Olivia Hussey & Leonard Whiting como Julieta y Romeo (Franco Zeffirelli, 1968)
For never was a story of more woe / Than this of Juliet and her Romeo
William Shakespeare
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Cuando tenía doce años, me permitió el gran señor que fue Oscar Álvarez De Lemos secuestrar durante todo un mes el disco con la pieza que, irreversiblemente, me permitió habitar el mundo sinfónico. Fue en su casa de La Campiña donde innumerables veces escuché maravillado Romeo y Julieta de Pyotr Ilyich Tchaikovsky, saliendo de un plato Garrard y llegando a mis oídos después de atravesar un noble amplificador Macintosh. Sólo mi esposa ha logrado enamorarme de modo tan definitivo. El disco de Don Oscar era el Columbia CL 747, donde quedó grabada la interpretación de la pieza por la orquesta de André Kostelanetz (ver portada en Música para votar). Lo poseí hasta que pude conseguir en Don Disco de Chacaíto una copia de la misma grabación y devolví el préstamo. Después adquirí otras muchas interpretaciones por orquestas y directores bastante mejores.
Don Oscar Álvarez De Lemos
Creo que la Obertura-Fantasía Romeo y Julieta de Tchaikovsky es una obra musical perfecta. Otros compositores, notablemente Héctor Berlioz y Sergei Prokofiev, han creado música sobre estos entrañables personajes de Shakespeare. (Tuve en mi colección la primera grabación que se hiciera de Lorin Maazel como director de orquesta: un albúm de dos discos de Deutsche Grammophon con las piezas del francés y ambos rusos, interpretadas por la Orquesta Filarmónica de Berlín en 1957. Dieciocho años después, Maazel vino a Venezuela con la Orquesta de Cleveland para dos conciertos—19 y 20 de abril de 1975—, y al cabo de las presentaciones conversé largamente con él y le recordé esa grabación). Disfruto mucho, primero, la música del ballet de Prokofiev; menos la obra de Berlioz, pero es la de Tchaikovsky la que tiene un sitial señero en mi corazón de melómano.
Es con esa arbitrariedad—procuraré justificarla—que coloco acá cinco versiones (podría poner varias más) de mi obra favorita, una de ellas, por cierto, a cargo de Maazel y los músicos de Cleveland. Pero es la primera en aparecer, en los instrumentos de la mejor agrupación sinfónica del mundo—otra declaración arbitraria, aunque apoyada por los mejores críticos musicales en encuesta realizada en 2008—, la de la Orquesta Real del Concertgebouw de Ámsterdam, bajo la batuta de Bernard Haitink, su Director Principal entre 1963 y 1988. La de Maazel-Cleveland es la segunda, y tras ella se puede escuchar la rendición de Mikhail Pletnev con la Orquesta Nacional Rusa, la de Zubin Mehta con la Filarmónica de Los Ángeles y, finalmente, la de Adrian Leaper al frente de la Orquesta Filarmónica Real inglesa. Así quedan ordenadas de mayor a menor duración; entre la versión de Haitink y la de Leaper hay sólo un minuto y siete segundos de diferencia.
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En el caso de la música sinfónica, nos encontramos siempre ante la rica conjunción de los siguientes elementos: melodía (la sucesión de las notas en frases musicales, su parlamento, por así decirlo); armonía (el sonido simultáneo de notas distintas en acordes o disonancias y su transformación o sustitución por cambios o modulaciones en acordes o disonancias diferentes); textura (el tejido de la música en homofonía o en contrapunto, cuando en este último caso líneas melódicas diferentes se superponen unas a otras); el ritmo (la velocidad de la sucesión de notas y su duración, al organizarlas en compases de igual tiempo y la adjudicación de acentos sobre algunas de ellas); la instrumentación u orquestación (los instrumentos específicos a los que la música es confiada en cada sección, como solistas o en acompañamiento de timbres afines o contrastantes). Además de esto, cada pieza tiene una forma o estructura particular, que establece la sucesión de sus secciones para la exposición, desarrollo y enhebrado de sus temas; hay, por último, un asunto de dinámica (el volumen de los sonidos: piano o pianissimo, forte o fortissimo, mezzoforte, en una gama de gradación casi infinita de crescendos y diminuendos y hasta morendos) y otro del detalle de ejecución de cada nota o melodía para efectos particulares: pizzicato, col legno, rubato, marcato, sforzando, leggiero (sin acentuación).
Bueno, Romeo y Julieta tiene todo esto en un nivel de calidad que es a la vez de gran arquitecto y fino orfebre: las secciones son clarísimas y enteramente justificadas, estructuralmente lógicas y elocuentes en su narración del drama; dentro de ellas, todos los elementos están pulidos hasta el último detalle. Cada participación instrumental es interesante melódica, armónica o rítmicamente; no hay sonido que no cumpla una función importante y ningún ejecutante de atril tiene motivo para lamentarse de que su parte sea insignificante. Es difícil conseguir más hermosura que la del gran tema amoroso de la obra, y los ritmos irregulares que describen contiendas entre Montescos y Capuletos son una anticipación de 44 años, en una obra de juventud de Tchaikovsky—una primera versión data de 1869, cuando tenía 28 años; la tercera y definitiva es de 1880—, de los que sólo emergerían en pleno siglo XX con los de Le sacre du printemps (1913) de Igor Stravinsky. Ni qué decir de la instrumentación; Romeo y Julieta está orquestada para 2 flautas y flautín, 2 oboes, 2 clarinetes en La, 1 corno inglés y 2 fagotes, en las maderas; 4 trompas en Fa, 2 trompetas en Mi, 2 trombones tenores, 1 trombón bajo y 1 tuba, en los metales; 3 timbales en Mi, Fa sostenido y Si, 1 bombo y platillos, en la percusión; y los acostumbrados primeros y segundos violines, violas, violonchelos y contrabajos más 1 arpa, en las cuerdas. La cuestión, por supuesto, está en cómo y cuándo usarlos, y Tchaikovsky sabía hacer esto muy bien.
Escena del balcón – Ford Madox Brown, 1870
Las secciones o, más bien, episodios de la obertura son fácilmente distinguibles: una introducción coral* incluye, expuesto en pizzicato, el tema de Fray Lorenzo. Este material introductorio, religioso y ruso, repite varias veces una aproximación progresiva a un hermoso acorde que se sostiene y destaca en cada repetición una nota distinta. La introducción se agota al emerger el conflicto de las familias, y esa tensión, ese careo, da paso a un combate abierto, que a su vez es cubierto por la dulzura del primer encuentro de quienes se enamorarán al verse el uno del otro. Surge entonces el bello tema de amor de la obra, primero expuesto en las cuerdas y luego lanzado por una límpida flauta que se apoya en el noble contrapunto del canto de las trompas. Otra vez el conflicto se apodera de la escena y de nuevo deviene lucha, cada vez más agresiva hasta cesar ante el casamiento de los novios, seguido de la consumación de su amor al restablecerse el tema principal, ya no en diálogo de flauta y corno inglés, sino en la masa de los violines, pues ya ellos son una sola carne. Pero el conflicto regresa, inexorable: la marcada aparición de los trombones anuncia que la lucha va en serio, y un redoble de timbales señala la tragedia definitiva: las muertes a espada de Mercucio y de Teobaldo y el suicidio de los amantes. Los mismos timbales inician una marcha fúnebre y un canto adolorido que concluye con el homenaje de toda Verona en recuerdo de Romeo y Julieta— «Porque nunca hubo una historia de mayor aflicción/Que ésta de Julieta y su Romeo»—, expuesto en las maderas de forma que recuerda el coral introductorio. Por última vez, venido de ultratumba, suena el tema de amor de R&J en los violines una octava más arriba de las ocurrencias anteriores, hasta que el redoble de un timbal en crescendo da soporte a los gritos de la orquesta que cierran el drama.
Episodios de Romeo & Julieta en la versión de Haitink (clic amplía)
He aquí las cinco versiones escogidas y, a continuación de ellas, un video del ensayo de Gustavo Dudamel y la Orquesta Filarmónica de Los Ángeles, que ejecuta brillantemente las prodigiosas escalas del combate de Montescos y Capuletos bajo instrucciones del director venezolano.
Haitink
Maazel
Pletnev
Mehta
Leaper
Debo admitir mi exagerado sesgo hacia esta pieza maravillosa, y espero que a todo el mundo le cause tanta emoción como a mí me ha producido sin decaer por cincuenta y ocho años. LEA
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*Aquí el término coral se refiere al modo canónico de cantar un himno en una congregación religiosa: una soprano canta una melodía simple junto con la congregación de fieles, mientras los acompañan tres voces más graves. A eso se llama una armonización coral.
Hace dos días que se cumplieran cuatroaños del fallecimiento del Dr. Armando Sucre Eduardo, insigne médico venezolano, antiguo Director del Hospital de Niños J. M. De Los Ríos y la Maternidad Concepción Palacios, hombre de bien. «Una vez se me ocurrió felicitarle por sus setenta años en un programa de radio y la emisora se inundó con llamadas telefónicas que quisieron rendirle homenaje de veneración. No hace mucho, a raíz de un comentario casual, conocí a alguien a quien salvara la vida cuando todo un hospital lo había desahuciado. Nunca he sabido de nadie que le superase en el terco respeto que guardaba por la libertad de sus semejantes». (En el Prólogo a Alicia Eduardo: Una parte de la vida, de Nacha Sucre). El viernes 28 de diciembre, se celebró el segundo campeonato de dominó en su memoria, pues fue también un fino dominocista, como era jugador de pelota vasca y excursionista y futbolista de grandes dotes. Y hace dos días, también nos dejó la Dra. Rita-Levi Montalcini a sus 103 años de fructífera vida de científica y ciudadana, otra médica y ganadora del Premio Nobel de Medicina en 1986, Gran Cruz en grado de Caballero y Senadora Vitalicia de Italia desde 2001.
El siglo XXI comenzó el 1º de enero de ese 2001, el año uno del tercer milenio; hoy comienza su año décimo tercero. No es mal momento para revisar lo que hemos podido hacer en la primera docena de años y determinar si ha valido la pena, si ha trabajado la humanidad y hemos trabajado los venezolanos para hacer de estos tiempos el mejor siglo y el mejor milenio de la historia. Ya hemos consumido de esté último 1,2% de su duración, y 12% del siglo primero.
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12 uvas para 12 años
Es con este espíritu de revisión que pongo acá 13 piezas musicales para comenzar el año y, al final, un fragmento de audio que contiene un mensaje que creo importante. Comencemos con música para levantarnos de la cama. André Previn y la Sinfónica de Londres interpretan el primero de los Interludios Marinos de Peter Grimes, ópera del magnífico compositor inglés Benjamin Britten. Su nombre: Amanecer. No deja de ser ácido ese interludio, premonitorio de tragedia; apropiado, pues, para nuestro momento político. También puede ser descriptivo si Ud. se ha excedido de alcohol en la Noche de Año Nuevo y ha despertado con resaca.
Amanecer
Es también de un inglés, en este caso Edward Elgar, un saludo más suave: Canción de mañana, su opus 15. Otra vez, la Sinfónica de Londres, dirigida por Sir Thomas Beecham, interpreta la pieza. (Para una versión en órgano por Carlo Curley, ver en este blogMúsica infrecuente).
Canción de mañana
Hablando de órgano, podemos escuchar de las manos de E. Power Biggs Despertar, de la Cantata BWV 645 de Juan Sebastián Bach y, a continuación, una vez despiertos, el Primer movimiento (Vivace) de su Concierto para dos violines, cuerdas y continuo en Re menor (BWV 104) a cargo de Trevor Pinnock al frente de The English Concert.
Despertar
Vivace
Sergei Prokofiev trató el tema de Romeo y Julieta bajo la forma de música de ballet. De su obra, el número Montescos y Capuletos describe una enemistad aparentemente insalvable—como la de la polarización de la política venezolana—del que no está de un todo ausente la nobleza. Riccardo Muti dirige la opulenta Orquesta de Filadelfia. Después, Herbert Blomstedst conduce a la Orquesta Sinfónica de San Francisco en una obra menos ominosa del compositor danés Carl Nielsen: la Marcha festiva oriental de su Suite Aladino, op. 32.
Montescos y Capuletos
Marcha festiva oriental
Enver Torres: Danza de los espíritus benditos
Con otra suite—Mascarada—, compuesta por el armenio Aram Khachaturian, vivificamos radicalmente el primer día de 2013 con su Mazurca, a cargo del propio compositor y la Orquesta Filarmónica de Viena, una combinación de lujo. No conviene, sin embargo, exigir demasiado a nuestras fuerzas luego de una larga noche de condumio y festejo; por eso viene acá Cristoph Willibald Gluck con la Danza de los espíritus benditos, de su ópera Orfeo y Eurídice. Es música apacible que contiene melodías extraordinariamente bellas. Raymond Leppard dirige a la Orquesta de Cámara Inglesa.
Mazurca
Danza de los espíritus benditos
Es también una danza lo que precede al coro Chume, chum, geselle min, el número 9 de la Cantata Escénica Carmina Burana de Carl Orff. De nuevo, Previn y los músicos sinfónicos londinenses tocan para nosotros.
Reie-Chume, chum, geselle min
Una grande y melancólica dulzura contiene la Danza Eslava #2 en Mi menor, op. 46, de Antonín Dvořák, que suena por la Orquesta de Cleveland bajo la batuta de quien fuera su Director por muchos años: George Szell. Y supongo que no habrá que repetir que el ballet Cascanueces, de Pyotr Illych Tchaikovsky, es música de Navidad. Nada menos que la mejor orquesta del mundo, la Orquesta Real del Concertgebouw de Ámsterdam, conducida por el vigoroso Antal Doráti, nos complace con el bellísimo Pas de deux (Grand adage), el #21 de su Acto II.
Danza eslava
Grand adage
La imagen de campanas que tañen fiesta es la de Carillón, de la Suite #1 de La arlesiana, muestra elocuente de cuán grande melodista fue el francés George Bizet. Jean Martinon dirige a la Orquesta de la Sociedad de Conciertos del Conservatorio de París.
Carillón
Por último, la Orquesta Nacional de España acompaña a las prodigiosas castañuelas de Rosario Tena en una estimulante rendición de la alegre y chispeante, como buena champaña, obertura de La boda de Luis Alonso, del españolísimo maestro Gerónimo Giménez.
La boda de Luis Alonso
Concluida la música, le invito a escuchar el siguiente mensaje, correspondiente al cierre de la transmisión de Dr. Político por Radio Caracas Radio a la finalización de 2012. Contiene una tesis que estimo importante.
Fragmento de cierre
Y que el año décimo tercero del siglo XXI sea muy próspero para Ud. y su gente. LEA
Georges de la Tour: Adoración de los Pastores (1644)
Música de Navidad es lo que cabe hoy. Las festividades de la Natividad de Jesús de Nazaret son verdaderamente universales, observadas aun en países en las que predominan otras religiones que no son cristianas. Asimismo, la música apropiada para la época es conocida en el mundo entero. He aquí una variada colección, clásica y popular, que siempre escuchamos en tiempo decembrino.
El oratorio de Bach
Comencemos por una sucesión de piezas de la música culta, en orden de aparición histórica. Primero que nada, pues, una pieza del simple Canto gregoriano: Puer est natus inBethlehem (Un Niño ha nacido en Belén), que interpreta el Coro de Monjes Benedictinos de Santo Domingo de Silos. Luego, dejamos la palabra y la partitura al grande Juan Sebastián Bach, de quien se trae el número inicial—Jauchzet, frohlocket, auf, preiset die Tage, que corresponde al Nacimiento y Anunciación a los pastores—de su Oratorio de Navidad (Weihnachts-Oratorium, BWV 248), a cargo del Coro Monteverdi y los Solistas Barrocos Ingleses dirigidos por John Eliot Gardiner. Del mismo compositor oigamos después el coro Magnificat de la obra del mismo nombre en Re mayor (BWV 243a, la versión original estaba en Mi bemol mayor), puesto que esta salutación a Santa Isabel, madre de Juan el Bautista, es proferida por María la Madre de Jesús, y ella es protagonista principalísima de la Navidad. (La Cantoría Gächhinger de Stuttgart interpreta el vivificante coro). Ocho años después de la obra de Bach, Georg Friedrich Händel componía el oratorio El mesías, cuyo coro ¡Aleluya! es sin duda una de las piezas más conocidas en el mundo entero. (Eugene Ormandy dirige en este caso a la Orquesta de Filadelfia y el Coro del Tabernáculo Mormón).
Puer est natus in Bethlehem
Oratorio de Navidad
Magnificat
Aleluya
Ballet de nueces
Ya arrancado el siglo XIX, Héctor Berlioz compuso La infancia de Cristo, obra de la que está aquí El adiós de los pastores, con la dirección de Robert Shaw de la Coral que lleva su nombre y la Orquesta Sinfónica de Atlanta. Y, por supuesto, se ha consagrado como música de Navidad el ballet Cascanueces, de Pyotr Illyich Tchaikovsky, cuyo Primer Acto ocurre en Nochebuena con árbol navideño, cena, regalos y todo. Se pone acá la Marcha que sigue a la Petite ouverture en los instrumentos de la Orquesta Sinfónica de Londres bajo la dirección de André Previn. También ocurren en Navidad los actos primero y segundo de La bohème, la apreciable ópera de Giacomo Puccini. En el segundo acto, Musetta canta su famoso Vals, y es lo que acá escuchamos en la privilegiada voz de Renée Fleming.
El adiós de los pastores
Marcha
Vals de Musetta
El sitio donde Jingle Bells fue creada (clic amplía)
Pasemos ahora a música más popular: los villancicos, aguinaldos y canciones de Navidad. Un temprano ejemplo es Adeste fideles, que con toda probabilidad compuso John Francis Wade en el siglo XVIII. Una versión de lujo combina las voces de Elīna Garanča, Juan Diego Flórez, Genia Kühmeier, Paul A. Edelmann, los Niños Cantores de Viena y el Chorus Viennensis, a quienes acompaña la Orquesta Sinfónica de Viena con Karel Mark Chichon en la dirección. Después de eso, los mismos Niños Cantores de Viena cantan Campanas de Ucrania, que en el mundo anglosajón se conoce como Carol of the bells y es obra del ucraniano Mikola Leontovich. (Escuché por primera vez esta pieza por la coral que dirigía Eduardo Plaza Aurrecoechea el 4 de mayo de 1976, en noche inolvidable por el hecho de ver por primera vez a mi esposa, quien hacía de contralto en el grupo). Frank Sinatra, en cambio, es resucitado ahora para cantarnos la inconfundible Jingle bells, canción de invierno compuesta por James Lord Pierpont en 1850, con la intención de que fuera cantada en Día de Acción de Gracias (Thanksgiving, en el cuarto jueves de noviembre). Y Andy Williams toma el podio para ofrecernos It’s the most wonderful time of the year, canción compuesta con letra de George Wyle por Edward Pola. Nos latiniza la cosa la rica voz italiana de Andrea Bocellí, con una redonda rendición de Blanca Navidad (White Christmas), la popular composición de Irving Berlin.
Adeste fideles
Campanas de Ucrania
Jingle bells
It’s the most wonderful time of the year
Blanca Navidad
Venezuela ofrecerá acá dos aguinaldos, ambos de autor desconocido. Son voces jóvenes alemanas—el berlinés grupo a cappella Add 9—quienes cantan, sin embargo, el hermoso Niño lindo. El magnífico Quinteto Contrapunto, en cambio, nos regala el divertido Aguinaldo de El Callao.
Niño lindo
Aguinaldo de El Callao
Cerraremos esta fiesta con algo audiovisual. La buenísima—en estado y esencia—Beyoncé canta una estupenda (y sexy) Noche de Paz (Silent Night), el villancico que todos aprendimos en la infancia y fue compuesto por Franz Xaver Gruber. Él y el autor de la letra, el joven sacerdote Joseph Mohr, lo cantaron por primera vez en la Misa de Gallo escenificada en Obernsdorf bei Salzburg, Austria, en 1818.
¡Feliz Navidad a los amables visitantes de este blog! LEA
Audiencia entusiasmada en el Centro Obertura de Madison, Wisconsin
Un intelectual es quien puede escuchar la Obertura de Guillermo Tell sin pensar en el Llanero Solitario.
Billy Connolly
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Imagino que son mileslos conciertos que comenzaron por una obertura. En mi experiencia como oyente de conciertos debe haber sido una media docena de veces, al menos, que los escuché empezar por la Obertura de Ruslán y Ludmila, del inspirador de Los Cinco—Balakirev, Borodin, Cui, Mussorgsky, Rimsky-Korsakoff—y padre de la música nacionalista rusa, Mikhail Glinka (1804-1857). Es inconfundiblemente una pieza de apertura y, como es así, se inicia con la alegre y elegante pieza esta entrega musical sin más preámbulo que decir que la ejecutan los músicos de la Orquesta Sinfónica de Londres dirigidos por Sir Georg Solti.
Glinka
Bach era buen abridor
Cuando componía Glinka, ya las oberturas contaban doscientos años de existencia. Originalmente eran lo que su nombre indica: una pieza de apertura que iniciaba una ópera, a veces con ballet. Monteverdi ya usó una toccata para abrir su Orfeo (1607). Pero fue la obertura francesa la que estableciera definitivamente el género (Jean-Baptiste Lully). Pronto pasaría esa forma a la apertura de suites puramente orquestales con el trabajo de gente como Juan Sebastián Bach. Cada una de sus cuatro suites orquestales se inicia con una obertura y, de hecho, en el idioma alemán se emplea el término Ouvertüren para referirse a las Orchestersuiten enteras. Mi favorita es la Obertura de la Suite Orquestal #3 en Re mayor (BWV 1.068). Hela aquí por la Academia de Música Antigua de Berlín (Akademie für Alte Musik Berlin) conducida por Bernhard Forck.
Bach
Las oberturas de esa época se componían de dos partes, siendo más lenta la primera y más vivaz la segunda. Más tarde evolucionarían hasta la complejidad de una minisinfonía, como la cumbre de Gioachino Rossini, la Obertura deGuillermo Tell, que tiene cuatro movimientos distinguibles y nombrados separadamente. El siguiente paso sería la independencia: ya no eran piezas que introducían una ópera o abrían una suite de danzas, sino una forma independiente, antecesora en carácter e intención de lo que serían más tarde los poemas sinfónicos. El trabajo de Tchaikovsky, por ejemplo, es numeroso en esta clase de oberturas: Romeo y Julieta (Obertura-Fantasía), La tempestad, Francesca da Rimini, Hamlet, 1812, aunque también una Petite ouverture para abrir el Acto I de su ballet Cascanueces. Ludwig van Beethoven (1770-1827) también apreció la forma: compuso una Obertura Coriolano, tres Leonora (ópera única que terminó llamándose Fidelio, con obertura del mismo nombre) y colocó una obertura al comienzo de sus piezas de música incidental para Egmont, la obra de Johann Wolfgang von Goethe sobre el Conde de Egmont, el héroe holandés que combatió a un siniestro Duque de Alba. Es la obertura lo que se interpreta y graba con más frecuencia, y ahora la toca la Orquesta Sinfónica de Londres bajo la dirección de Alfred Scholz.
Beethoven
El espectro de una nave
Era enteramente natural que el compatriota de Beethoven, el compositor de óperas grandiosas Richard Wagner (1813-1883), compusiera oberturas para su obra escénico-musical. Al aficionado a la música de conciertos, la obertura de Tannhauser y, sobre todo, la Obertura de Los Maestros Cantores de Nuremberg, le son familiares. Menos interpretada pero igualmente poderosa y épica es la Obertura de El Holandés Errante, que es ópera sobre la leyenda de un buque fantasma condenado a navegar sin descanso. Daniel Barenboim dirige a la Orquesta de París en una versión más bien sobria de la pieza.
Wagner
Un niño prodigio que fundaría la gran Orquesta Filarmónica de Viena, el compositor de cinco óperas Otto Nicolai (1810-1849), tomó de la comedia Las alegres casadas de Windsor (William Shakespeare) el tema para su obra homónima, de la que hoy en día se interpreta su obertura con alguna frecuencia. El carácter de esta pieza es, por supuesto, muy diferente al de la anterior. Es la orquesta que él creara, en manos de Hans Knappertsbusch, la encargada de tocarla de inmediato.
Nicolai
En continente americano, Leonard Bernstein (1918-1990) compuso una buena cantidad de música escénica. (Por ejemplo, para el musical West Side Story, de fama cinematográfica). Lillian Hellman quiso hacer con el satírico Cándido de Voltaire una pieza de teatro con música incidental, al estilo de previos trabajos suyos, pero Bernstein la convenció de presentarla como opereta. Para ella compuso la música, que incluye una obertura que él mismo dirige aquí con la que fuera la orquesta de su vida: la Filarmónica de Nueva York.
Bernstein
Tan breve como la pieza de Bernstein o la de Glinka, es la Obertura festiva en La mayor, op. 96 de Dmitri Shostakovich (1906-1975), quien la compuso para conmemorar en 1954 el 37º aniversario de la Revolución Rusa en acto escenificado en el Teatro Bolshoi. El compositor se vio forzado a iniciar y completar la pieza en tres días, pues había recibido la petición de Vassili Nebolsin, quien dirigiría el concierto conmemorativo, una semana antes de su fecha. John Williams y la Orquesta Boston Pops nos la ofrecen acá.
Shostakovich
Nikolai Anokhin: Invierno ruso
Y como la anterior y la primera, la obertura de cierre—contradictio in terminis—es rusa. Se trata de la Obertura 1812, de Pyotr Illyich Tchaikovsky (1840-1893), a cargo de Zubin Mehta y la Orquesta Filarmónica de Los Ángeles. También es una obra conmemorativa; en este caso, de la derrota del gran ejército invasor—medio millón de efectivos—conducido por Napoleón Bonaparte. Creo que todos hemos oído la popular pieza, cuya orquestación incluye carillón y cañones (a veces campanas tubulares, banda de guerra para su sección final, coros y órgano). Todos sabemos reconocer en ella las notas de La Marsellesa, y hemos aprendido, gracias a Tchaikovsky, las del himno Dios salve al Zar.
En esta época del año, provoca la sensación de un misterio más alto y el sentido espiritual de la buena voluntad. Sin el Cascanueces, todos seríamos más pobres.
David Bintley, Director del Ballet Real de Birmingham
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Oiremos el estampido de un cañón de juguete que señala el comienzo de la batalla entre el Cascanueces y el Rey de los Ratones, sin duda, pero eso es todo el ruido—y el de los platillos, bombo y redoblantes—de este ballet maravilloso y navideño. Todo lo demás es música hermosa.
Tchaikovsky por Kuznetsov
En su estreno de 1892—el 18 de diciembre, en doble tanda con su ópera Yolanta—, escenificado en el Teatro Imperial Mariinsky de San Petersburgo, el tercero y último ballet de Pyotr Ilyich Tchaikovsky tuvo más éxito en tanto música que como espectáculo de danza, y luego la Suite No. 1 (op. 71a) popularizó los números que nos son más familiares. Hoy en día, por supuesto, y por este tiempo, es visto por millones en todo el mundo, especialmente en los Estados Unidos. En 1940, Walt Disney presentó su aclamada película Fantasía, y la Suite era el segundo de los números animados, tras la Tocata y Fuga en Re menor de J. S. Bach. Cosas como éstas han hecho de la música del Cascanueces una de las obras más conocidas por los grandes públicos de todas partes.
Première en San Petersburgo
Cascanueces es el más corto de los ballets de Tchaikovsky, pero aun así contiene bastante más música que la Suite No. 1. El propio compositor hizo una segunda selección (Suite No. 2, op. 71b) que es menos frecuentemente ejecutada. Ella agrupa siete otros números de la obra, todos los cuales están incluidos en la selección que aquí se trae junto con material adicional, interpretados por la Orquesta Sinfónica de Londres que dirige André Previn, su titular entre 1968 y 1979.
El primer número aquí ofrecido es Comienzo del hechizo, del Acto I. El abuelo de Clara le ha regalado un cascanueces que es un muñeco soldado, y éste cobrará vida en el escenario una vez que los invitados se hayan ido y Clara vaya a dormir. Comienzo del hechizo
David y Nicholas Schultz danzan la pelea
Este hecho mágico conviene mucho a Clara, quien recibe o sueña el ataque de numerosos ratones mandados por su monarca. El Cascanueces la defiende con fiera oposición de los soldados de jengibre que dirige a los roedores, mientras él se encarga personalmente del Rey de los Ratones. Batalla del Cascanueces con el Rey de los Ratones
Como era de esperar, luego de su triunfo el cascanueces en forma de soldado se transforma en príncipe, y emprende viaje con Clara en un bote de nuez halado por delfines hacia el Reino de Confituremburgo, donde serán recibidos por el rey y la reina. La música que los acompaña corresponde a la partida en la Escena en el bosque de pinos. Viaje por la nieve
La nieve también baila
Todavía en el bosque, son agasajados por los copos de nieve que bailan un vals en su honor, en el que suena un coro de voces infantiles. Copos de nieve
Recibidos por la pareja real, Clara y el Príncipe verán varias danzas protagonizadas por diferentes golosinas o bebidas, como celebración del valor de nuestros héroes en la batalla que han dejado atrás y él ha referido al Hada de Ciruela Azucarada, quien organiza el baile. En la Suite No. 1, nos hemos acostumbrado a escuchar la danza rusa (Trepak, con bastones de caramelo), la danza china (Té) y la fascinante danza árabe (Café). Aquí tenemos al Chocolate o Danza española. Chocolate – Danza española
Y bajo la falda de Mamá Liebre se esconden sus polichinelas, que salen de ella a bailar alborozados. Mamá Liebre y los payasos
El Pas de deux de Maria Kochetkova y Davit Karapetyan
Por último, la propia Hada de Ciruela Azucarada concluye el baile en el hermoso Pas de deux acompañada por su Cavalier. El estrépito del tutti orquestal es incapaz de ahogar la aguda voz del flautín. (Se dice que Tchaikovsky recibió el reto de hacer una melodía con las notas sucesivas de una escala musical. Las notas del hermosísimo tema del Pas de deux son, por cierto, las de una escala descendente). Pas de deux
Entonces una Coda prepara el terreno para el Vals Final y Apoteosis del Cascanueces. Una vez más, el flautín, que es el instrumento más pequeño en una orquesta sinfónica, no puede ser opacado por todo el resto de los instrumentos tocando forte. Su timbre es único, penetrante, inconfundible. (Parábola política: discutiendo, en septiembre de 1987, los rasgos de la campaña indicada para un outsider que pretendiera la Presidencia de la República, en Sobre la posibilidad de una sorpresa política en Venezuela, escribí: «Por el mismo hecho de plantearse una campaña de estilo diferente es como se daría la posibilidad de distinguir el mensaje en un mar de ruido electoral, en la cacofonía de las abrumantes campañas tradicionales, como un minúsculo flautín clarísimo lo hace dentro de un tutti orquestal»). Coda Vals final y Apoteosis
Las sorpresas llegan en punta de pie
De manera que el Cascanueces da para todo, aun para modelar subrepticiamente las sorpresas en política, de las que una pudiéramos ver en 2012. Claro, su significado fundamental es la alegría de la Navidad, que deseo plena a los amables visitantes de este blog. LEA
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