Zitmangebouw de Caracas
EPÍGRAFE LARGO E INSUFICIENTE
Cornelis Zitman (Leiden, 9 de noviembre de 1926). Escultor y dibujante holandés.
Biografía
Hijo de una familia de constructores de Leiden, ingresa en la Academia de Bellas Artes de La Haya a los 15 años. Al finalizar sus estudios, en 1947, rehúsa hacer el servicio militar por estar en desacuerdo con las acciones políticas holandesas en Indonesia y abandona el país a bordo de un petrolero sueco que lo llevará a Venezuela. Se instala en la ciudad de Coro, donde encuentra empleo como dibujante técnico en una empresa constructora. En su tiempo libre pinta y hace sus primeras incursiones en el campo de la escultura. Dos años después se traslada a Caracas, donde trabaja como diseñador de muebles para una fábrica de la que más tarde será director.
En 1951 recibe el Premio Nacional de Escultura. Comienza a dar clases de diseño en la Universidad Central de Venezuela, continúa dibujando y pintando. En 1958 expone un conjunto de pinturas y dibujos en la Galería de Arte Contemporáneo de Caracas. Decide abandonar la vida de empresario y se muda a la isla de Grenada, donde se dedica por completo a la pintura y comienza a afirmar su carácter de escultor. En 1961 viaja a Boston, Estados Unidos, para participar en una exposición de pintura y diseño. Ese mismo año regresa a Holanda con el deseo de estudiar las técnicas de fundición. En 1964 trabaja como aprendiz en la fundición del escultor Pieter Starreveld y regresa definitivamente a Venezuela contratado por la Universidad Central como profesor de diseño. Al año siguiente comienza a trabajar de manera más intensiva en la escultura de pequeño formato modelada directamente en cera. En 1971 expone por primera vez en la Galerie Dina Vierny de París y, a partir de entonces, se dedica exclusivamente a la escultura. En los años siguientes lleva a cabo varias muestras individuales en Venezuela, Francia, Suiza, Holanda, Estados Unidos, Japón, etc. y obtiene varios premios nacionales e internacionales.
Algunas de sus obras se encuentran en colecciones particulares y museos de varios países, como las de la Galería de Arte Nacional de Caracas y el Museo de Arte Contemporáneo de Caracas de Venezuela, y el Musée Maillol de París.
Características de su obra
Sus esculturas tratan de reproducir y exagerar la morfología de los indígenas de Venezuela, especialmente la figura femenina.
Premios y exposiciones
Zitman ha participado en varias exposiciones internacionales como la Bienal de Escultura de Budapest y la Bienal de São Paulo, la FIAC de París y la feria ARCO de Madrid. Entre sus exposiciones individuales cabe destacar las realizadas en la Galerie Dina Vierny de París, el Museo de Arte Contemporáneo de Caracas, la Galería Tokoro de Tokio, el Museo de Arte Moderno de Bogotá y el Museo Beelden aan Zee de Scheveningen, Holanda.
Cornelis Zitman ha obtenido diversos premios, entre los cuales se encuentran el Premio Nacional de Escultura del Salón de Artes Plásticas de Caracas (1951), el Primer Premio de la Bienal de Escultura de Budapest (1971), el Premio Adquisición del Museo de Arte Contemporáneo de Caracas en la Bienal de Artes Visuales (1981) y el Premio Especial del «Kotaro Takamura Grand Prize Exhibition» del Museo Hakone, Tokio (1982). En 2005 fue condecorado con la Orden del León Neerlandés.
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Para hacer un punto en 1984: poner de manifiesto la inversión de las posiciones de dos personas acerca del tiempo de una gebouw política, traje a colación—DRAE: Cotejo que se hace de una cosa con otra—la aventura de Vera y Cornelis Zitman. Relaté el episodio en KRISIS: Memorias prematuras:
Cornelis y Vera Zitman son dos holandeses que han elegido a Venezuela por hogar. Cornelis es un gran escultor; Vera es una fina artista; ambos son seres humanos extraordinarios. Ya habían vivido en Venezuela cuando regresaron a Holanda. Luego, Cornelis fue invitado por la Facultad de Arquitectura de la Universidad Central de Venezuela. Cornelis se vino solo y dejó a Vera en Holanda. Acá encontró un día las ruinas de un viejo trapiche, en los terrenos de la antigua hacienda La Trinidad. Le pareció que allí debería construir una casa, cosa que hizo luego, pues hoy en día vive en una hermosísima residencia que es prueba de la sensibilidad suya y la de su esposa. Pues bien, mientras Vera estaba todavía en Holanda, Cornelis empezó a decirle en sus cartas que se viniera a Venezuela. Vera escribía todo lo contrario y le dio mil razones para que se regresara a Holanda. Al cabo de unos meses de correspondencia resultó que ambos habían sido igualmente persuasivos: ¡Cornelis estaba convencido de regresarse a Holanda y Vera estaba convencida de venirse a Venezuela!
Gracias a Vera o a la elocuencia de su marido, Venezuela tiene el orgullo de que esta pareja excepcional, ese Artista haya escogido a Venezuela como patria. A pesar de la Orden del León Neerlandés, que lo convierte en ruiter (caballero, jinete) de la Corona Holandesa—muy pichirre; cuando Cornelis decida morir tendrá que devolverse la condecoración y la dignidad, que no es hereditaria—, el gentilhombre de La Trinidad es un demócrata cabal. Una vez, se le pidió que propusiera un grupo escultórico que se colocaría frente a la entrada del Consejo Supremo Electoral. Cornelis presentó una maqueta de varias figuras muy desnudas y excitadas con buenas piedras en las manos, en representación del pueblo, de pie sobre un piso repleto de pedruscos. Naturalmente, jamás se le encargó la escultura de la obra.
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Hace poco me escribió para solidarizarse con la defensa de José Antonio Abreu y Gustavo Dudamel, asumida por Carolina Jaimes Branger. A pesar de su energía de titán, Cornelis se excusó con la más grande delicadeza por ser un holandés que no tendría derecho de opinar sobre asuntos venezolanos. A este gigante respetuoso le aseguré que él, que había escogido a esta tierra para poner sobre ella su hogar, dándonos pretexto entonces para el mayor orgullo, tenía más derecho y autoridad que muchos nacidos en ella. «Que haya gente o políticos entre nosotros que pueden ser tan radicales, estúpidos y atrevidos de criticar al amigo Maestro Abreu y su discípulo Gustavo Dudamel es una vergüenza nacional», había escrito.
Horas después de su comunicación se formó en mi cabeza una pregunta que, extrañamente—quizás porque Cornelis es enteramente natural, una fuerza de la naturaleza que no requiere explicación de su existencia—, nunca me había hecho en cuarenta y tres años de amistad. ¿Por qué este Ulises, este héroe de la belleza más poderosa, este insólito condensado de humanidad escogió a Venezuela como casa? ¿Es que no hay otros países de hermoso paisaje? ¿Es que no hay ciudades de mayor refinamiento cultural que la caraqueña, más llenas de museos y galerías, más desarrolladas? ¿Qué sacaba a cambio Cornelis Zitman, al trabajar con sus manos para restituir ruinas sepultadas y convertirlas en casa bellísima y hospitalaria? ¿No hubiera podido hacer lo mismo en su tierra de origen o, si es que prefería el sol y los buenos rones, en alguna isla caribeña, como Grenada o Barbados, donde también residió con los suyos?
Creo tener la respuesta. Cornelis vio algo único en el alma venezolana. Él, que entró a Venezuela por la Coro que fundara Juan de Ampíes en 1527—adonde vino de Holanda a casarse con él Vera Roos, el mayor amor de su vida—conoció en esa ciudad colonial a su segundo gran amor: Venezuela. Pero no sólo la Venezuela física, que por supuesto ama, sino al espíritu amistoso, optimista, fraternal y llano de los naturales de nuestra patria. Es nuestra alma, hasta no hace mucho unánimemente amable, la que encontró después en sus alumnos y colegas de la Universidad Central de Venezuela y el Instituto de Diseño de la Fundación Neumann-INCE, en obreros entusiastas, empresarios progresistas y artistas nobles y sabios. Es nuestra gente lo que cautivó a Cornelis y Vera. Se quedaron en Caracas por nosotros.
Esta gente es hoy presa de una neurosis política. La prédica del odio y la exclusión resentida ha envenenado el alma del país, antaño dulce. A la cesación del régimen sembrador de cizaña—y para esto no falta mucho—habrá que untar ungüento calmante y sanador al corazón de los venezolanos, hoy hartos del pernicioso e inútil conflicto.
Cornelis y Vera han apostado a esa cura. Por eso no se han ido. LEA
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Actualización: lectura de parte de esta entrada en el programa #91 de Dr. Político en RCR, el 19 de abril de 2014:
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El programa Valores Humanos, la cátedra abierta desde la que Arturo Úslar Pietri—de cuya muerte se cumplirá una década dentro de cinco días—nos dio civilización, tuvo dos etapas, cada una de ellas con un tema musical asociado. La memoria más reciente recuerda que los primeros compases del primero de los conciertos, Primavera, de Las cuatro estaciones de Vivaldi, anunciaban y cerraban la enseñanza televisada de cada semana. Pero el tema musical de la etapa primera, escogido por Úslar, era la conclusión triunfal de la Quinta Sinfonía de Tchaikovsky. (Valores Humanos comenzaba con los compases que arrancan a los 10′ 05″ del archivo de audio que sigue).
A ti, Artista; a ti, Valor Humano; a ti, entrañable Amigo, ofrezco el movimiento final de esa obra bella, sonado por la Orquesta del Concertgebouw Real de Ámsterdam, la mejor orquesta del mundo, que dirigía Bernard Haitink, tu compatriota.
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