por Luis Enrique Alcalá | Mar 11, 2014 | Acciones, Política |
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Referendo sobre el socialismo

Error en fecha de nacimiento: debe decir 11-01-43
Desde siempre me opuse al gobierno del difunto presidente Chávez, ante el que intenté mantener una posición clínica: siempre sostuve que la cura de la enfermedad del Estado venezolano, la de su aquejada economía, de la neurosis general de la psiquis venezolana, no podrá venir de una postura que sólo se entienda como oposición al actual gobierno y los que lo precedieron. He sostenido desde hace quince años que la mera negación del chavismo no es lo correcto, y que lo que hay que hacer es refutar las equivocaciones de su discurso y proponer lecturas alternas que las superen y sean remedio eficaz, a fin de que el país mismo y no el gobierno sea quien resuelva la mayoría de sus problemas.
Veo con preocupación y dolor esta fase de protesta, desorden, represión y exceso bilateral asimétrico en nuestro país, que ha interrumpido con impaciencia radical un incipiente proceso de diálogo del Ejecutivo Nacional con gobernadores y alcaldes, que fue un primer aporte de su lado para entendernos, y que comenzaba a dar frutos en el tratamiento de uno de nuestros mayores problemas: la inseguridad de los ciudadanos de Venezuela. La impaciencia no quería que se alcanzara ese progreso; mientras peor estuviéramos, más grande sería la crisis de gobernabilidad que acabaría con el gobierno, sin importar el sufrimiento que se causara. El Instituto Venezolano de Análisis de Datos ha conseguido recientemente 12% de radicales en los partidarios del gobierno y 9% de radicales de oposición, y nuestra actual realidad es que una quinta parte de la opinión impone su radicalidad al 80% de la población y hace muy difícil el regreso a la normalidad, aun dentro de nuestras acusadas diferencias de visión. Esto es una anormalidad que debe cesar; debemos repudiar ese chantaje extremista.
Pero a esa búsqueda airada de los radicales debe ofrecérsele una canalización eficaz, un foco constructivo, so pena de que los poderes públicos sean muy pronto desbordados. Por esto creo que es hora de convocar al Soberano, hoy en día el único actor capaz de traer el orden y el sosiego al país.
Es la médula del problema la intención oficial de implantar el socialismo en Venezuela. La Asamblea Nacional aprobó el pasado 4 de diciembre el Plan de la Patria, y éste propugna como segundo objetivo estratégico de esa patria “Continuar construyendo el socialismo bolivariano del siglo XXI”, y habla de una “transición al socialismo”. Gran parte de la propaganda oficial, por otro lado, se destina a convencer a la ciudadanía de que vamos “rumbo al socialismo”, y las facturas del servicio eléctrico son emitidas por una empresa que se presenta como socialista, y desde hace años las paradas de Metrobús anuncian lo mismo, así como las frecuentes gigantografías en las oficinas de PDVSA y el SENIAT, y las exposiciones de motivos de más de un decreto del Ejecutivo también lo declaran. Más allá de estos eslóganes y de las declaraciones de intención, el gobierno ha acusado frecuentemente a los empresarios de librar una “guerra económica”, cuando fue el propio presidente Hugo Chávez quien la declarara, el 2 de junio de 2010. Cito: “Me declaro en guerra económica. A ver quién puede más, ustedes burgueses de pacotilla o los que quieren la patria”. Ahora el presidente Maduro, con su invitación al Presidente de Fedecámaras y otros empresarios para que participen en la Conferencia de la Paz, ha descubierto un oasis más propicio al entendimiento y la cooperación, aunque no olvidemos que él mismo dijo el 13 de diciembre de 2012: “A Fedecámaras no vamos a darle dólares sino dolores”.
Ahora bien, nuestra tradición jurídica apela, en los dictámenes de nuestro Tribunal Supremo de Justicia y del resto de nuestro sistema judicial, al Diccionario de la Lengua Española para entendernos, para saber qué significan ciertos conceptos en sus sentencias y decisiones. Ese diccionario define socialismo así:
1. Sistema de organización social y económico basado en la propiedad y administración colectiva o estatal de los medios de producción y en la regulación por el Estado de las actividades económicas y sociales, y la distribución de los bienes.
2. Movimiento político que intenta establecer, con diversos matices, este sistema.
3. Teoría filosófica y política del filósofo alemán Karl Marx, que desarrolla y radicaliza los principios del socialismo.
Y el presidente Chávez declaró el 15 de enero de 2010 en la Asamblea Nacional, en presencia del cuerpo diplomático acreditado en el país: “Y también soy marxista… Lo asumo. Yo cuando asumo, asumo”. De modo que no puede caber duda acerca de cuál socialismo es el que quiere construir el gobierno. Es el del diccionario.
Pero no es eso lo que está establecido en nuestra Constitución. Ella norma supremamente en su Artículo 112:
Todas las personas pueden dedicarse libremente a la actividad económica de su preferencia, sin más limitaciones que las previstas en esta Constitución y las que establezcan las leyes, por razones de desarrollo humano, seguridad, sanidad, protección del ambiente u otras de interés social. El Estado promoverá la iniciativa privada, garantizando la creación y justa distribución de la riqueza, así como la producción de bienes y servicios que satisfagan las necesidades de la población, la libertad de trabajo, empresa, comercio, industria, sin perjuicio de su facultad para dictar medidas para planificar, racionalizar y regular la economía e impulsar el desarrollo integral del país.
En argumentación de gente que pertenece a las filas oficialistas, la imposición del socialismo habría sido aprobada por el pueblo venezolano, pues el Plan de la Patria fue el programa de gobierno del presidente Chávez, reelecto por tercera vez el 7 de octubre de 2012. Sin embargo, razones distintas de la aprobación explícita de su programa pudieron llevar a más de ocho millones de electores a depositar su voto a favor del presidente Chávez.
Tampoco creo que el 2 de diciembre de 2007 se produjo un rechazo explícito al socialismo. En esa fecha, dos proyectos de reforma constitucional fueron rechazados, y aunque en sus sesenta y nueve artículos se colaba una media docena de menciones al socialismo, no es posible establecer a cuáles cosas específicas negaron su aprobación los electores que los repudiaron.
Pero el asunto es que el establecimiento de un régimen político-económico socialista no puede decidirse en una elección presidencial cuyo triunfador lo contemple en su programa de gobierno. Los venezolanos que votaron por el presidente Chávez, o quienes votaron por el presidente Maduro, no fueron convocados en su condición de Poder Constituyente Originario sino como simples electores, y este asunto, como quedó dicho, es de índole constitucional. Ni siquiera la Asamblea Nacional puede establecer una cosa así en una votación ordinaria, y tampoco en una extraordinaria.
Y no necesitamos una Constitución radicalmente distinta de la actual, y por eso no necesitamos una constituyente; no necesitamos dar más cargos ni más gastos ni más prerrogativas a unos apoderados constituyentes. Pero sí necesitamos un procedimiento constituyente, una consulta al Soberano en su condición de Poder Constituyente Originario.
El país necesita dilucidar de una vez por todas si quiere para sí un régimen político-económico socialista. La Carta de la Organización de los Estados Americanos pauta en el literal E de su Artículo 3º: “Todo Estado tiene derecho a elegir, sin injerencias externas, su sistema político, económico y social, y a organizarse en la forma que más le convenga”.
Es, entonces, un asunto de Estado, pero no de los poderes constituidos. Ya eso no pueden decidirlo esos poderes, el del Presidente incluido; ni siquiera el Tribunal Supremo de Justicia. Es el propio fundamento del Estado, su asiento y su esencia, el Poder Constituyente Originario, el Pueblo convocado como tal, el único poder que puede decidirlo.
Nosotros podemos convocar, en uso de la facultad que le atribuye el Artículo 71 de la Constitución a la iniciativa popular, un referendo consultivo para decidir sobre una pregunta simple e inequívoca a cada ciudadano: “¿Está Ud. de acuerdo con el establecimiento en Venezuela de un régimen político-económico socialista?”
Ésta es una consulta al Soberano que puede unirnos, mientras estamos hoy dispersos en una gama de opiniones que incluye los extremos más radicales, los que vuelvo a repudiar. Un socialista honesto y de vocación democrática, y los hay muchos, que crea que el socialismo es el mejor de los sistemas político-económicos, tendrá interés en saber si una mayoría de la Nación le acompaña en este punto de opinión, que no es una preferencia presidencial o municipal, y sabrá también acatar la decisión de la mayoría.
Del otro lado, habrá quien diga que la propiedad es un derecho humano y, por consiguiente, ella no puede ser conculcada ni por el Poder Constituyente Originario, limitado sólo, precisamente, por los derechos humanos y los tratados válidamente contraídos con soberanías equivalentes. Ese opositor sostendrá que no puede imponérsele un régimen socialista, en el que la propiedad de los medios de producción sea del Estado. Pero un socialista puede argumentar, con derecho equivalente, que en 1999 se le impuso un régimen capitalista, aunque, como sabemos, nuestra Constitución escogió en realidad una tercera vía, ni capitalista ni socialista.
Como escribí el 9 de junio de 2010: “…un rechazo del socialismo no es lo mismo que abrazar al capitalismo o ninguna otra ideología diferente; se trata de asuntos lógicamente independientes en un mundo que cada vez menos se ve en blanco y negro, en el que la riqueza multicolor de las diversidades culturales y de opinión nos promete, a pesar de todas las dificultades del momento en el planeta, un futuro mucho más satisfactorio”.
Las dudas mencionadas sólo pueden ser dirimidas por el depositario de la soberanía. Reitero, por tanto, mi petición con fundadas esperanzas en que ese referendo terminará de asentar la paz en la Nación. Levantémosnos y preguntémosnos si queremos el socialismo para Venezuela.
Y hagámoslo pronto, pues el país se descose y se hiere a sí mismo. El 2 de junio de 2010, el presidente Chávez desafiaba a sus opositores a convocar un segundo referendo revocatorio en su contra, poco antes de las elecciones que darían a luz a la actual Asamblea Nacional. Entonces dijo: “Aprovechan las elecciones y piden un referendo para el 26 de septiembre”, asegurando que el Consejo Nacional Electoral sería capaz de organizar el referéndum en cuatro meses. Estoy seguro de que nuestro Consejo Nacional Electoral está en capacidad de organizar el ya descrito en un tiempo equivalente o aun menor. Estoy seguro de que su mero anuncio haría que concurrieran sus opositores más racionales, a la espera de una decisión tan portentosa, y que los radicales se quedarían sin excusa.
Sería muy conveniente que supervisara ese referendo un Consejo Nacional Electoral compuesto de forma que estuviera representada mejor la composición de posiciones políticas del país, pero esto es un asunto que escapa de nuestras manos. Es la Asamblea Nacional la institución que ha incurrido en morosidad a este respecto. Pero, si pudiéramos expresar nuestra majestad soberana mañana, antes de que la Asamblea se pusiera al día, yo confiaría en la seriedad del actual CNE. No en balde fue Tibisay Lucena quien comunicara tersamente al país y al presidente Chávez, en la madrugada del 3 de diciembre de 2007, que una mayoría había rechazado su proyecto estratégico de reforma constitucional, ¡por una diferencia de 1,31%! (Lo que es menos, por cierto, que la ventaja por la que el presidente Maduro fue electo el 14 de abril del año pasado; él no es ilegítimo).
Y sería un bálsamo muy bienvenido por el país entero que, durante la campaña que nos llevaría al referendo, los numerosos y poderosos medios de comunicación del Estado abrieran espacio paritario a la manifestación de la postura contraria al socialismo, empezando por Venezolana de Televisión. Ellos deben dar cabida proporcional a la diversidad de opiniones de la República.
Ésta pudiera ser nuestra mejor oportunidad para actuar de una vez sobre la causa profunda de la disensión nacional. Podemos convocarnos a nosotros mismos si antes no lo hacen, sin subterfugios de ninguna clase, el Presidente de la República o la Asamblea Nacional, que tienen en esto la misma potestad que nosotros.
Si el Consejo Nacional Electoral tuviera la misma agilidad que el presidente Chávez le atribuía hace cuatro años, se pudiera celebrar la consulta exactamente el domingo 6 de julio de este año, un día después de conmemorar, una vez más, la firma del Acta de nuestra Independencia. Entonces, en ruta a esa consulta, que se aproveche la calma que sobrevendrá para recomponer nuestra maltrecha economía, que impone sufrimiento diario a los venezolanos, dentro del espacio de colaboración inaugurado por la Presidencia de la República.
Al visitante de este blog que sea elector venezolano y miembro del Poder Constituyente Originario, le pido que haga conocer por todos los medios a su alcance al Presidente de la República—que puede hacerlo sin más esfuerzo que su firma y la de los ministros que lo acatan—o a la Asamblea Nacional—que igualmente puede convocar por mayoría de sus integrantes—, o preferiblemente a ambos, su deseo de que el referendo tenga lugar, a ver si nos evitan los trabajos de convocarlo nosotros. Antes de declarar la guerra justa de los bolígrafos y las plumas, de las cédulas, huellas, firmas y fotografías, agotemos los medios más pacíficos: nuestra petición al Ejecutivo* y el Legislativo que nos están subordinados. A quien quiera sumarse a esta idea, desde dentro o fuera de Venezuela, pido que escriba manifestándolo a la dirección de correos de este blog. LEA
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*Es posible allegar correos a la Presidencia de la República por la dirección dggcomunicacional@presidencia.gob.ve
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Enlace para descargar en archivo de formato .pdf Exposición de motivos
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por Luis Enrique Alcalá | Feb 26, 2014 | Argumentos, Política |

La soberanía reside intransferiblemente en el pueblo. (Artículo 5 de la Constitución Nacional).
Pero mandar es muy preferible a protestar. (…) Para esto es necesario, naturalmente, que el pueblo venezolano adquiera conciencia de Corona. Que se percate de que no tiene que desfilar para pedir o protestar, que no tiene que rogar pues puede mandar.
La marcha de la insensatez
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Un referendo consultivo sobre la conveniencia de establecer el socialismo en Venezuela, coartada primaria de Chávez y Maduro, tendría como resultado una resonante derrota de la pretensión oficialista. En octubre, se midió un apoyo al socialismo de sólo 34% de la opinión. En enero, y a pesar del triunfo del PSUV en las elecciones municipales, esta preferencia había colapsado a niveles de 20%. (Hasta Oscar Schemel, desde su creciente sesgo pro gubernamental, admitió sin ofrecerme cifras que los estudios de Hinterlaces habían registrado el corolario: que había aumentado el apoyo al «capitalismo». Lo considera natural: en épocas de grandes problemas económicos, «la gente vuelve su mirada a las empresas» en busca de solución). Aun una mayoría de quienes se definen como socialistas o chavistas rechazan a un Estado comunal; he aquí una medición recentísima de Venebarómetro—encuesta encargada al Instituto Venezolano de Análisis de Datos por Croes, Gutiérrez & Asociados—, concluida el 28 de enero de este año:

Rechazo del Estado comunal (clic amplía)
Claro que los proyectos de reforma constitucional de 2007, que incluyeron en 69 artículos cinco menciones al socialismo en tramposa redacción de contrabando, fueron derrotados por una diferencia muy pequeña: 1,31% en el caso del proyecto presidencial—4.504.354 votos de rechazo ante 4.230.699 de aprobación—y 2,02% sobre el presentado por la Asamblea Nacional. Ésta es la historia:
Apenas emitido el resultado parcial oficial, el presidente Hugo Chávez reconoció la victoria del No y expresó A quienes votaron por mi propuesta y a quienes votaron contra mi propuesta, les agradezco y les felicito porque han comprobado que éste es el camino. Ojalá se olviden para siempre de los saltos al vacío, de los caminos de la violencia, de la desestabilización. Además repitió la frase del fallido golpe de Estado de 1992 «por ahora…», haciendo referencia que por el momento no se había logrado el objetivo.
El presidente venezolano pese a reconocer su derrota también dijo: No retiro ni una sola coma de esta propuesta, esta propuesta sigue viva, ya que anunció que seguirían trabajando en favor del Proyecto de Reforma Constitucional para «construir la democracia socialista».
Más tarde, ese mismo día, declaró que consideraba que tal vez Venezuela todavía no estaba madura para el socialismo, refirió «Quizás no estamos maduros para empezar un proyecto socialista, sin temores. No estamos listos todavía para emprender un Gobierno abiertamente socialista». También declaró que «la abstención nos derrotó», resaltando el hecho de que a pesar de que tres millones de personas decidieron no apoyarlo de nuevo en este referendo, tampoco apoyaron a la oposición. Este reconocimiento quedó desvirtuado por las propias acciones políticas emprendidas por Chávez y su partido, cuando llevaron adelante la mayoría de las propuestas rechazadas en el referéndum mediante la aprobación de leyes por decreto, las cuales son rechazadas por la mayoría opositora por inconstitucionales. (Wikipedia).
Lúcidamente, incluso Fidel Castro llegó a decir al fallecido presidente: «Hugo: no puede haber cuatro millones y medio de oligarcas en Venezuela».
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La multiplicación y reiteración de las protestas y manifestaciones, así sean pacíficas y dirigidas puntualmente—una marcha de mujeres vestidas de blanco para repudiar la violencia de la Guardia Nacional «Bolivariana»—, no tienen la potencia ni la sustancial corrección de un explícito referendo sobre el socialismo. Un reciente focus group (también del IVAD, Félix Seijas) revela la magnitud de los extremos radicales: 12% es de chavistas y 9% de opositores. Hay en Venezuela unos 19 millones de electores, y esos porcentajes equivalen a 2.280.000 chavistas enfurecidos y 1.710.000 opositores airados. No todos salen a la calle, tal vez 10% de cada polo, pero 228.000 socialistas y 171.000 opositores son perfectamente capaces de mantener al país en vilo y suscitar destrucción y muerte en momentos cuando amenaza un colapso económico del país.
Y quienes explotan y manipulan políticamente a la población ya son una clara minoría. Venebarómetro midió así las preferencias políticas: PSUV, 34%; Primero Justicia, 5,7%; AD, 3,8%; Un Nuevo Tiempo, 3%; COPEI, 1,1%; Voluntad Popular, 1,0%; PCV, 0,7%; Proyecto Venezuela, 0,4%; PPT, 0,1%, Otros, 2,0%. ¡Por ninguno se pronunció 44,0%! (Les regalamos 4,8% que no supo o no quiso responder). Ya no deben hablar por nosotros; necesitamos otras voces, no alineadas, para que surja en Venezuela un nuevo concepto de organización política.
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El titular de la corona
El efecto de un rechazo claro y contundente al socialismo, en una sola respuesta regia y no bajo una nube confusa de 69 artículos, sería inmediato. De suyo, quedaría derogado el Plan «de la Patria» y cualquier otra ley que hable de socialismo; el gobierno tendría que retirar, so pena de desacato a la Corona, toda publicidad relativa al socialismo—no más carteles en las paradas de Metrobús y en los vagones del Metro de Caracas, no más gigantografías en las paredes de PDVSA y oficinas del SENIAT, o menciones en los recibos de CORPOELEC—y cualquier alusión al socialismo en los discursos oficiales. Es por eso que el gobierno, que siempre reta con un revocatorio, jamás ha querido convocar un referendo frontal sobre el socialismo.
Digámoslo de una vez por todas: el gobierno tendría que renunciar, pues habría recibido un poderoso golpe directo al plexo solar. Siendo que toda su altanera justificación es el bendito socialismo «del siglo XXI», se le haría imposible continuar. Entonces vendría una nueva elección de Presidente, para terminar el período constitucional que expirará en 2019. Para que su gobierno excepcional fuese viable, no podría provenir de los extremos. En 2002 se probó la locura de sustituir negro (Chávez) por blanco (Carmona). Fue un delirio que duró 36 horas.
Tal cosa es mucho más civilizada y democrática que un extendido acné de protestas dispersas, crecientemente irritadas. Es lo correcto. Es el comportamiento de un Soberano serio. Es la voz inteligente de la Corona, la única que puede saldar, de una vez por todas, el nudo de la cuestión con una decisión que terminará uniendo a una nación dividida, pues en el referendo podrán participar los sinceros partidarios del socialismo y quienes lo rechazan, incluso en su convocatoria.
Venezuela no estará nunca madura para el socialismo. Maduro tampoco. LEA
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Para descargar estudio de Venebarómetro en .pdf Venebarometro Febrero 2014 – DEFINITIVA
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por Luis Enrique Alcalá | Feb 21, 2014 | Argumentos, Política |

Una señal clara y eficaz
Solíamos decir de él que sería el mejor de los compañeros, si no dijera siempre la verdad…
Oscar Wilde – La esfinge sin secreto
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Fue el 7 de diciembre de 2013, un día antes de las últimas elecciones municipales, la fecha escogida para que un grupo de cincuenta y cinco venezolanos, en el que descollaban Leopoldo López y María Corina Machado, expusiera que «la salida» era la convocatoria de una asamblea constituyente:
En búsqueda de salidas democráticas para cambiar un régimen deslegitimado en su origen y desempeño que permitan recuperar la Venezuela soberana, plural y de justicia social (…) vemos en el derecho legítimo del pueblo a convocar democráticamente una Asamblea Nacional Constituyente a través de una gran movilización popular (…) el mecanismo más eficiente, plural y democrático para recomponer el acuerdo social de la República. Con nuevos funcionarios a la cabeza de los poderes públicos, tendremos en Venezuela unas elecciones presidenciales enmarcadas en un proceso justo, equilibrado y transparente acorde con nuestro arraigo democrático y tradición de libertad.
Esta declaración contiene varias peculiaridades, siendo la más notoria el cuestionamiento a la legitimidad de Nicolás Maduro como Presidente de la República. Por supuesto, eso fue lo mismo que sostuvo Henrique Capriles Radonski al término de las elecciones presidenciales del 14 de abril de 2013. Inicialmente, el candidato derrotado quiso convocar una manifestación de desconocimiento de los resultados: una ventaja de Maduro de sólo 1,49%, según proclamación del Consejo Nacional Electoral, el mismo que certificó la derrota de los estratégicos proyectos de reforma constitucional en 2007, incluyendo el presentado por el Presidente de la República, que fue rechazado por un margen de 1,31%.

Constituyente (salida de Maduro) ya
Luego, como más de uno antes, el comunicado del 7 de diciembre incurría en el error de concebir una constituyente como herramienta para vaciar los poderes de chavistas y rellenarlos con opositores. La más elemental noción de institucionalidad democrática establece que la herramienta correcta es la instancia electoral. (Es posible conseguir chavistas que han aprendido algo tan simple. El ministro Héctor Rodríguez—Educación—, anticipándose en dos días a la marcha que produjo la generalización de la protesta, y luego de condenar el «plan fascista» convocado por líderes de la oposición—López, Machado, Ledezma—, declaró con todas sus letras: «La salida para cambiar cualquier Gobierno son las elecciones». Si su jefe concurriera con esta opinión, tendrá que abandonar la costumbre de celebrar el fallido golpe de Estado del 4 de febrero de 1992). En camino hacia el «plebiscito» del 8 de diciembre de 2013, Henrique Capriles Radonski cometía la misma equivocación, y este blog apuntó entonces (Lo que se viene, 5 de agosto de 2013):
Esto es una aventura que ha venido siendo propuesta, con insistencia creciente en los últimos tiempos, en predios opositores, principalmente por Julio César Moreno León—ver en este blog La imaginación al poder para una crítica de la idea—, y el propio Capriles anticipó en su programa semanal de TV digital el 18 de junio: “No descartemos que en el futuro se lleve a cabo un proceso constituyente, porque para que este país pueda funcionar no solo basta con cambiar el Presidente. Aquí tiene que cambiar el sistema judicial, los alcaldes, el CNE, la Fiscalía, la Contraloría, tiene que venir un cambio absoluto”. Bueno, para cambiar esos poderes no es necesaria una asamblea de esa clase; bastaría con ganar las elecciones municipales y las próximas de Asamblea Nacional, el órgano que elige todo lo demás. Una constituyente es para cambiar la Constitución por una nueva, y con ocasión de los Lineamientos para el Programa de Gobierno de la Unidad Nacional (23 de enero de 2012), Capriles refrendó lo siguiente:
44. La base normativa fundamental para el nuevo gobierno es la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, la cual calificamos como una Constitución democrática, respetuosa del Estado de Derecho y de los derechos humanos.
45. Ella representa no sólo el punto de partida ineludible desde la perspectiva de la validez y vigencia formal de las normas, aunado ello a su ratificación popular, sino también una plataforma jurídica aceptable para el despliegue de las políticas de un gobierno democrático. Permite el funcionamiento de instituciones democráticas y garantiza los derechos humanos.
Claro que se tiene la idea equivocada de que una constituyente es “originaria”, con poder suficiente para repetir el abuso inconstitucional de la Preeliminación del Senado en 1999, antes de que la Constitución vigente hubiera sido aprobada y promulgada por el referendo popular del 15 de diciembre de ese año. (Oportunidad en la que no se registra reclamo de alguna importancia de Capriles, que entonces presidía la Cámara de Diputados).
Naturalmente, la elección de una constituyente mayoritariamente opositora es sólo un espejismo: «Al día siguiente [del remitido], el Polo Patriótico lograba 242 alcaldías y la Mesa de la Unidad Democrática 75, o menos de la tercera parte, pero en la cabeza de los firmantes cupo la ilusa noción de que las elecciones de una hipotética constituyente serían ganadas decisivamente por la oposición». (Desarreglos simétricos). Si Capriles perdió ante Maduro por una diferencia estrechísima, y logró el 14 de octubre de 2012 el mejor desempeño de cualquier otro competidor de Chávez (la ganga de sólo once puntos por debajo)—Salas Römer 16,2%, Arias Cárdenas 22%, Rosales 25,9%—, dos meses después la oposición perdía cuatro de las cinco gobernaciones que había logrado en 2008. Sólo sobrevivió Capriles en Miranda y, claro, otras dos gobernaciones no fueron ganadas por el oficialismo (Amazonas y Lara) pero fueron capturadas por disidentes del chavismo, no por «opositores puros».
En resumen, la idea de que una asamblea constituyente es la salvación de Venezuela es malísima.
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Tanto nadar…
Impertérrito, Leopoldo López continuó machacando la cosa: «Nada cambió del 7 al 9 de diciembre, sigue siendo un Estado delincuente, profundamente antidemocrático, corrupto, ineficiente. La gran discusión ahora es qué hacer con esa realidad, en la que salimos de un ciclo electoral pero estamos en una relación Estado-nación que amerita asumir una posición política en torno al mantenimiento del régimen que está gobernando en Venezuela». (Entrevista por Elvia Gómez en El Universal, 23 de diciembre de 2013, a dieciséis días del comunicado de los cincuenta y cinco). «En la Mesa de la Unidad hace dos meses decidimos que íbamos a asumir la salida del Gobierno por la vía constitucional y democrática. Los vehículos constitucionales son distintos, está la renuncia, el revocatorio, la enmienda, la constituyente y creemos que de esas opciones la constituyente es la más adecuada: se puede convocar por el pueblo, recolectando firmas de por lo menos 15% de los electores y eso nos permitiría hacer un activismo de calle, un despliegue cuerpo a cuerpo, que es el terreno de la política en la que estamos en el 2014″.
Y ya anticipaba #LaSalida: «…hubo un cortocircuito al haber asumido, como yo creo que es correcto, que ganamos las elecciones el 14 de abril pero no lograr que se materializara en un triunfo de hecho. Ese cortocircuito entre el 14A y el 8D es importante atenderlo. La mayoría de los venezolanos que quieren cambio creen que hemos debido salir a defender el triunfo con una protesta ciudadana no violenta, apoyando la voluntad popular ya expresada. Ese derecho de ir a la calle está en la Constitución y es un derecho histórico de los pueblos. Los pueblos se rebelan ante sistemas de dominación desde que la historia es historia. (…) Yo no tengo ninguna duda de que la gente se hubiera venido (el 17 de abril a la marcha hacia el CNE) en canoa de Pedernales, caminando de Maracay, a caballo de los Llanos, en bicicleta de Valencia». Su nueva socia había cuestionado lo mismo, la presunta blandenguería de Capriles al suspender la manifestación anunciada por él mismo, en conversación con Germán Carrera Damas, quien la secundó enfáticamente.
Fragmento de conversación Machado Parisca – Carrera Damas
También repitió López una falacia ya olvidada por Capriles y la Mesa de la Unidad Democrática. Para apuntalar la tesis de la ilegitimidad del presidente Maduro, dijo: «El mismo Nicolás Maduro sembró dudas el 14 de abril cuando ofreció una auditoría que no se hizo y por ese cuestionamiento las elecciones del 8 de diciembre adquirieron una connotación nacional». Eso es falso; se realizó la auditoría del total de las mesas que contempla la Ley Orgánica de Procesos Electorales, y ella confirmó los resultados. (Sobre la discusión acerca de los cuadernos electorales, ver en este blog Las reglas de juego). Capriles haría un papelón en su viaje a Chile y Perú de julio de 2013, para reclamar un presunto incumplimiento del «compromiso» asumido por UNASUR. Este organismo se había limitado a saludar «al Presidente Nicolás Maduro por los resultados de los comicios y su elección como Presidente de la República Bolivariana de Venezuela», había instado «a todos los sectores que participaron en el proceso electoral a respetar los resultados oficiales de la elección presidencial emanados del Consejo Nacional Electoral» y tomado «nota positiva de la decisión del Consejo Nacional Electoral de implementar una metodología que permita la auditoría del total de las mesas electorales». En ningún momento se refirió a los cuadernos electorales. (Ver La torpeza de la deshonestidad).
Por lo demás, las elecciones del 8 de diciembre, que según López «adquirieron una connotación nacional» y según Capriles iban a ser un plebiscito sobre el desempeño de Maduro que él conduciría y ganaría, como jefe de campaña de todas las candidaturas de oposición, significaron una ventaja nacional de 803.594 votos para el oficialismo. (En la entrevista citada, López admitió su concurrencia de criterio con Capriles: «López aclara que él no critica la estrategia plebiscitaria que llevó adelante Henrique Capriles en la campaña municipal, porque ‘era inevitable'», escribió Elvia Gómez. Pero fue el estrepitoso fracaso de tal estrategia lo que dañó, tal vez irreversiblemente, el liderazgo de Capriles. No fue por eso, de todos modos, que López creyó posible reemplazarlo de inmediato).
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Ya entrados en este dificilísimo año de 2014, López & Machado convocaron a una «asamblea de ciudadanos» en la Plaza Brión de Chacaíto, no sin antes haber reclutado a Antonio Ledezma y promovido eventos similares y simultáneos en otras ciudades del país, a celebrarse diez días antes del trágico 12 de febrero. El concepto de asamblea de ciudadanos es constitucional: «Artículo 70. Son medios de participación y protagonismo del pueblo en ejercicio de su soberanía, en lo político: la elección de cargos públicos, el referendo, la consulta popular, la revocatoria del mandato, la iniciativa legislativa, constitucional y constituyente, el cabildo abierto y la asamblea de ciudadanos y ciudadanas cuyas decisiones serán de carácter vinculante… La ley establecerá las condiciones para el efectivo funcionamiento de los medios de participación previstos en este artículo». (No hay una ley de asambleas de ciudadanos, pero la Ley Orgánica de los Consejos Comunales las define como la instancia superior de los consejos comunales, es decir una instancia enteramente local. Ninguna podría decidir el término de un Presidente de la República).

La «asamblea» de la Plaza Brión
Ostensiblemente, las asambleas examinarían las opciones constitucionales enumeradas el 7 de diciembre—renuncia del Presidente, enmienda, reforma, revocatorio, constituyente (no se incluyó la apelación al Artículo 350, otrora favorita de más de un opositor)—; en apariencia, López & Machado cum Ledezma no sabían en qué palo ahorcarse; en verdad, ya habían optado por el empleo de la marca constituyente—«de esas opciones la constituyente es la más adecuada»—como etiqueta de lo que realmente era una insubordinación de calle: «Los venezolanos opositores al gobierno revolucionario bolivariano que conduce los destinos de Venezuela desde 1999, se reunieron en las primeras asambleas ciudadanas para debatir ‘La Salida’ del régimen, propuesta hecha por María Corina Machado, Leopoldo López y la Movida Parlamentaria». (lapatilla). Leyendo correctamente el recrecido malestar ciudadano, creyeron que una caída del gobierno de Maduro podía hacerse inminente con la presión de marchas, y que había que arrebatar de una vez por todas el liderazgo opositor a un timorato y colaboracionista Capriles. (Thaelman Urgelles: «…el propósito más profundo de los promotores de #LaSalida no es reemplazar de inmediato al gobierno, sino a Henrique Capriles como líder del pueblo democrático y a Ramón Guillermo Aveledo como coordinador de la oposición organizada»).
El propio Capriles declaró: “Hay una lectura de los que quieren buscar el 8 de diciembre interesadamente para destruirme a mí; eso es parte de la lucha política, ésos se sientan al lado de uno, ésos se sientan atrás de uno y uno tiene que estar pendiente porque lo que hay no es la palmadita sino el cuchillo para clavártelo” (El Universal, 2 de febrero de 2014), no sin argumentar que ¡él no había perdido las elecciones municipales porque no había sido candidato! Hay que tener tupé: Capriles se autopostuló como jefe de campaña de todos los candidatos municipales de oposición—calcando al Hugo Chávez de 2008—e inventó la estupidez del «plebiscito», cosas ambas acogidas por la Mesa de la Unidad Democrática. De todos modos, no se atrevió a oponerse a la táctica López-Machado y estuvo presente en la marcha fúnebre. La MUD tampoco se atrevió, aunque Tomás Guanipa, Secretario de Primero Justicia, condicionó la cosa: “En la unidad se han hecho debates en todos los espacios sobre las acciones que hay que tener y sobre lo que debemos hacer en Venezuela. Por unanimidad se decidió acompañar al pueblo en las protestas ciudadanas que se hacen todos los días en Venezuela y que no tienen que ver con el interés de algunos sectores de aumentar su liderazgo o de satisfacer su ego”. (Correo del Orinoco, 4 de febrero de 2014).
El próximo paso se daría diez días después, el Día de la Juventud. Montados sobre las primeras protestas estudiantiles, que ya habían incluido episodios de violencia—agresión a la residencia del gobernador Vielma Mora en San Cristóbal—, se dieron a combinar esos movimientos con la participación de manifestantes que ya no eran tan jóvenes. (Este blog no tiene elementos de juicio que le permitan asentar que López & Machado estuvieran tras aquellas manifestaciones iniciales en el interior de la República, aunque las «asambleas» del 2 de febrero contribuyeron a la generación del clima de exasperación. Tuit típico desde Chacaíto: «#LaSalida el comienzo del fin de este régimen. Vamos Venezuela en adelante por la Democracia lucha sin cansancio!»).

Muerte en la calle
Entonces llegó la tragedia que catapultó la indignación de la oposición más impaciente. En momentos cuando esto se escribe (19 de febrero) ya son seis las personas muertas en circunstancias protestatarias. Emiliana Duarte escribió en Caracas Chronicles:
Leopoldo, María Corina and the opposition groups that called for yesterday’s protests are not at fault for the heartbreaking deaths that occurred. They are, however, either deeply naive in ignoring the very probable chance that colectivos would show up and kill protesters, or – more likely – tragically ill-prepared for such a scenario and just hoping for the best. Either way, calling for a peaceful protest without comprehending and preparing for the full scope of what we’re dealing with is, I’m sorry to say, irresponsible and lazy.*
Luis Vicente León avisó con tiempo: «Pensar que la incapacidad de ganar una elección (cualquiera que sea la razón) se resolverá intentando medios radicales, sin ser mayoría y sin motivar a la gente, frente a un gobierno mayoritario, populista y que tiene el monopolio de las armas y del poder, puede sonarle muy atractivo en el discurso a mucha gente que, quizás con razón, se encuentre desesperada, pero es tan ineficiente e imposible como el éxito de la política económica del gobierno nacional. Las dos son intrínsecamente malas». (¿Es la hora de los radicales?, en Prodavinci, 6 de febrero de 2014).
Por supuesto, es un derecho ciudadano la petición de la renuncia de un funcionario público en cualquier momento y sitio. La manifestación pública de ese deseo no debe ser reprimida.
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Existe una larga tradición filosófica acerca de las condiciones de una guerra justa; gente como Santo Tomás de Aquino se ha ocupado de eso. De modo esquemático, son éstas las que justifican una acción violenta ante la agresión a una colectividad: 1. El daño infligido por el agresor en contra de la comunidad ha sido grave y continuado; 2. Todo otro medio de detenerlo se ha mostrado impráctico o ineficaz; 3. La probabilidad de éxito de la acción reparadora es elevada o suficiente: 4. El empleo de la violencia no debe producir males mayores que lo que se pretende repeler. Puede admitirse que la primera y, tal vez, la cuarta condición están cumplidas—el momento económico nacional, que pesa sobre toda la nación, ciertamente se agravará con los disturbios—, pero ni están agotados todos los medios para parar el trote a Nicolás Maduro ni era en absoluto probable que fuera exitosa la iniciativa propugnada por López & Machado. Los hechos lo dicen.

El titular de la corona
La salida no es la calle. La salida es la apelación al soberano:
No puede ocultarse lo pernicioso del régimen chavista, y la condición a la que ha sometido al país es repudiable en todo sentido. Es por ello que las ganas de mucho pueblo de protestarlo son harto explicables; el gobierno nos ha llevado a los límites de la exasperación. Pero mandar es muy preferible a protestar. La grave situación de la república, consecuencia de la necia intención de imponerle una camisa de fuerza socialista, sólo puede resolverla la Corona: el Soberano, el Poder Constituyente Originario. Éste es un poder supraconstitucional, sólo limitado por los derechos humanos y lo que la nación haya convenido con las soberanías equivalentes de otras naciones. Es éste el gigante que debe ser despertado para que hable, para que se pronuncie, para que manifieste su voluntad. No para que marche o fabrique pancartas, no para que golpee cacerolas o abuchee presidenticos en juegos de pelota, sino para que ordene. No hay eventos electorales próximos en el calendario nacional (…) pero siempre es tiempo de referendo. Podemos convocarlo cuando queramos. Más que nunca, es el tiempo de preguntar al Soberano si está conforme con la implantación en Venezuela de un régimen político-económico socialista, que es la coartada fundamental del actual gobierno y los que lo antecedieron desde 1999. (La marcha de la insensatez, 12 de febrero de 2014).
La contestación a objeciones comunes a este tratamiento se encuentra en Doctrina del referendo sobre el socialismo, y una explicación hablada en el programa #72 (7 de diciembre de 2013) de Dr. Político en RCR. LEA
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*Leopoldo, María Corina y los grupos de la oposición que convocaron las protestas de ayer no tienen la culpa de las desgarradoras muertes que se produjeron. Son, sin embargo, o bien profundamente ingenuos al ignorar la posibilidad muy probable de que los colectivos aparecerían y matarían a manifestantes, o—más probablemente—trágicamente mal preparados para tal escenario y por limitarse a esperar lo mejor. De cualquier manera, llamar a una protesta pacífica sin comprender y prepararse para la magnitud real de lo que estamos confrontando es, siento decirlo, irresponsable y negligente. (Traducción añadida a raíz de una comunicación que la exigió con impertinencia).
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Para descargar en archivo de formato .pdf La salida
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por Luis Enrique Alcalá | Feb 18, 2014 | Argumentos, Política |

¿Gente insubordinada?
En el estudio de los sistemas complejos se conoce cómo es que un sistema puede evolucionar, por decirlo así, en el borde del caos, en gran diferencia respecto de los sistemas plenamente caóticos. Esto es un resultado de la tendencia, observable en cualquier sistema complejo, hacia la autorganización. Más aún, la condición que los expertos llaman “caos débil”, es muy común en la naturaleza. Es el estado normal de los sistemas más dinámicos en cuanto a potencialidad evolutiva. Tan castrante del cambio creativo es el excesivo rigor, el excesivo orden, como el caos pleno. Resbalemos, pues, por este borde del caos, en este desarreglo, con los ojos bien abiertos y la imaginación bien dispuesta, porque así vamos a encontrar la verdadera salida
Turmoil or disarray*
El Diario de Caracas, 3 de agosto de 1998
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La primera noticia de la mañana daba cuenta de la destitución del Jefe del SEBIN—nombre horrible, como diminutivo de grosera expresión—, el servicio sucesor de la DISIP que antes (en tiempos de Rómulo Betancourt) se llamaba DIGEPOL, presuntamente la metamorfosis benéfica de la Seguridad Nacional de Marcos Pérez Jiménez, su Gestapo. La decisión fue tomada por el presidente Nicolás Maduro por desacato a sus órdenes expresas de acuartelar los efectivos del organismo, las que en sí revelan la percepción presidencial de que está en su interés calmar las cosas. Es gravísimo que, en medio de un ambiente de extendida protesta, la autoridad del Presidente de la República sea desconocida, especialmente por cuerpos armados. Añádase a tan preocupante desarrollo que ayer el gobernador de Carabobo, Francisco Ameliach, declaró por Twitter: «UBCH a prepararse para el contraataque fulminante. Diosdado dará la orden». ¿Quién gobierna en Venezuela?
La segunda noticia avisaba que los espacios de Chacaíto, el escenario que había escogido Leopoldo López para marchar, cual mártir, a entregarse a las autoridades que lo buscaban con un auto de detención, habían sido tomados por numerosos y bien pertrechados agentes de la Policía Nacional «Bolivariana» y la Guardia Nacional «Bolivariana». (Parece que Cabello no llegó a dar las órdenes anticipadas por Ameliach, por ahora).
La tercera fue que López se había entregado a las 12:23 p. m. Consummatum est.
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El gobierno de Nicolás Maduro está en serísimos problemas. No sólo es que la bomba de tiempo económica, armada por su predecesor eterno, ahora le explota en la cara, sino que tiene una buena parte de la población en la calle, exigiendo que se vaya. Es en medio de tan grave situación que parece no controlar ni a sus propias filas.

¿Como Cristo en la cruz?
Sobre Maduro pesa la herencia del despropósito de Hugo Chávez y ella incluye, entre otras muchas cosas, tres chavistas de gran peso: Jorge Giordani, el alucinado gurú del socialismo más extraviado; Diosdado Cabello, realengo personaje que se cree parte principalísima del Poder Ejecutivo y actúa por su cuenta en consecuencia; Rafael Ramírez, lord protector del tumor económico primario: PDVSA. («Entonces pensé: la solución de la cosa no es salir de Nicolás Maduro; es salir de Rafael Ramírez. Es él quien debiera ofrecer su renuncia». Orlando curioso, 4 de febrero de 2014). Mucho se lograría si pudiera repudiar, no a uno, sino a estos tres chivos expiatorios.
Pero el presidente Maduro no está en las condiciones de Josif Stalin; no tiene la capacidad, desde de su precario mando, para hacer purgas de gente tan poderosa. Tampoco es para él una referencia útil la desesperada cambiadera de ministros de Pérez Jiménez en enero de 1958, en el tramo final de su caída, cuando sacrificó a Laureano Vallenilla Lanz (realmente Planchart) y a Pedro Estrada, jefe del SEBIN (realmente Seguridad Nacional), y trajo al general Néstor Prato como Ministro de Educación, para sustituirlo de inmediato por Humberto Fernández Morán. Hacer algo así emitiría la más clara señal de debilidad irreversible.
En lugar de eso, en estos momentos da otro discurso más, ante una concentración de «trabajadores petroleros resteados con el legado de Chávez, Maduro y el socialismo», flanqueado por Rafael Ramírez. La locura persiste.
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El gobierno presidido por Nicolás Maduro está enfermo, y no es catarro lo que tiene.
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La oposición no está mejor. Hace cuatro días, escribía Thaelman Urgelles:
Los trágicos acontecimientos de ayer en Caracas fueron el pico de una operación política que nos ofrece la presunta salida inmediata de la penosa situación socio-política (y especialmente económica) en la que se encuentra Venezuela. No me refiero a la estupenda cadena de marchas y concentraciones efectuada en todo el país, convocadas por las federaciones estudiantiles de todas las universidades aunque los méritos fueron hábilmente atraidos para sí por políticos que poseen más saliva para engullir la harina mediática que ello provocó. Me refiero a los promotores de un nuevo atajo voluntarista al que ellos mismos han denominado #LaSalida, denominación muy apropiada para estimular las prisas de sectores de clase media cuya escasa experiencia política coincide con su justificada indignación por el desastre que sufre nuestra depauperada Venezuela. Muy directa y explícita la consigna de #LaSalida, con hashtag incluido, para bautizarlo en el escenario principal de su campaña publicitaria, que no es otro que las redes sociales de Internet. La resonante convocatoria que ha tenido, a partir de las acciones iniciales de vanguardias juveniles muy bien organizadas y localizadas, habla del nivel de desesperación que habita en ciertas capas poblacionales de clase media ilustrada, pues no más allá de ellas se registra, como en los años 2000 a 2004, la virulencia protestataria. (…) Al parecer, el propósito más profundo de los promotores de #LaSalida no es reemplazar de inmediato al gobierno, sino a Henrique Capriles como líder del pueblo democrático y a Ramón Guillermo Aveledo como coordinador de la oposición organizada. En ese caso, el movimiento debería tener por Hashtag el más apropiado de #LaEntrada… de ellos a las posiciones dirigentes de la oposición. Es duro decir esto de personas sobre quienes pesan órdenes de prisión; pero dado que nos estamos jugando la suerte de Venezuela alguien debe atreverse a hablar claro, quizás alguien como quien escribe, que no posee otra ambición que recuperar un país libre para sus hijos y nietos.
Todos sabemos quiénes promovieron «la salida». Un día antes de la celebración de las elecciones municipales del 8 de diciembre, cincuenta y cinco nombres firmaban un remitido de prensa en el que se aseguraba que «la salida» era una asamblea constituyente:
Los firmantes de este manifiesto vemos en el derecho legítimo del pueblo a convocar democráticamente una Asamblea Nacional Constituyente a través de una gran movilización popular (…) el mecanismo más eficiente, plural y democrático para recomponer el acuerdo social de la República. Con nuevos funcionarios a la cabeza de los poderes públicos, tendremos en Venezuela unas elecciones presidenciales enmarcadas en un proceso justo, equilibrado y transparente acorde con nuestro arraigo democrático y tradición de libertad.

Comunicado del 7 de diciembre (clic amplía)
Al día siguiente, el Polo Patriótico lograba 242 alcaldías y la Mesa de la Unidad Democrática 75, o menos de la tercera parte, pero en la cabeza de los firmantes cupo la ilusa noción de que las elecciones de una hipotética constituyente serían ganadas decisivamente por la oposición. Y sólo dos de las cincuenta y cinco rúbricas alcanzaron espacio en los medios: Leopoldo López y María Corina Machado, en su primer acto público de separatismo de la supuestamente sagrada unidad opositora. El primero tiene una trayectoria que empieza por el cheque de PDVSA gestionado por su madre a favor de Primero Justicia—cuando ambos eran empleados de esa empresa—, y continúa por su militancia en tal partido, del que se separa amenazando constituir Primero Justicia «Popular», para refugiarse en Un Nuevo Tiempo, al que abandona cuando esta organización postula a Liliana Hernández, su leal acompañante, a la Alcaldía de Chacao, pues su hombre de confianza era Emilio Graterón; finalmente, después de anunciar la constitución de unas efímeras redes «populares», termina formando Voluntad «Popular». Machado, por su parte, que procuraba en 2006, por propia admisión, una «crisis de gobernabilidad» que diera al traste con el gobierno—mediante un alzamiento o una invasión de marines—, que el año antes tuvo su momento de grande liga con la reunión en la Sala Oval donde la recibiera George W. Bush, el funesto presidente estadounidense (héroe de Germán Carrera Damas), brindó en bandeja de plata al madurismo el indicio que la identificaba como conspiradora internacional, y tiñó de sospecha a la MUD, al decir al mencionado historiador que ella ha debido ir al Departamento de Estado, antes de que Ramón Guillermo Aveledo hubiera presuntamente planteado a esa instancia de potencia extranjera que «la única manera de salir de esto es provocar y acentuar una crisis, un golpe de Estado o un autogolpe, o un proceso de atornillamiento y domesticación donde se genera un sistema de control social total».
Fragmento de grabación a Machado Parisca y Carrera Damas
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El cuarto Reich
No todo aquello que se opone a algo malo es por ese mismo hecho algo bueno. En la película en blanco y negro de la polarización política nacional, en esta pelea de perros a la que asistimos y que a veces propina dentelladas mortales a los inocentes, una fracción de opositores neuróticos encuentra bueno y heroico todo lo que niega al chavismo. Es censurable, aunque comprensible dentro de la paranoia oficialista, que el gobierno haya ordenado la supresión de la señal del canal NTN 24 de los servicios de televisión por cable, pero esa estación sólo transmitía un ángulo de los sucesos del 12 de febrero; sus entrevistados fueron Leopoldo López, María Corina Machado, Diego Arria y nadie menos que Otto Reich, ex embajador de los EEUU en Venezuela, alto funcionario de Ronald Reagan y los Bush, entrometido en época del Carmonazo. Yo vi con estos ojitos el muy sesgado desempeño de NTN 24 antes de su bloqueo «por razones de Estado».
Creo posible que la mano de los Estados Unidos esté en esta cosa de los disturbios de estos días, y entiendo que eso entusiasme a gente a la que vi reír, hace dos semanas, con un asqueroso audio de una voz maracaibera que pide a gritos y groserías que llegue a Venezuela un contenedor lleno de banderas gringas, cosa que contaba con su divertida aprobación.
Pero en la oposición venezolana y, por supuesto, en el pueblo entero, hay una mayoría abrumadora que no padece esa despreciable enfermedad.
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Es así como la situación nacional es de enorme peligrosidad. No es imposible que el gobierno de Maduro colapse, y entonces sólo dos cauces pudieran desaguar ese desenlace: una nueva elección para la que no hay preparación candidatural—¿Cabello contra Falcón?—o que los militares, ellos mismos divididos, asuman las riendas del Poder Ejecutivo. Para lo primero no estamos listos y, con deshonrosas excepciones, no somos entusiastas de lo segundo.
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Ahora me portaré ingenuamente, con la mayor candidez de comeflor, y resumiré el guión de una película de Disney. Si en el cacumen de Maduro se encendiera una chispa de sensatez, convocaría a Miraflores a Juan Requesens, Ramón Guillermo Aveledo, Henrique Capriles Radonski, Henry Ramos Allup y Eduardo Fernández. A ellos les diría lo obvio: que tanto la oposición como su gobierno están en grave condición, que el desarreglo pudiera sepultarlos a ambos y dañar, más gravemente aún de lo que ya lo está, al país entero, y que por eso propone un acuerdo sobre estas bases: 1. el cese de la protesta y de la represión; 2. la liberación de los estudiantes detenidos; 3. el repudio a cualquier intervención extranjera, sea ésta de Cuba o los EEUU, en los asuntos venezolanos; 4. el refuerzo de los acuerdos bilaterales en materia de tratamiento de la inseguridad ciudadana; 5. una inmediata NEP (nueva política económica) diseñada sobre las bases recomendadas por economistas reconocidos y que salve al país de morir de inflación e inanición; 6. una hibernación del Plan «de la Patria» hasta la celebración de un referendo en el que sea el Soberano quien decida si quiere para Venezuela un régimen político-económico socialista, que puede ser convocado por votación concertada de oficialismo y oposición en la Asamblea Nacional.
Claro, esto requiere meter en el escaparate el disfraz de Che Guevara y vestir el ropaje de verdadero estadista. A esto concedo mínimas probabilidades, pero ¿quién sabe? El chavismo y la oposición harían bien en recordar las inmortales palabras de Luis Felipe Llovera Páez: «El pescuezo no retoña». LEA
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*turmoil: a state or condition of extreme confusion, agitation, or commotion. disarray: a lack of order or sequence; confusion, disorder. Merriam-Webster Dictionary.
Para descargar en archivo de formato .pdf Desarreglos simétricos
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por Luis Enrique Alcalá | Feb 15, 2014 | Dr. Político en RCR, Política |

Sábados a mediodía en RCR 750AM
En respuesta a un oyente se propuso otra vez un referendo consultivo sobre el socialismo en la emisión #82 de Dr. Político por Radio Caracas Radio. Abajo, el audio de esta transmisión de hoy.
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