El gran remate (actualizado)

Intervenciones de un minuto vs. horas de cadena

 

La periodista María Alejandra Trujillo me entrevistó, y a su colega Pedro Pablo Peñaloza, para su programa—Palabras más, palabras menos—en Radio Caracas Radio (750AM), sobre el tema del segundo «debate» entre los precandidatos presidenciales de la Mesa de la Unidad Democrática. Por momentos, pareció que la anfitriona se proponía polemizar conmigo, y Peñaloza, quien forma parte de la planta del programa Aló ciudadano (Globovisión) que RCR retransmite, terminó teniendo palabras más y yo palabras menos. He aquí el archivo de audio de la doble entrevista, transmitida el 6 de diciembre de 2011 a partir de las 7 de la mañana.

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El formato sigue siendo malísimo. Hasta en el eficiente y disciplinado Grupo Santa Lucía los participantes pueden hablar tres minutos, que más o menos permiten el desarrollo de una idea. En Venevisión se repitió la camisa de fuerza de sesenta segundos de la UCAB, para contestar preguntas que en más de un caso fueron complejas. (El Chamán del Guaraira Repano caracterizó al evento como un remate por Twitter. «¿Quiere Ud. decir debate?», le pregunté. «No, nadie debatió nada con ningún otro; no sé porque insisten en llamar a esas subastas así. Eso se parece más a las señoritas de un concurso de belleza, presionadas para contestar en un minuto por qué quieren ser Miss Venezuela o Miss Universo. ¿Cómo puedes explicar por qué quieres ser Presidente en ciento cuarenta caracteres? Por cierto, le ha dado a ciertos locutores de televisión por aparentar que dominan la pronunciación inglesa de los gringos diciendo tuírer. Creen que porque oyen uórer para decir agua (water), deben pronunciar tuírer en lugar de simplemente tuíter. La doble consonante t no se convierte jamás en r. Es algo muy ridículo, algo así como los que pronuncian afectadamente Da jístori chánel para decir The History Channel, o como los más ridículos chavistas que escriben Waraira con una inicial extraña como si fuera autóctona, cuando la verdad es que los caribes ni siquiera teníamos alfabeto»).

Claro que el rating de Venevisión es muy superior, y el horario de domingo por la noche captó mucho más audiencia que el 1,8% de la transmisión previa de Globovisión. (A pesar de eso, Vladimir Gessen aseguró en aquel momento, tal vez irónicamente: «…ya las primeras cifras hablan de un nuevo récord en el rating de Venevisión”). La respuesta estándar de la Mesa de la Unidad Democrática a la crítica del formato es que los precandidatos primarios no deben debatir entre ellos, sino con Hugo Chávez. (Así lo dijo por tuírer Marta Colomina, repitiendo cosa dicha con ocasión del «debate» primero). Entonces, ¿para qué lo llaman debate? Lo cierto es que el producto de la cosa es decididamente pobre, aun si se entiende el asunto como una comparación implícita con la persona política del Presidente de la República. Y si éste habla durante horas, difícilmente puede rebatírsele en ráfagas cortas de sesenta segundos. Pero allá los estrategas de la MUD.

Una magnífica crónica (en inglés) del evento ha sido escrita, con gran precisión, por Francisco Toro Ugueto en Caracas Chronicles. Suscribo su análisis íntegramente. Por ejemplo, que María Corina Machado pudo exhibirse como la más competente e informada de los ejemplares exhibidos. («…María Corina barrió el piso con sus oponentes…», dijo Toro). Se atenía a la pregunta, presentaba datos pertinentes con la mayor seguridad y daba respuestas concretas. Pero su intervención final fue verdaderamente desafortunada, construida sobre la dudosa tesis de que «Venezuela necesita ovarios» para derrotar a Hugo Chávez, objetivo que fue su leit motiv a lo largo del programa, mientras decía que tal cosa era lo esencial y que era ella quien podía garantizarla. La pregunta era por qué quiere Ud. ser Presidente, y al enfocarse exclusivamente sobre el propósito de vencer a Chávez reforzó la falla de origen de la oposición venezolana: que sólo se entiende, precisamente, como oposición. Si Chávez no existiera, en consecuencia, el sentido de una presidencia de Machado dejaría de ser.

Diego Arria creyó que debía atenuar la virulencia que mostró en el primer encuentro, aunque mencionó de nuevo la constituyente y La Haya, y compitió en vaguedad con Pablo Pérez. Este señor resultó ser, en estrecha competencia con Pablo Medina, el peor de los participantes; a fin de cuentas, como me apuntó el chamán, había más expectativa acerca de lo que dijera el Gobernador del Zulia que acerca de lo que expusiera Medina, que siempre se ha comportado como un agitador. Los dos Pablos, pues, lo peor del programa de variedades. El zuliano al insistir en una gesticulación postiza—debe haberla traído de sus mítines—para sustituir el puñetazo zurdo sobre la palma derecha por un enganche de ambas manos; pareció estar hablándole a sordomudos. Medina, posiblemente creyendo que Arria se la había comido en la UCAB, quiso emularlo al decir que quería ser Presidente para que Chávez entendiera que iba contra él—dijo «Vamos por ti»—luego de acusar al alto gobierno de haber matado a Danilo Anderson.

Y es sobre este asunto donde se escuchó la única respuesta de cierto nivel: Capriles Radonski dijo que no le correspondería a él, como Presidente de la República, enjuiciar a nadie. Ésa era la respuesta. Después de este punto alto de su intervención, no dijo nada que valiera la pena recordar. Naturalmente, reiteró que era un buen gobernador como antes había sido un buen alcalde y un buen Presidente de la Cámara de Diputados. Su descubrimiento: «Cuando se hace las cosas bien, salen cosas buenas». Su punto de venta: «Soy un hombre bueno».

Queda por comentar el desempeño de Leopoldo López. Errático. Su respuesta de la primera ronda no tuvo absolutamente nada que ver con la pregunta. En la segunda se repuso, pero en general dio la impresión de haber sido aleccionado por John Magdaleno: «Leopoldo, el problema que más preocupa a los venezolanos, según miden las encuestas, es la inseguridad. Tú sólo debes hablar de eso. Si te preguntan por el deporte, por las finanzas públicas, por la salud, tú debes hablar de la inseguridad».

En síntesis, un acontecimiento del que no emergió una sólida contrafigura de Hugo Chávez. Si lo mejor que puede reunir la MUD es esta muestra donde una descollante ingeniera industrial quiere ser Presidente para derrotar a Chávez, le han hecho a éste un gran favor al exhibir tan grande pobreza. «Un suceso intrascendente», fue lo último que me dijo el chamán, antes de ascender la montaña. LEA

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