Crónica trunca (y fe de erratas)
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Comencemos por despejar el error. La siguiente afirmación mía—en Uno que se cae de inmaduro—estuvo equivocada: «Las teatrales proposiciones de paz de Maduro, los escenarios que concibe, son tan engorrosos como inadecuados». Luego, mi recomendación final, en esa misma entrada—»Es así como le sale urgentemente a Maduro un destello de estadista…», —ya se ha cumplido. El arranque de la Conferencia Nacional de la Paz que fue su iniciativa no ha podido ser más auspicioso; el tono más frecuente en los que intervinieron, comenzando por la breve alocución presidencial, y el clima general de la reunión, fueron de genuino deseo conciliador. Estas cosas dijo el Presidente:
Convoco a esta Conferencia Nacional de Paz a todos los venezolanos, sin condiciones. No les he puesto condiciones a ustedes para convocarlos, ni agenda. Yo los he convocado para que construyamos una agenda de paz entre todos. Esta convocatoria se basa en el diálogo y el respeto; por esa razón hemos abierto la casa para un debate lo más abierto y tolerante posible. Hagamos de la palabra un compromiso para intentar nuevos caminos de entendimiento. Pido la bendición de Dios a este esfuerzo. Tomemos en serio este llamado y sigamos llamando a quien hoy no acudió. Dejo abierto el debate y la participación a la Conferencia Nacional de la Paz.
La crónica es trunca porque no escuché todas las oraciones; encendí el televisor cuando concluía la destacada intervención de Pedro Pablo Fernández, y decidí no escuchar a la Presidenta del Tribunal Supremo de Justicia después de sus primeras frases; allí me quedé. Pero escuché cosas muy justas y atinadas, útiles y prudentes, y sentí orgullo de mi país, de mi gente. Estaba claro que a los asistentes los dominaba la preocupación por el terrible febrero que aún no ha concluido. La gran mayoría de las voces se mostró muy dispuesta a la rectificación. (Con algunas excepciones, todas del oficialismo. Por ejemplo, Diosdado Cabello, violento de origen y de desempeño, no pudo reprimir su sesgado recuento y su regaño; Aristóbulo Istúriz, menos agresivo, también mostró una sola cara de la moneda, al referirse a violencias opositoras ignorando la muy marcada del oficialismo; Jorge Rodríguez contó una historia parcial de angelitos socialistas e insistió en la división de pobres y ricos; otros menos destacados siguieron esa pauta politizada, como Wills Rangel, Presidente del Sindicato Bolivariano de Trabajadores Petroleros).
Los empresarios destacaron por sus verdades honesta y respetuosamente dichas; Jorge Roig, admitiendo errores pasados de la institución que preside, con su articulada y sucinta exposición, con claridad diagnóstica: «El país no está bien, Presidente»; Lorenzo Mendoza al negar la falsedad de que lo individual y lo colectivo deben negarse mutuamente y al pedir una «comisión de la verdad» en lo económico, con la autoridad y la experiencia del eficaz y responsable trabajo de las empresas que dirige.
El alcalde Miguel Cocchiola fue elocuente, con obvia sinceridad; el de Churuguara, Elisanower Depool, certificó que era de izquierda aunque no vistiera camisa roja, asentando así que el PSUV no tiene la exclusiva sobre las almas izquierdistas. Vladimir Villegas dijo cosas convincentes. Leopoldo Puchi puso certeros puntos sobre las íes. Luisa Ortega Díaz fue la más constructiva de las autoridades presentes, profesional, evidentemente equilibrada, la única que no escondió violaciones de algunos agentes del gobierno a los derechos humanos.
El trabajo continuará, en plenaria y comisiones.
En fin, a pesar de la notoria y torpe ausencia de la gente de los partidos de oposición y la central que los agrupa, fue una noche balsámica, que mucho hizo porque renaciera la esperanza de la nación.
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Pero la disposición al entendimiento debe acompañarse de la disposición a corregir. Ya el año pasado había hablado de diálogo con la oposición el Sr. Maduro, sólo que sujeto a «una profunda rectificación». Él aludía, por supuesto, a una rectificación opositora, no a una, aunque fuera superficial, de su propia postura. Naturalmente, hablaba como Presidente al que se la ha dicho ilegítimo. (Lorenzo Mendoza lo proclamó legítimo esta noche). Y, por supuesto, cuando propuso un tercer punto de repudio a la intervención de los EEUU en nuestros asuntos, ha podido complementarlo con lo mismo acerca de Cuba. También dijo: «No le vamos a pedir a nadie que se convierta al socialismo bolivariano», pero lo que ha debido prometer es que cesarán sus intentos por imponerlo. Si se muestra capaz de esto resistiendo, como una vez dijera, los chantajes de los radicales de izquierda, podrá seguir en su función de Jefe del Estado. Démosle el beneficio de la duda, como recomendara hace más de un año Eduardo Fernández, y que queden las últimas entradas de este blog como advertencias y las muertes de febrero como semilla de la paz. LEA
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