No hay quinta mala

John Martin: Manfredo en el Jungfrau (1837)

 

Cinco quintas y una quinta vienen acá para certificar que el número cinco es auspicioso en materia de sinfonías. Después del enorme impacto de la Quinta Sinfonía en Do menor de Ludwig van Beethoven (1770-1827), su opus 67 y una de las piezas más conocidas y apreciadas del mundo, cada compositor que hubiera compuesto ya cuatro sinfonías ha debido sentirse en estado reverente, dispuesto a dar lo mejor de su arte en ese quinto puesto de su producción sinfónica.

Los cinco primeros compases de «la» Quinta Sinfonía

El Theater an der Wien en 1815

 

 

 

 

 

Claro que prácticamente todo el mundo sabe quién compuso el famoso motivo ta, ta, ta, taaaa, (Sol, Sol, Sol, Mi bemol), que el grandísimo director Wilhelm Furtwängler marcó como ninguno. El público que lo escuchó por primera vez asistía a un concierto de más de cuatro horas en el Teatro sobre el Río Wien en Viena, el 22 de diciembre de 1808, que incluyó además la première de la Sexta Sinfonía (Pastoral) y siete obras más del compositor; el propio Beethoven dirigió la orquesta. No fue un estreno auspicioso; en un momento dado, Beethoven decidió detener la ejecución de la Fantasía Coral y comenzar de nuevo luego de una fea equivocación de la orquesta. El agotamiento de la audiencia le ofreció a la gran obra una fría recepción, pero un poco más tarde ya ocupaba un sitial de honor en el repertorio sinfónico de la época: el influyente crítico E. T. A. Hoffman escribió un definitivo elogio de la pieza en el Allgemeine musikalische Zeitung. Acá está su primer movimiento, Allegro con brio, en interpretación de Herbert von Karajan al frente de su Filarmónica de Berlín.

Beethoven

Dirk Bogarde y Björn Andresen en Venecia

Algo menos conocida es la Quinta Sinfonía de Gustav Mahler (1860-1911), una obra monumental que a veces es reportada como escrita en la tonalidad de Do sostenido menor. El propio compositor, sin embargo, aconsejaba no denominarla así, pues otros movimientos están en clave diferente. (El primero está en esa tonalidad; el último en Re mayor). Fue, de nuevo, el autor quien dirigiera el estreno de su sinfonía, el 18 de octubre de 1904 en Colonia. Al año siguiente se la presentaba en Cincinatti, pero pasarían cuarenta más antes de que los londinenses la escucharan completa, aunque el Adagietto colocado abajo—cuarto movimiento: Sehr Langsam—fue interpretado en 1909 en uno de los conciertos Proms de ese año, anticipando la popularidad que alcanzaría con Muerte en Venecia, la película (1971) de Luchino Visconti sobre la novela (1912) de Thomas Mann. Era la canción de amor de Mahler a Alma Schindler, su esposa. La acompañó de estas líneas: «Cuánto te quiero a ti, tú mi sol, no puedo decirte con palabras. Sólo puedo lamentar ante ti mi añoranza y mi amor». Georg Solti dirige ahora la Orquesta Sinfónica de Chicago.

Mahler

Shostakovich sobre Mravinsky según Russov

Ya en pleno siglo XX, Dmitri Shostakovich (1906-1975) liberaría su propia Quinta, op. 47 en Re menor. El 21 de noviembre de 1937, Yevgeny Mravinsky la dirigió por primera vez en Leningrado, tocada por los músicos de la orquesta filarmónica de la ciudad; más de media hora de aplausos recibió la interpretación, y se dice que Mravinsky celebró el triunfo agitando la partitura sobre su cabeza en alegre reacción al entusiasmo del público. (Habría tenido que ser con ambas manos, por el peso del gran tomo, y Mravinsky era una persona muy delgada. Tuve la inmensa fortuna de escuchar a esa misma orquesta y su director en el Royal Festival Hall del South Bank de Londres en el otoño de 1971, en un concierto que cerró con otra quinta sinfonía, la de Tchaikovsky. Fue una experiencia musical—dentro de una opulenta acústica que no desfallecía en el lejano balcón donde escuchaba—que perdurará en mi memoria mientras viva). Son esos mismos músicos quienes tocan de seguidas el magnífico segundo movimiento de la obra, Allegretto, en grabación de 1973. Es un movimiento jocoso, algo al estilo ácido de Prokofiev, construido como variaciones del motivo que abre la sinfonía. No queda sino decir, a Shostakovich, Mravinsky y los músicos de Leningrado, спасибо большое!

Shostakovich

Del país con sol de medianoche

Para Jan Sibelius (1865-1957) su Quinta Sinfonía en Mi bemol mayor, op. 82, marcaba una ocasión especialísima, puesto que le fue encargada por el gobierno finlandés y estrenada el 8 de diciembre de 1915, el día de su quincuagésimo cumpleaños, que había sido declarado fiesta nacional. Ya Sibelius había compuesto, en 1899, el poema sinfónico Finlandia, su opus 26, que en sí mismo era un grito de emancipación del yugo de los rusos. (La obra llegó a ser ejecutada bajo diversos nombres para escapar a la atención de la policía de ocupación; por ejemplo, Sentimientos de felicidad al despertar de la primavera finesa. Su sección final fue más tarde arreglada como el Himno Finlandia, aunque el himno nacional de este país es oficialmente otra pieza). Era, por tanto, un amado héroe viviente de los finlandeses, que son una gente tan particular que el monto de sus multas de tránsito en carreteras depende del ingreso del infractor. Como en casi todos los casos anteriores, el compositor dirigió para el estreno de su sinfonía aniversaria a la Orquesta Filarmónica de Helsinki. Es el primer movimiento de la tercera versión de la composición, que data de 1919, el que toca aquí la Orquesta Filarmónica de Viena bajo la batuta de Leonard Bernstein.

Sibelius

Jugaba bien al ajedrez

En el caso de Sergei Prokofiev (1891-1953), en cambio, su Quinta Sinfonía en Si bemol mayor era nada menos que exactamente su opus 100. Era el líder de una colonia de compositores en las afueras de Moscú, establecida por el gobierno soviético para alejarlos de peligros de la Segunda Guerra Mundial, cuando compuso la sinfonía en un mes del verano de 1944. El 13 de enero del año siguiente, sería estrenada en el Gran Salón del Conservatorio de Moscú y, sí, era Prokofiev quien dirigía la Orquesta Sinfónica del Estado de la URSS. Poco después, sufriría una caída por problemas de tensión arterial de la que nunca se recuperó por completo. Un músico alineado con la revolución bolchevique, moriría apropiadamente el mismo día cuando se anunciara la muerte de Josef Stalin, el 5 de marzo de 1953. Prokofiev fue probablemente el compositor ruso más popular del siglo XX; también fue un buen jugador de ajedrez: en 1914 llegó a ganar una partida al mismísimo José Raúl Capablanca en un tercer intento de partidas simultáneas de exhibición. La ocasión se presentó en San Petersburgo, donde el genio cubano de 26 años quedó al frente de su torneo internacional de grandes maestros con punto y medio de ventaja sobre Emanuel Lasker, a quien arrebataría el título de campeón mundial siete años más tarde. Prokofiev y Capablanca iniciaron entonces una larga amistad. André Previn conduce a la Orquesta Filarmónica de Los Ángeles, la misma que ahora dirige Gustavo Dudamel, para ofrecernos el segundo movimiento de la obra, Allegro marcato.

Prokofiev

Aquí la estrenó Tchaikovsky

Ahora llegamos a la Quinta Sinfonía en Mi menor, op. 64. de Pyotr Illyitch Tchaikovsky (1840-1893), la que oí en Londres en 1971 y en el Teatro Municipal de Caracas el domingo 20 de abril de 1975, en el segundo concierto de la Orquesta de Cleveland conducida por Lorin Maazel. (No impidió mi asistencia, y no lo hubiera hecho otra cosa, una fractura triple de la cabeza del húmero izquierdo que sufrí cuatro días antes. Logré sentarme en un asiento que daba al pasillo central desde el ala derecha, para no molestar con mi brazo erguido e inmovilizado por un chaleco de once kilos de yeso). Acá sonará su glorioso cuarto movimiento (Finale: Andante maestoso — Allegro vivace — Molto vivace — Moderato assai e molto maestoso — Presto) en los instrumentos de la lujosa Orquesta de Filadelfia, bajo la conducción de Eugene Ormandy. La música modula de Mi mayor a Mi menor, para regresar triunfante a Mi mayor con el tema expuesto tranquilamente al comienzo. Esta sección final de recapitulación fue el tema original de Valores humanos, el iluminador programa de televisión de Arturo Úslar Pietri. (En una temporada posterior, el tema cambió al del inicio de Primavera, el concerto grosso que comienza el grupo de Las cuatro estaciones de Antonio Vivaldi). El 6 de noviembre de 1888, el propio Tchaikovsky—¡qué raro!—dirigió la première de la sinfonía en el Salón de la Nobleza de San Petersburgo. En el asedio a Leningrado (que es la misma ciudad) por la Wehrmacht durante la Segunda Guerra Mundial, la sinfonía levantó los ánimos de sus pobladores el 20 de agosto de 1941; la Orquesta Sinfónica de la Radio de Leningrado la interpretó impávida hasta el final—fue transmitida por radio a Londres—aunque se escuchara las bombas explotar cercanas desde el inicio del segundo movimiento.

Tchaikovsky

La primera edición de Manfredo

Bueno, una «quinta» de ñapa y con justificación. La Sinfonía Manfredo en Si Menor, op. 58 de Tchaikovsky, es una sinfonía «de programa» compuesta entre la que acabamos de escuchar y su Cuarta Sinfonía en Fa menor, op. 36; fue, por tanto, su verdadera quinta sinfonía o, si se quiere, la 4.5. Sigue musicalmente la línea expositiva del poema dramático de Lord Byron en una estructura cíclica en la que el tema de Manfredo, de gran poder expresivo, se repite bajo diferente guisa en cada movimiento. Es un placer colocar acá el primero de ellos, Lento lugubre, en potente interpretación de Riccardo Muti y la londinense Orquesta Filarmonia, aunque así tengamos a cinco quintas y dos quintas. En cierto sentido adelantado a su época, el movimiento se aleja de la estricta forma sonata para seguir el guión textual. Cincuenta y cuatro años antes, un más decidido innovador de la forma musical, Hector Berlioz, había compuesto Haroldo en Italia, igualmente inspirado en un poema de Byron; tal vez Tchaikovsky no quiso ser menos y produjo esta obra que superaba en concepto y orquestación a la del francés. De hecho, el programa que guió la composición, provisto por Vladimir Stasov, fue remitido primeramente por Mily Balakirev—él mismo se consideró incompetente para la tarea—a Berlioz, quien declinó hacer el trabajo por razones de edad y salud. El gran compositor ruso completó la labor en septiembre de 1885, y el 11 de marzo del año siguiente dirigía Max Erdmannsdörfer con gran éxito el estreno de esta obra colosal que requiere, además de una orquesta sinfónica grande, el concurso de un órgano para cerrarla.

Tchaikovsky 2

He puesto acá esta última pieza en memoria de mi amigo y compadre Eduardo Plaza Aurrecoechea, con quien la oyera muchas veces por la misma orquesta dirigida por Muti en versión del conductor Paul Kletzki para el sello Angel Records. Él me enseñó de música y dirigió mi deficiente voz de barítono en un coro que sonaba bajo su magia. LEA

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Música infrecuente

 

Antarah ibn Shaddad y Abla, en patrón de tatuaje egipcio del s. XIX

A Adolfo Salgueiro, entusiasta de la música buena.

Hay piezas de música archiconocidas, que han sido interpretadas y escuchadas hasta la náusea. Rachmaninoff, por ejemplo, llegó a aborrecer su famoso Preludio en Do sostenido menor, tanto lo exigía el público en sus conciertos como encore mucho después de que hubiera decidido no incluirlo en los programas. Claro que cada compositor ha hecho más música que la que habitualmente se interpreta en los conciertos o alcanza la dignidad de una grabación. Hay mucho más música que no suena. Del compositor ruso, por ejemplo, es su obra más ejecutada el segundo Concierto para piano y orquesta en Do menor, su opus 18; le sigue el tercero en popularidad y frecuencia, aunque pueda sostenerse que es musicalmente mejor. Sus otros dos conciertos son rara vez escuchados. (Con razón).

En algunos casos, como con el primero y el cuarto concierto de Rachmaninoff, es la calidad de las piezas el factor determinante. En otros es, simplemente, la poca popularidad de las obras o los compositores. Ha habido más de un director que emprendiera una campaña de educación de su público, para dar a conocer la obra de algún compositor poco escuchado. Gustav Mahler, por caso, cayó en desfavor de orquestas y audiencias poco después de su muerte; fue necesario el esfuerzo de Leopoldo Stokowski, John Barbirollli y, sobre todo, Leonard Bernstein en los años sesenta, para que su música creciera en familiaridad. (Muerte en Venecia, la película de Luchino Visconti basada en la novela de Thomas Mann, contribuyó a fijar a Mahler en la conciencia contemporánea al incluir el Adagietto de su Quinta Sinfonía en la banda de sonido del filme).

Puede argumentarse también que la dificultad técnica o las exigencias especiales de una pieza contribuyen a arrinconarla en el olvido. Naturalmente, es mucho más complicado montar la Octava Sinfonía de Mahler—la «Sinfonía de los mil»—, con su recrecida orquesta, dos coros convencionales de cuatro voces, un coro infantil y ocho solistas, que la Pequeña Serenata de Mozart. No siempre es la causa de esta infrecuencia, sin embargo, la dificultad de la pieza para los ejecutantes o lo aparatoso de la orquestación. En muchos casos es asunto de mero desconocimiento de compositores y obras y, como vimos, esto puede ocurrir por épocas. El mismísimo Juan Sebastián Bach fue prácticamente olvidado hasta que la campaña de Félix Mendelssohn rescatara al Padre de la Música Occidental para generaciones posteriores. Hoy es universalmente venerado, y sus obras son mil veces más escuchadas que las de, por ejemplo, el elegante Johann Joachim Quantz, su compatriota y contemporáneo.

Estas consideraciones me llevan a proponer que escuchemos unas cuantas piezas poco conocidas o interpretadas. Por su alegre frescura, casi matinal, es probablemente apropiado arrancar con Otoño, una de las cuatro partes de Las estaciones, música de ballet compuesta por Alexander Glazunov (1865-1936). Es el último de los cuadros del ballet, puesto que éste comienza por el Invierno; sus números son Grande bacchanale des saisons, Petit adage, Variation du Satyre y Coda générale. Dirige Edo de Waart la Orquesta de Minnesota.

Alexander Glazunov

¿Qué tal si continuamos por música líquida, que es la que hace un arpa? El opus 86 de Gabriel Urbain Fauré (1845-1924), quizás el más grande compositor francés, abierto maestro de compositores como Maurice Ravel, Georges Enescu y Nadia Boulanger, es un hermoso Impromptu para arpa, en interpretación de la estupenda arpista Naoko Yoshino.

 

Gabriel Fauré

Y ya que escuchamos arpa, y de un francés, ¿por qué no oir el tercer movimiento (Rondó: Allegro agitato) del Concierto para arpa y orquesta en Do mayor de François-Adrien Boieldieu (1775-1834)? Boieldieu fue un compositor elegante, que algunos llamaron el Mozart de Francia. Marisa Robles es la ejecutante, acompañada por la Academy of Saint-Martin-in-the-Fields que dirige Iona Brown.

François-Adrien Boieldieu

Si continuáramos en vena matutina, convendría escuchar la Canción de mañana, el opus 15 de Edward Elgar (1857-1934). No es pieza de frecuente interpretación; menos aún en órgano, que toca acá el estadounidense Carlo Curley. (Cuidado con las frecuencias bajas del poderoso instrumento).

Edward Elgar

Y si nos mudamos a la noche, el Nocturno de La boutique fantasque, música para el ballet del mismo nombre por Ottorino Respighi (1879-1936) sobre composiciones de su más famoso compatriota, Gioachino Rossini (1792-1868), es una pieza muy apropiada y serena. Andrew Davis dirige aquí la Sinfónica de Toronto.

 

Ottorino Respighi

Un carácter también nocturnal, pero con sonoridades orientales, tiene el Largo o segundo movimiento del Concierto para violonchelo y orquesta de Dmitri Kabalevsky (1904-1987), un compositor del que a veces se escucha el Galop de su suite de ballet Los comediantes. El gran cellista japonés Yo-Yo Ma lo interpreta en compañía de la Orquesta de Filadelfia, conducida por Eugene Ormandy.

Dmitri Kabalevsky

En cambio, está lleno de una alegría muy particular Día de bodas en Troldhaugen, de Edvard Grieg (1843-1907), el número 6 de sus Piezas líricas del opus 65. Grieg vivió en Troldhaugen con su esposa y prima hermana, Nina Hagerup. Interpreta la muy noble música el pianista noruego Leif Ove Andsnes.

Edvard Grieg

Alegre es, asimismo, el tercer movimiento de la Suite sinfónica o Sinfonía Antar, por el gran instrumentador Nikolai Andreievich Rimsky-Korsakoff (1844-1908), quien usaba lujosamente su paleta orquestal en temas orientales o exóticos para los rusos (Scheherezada, Capricho español). Antar (Antarah ibn Shaddad, 525-608) era un héroe y poeta árabe pre-islámico. Yevgeny Svetlanov dirige la Orquesta Filarmonia.

N. A. Rimsky-Korsakoff

De la música de ballet de la ópera El Cid, de Jules Massenet (1842-1912), la danza Andaluza juega con un bello y melancólico tema que alterna modulando de tonalidad mayor a menor. La escuchamos por la Orquesta Filarmónica Eslovaca, dirigida en esta ocasión por Peter Skvor.

Jules Massenet

Paul Hindemith (1895-1963) compuso cuatro Metamorfosis sinfónicas sobre un tema de Carl Maria von Weber. La tercera, un Andantino que se desarrolla con nobleza, es interpretada aquí por Eugene Ormandy al mando, como era costumbre, de la Orquesta de Filadelfia.

Paul Hindemith

Un compatriota de Hindemith, Kurt Weill, colaboró varias veces con el dramaturgo Bertolt Brecht. Éste quiso que Los siete pecados capitales—un ballet chanté—fuera una obra marxista, pero Weill terminó imponiendo, más bien, un sesgo freudiano. El papel protagónico que Lotte Lenya estrenara—Anna, una psiquis escindida—es cantado acá por Gisela May (Prólogo). La orquesta es esta vez la Sinfónica de la Radio de Leipzig, conducida por Herbert Kegel.

Kurt Weill

Y otro alemán, el líder de la composición según reglas dodecafónicas, Arnold Schoenberg (1874-1951), tuvo un comienzo no tan alejado de la tonalidad que Richard Strauss (1864-1949) había preservado y enriquecido. Su Verklärte Nacht (Noche transfigurada, op. 4) está compuesta sobre un poema de Richard Dehmel, que describe la confidencia de una mujer a su amante: lleva en su vientre un hijo que es de otro. Bajo la luz de la luna, su compañero le dice:

No dejes que el niño que has concebido sea una carga para tu alma. / ¡Mira, cuán luminoso brilla el universo! / El esplendor cae sobre todo alrededor y tú viajas conmigo en un mar frío, / pero está la lumbre de un calor interno, de ti en mí, de mí en ti. / Ese calor transfigurará el hijo del extraño y tú me lo darás y lo tendré. / Tú me has inundado con esplendor, / tú has hecho un niño de mí.

Herbert von Karajan conduce la Filarmónica de Berlín en el inicio de esta versión.

Arnold Schoenberg

Para curarnos de una belleza tan ácida, viene acá la Romanza op. 95, «El tábano», de Dimitri Shostakovich (1906-1975). Es una pieza poco característica del ruso, en lenguaje muy romántico. Theodor Kuchar dirige la Orquesta Sinfónica del Estado de Ucrania.

Dimitri Shostakovich

El armenio Aram Khachaturian (1903-1978) es conocido, sobre todo, por la Danza de los sables, de su ballet Gayaneh. También son tocados con alguna frecuencia su Concierto de piano y su Concierto de violín, su Suite Mascarada, de valse dinámico y mazurca vivaz, y el Adagio amoroso del ballet Espartaco. En cambio, es menos conocida su obra sinfónica. Aquí dirige el mismo compositor la Orquesta Filarmónica de Viena en el segundo movimiento—Allegro risoluto—de su Sinfonía #2 (de la Campana) en Mi menor.

Aram Khachaturian

No sólo es desusado escuchar el Valse sentimentale (#6 del op. 51) de Pyotr Illich Tchaikovsky (1840-1893), que puede ser interpretado por orquesta de cuerdas, violín y piano o piano solo; en esta versión, además, es interpretado en un teremín, un instrumento electrónico que es activado al aproximar las manos del ejecutante a dos antenas sin tocarlas, una de las cuales gobierna la frecuencia del sonido y otra su volumen. La experta en teremín, Clara Rockford, es aquí la intérprete que sustituye a un violinista, y se hace acompañar de piano.

Pyotr Illich Tchaikovsky

También es de Tchaikovsky, para cerrar, una verdadera pièce de résistance: el primer movimiento—Lento lugubre – Moderato con moto – Andante—de la Sinfonía Manfredo en Si menor, op. 58, basada en el poema de Lord Alfred Byron. La vigorosa y apasionada dirección de Riccardo Muti, al frente de la Orquesta de Filadelfia. cuyo sonido cambió, pone término a esta excursión por caminos musicales poco frecuentados.

John Martin: Manfredo en el Jungfrau

LEA

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(Los 16 archivos de audio de esta entrada pueden ser descargados en el Canal de Dr. Político en ivoox. Si se pulsa las imágenes podrá vérselas ampliadas).

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