procura de un tratamiento eficaz a la parálisis productiva y el desabastecimiento; hay algo de distensión con los norteamericanos. (Ayer, el Secretario de Estado John Kerry tuvo la ocurrencia de felicitar a Venezuela «por su independencia» y destacar que entre su país y el nuestro hay más de un rasgo o interés común). Y aquí la oposición tiene la oportunidad de contribuir a la reconciliación nacional; no debe caer en la tentación de mantener los ánimos caldeados, envalentonada por su magnífico desempeño electoral del mes de abril.
El papel que le toca al presidente Maduro no es el de ser un clon del presidente Chávez; al contrario, como Eleazar López Contreras, causahabiente a la muerte de Juan Vicente Gómez, su fin último debiera ser el de pacificar y reunir a la nación. Las virtudes que debe cultivar son las recomendadas por el viejo general: «Calma y cordura». LEA
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