Lista de espera: Castro, Mugabe, Chávez…

En la Plaza Tahrir, El Cairo

 

Con estímulo de mi profesor de Filosofía Política y Social

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La gente de Dublín con apellido Edwards (castellanizado como Eduardo en las Islas Canarias en 1739) tiene un blasón cuyo lema reza: “Con Dios todo, sin Dios nada”. (Cum Deo Omnia Nihilque Sine Deo). Para Roland Carreño, Dios ha sido sustituido por la Constitución de la República “Bolivariana” de Venezuela. En una cuña promocional del programa Buenas noches, que Globovisión transmite, dice: “Fuera de la Constitución nada; dentro de la Constitución todo”.

Se trata de una fórmula incorrecta; sobre la Constitución, fuera de ella, está el Poder Constituyente Originario, el Pueblo en explícita condición de Soberano supraconstitucional. Ésta es noción fundamental de la teoría de la democracia y, particularmente, de la doctrina constitucional venezolana (19 de enero de 1999).

Aun tal soberanía no es ilimitada; la soberanía popular está constreñida, primeramente, por los derechos humanos. (Ni siquiera un referendo popular de abstención cero y votación positiva unánime puede ordenar que se me caiga a palos). Una constitución cualquiera no es la creadora de esos derechos; ellos existen en cada persona por el sólo hecho de ser humana. Las constituciones no hacen otra cosa que reconocerlos y, más modernamente, en la conciencia de que los derechos humanos son progresivos. La humanidad crece y cambia, y por ello crecen también sus derechos.

Luego, la soberanía de una nación, esto es, de sus ciudadanos, no es la única. Hay otras naciones de soberanía equivalente, y por tal razón los pactos válidamente establecidos entre ellas también la limitan. De resto, el Enjambre Soberano de la ciudadanía puede hacer cualquier cosa; la Constitución sólo limita a los poderes constituidos, no al Poder Constituyente que le dio origen.

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En la Carta Semanal #95 de doctorpolítico (No ha pasado nada, 15 de julio de 2004), se escribía:

No hace mucho tiempo… desde que Per Bak y su grupo de colaboradores del Centro de Investigaciones Thomas Watson de IBM registraran lo que pasaba en un modelo a escala de avalanchas orográficas. Con un aparato tan sensible que era capaz de hacer caer arena grano por grano sobre una superficie circular, observaban la formación de colinas con una determinada “pendiente crítica”, a partir de la cual la caída de un solo grano de arena podía provocar avalanchas. Largos períodos de observación documentaron la regularidad de una distribución con sentido intuitivamente previsible: que una secuencia larga de granos de arena cayendo sobre la colina genera un buen número de pequeños aludes; que en menor medida ocurren aludes de mediano tamaño; que son posibles avalanchas de gran talla, aunque muy poco frecuentes. Y, dicho sea de paso, que no se observó jamás ninguna avalancha que desmorone la colina íntegra.

Los grupos humanos, como los ríos y las montañas, como la población de huracanes y la de terremotos, también son asiento de episodios caóticos de pequeña, mediana y gran magnitud. Y también pueden ser expuestos a tensiones que agraven la intensidad de esos episodios… Los enjambres humanos, que a diferencia de las piedras y las arenas cuentan con un creciente grado de intercomunicación, están gradualmente adquiriendo la capacidad de catastrofizar a escala transnacional. No es solamente el comercio lo que se globaliza: también el alcance de la conflictividad social. No está lejos el día de un 27F a escala subcontinental o intercontinental.

Un año antes, en la carta #42 (La crisis como antifaz, 26 de junio de 2003), se anticipaba:

A la larga, una sociedad informatizada… aprenderá a exigir de sus sucesores una utilidad de soluciones a problemas públicos, y por tanto forzará un cambio al paradigma médico de la política: que el político procurará la salud de su comunidad con su aporte a la solución de problemas públicos.

¿Es que podemos afirmar que falta mucho para que ocurran “caracazos” a escala planetaria, continental o subcontinental? ¿Podemos decir que son imposibles? Por más que avancen las tecnologías del poder, el poder último es el de la humanidad, que perfectamente puede manifestarse en alteraciones del orden público a escala del mundo, como la misma tierra parece alterar el clima, la marcha de los océanos, el vulcanismo, en reclamo por nuestras agresiones. Pobladas simultáneas en las principales ciudades suramericanas tendrían efectos tan drásticos y extensos como los del Niño.

Un tsunami político se ha desatado en el mundo árabe y no ha cesado. Comenzó al norte de África, en Túnez; alcanzó al Yemen; llegó a tierra de faraones, donde la inundación de ciudadanos egipcios está dando al traste con una dictadura de 30 años; ha hecho que el Rey de Jordania ponga sus bardas en remojo y, poco después, que parezca inminente la llegada de la ola a Siria. Ahora Hosni Mubarak, otrora hombre fuerte de Egipto, se ha visto forzado a declarar que no buscará otra reelección en las previstas elecciones de septiembre de este año. Ya no podrá gobernar “hasta el 2021”, pero es muy poco probable que llegue a septiembre.

Este cambio a escalas gigantescas, político-telúricas, es de las mejores noticias en lo que va de siglo XXI, pues es la juventud árabe que no es religiosamente fundamentalista, de orientación secular, modernizada por Internet, favorable a la ecualización del derecho de las mujeres, la que se ha hartado de las dominaciones unipersonales, despóticas. Es el alma de un pueblo de 1.200 millones de almas lo que se rebela, un pueblo que un día fue el pináculo de la cultura occidental, albacea de la sabiduría grecorromana que trasladó a Europa. No es una revolución islámica, teocrática; es la Revolución del Jazmín.

El mundo aprende porque Internet teje los circuitos neuronales del cerebro del mundo (expresión y pronóstico de Yehezkel Dror). Es la socialización no socialista que profetizara Pierre Teilhard de Chardin. Y como se trata de un fenómeno global, de un caracazo “a escala planetaria, continental o subcontinental”, puede cruzar también el Atlántico y llegar a costas de Cuba… o de Venezuela.

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Acá tenemos un despotismo más breve, de sólo doce años. Pero vuelve el país mayoritario a desear la cesación del mando de Hugo Chávez. Así lo quería en 2002, y la torpeza de Pedro Carmona, y el suicida paro petrolero, y la incompetencia de una oposición que no ha cambiado sino de Coordinadora Democrática a Mesa de la Unidad Democrática—con algún aprendizaje, aunque insuficiente—, llevaron al fracaso en el referendo revocatorio de 2004. Como en Egipto, una elección presidencial venezolana está en el horizonte; la reincidencia del presidente Chávez en su incompetente, arbitrario y canceroso modo de gobernar, sin embargo, pudiera hacer que el Enjambre Soberano se canse mucho antes y se africanice.

Cuando, a comienzos de 2002, se barajaba ya las cartas de una posible remoción presidencial—renuncia, enmienda de recorte de período, nueva constituyente—, recordé la doctrina constitucional venezolana establecida en jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia para proponer un Decreto de Abolición del Pueblo Soberano. No es imposible que el tsunami árabe alcance costas venezolanas, y convendría tener a mano un cauce racional, enteramente constitucional (no todo lo que es constitucional está contenido en la Constitución, dijo la Corte el 19 de enero de 1999), para eludir los manejos de actores indeseables que querrían colarse en un fenómeno caótico que causara la cesantía de Hugo Chávez.

Pero la cosa puede suscitarse de modo más enjambroso. En Salir de la caja (25 de marzo de 2004), escribía:

Esto es, la calle puede perfectamente, por aclamación, abolir el régimen del teniente coronel. (En situación de retiro). En cuanto cada protestante ciudadano, en abrumadora mayoría, se percatara de que ya no marcha para solicitar la renuncia del déspota o meramente expresarle su rechazo, sino para, premunido y consciente de su derecho como componente del Pueblo Soberano, abolir su satrapía, la manifestación equivaldría—referéndum en sauvage—al decreto formal”.

A lo mejor no somos tan pacientes como los egipcios, que esperaron treinta años. LEA

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Entrevista con William Echeverría

El 24 de noviembre de 2010, William Echeverría tuvo la amabilidad de entrevistarme para el programa—En la mañana—que conduce en Globovisión. El diálogo fue centrado por el entrevistador sobre el tema de un nuevo liderazgo político; es la segunda vez que Echeverría me permite acometer un asunto conceptual y general, lo que debo agradecerle mucho. Esta tercera conversación con él fue grabada en la fecha indicada y transmitida el 16 de diciembre del año que acaba de concluir. Según Echeverría, su contenido produjo bastante interés, lo que llevó a Globovisión a reponerla con fecha de hoy. Aquí está el video de la entrevista en un solo archivo continuo. Ya YouTube me ha premiado permitiéndome la inserción de piezas de duración mayor de 15 minutos. (La incongruencia del atuendo de saco y corbata, blue jeans  y zapatos Crocs se debe a mi errada creencia de que, como en otras ocasiones, los miembros inferiores estarían tapados por el habitual escritorio). LEA

 

(Si lo prefiere, puede ver en YouTube la entrevista por segmentos: 1er. segmento, 7′ 09″; 2do. segmento, 7′ 11″; 3er. segmento, 6′ 23″).

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Sí vamos a hacer algo

Higuerote: Al mal tiempo buena cara

El 5 de agosto de 2008, la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia, cuyo deber es proteger la constitucionalidad de leyes y otros actos de los poderes públicos (Artículo 336 de la Constitución), procedió a amputarla. Para cohonestar un conjunto de inhabilitaciones políticas inconstitucionalmente dictadas por el contralor Russián en ese año, sentenció que la protección establecida en el Artículo 42 de la Constitución—“El ejercicio de la ciudadanía o de alguno de los derechos políticos sólo puede ser suspendido por sentencia judicial firme en los casos que determine la ley”—ampara solamente ¡a los venezolanos por naturalización! El cirujano jefe, el ponente de la monstruosa interpretación, tramposa y cínica, fue el magistrado Arcadio de Jesús Delgado Rosales, hijo del jurista José Manuel Delgado Ocando, a quien debiera caérsele la cara de vergüenza con la mutilación que su progenie llevó a cabo. La Asamblea Nacional ha premiado a Delgado Rosales el pasado 7 de diciembre (día propio para traiciones, como la de Pearl Harbor), al confirmar su nombramiento como Magistrado Principal de la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia.

Es esa misma Sala la encargada de decidir sobre la demanda de protección de la Constitución introducida, al día siguiente del nombramiento de Delgado Rosales y otros magistrados, por la Federación de Cámaras y Asociaciones de Comercio y Producción (Fedecámaras) con la asistencia dudosamente conveniente de la abogada Cecilia Sosa. No es una sala imparcial u objetiva la que decidirá sobre el recurso; es una sala militante, que se concibe a sí misma como entidad revolucionaria, autorizada por esto mismo a reventar cualquier límite jurídico o ético, como lo hizo ya al mutilar el Artículo 42, con tal de sostener el poder del «líder del proceso».

Arcadio de Jesús: el Derecho como cirugía

La iniciativa de Fedecámaras es laudable. La máxima representación empresarial  afirma con entera razón que la Constitución no prescribe o autoriza un Estado socialista en Venezuela, y emplaza al Tribunal Supremo de Justicia a que corrobore esta verdad más que evidente. Pero es de una supina ingenuidad creer que ese Tribunal Supremo de Justicia va a darle la razón a Fedecámaras, que para el oficialismo es la destilación más pura del capitalismo salvaje y explotador, que la identifica, no sin razón, con las actividades conspirativas de las que Pedro Carmona Estanga, su ex presidente, fuera mascarón de proa; es una presunción tan peregrina como aquella incompetente ocurrencia de Primero Justicia en 2002, que supuso que una Asamblea Nacional de mayoría gobiernera introduciría una enmienda constitucional de recorte del período presidencial de Hugo Chávez.

No faltará, sin embargo, quien defienda la sabiduría de la acción intentada porque la previsible negativa de la Sala Constitucional «pondría en evidencia» al régimen. ¿Qué más evidencia se necesita? ¿Es que el régimen no se pone en evidencia desfachatadamente por sí mismo todos los días? ¿Es que no conocemos el carácter del reo desde el 4 de febrero de 1992, hace ya casi 19 años? ¿Cuál es la utilidad práctica de las «puestas en evidencia», cuál su impacto real para modificar el perverso proceso?

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El presidente Chávez ha vuelto a «solicitar» a la Asamblea Nacional que le dote de poderes extraordinarios, que le habilite mediante legislación especial, por cuarta vez, para que sus decretos adquieran rango de ley. El presidente Chávez ha ofrecido como pretexto la preocupante situación que las prolongadas lluvias de noviembre han traído.

Por supuesto, el presidente Chávez no controla los elementos, aunque ganas no le faltan de adornar su lucido papel de Bolívar reencarnado repitiendo arrogantes palabras del Libertador: «Si la Naturaleza se opone, lucharemos contra ella y haremos que nos obedezca». (En general, el presidente Chávez no se mete en peleas que sabe que va a perder). El presidente Chávez no podía hacer nada para aplacar la lluvia despiadada, como antes no pudo mitigar la sequía relacionada con el fenómeno meteorológico de El Niño, al que cargó la culpa de la irresponsabilidad de su gobierno en asunto de suministro eléctrico, sobre el que ejerce un completo monopolio. Pero justificar una cuarta ley habilitante sobre el dolor de los aquejados por las lluvias más recientes es desalmado y falso, tan postizo como su vistosa demagogia al alojar una minúscula fracción de damnificados en Miraflores.

El proyecto de ley habilitante no es siquiera una creación de la Asamblea Nacional, órgano que se desentiende de sus facultades constitucionales al remitirlas a ucases de la Presidencia de la República. Ésta, para guardar las apariencias, lista de primera la facultad de legislar «En el ámbito de la atención sistematizada y continua a las necesidades humanas vitales y urgentes derivadas de las condiciones sociales de pobreza y de las lluvias, derrumbes, inundaciones y otros eventos producidos por la problemática ambiental».

Más específicamente, la facultad permitiría:

a) Dictar normas que regulen los modos de proceder de autoridades públicas o entidades privadas, ante calamidades, emergencias, catástrofes u otros hechos naturales que exijan medidas inmediatas de respuesta y atención para satisfacer las necesidades humanas vitales. Las normas promoverán la participación popular en la ejecución de las medidas destinadas a asistir a los ciudadanos o ciudadanas en situación de calamidad, garantizándoles el restablecimiento integral de las condiciones básicas que contribuyan al buen vivir.

b) Dictar normas que regulen el establecimiento y ejecución efectiva, de condiciones de prevención y seguimiento en aquellas zonas declaradas en emergencia, calamidad o alta afectación por eventos o infortunios producto de las fuerzas de la naturaleza. Igualmente, las normas establecerán el régimen especial de administración de las zonas así declaradas.

Veamos. ¿Cuándo fue que aconteció el desastre del estado Vargas, que también afectó al estado Miranda mucho, como está afectado ahora? Creo que eso pasó en 1999, hace once años. ¿Cómo carrizo es que el presidente Chávez, tan preocupado (de la boca para afuera) por los pobres dejó pasar once años sin regular «los modos de proceder» públicos y privados ante calamidades, emergencias y catástrofes? Su «modo de proceder» es típico. Las cacareadas «misiones» sólo hicieron su aparición en la segunda mitad de 2003, y sólo lo hicieron porque el presidente Chávez confrontaba entonces el albur de un referendo revocatorio de su mandato. Hasta ese momento, había gobernado cuatro años y medio sin ocuparse del analfabetismo, o la salud, o la cesta de alimentos de la población.

Es sólo ahora, después de un nuevo desastre—que hubiera sido mucho menor si el Estado, monopolizador de la cabilla y el cemento, interventor y expropiador de empresas constructoras, hubiera construido las viviendas de los necesitados, y no la ridícula cantidad de 13.000 por año—, sólo después de que las lluvias han amainado misericordiosamente, cuando decide que hay que ocuparse de las «condiciones de prevención y seguimiento en aquellas zonas declaradas en emergencia, calamidad o alta afectación por eventos o infortunios producto de las fuerzas de la naturaleza».

Chávez: al buen tiempo mala cara

La justificación esgrimida para la ley habilitante es realmente cínica. No es en absoluto necesaria para enfrentar la emergencia. En la Constitución hay todo un capítulo—De los Estados de Excepción, el segundo del Título VIII—cuyo Artículo 338 ha establecido: «Podrá decretarse el estado de alarma cuando se produzcan catástrofes, calamidades públicas u otros acontecimientos similares que pongan seriamente en peligro la seguridad de la Nación o de sus ciudadanos o ciudadanas. Dicho estado de excepción durará hasta treinta días, siendo prorrogable por treinta días más». Ya el elefantiásico, enrevesado y últimamente adulterado dispositivo jurídico del país contiene las previsiones necesarias para resolver los problemas causados por las lluvias de noviembre. Nada hay en este pretexto, esta coartada para amarrar—inconstitucionalmente, por lo demás—a una Asamblea Nacional pronta a asumir sus poderes con 67 diputados que no acatan la voluntad omnímoda del presidente Chávez, que justifique un año entero de legislación por decreto, esta multiplicación por doce de lo previsto en la Constitución. Son previsiones que no fueron atendidas, a tiempo, por un imprevisivo gobierno culposo.

Pero es evidente la vocación monárquica del presidente Chávez en la redacción de la nueva y monstruosa ley habilitante. Todavía en lo atinente a la emergencia pluvial, hay una facultad que no tiene que ver con ella y cuya redacción difusa y genérica puede permitir cualquier cosa: «Dictar medidas que permitan desarrollar de manera equitativa, justa, democrática y participativa los derechos de la familia venezolana para su buen vivir». (¿?)

Luego vienen facultades extraordinarias y autosuficientes para legislar «En el ámbito de la infraestructura, transporte y servicios públicos»—muy especialmente, para «Dictar y reformar normas regulatorias en el sector de las telecomunicaciones y la tecnología de información, los mecanismos públicos de comunicaciones informáticas, electrónicas y telemáticas»—, «En el ámbito de la vivienda y hábitat», «En el ámbito de la ordenación territorial, el desarrollo integral y del uso de la tierra urbana y rural», «En el ámbito financiero y tributario», «En el ámbito de la seguridad ciudadana y jurídica», «En el ámbito de seguridad y defensa integral», «En el ámbito de la cooperación internacional» y «En el ámbito del sistema socioeconómico de la Nación».

Valdrá la pena guardar los nombres de los diputados (y diputadas) que se disponen a abdicar sus atribuciones legislativas y a hipotecar las de la próxima Asamblea Nacional, pues serán los de traidores (traidoras y traidoros) de la Constitución y del Pueblo.

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¿Qué hace la oposición? ¿Era imposible que previera la grosera jugada habilitante del gobierno, que hace a Teodoro Petkoff escribir que «Chávez ha comenzado a recorrer, ahora sí, el camino de la dictadura»?

Una cabeza experimentada, competente y seria como la de José Rafael Revenga lo previó con, al menos, un año de antelación. En su artículo 2010: año de la tromba (14 de diciembre de 2009), enumeró los siguientes pelos y señales:

Aprobar, antes de finalizar las sesiones parlamentarias preelectorales de 2010, una nueva Ley Habilitante que otorgue al Jefe del Estado la capacidad de promulgar—digamos durante unos 24 meses—los decretos presidenciales con “fuerza, valor y rango de ley”. Este curso de acción podría sortear la imposibilidad para el oficialismo de aprobar una nueva Ley Habilitante a partir de enero del 2011, en caso de que la representación democrática obtuviera, en el primer escenario, 67 o más votos parlamentarios, con lo cual superaría el tercer punto de inflexión, o sea que traspasaría el umbral de los tres quintos de los votos necesarios para la aprobación de una Habilitante.

Esta estrategia impondría de hecho a la Asamblea una inactividad vacacional durante los años 2011 y 2012, la cual en principio despejaría en buena medida el camino hacia la reelección presidencial prevista para fines del 2012.

La damnificación de decenas de miles de venezolanos fue para el presidente Chávez un evento afortunado, pues le proporcionó la excusa para la habilitación que quería y que Revenga, una sala situacional de un solo miembro, había previsto con tanta clarividencia. La damnificación ha servido para competir por figuración política, para oponer la vistosidad de la mudanza del presidente Chávez a una tienda que le regalara Kadaffi a la de una fotografía del gobernador Capriles Radonski con el agua al pecho. (Este último declaró, y El Nacional consideró sus palabras material de primera plana para el domingo 12 de diciembre, el siguiente cliché: «En Miranda está prohibida la palabra tragedia». Habrá que explicar a un superviviente del colapso de su casa, en el que su esposa y prole hayan perecido, que eso ha sido una comedia).

La oposición formal, reunida en la Mesa de la Unidad Democrática, no ha pasado de las rituales declaraciones críticas, convocar una marcha de protesta contra las expropiaciones—cuando ya el presidente Chávez y el general, todavía de tres soles, Rangel Silva, habían declarado que la fuerza militar no admitiría un presidente distinto del actual—que debió ser suspendida por el estado del tiempo, y de elevar sus quejas a instancias internacionales, probablemente para «poner en evidencia» al régimen.

En la periferia de la MUD, voces habitualmente lúcidas no atinan a señalar un rumbo. Petkoff ha concluido dos recientes editoriales—14 y 15 de diciembre—con preguntas, no con respuestas: «¿No vamos a hacer nada?»  y «¿Se lo va a calar el país?», después de sentenciar: «Chávez ha comenzado a recorrer, ahora sí, el camino de la dictadura». El mismo día 15 dijo a Globovisión que el pueblo haría algo, pero que no sabía lo que haría.

Bueno, lo que hay que hacer es muy claro: activar el Poder Constituyente Originario, el Poder del Pueblo, superior a cualquier poder constituido, para pararle el trote al presidente Chávez y a su corrupto y obsecuente entorno. Las cosas han llegado a un punto en el que «la estrategia» no puede ser otra que apelar directamente al Soberano, porque ya esas cosas no deben ser decididas por Chávez, Jaua, Ramos Allup o Aveledo. Ahora es un asunto de Corona. Es ésta la que debe pronunciarse.

La Corona

Un referendo consultivo convocado por iniciativa popular puede consultar a la Corona, al enjambre soberano, si está de acuerdo con la implantación en Venezuela de un régimen político-económico socialista (consulta que el presidente Chávez, perfectamente capaz, se ha negado a propiciar; ver Emplazamiento de Caracas); si está de acuerdo con la postura antidemocrática del presidente Chávez y su más reciente General en Jefe que impediría el ejercicio de otro presidente elegido por el Pueblo; si está de acuerdo con la amputación perpetrada por el cirujano Arcadio de Jesús a la altura del Artículo 42 de la Constitución Nacional; si está de acuerdo con que el presidente Chávez legisle una cuarta vez a punta de sus decretos.

Ningún otro ente que el Pueblo, la Corona, puede hacer eso. Es sólo de una mayoría del Pueblo el derecho de rebelión; sólo una mayoría de la comunidad tiene el «derecho indudable, inalienable e irrevocable de alterar, reformar o abolir» un gobierno contrario a la seguridad y prosperidad de la Nación. Este problema no es incumbencia de golpistas.

Tampoco es asunto de la oposición mineralizada o de su federación electoral, la Mesa de la Unidad Democrática. Ésta es una convocatoria que deben propiciar voces no alineadas, en asociación de cualesquiera venezolanos, inscritos o no en partidos, con un propósito único y finito: lograr la consulta al Enjambre Soberano de los ciudadanos de Venezuela.

Desde que este procedimiento fuera propuesto por vez primera (Parada de trote, 23 de julio de 2009), algunos opositores burocráticos han encontrado inconvenientes que aducen insinceramente, porque no vieron la salida primero. Ahora, cuando ya salieron de sus elecciones del 26 de septiembre, si no van a ayudar que no estorben.

LEA

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Para descargar el artículo en formato .pdf: Sí vamos a hacer algo

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Glosa de cuatro soles

¿Curándose en salud?

En el sitio web de Últimas Noticias ya no puede leerse la entrevista realizada al general Henry Rangel Silva, que le mereciera un cuarto sol sobre su charretera al jefe del Comando Estratégico Operacional, la suprema instancia militar del país, inferior únicamente al Comandante en Jefe de la Fuerza Armada Nacional, el Presidente de la República. En su lugar, aparece ahora la siguiente advertencia: Server Error in ‘/’ Application. The resource cannot be found. Description: HTTP 404. The resource you are looking for (or one of its dependencies) could have been removed, had its name changed, or is temporarily unavailable.

Lo que sí puede encontrarse es la oferta de un video—en realidad sólo una banda de audio con títulos frecuentemente infieles—colocado por el propio periódico en YouTube, en el que obviamente se ha editado las palabras del premiado y apremiado general. Hay una sección crucial de sus declaraciones que ha desaparecido. He aquí el «video»:

La tramposa selección hecha por Últimas Noticias deja en pie declaraciones que pudieran estirarse para argüir, oficialistamente, que Rangel Silva se ha atenido a una interpretación tolerable de la Constitución. De lo suprimido, sin embargo, hay registro, pues Noticias 24 tiene en su web el texto que fuera impreso en el periódico insignia, complaciente e interesado y medroso, de la Cadena Capriles. Las afirmaciones suprimidas, esfumadas, escamoteadas son las siguientes: “Los ataques están en la agenda de la oposición. El elemento Fuerza Armada históricamente ha sido utilizado para de alguna manera derrocar gobiernos… Ellos actúan apoyados por terceros países y eso afecta el nacionalismo. La hipótesis (de un gobierno de la oposición) es difícil, sería vender al país, eso no lo va a aceptar la gente, la FAN no, y el pueblo menos”.

En primer término, es realmente irónico que se postule la utilización de los militares para derrocar gobiernos como verdad histórica. Si acaso, pudiera sostenerse que tal cosa ocurrió—en una larguísima serie de golpes de Estado por los militares y para usufructo de militares—únicamente en 1945, cuando en su 18 de octubre se produjo un golpe en alianza de civiles (Acción Democrática) y militares para dar paso a un gobierno civil democráticamente electo (que de todos modos fue depuesto por militares el 24 de noviembre de 1948, en sólo nueve meses después de la toma de posesión de Rómulo Gallegos). Apartando esa única excepción, absolutamente todos los derrocamientos de gobiernos ocurridos en Venezuela—y son muchos, aunque menos que los de Bolivia—han sido emprendidos por militares sin que civil alguno los utilizara. Ellos utilizaron a los civiles, como Juan Vicente Gómez a Laureano Vallenilla Lanz o José Gil Fortoul. Hay que tener tupé para proponer esa absurda distorsión de la historia.

Luego, salta a la vista que Rangel Silva no se ha percatado de que el gobierno del Sr. Chávez actúa apoyado «por terceros países»—Cuba, principalmente, Bolivia, Argentina, Ecuador, Nicaragua—y que tampoco cree que tal cosa «afecta al nacionalismo».

Lo peor de su concepción, sin embargo, es que un gobierno de la oposición, a pesar de que viniera determinado y decidido por una mayoría popular, «sería vender al país», y que eso ameritaría el desconocimiento de un resultado electoral. Eso fue lo que verdaderamente Últimas Noticias ha intentado borrar.

Rangel Silva no tiene la menor base para suponer que un gobierno presidido por alguien que no comulgue con la política de Hugo Chávez negaría la inclusión social o la disminución de la pobreza, por una parte; por la otra, el gobierno de Chávez es excluyente, y hoy hay en el país más pobreza que nunca. Ha habido, sí, disminución de la pobreza durante el régimen chavista: la de gente como Antonini Wilson, por ejemplo, con quien Rangel Silva conversara—¿cuál era la razón militar, profesional, de su conversación?—luego de que fuera denunciado por la entrada ilegal de 800 mil dólares a Argentina en vuelo de PDVSA, o la pobreza de Walid Makled.

En el simplista mundo de Chávez, que ofrece como gastado pretexto, y el de personas aparentemente mesmerizadas por él, como Rangel Silva, todo aquel que repudie el modo de gobernar del primero es automáticamente un vendepatria, un golpista—como él—, un salvaje capitalista, un agente del imperio. La muy inmensa mayoría del país no es ninguna de esas cosas y, como quedó demostrado el 26 de septiembre, la mitad de ella está enfrentada al gobierno.

Es francamente un razonamiento muy defectuoso postular que el pueblo rechazaría un hipotético gobierno opositor, cuando la única manera de que llegara a constituirse es, precisamente, por una decisión de la mayoría de ese pueblo.

Sobre todo Chávez, sin embargo, deja traslucir él mismo sus temores. En el programa en el que anunciara el cuarto sol para Rangel Silva, dijo: “Siguen tratando de generar divisiones en la Fuerza Armada, en el pueblo, en el partido, y tratan de dividir para golpear, por eso nuestra respuesta debe ser, unidad, unidad y más unidad”.

¿A cuál división se refería? Sólo puede ser la división entre Rangel Silva y él mismo, puesto que la «unidad, unidad y más unidad», que prescribía con evidente angustia, se manifestaba con el premio del ascenso como antídoto de la división. Así se unía, se unía y se unía más a Rangel Silva.

El fundado temor de Chávez de perder las elecciones de 2012 fue destacado por Teodoro Petkoff en su programa por Globovisión. He aquí lo que expuso:

En las últimas «Líneas de Chávez» ha escrito el Presidente de la República, un mandatario con propensión usurpadora de la Corona que es el Pueblo:

La canalla ha convertido unas palabras de un soldado venezolano, palabras que expresan una firme posición de dignidad, en el pretexto para agredir a la Patria, transgrediendo lo que el buen sentido dictamina e insinuando cualquier tipo de intervención foránea contra Venezuela.

Esa canalla que aplaude todo lo que vomita desde Colombia un confeso narcotraficante en contra de los poderes nacionales, de nuestras instituciones y de compatriotas de dilatada trayectoria a los que me une la vergüenza patria y la vocación de servicio, es la misma canalla que pide que echemos a los leones al General Henry Rangel Silva, precisamente por diferenciarse años luz de aquella casta militar corrupta y complaciente* con los intereses apátridas.

Los párrafos citados vienen justamente después de alabar la intervención foránea de Cuba en Venezuela, pero lo sintomático es su alusión a lo que está dispuesto a cantar Walid Makled. Rangel Silva no nombró para nada a Makled en sus declaraciones a Últimas Noticias, hoy un archivo que could have been removed, had its name changed, or is temporarily unavailable. LEA

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* Respecto de ser complaciente: Un año antes de declararse marxista—“Lo asumo. Yo cuando asumo, asumo”—ante la Asamblea Nacional, hablaba allí mismo en ocasión similar (13 de enero de 2009). En uno de sus peculiares recuentos históricos, regresó a febrero de 1989, cuando Carlos Andrés Pérez asumía por segunda vez la Presidencia de la República. Chávez aludió específicamente al acto de toma de posesión de Pérez en el Teatro Teresa Carreño, el fastuoso acto que mereció el cognomento de “coronación”. Recordó Chávez, incluso, que Fidel Castro—su “padre”—estaba entre los circunstantes que aplaudían a Pérez. Entonces, el Presidente de la República dijo que él era quien aplaudía más frenéticamente—aunque por supuesto conspiraba ya activamente—para disimular y que se le tuviera por persona afecta al régimen. Esta confesión la expuso con orgullo satisfecho, como si el engaño fuera travesura meritoria, inmoralidad necesaria a la revolución que todo lo absuelve. (Ser marxista, 18 de julio de 2010). Él mismo, a confesión de parte, se mostró complaciente con Pérez, sólo que a su complacencia añadió la hipocresía.

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Ésas son puras mentiras* (Actualizado)

Manipulación enteramente inútil

Archivo de audio con la lectura del artículo: Ir a descargar

El Presidente de la República seudobolivariana de Venezuela me perdonará si no interpreto con fidelidad lo que dijo ayer, en la rueda de prensa a la que convocó representantes de la prensa extranjera, para un intento de controlar los daños que sufriera su anacrónica e inepta revolución el domingo 26 de septiembre. No vi prácticamente nada de esa rueda de prensa salvo el fragmento en el que la periodista Andreína Flores lo hace desvariar y contestarle con ataques personales, en una nueva exhibición de su pobreza argumental. Lo que conozco es la concisa y útil sinopsis que hiciera de ella Noticias 24, la que estimo fiel.

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Pone la nota de Noticias 24: “Chávez criticó a voceros opositores que se han adjudicado la victoria en las parlamentarias de ayer. ‘Esa es su naturaleza, (están) mintiendo, manipulando’, dijo”. Más adelante reporta: “Dijo entonces que la oposición logró 5.320.175 votos ayer, estableciendo una diferencia de más de 100 mil votos con respecto a las alianzas del oficialismo, que lograron 5.422.040 votos, aun cuando esto no era una elección nacional… ‘Ellos están sumando para sí más de 500 mil votos que corresponden a un conjunto de otros partidos que no son de la Mesa de la Ultraderecha’, aseguró Chávez”.

El presidente Chávez no tiene poderes sobrehumanos que le permitan conocer la naturaleza de nadie; ni siquiera tiene estudios de Psicología. La acusación de que quienes señalan que el domingo hubo más votos contra Chávez mienten y manipulan, en cambio, es una proyección clásica: el segundo más primitivo de los mecanismos de defensa psicológicos enumerados por Sigmund Freud. El presidente Chávez miente de modo consuetudinario, y con la misma frecuencia atribuye su conducta falaz a los que disienten de su política. Ya el 10 de agosto de 1998 escribí sobre esto un artículo (Yugo Chávez es un mentiroso) que publicó El Diario de Caracas, del que transcribo ahora unos pocos fragmentos:

Una de sus reiteradas explicaciones, cuando intenta defender su infeliz ocurrencia del 4 de febrero de 1992, es que el frustrado levantamiento de esa fecha se produce como rectificación “bolivariana” de los acontecimientos del 27 y el 28 de febrero de 1989. La lógica chavista procede más o menos de este modo: primero, Simón Bolívar había señalado que un ejército sería maldito si enfilaba las armas contra su pueblo; segundo, Carlos Andrés Pérez ordenó al ejército venezolano enfilar sus armas contra el pueblo en 1989; tercero, en consecuencia, la asonada del 4 de febrero no fue otra cosa que el castigo merecido por el pecado perecista.

Eso es mentira. Mentira dicha con el mayor desparpajo, con el mayor irrespeto por la inteligencia y la memoria de ese pueblo que él dice defender. Durante su breve prisión en el penal de Yare, cuando no preveía aún el posterior desarrollo de los acontecimientos y por tanto se encontraba algo descuidado, Hugo Chávez Frías admitió que el grupo que encabezó el intento de golpe de Estado de 1992 llevaba muchos años conspirando, por lo menos cinco años antes de que se produjeran los disturbios de 1989, la excusa que ahora ofrece como explicación.

Hugo Chávez Frías miente. Miente cuando dice y repite que el artículo 250 de la Constitución Nacional lo obligaba a la asonada. (Así declaró, por ejemplo, a la revista Newsweek en 1994). Hugo Chávez Frías miente. Porque el texto del artículo 250, que por sí solo constituye el Título XI (De la inviolabilidad de la Constitución) lo que dice en su primer inciso es lo siguiente: “Esta Constitución no perderá vigencia si dejare de observarse por acto de fuerza o fuere derogada por cualquier otro medio distinto del que ella misma dispone. En tal eventualidad, todo ciudadano, investido o no de autoridad tendrá el deber de colaborar en el restablecimiento de su efectiva vigencia”.

Veamos entonces. Hugo Chávez Frías estaría diciendo la verdad, por una parte, si el segundo gobierno de Carlos Andrés Pérez hubiera dejado de observar la Constitución por acto de fuerza o la hubiera derogado por un medio distinto del que ella misma dispone. Y es muy claro que ninguno de esos dos casos estuvieron presentes en 1992. Por otra parte, no creo que puede sostenerse que una conspiración militar, preparada largamente, puede ser entendida como una “colaboración” para el restablecimiento de la efectiva vigencia de la Constitución. Al contrario, nada hay más inconstitucional que la única acción notoria de Hugo Chávez Frías. (Artículo 115 de la Constitución: “Los ciudadanos tienen el derecho de manifestar pacíficamente y sin armas, sin más requisitos que los que establezca la ley”. Artículo 119: “Toda autoridad usurpada es ineficaz, y sus actos son nulos”. Artículo 120: “Es nula toda decisión acordada por requisición directa o indirecta de la fuerza, o por reunión de individuos en actitud subversiva”).

También manipula, para no decir que miente, el presidente Chávez cuando se refiere a la Mesa de la Unidad Democrática como la “Mesa de la Ultraderecha”. El partido COPEI, que antaño se ubicara al centro-izquierda, es hoy una organización de centro-derecha, como lo es Primero Justicia; ninguno de los dos puede ser ubicado sin faltar a la verdad en la derecha extrema. Los partidos Acción Democrática y Un Nuevo Tiempo, miembros como los anteriores de la MUD, son formaciones socialdemócratas, colocadas en el centro-izquierda. Los partidos Podemos, La Causa R y Bandera Roja son socialistas, organizaciones de izquierda. (Y el partido Patria Para Todos, que no pertenece a la MUD pero también se opuso al PSUV desde una postura socialista, tampoco puede ser considerado de derecha, mucho menos de ultraderecha. Si alguien manipula en estas cosas expertamente es Hugo Chávez).

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El domingo 26 de septiembre hubo más votos por candidatos que no eran del PSUV o sus aliados. Las cifras que ofreció el propio Presidente reflejan inequívocamente ese resultado. Más de la mitad de los votantes optó por rechazar la oferta oficialista, y esto es una realidad que el Presidente no podrá ocultar con ningún malabarismo, como tampoco el Consejo Nacional Electoral. (Cuadro de abajo con cifras totales definitivas del CNE).

Esto sí es una victoria de m...

Dice Noticias 24: “Chávez puso la jornada de ayer en cifras, indicando que las fuerzas aliadas al gobierno lograron el 59,39% de los diputados, mientras que la oposición logró 40% del parlamento”. Pero lo que Chávez oculta para su conveniencia es que en la Asamblea Nacional actuante el PSUV sienta a 139 diputados y esta vez logró elegir a 98; esto es una pérdida de 41 curules. Del lado opositor, la actual Asamblea tiene 11 diputados; la nueva tendrá 67 (65 MUD + 2 PPT), para una ganancia de 56 curules. (El oficialismo, no obstante, tiene una manera peculiar de sacar sus cuentas. Hoy reporta la web de Unión Radio declaraciones de la diputada electa al Parlamento Latinoamericano por el PSUV, Ana Elisa Osorio, quien dijo: “Hubo un decrecimiento, porque hoy en día sólo con el Partido Comunista y nosotros tenemos 98, y ellos llegaron a 65 después que tuvieron 80, así que realmente han venido perdiendo espacios”. De su propia pérdida parece no tener ningún conocimiento).

Que el PSUV alcanzó una votación mayor en mayor número de estados es verdad, pero la unidad de la democracia no es el territorio, es el ciudadano, y un mayor número de ciudadanos votó en su contra. Gracias a la redistribución sesgada de los circuitos efectuada por el CNE—así venga hoy la rectora Lucena, algo tarde, a defenderla con la cínica noción de que no se hizo para favorecer a nadie—, las zonas menos pobladas y desarrolladas del país quedaron sobrerepresentadas en la Asamblea. (Gustavo  Tarre Briceño no tiene razón, sin embargo, cuando dice que esto es inconstitucional, puesto que la Constitución garantiza la representación de las minorías, pero igualmente garantiza la personalización del voto, es decir, la elección nominal, sin indicar la proporción de la mezcla de ambos principios. Ver sobre el punto Elecciones de Asamblea Nacional en este blog).

Que la elección tuvo una estructura mayormente circuital, como la llama el Presidente de la República, es también cierto, pero verdad es asimismo que el presidente Chávez quiso que se interpretara como un plebiscito sobre su persona, y aseguraba (el 16 de septiembre) que  ya estaba en campaña para las elecciones de 2012 y que la elección de la Asamblea sería un preludio de lo que pudiera suceder en las elecciones presidenciales. No puede, por tanto, sin incurrir una vez más en la inconsistencia que le es tan característica, venir ahora con que las elecciones del pasado domingo eran circuitales y no deben ser interpretadas como un evento nacional.

Más aún: la campaña de los candidatos del PSUV fue asumida como una sola tarea colocada sobre los hombros universales y únicos de Hugo Chávez. Todavía cuelgan en las calles los carteles en los que el rostro del Presidente empequeñece el de los verdaderos candidatos. Y tan temprano como en mayo de este año, el fallecido Willian Lara, cuyo nombre fue escogido por el presidente Chávez para designar las operaciones de su aparato en la fecha electoral, definía el carácter único de la campaña. Leo en Correo del Orinoco del 10 de mayo:

Willian Lara, gobernador del estado Guárico y miembro del PSUV, hizo referencia a la campaña  única que realizarán las candidatas y los candidatos que resultaron ganadores en las elecciones internas del partido revolucionario, para participar en la contienda por los curules de la Asamblea Nacional que se efectuarán el próximo 26 de septiembre.

El periodista y Gobernador del estado Guárico indicó que los candidatos ganadores en los comicios internos no podrán realizar campañas políticas individuales, sino en equipo. En ese sentido, el militante de la organización revolucionaria resaltó que se conformará un comando nacional de campaña, el cual se regirá bajo los estatutos de la dirección nacional del PSUV.

“Este comando de campaña abarcará cada uno de los circuitos electorales y, por ende, en cada uno de los estados del país”, dijo Lara, al tiempo que precisó que se debe “hacer una sola campaña para no segmentar al electorado“.

Ahora, cuando una mayoría nacional ha votado contra los candidatos de la alianza encabezada por el PSUV, el presidente Hugo Chávez pretende que ese planteamiento centralista y único de la campaña, en ámbito nacional, sea olvidado. Ya no quiere que se le mencione lo que Lara y él dijeron.

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Curiosamente, el presidente Chávez escogió referirse ayer a dos temas ajenos a las elecciones del 26 de septiembre: el primero fue su reiterada invitación—más bien desafío—a la convocatoria de un referendo revocatorio de su mandato.

Noticias 24 reproduce sus palabras: “Si dicen que ya son mayoría, convoquen un revocatorio. Les hago un reto, como dicen que son mayoría, ya yo cumplí tres años de este período, tres años y medio, les hago un reto: convoquen a referéndum. ¿No son mayoría? Háganlo. ¿Por qué esperar dos años?”

Es un tema que se ha convertido para él en obsesión. Desde el año pasado anda en eso. La última vez que lo planteara fue el 2 de junio, cuando añadiera un elemento nuevo: “¿Por qué no llaman a un referendo revocatorio, si la constitución les da ese derecho? Aprovechan las elecciones y piden un referendo para el 26 de septiembre”. Noticias 24 reportó ese día: “Según Chávez, el Consejo Nacional Electoral está en capacidad de organizar la consulta revocatoria en 4 meses”.

La idea de celebrar el referéndum junto con las elecciones la había plagiado de este blog, que había propuesto el 31 de mayo, dos días antes de lo que Chávez presentó como su ocurrencia, lo siguiente:

…somos los Electores—10% del registro electoral—quienes debemos ocuparnos de la convocatoria. Somos nosotros quienes, por iniciativa popular, tendremos que causar la consideración, por parte de cada ciudadano hábil para votar, de esta pregunta: “¿Está usted de acuerdo con la implantación en Venezuela de un sistema político-económico socialista?”

Este blog anuncia que ya hay quienes estamos estudiando la ingeniería de la cosa, y que nos proponemos que la consulta tenga lugar exactamente el domingo 26 de septiembre de este mismo año. De este modo, no se exige un gasto adicional y un esfuerzo organizativo distinto al Consejo Nacional Electoral.

Y es que este referéndum sobre el socialismo fue propuesto por vez primera en la Carta Semanal #341—Parada de trote—de Dr. Político el 23 de julio de 2009. Se trata de un referéndum que el Presidente de la República habría podido convocar en Consejo de Ministros si hubiera tenido las agallas, a diferencia del revocatorio que no puede convocar contra sí mismo. De hecho, en este blog—leído, si no por él mismo (águila no caza moscas), por su Sala Situacional—le dije:

De modo, pues, Señor Presidente, que si Usted ha recomendado insistentemente a sus opositores organizados en partidos políticos la convocatoria de un referéndum revocatorio en Su contra, a Usted puede recomendársele recíprocamente, más bien exigírsele, que convoque Usted mismo, en acuerdo con Sus ministros, el referéndum consultivo sobre la conveniencia de instaurar en nuestro país un régimen político-económico socialista.

Si Usted cree verdaderamente en la democracia participativa, si Usted puede ver que la pretendida instauración modifica profundamente la estructura y el concepto del Estado venezolano y las costumbres de la Nación, si puede ver que Usted no tiene derecho de imponer tal cosa, por su gravedad, sin recabar la opinión del Soberano, entonces Usted no puede negarse a la inmediata convocatoria del referéndum descrito. Usted nos debe esa consulta; se la debe al Pueblo, el Poder que le supera. (Emplazamiento de Caracas, 8 de febrero de 2010).

El presidente desafiante, el político que se la pasa retando y profiriendo amenazas, optó por ignorar el razonable emplazamiento. No tuvo el valor de asumirlo; él, que acostumbra decir que asume.

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La segunda referencia presidencial a un asunto desconectado de las elecciones del 26 de septiembre fue el descarado, lastimero y repetido intento de que no se le tenga por golpista. Una vez más, la cita procede de Noticias 24: “Yo participé en una rebelión, si lo llaman golpe, está bien, lo acepto. La rebelión está diametralmente opuesta a los golpes de Estado; fue la juventud militar que se alzó contra los altos mandos”.

Cada vez que Hugo Chávez se refiere a los actos abusivos del 4 de febrero de 1992 cambia los matices, dice cosas distintas. Él recordará que nos vimos por primera vez en un desayuno durante la campaña presidencial de 1998, y que ya en esa ocasión le hice conocer mi opinión acerca de su criminal abuso. Tal vez, en cambio, no leyera un artículo con el que penetré la revista Zeta, algo premonitoriamente, un mes antes del Carmonazo. De él cito:

Esto dice, por ejemplo, la Declaración de Derechos de Virginia, de la que calcaba tres semanas después la Declaración de Independencia de los Estados Unidos: “…cuando cualquier gobierno resultare inadecuado o contrario a estos propósitos—el beneficio común y la protección y la seguridad del pueblo, la nación o la comunidad—una mayoría de la comunidad tendrá un derecho indubitable, inalienable e irrevocable de reformarlo, alterarlo o abolirlo, del modo como sea considerado más conducente a la prosperidad pública”.

El sujeto del derecho de rebelión, como lo establece el documento virginiano, es la mayoría de la comunidad. No es ése un derecho que repose en Pedro Carmona Estanga o un grupo de comandantes que juran prepotencias ante los despojos de un noble y decrépito samán. No es derecho de las iglesias, las ONG, los medios de comunicación o de ninguna institución, por más meritoria o gloriosa que pudiese ser su trayectoria. Es sólo la mayoría de la comunidad la que tiene todo el derecho de abolir un gobierno que no le convenga. El esgrimir el derecho de rebelión como justificación de golpe de Estado equivaldría a cohonestar el abuso de poder de Chávez, Arias Cárdenas, Cabello, Visconti, Gruber Odremán, Chacón y demás golpistas de nuestra historia, y esta gente lo que necesita es una lección de democracia. (3 de marzo de 2002, referido en Salir de la caja, 25 de marzo de 2004).

Pero todavía insiste desde su mala conciencia, aunque nadie le hubiera tocado ayer el tema, ni siquiera Andreína Flores. Con la negación: el más primitivo de todos los mecanismos freudianos de defensa. LEA

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*Ésas son puras mentiras. Los amigos invisibles. Ir a descargar
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