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En momentos cuando la revista Time se dispone a llevar a su portada la efigie de Hugo Chávez como «Hombre del Año» 2006—de continuar las tendencias en una votación al efecto—vale la pena destacar una figura distinta, que a lo largo de los años, y sin la estridencia de discursos efectistas, ha traído al mundo más progreso que el que Chávez será capaz de producir entre 1999 y 2021. Me refiero al banquero de los pobres, Muhammad Yufus, el economista de Bangladesh que fundó y ha dirigido el Banco Grameen, cuyos programas crediticios han significado el abandono de la pobreza para millones de personas desatendidas por la banca convencional, especialmente mujeres.

Y no es que Yufus no tenga qué decir. En su discurso de aceptación del Premio Nóbel de la Paz en Oslo, hace cinco días, habló bien y claramente: «La pobreza es una amenaza a la paz», dijo al recibir el premio que compartiera con la institución creada por él. Yufus destacó que según los acuerdos entre jefes de Estado en las Naciones Unidas en el año 2000, el nuevo milenio había comenzado con el sueño de reducir a la mitad la pobreza del mundo en sólo quince años. «Pero luego vino el 11 de septiembre y la guerra de Irak, y de pronto el mundo se descarriló de la búsqueda de este sueño, y la atención de los líderes mundiales se desplazó de la guerra a la pobreza a la guerra al terrorismo. Creo que no puede derrotarse al terrorismo mediante la acción militar», añadió, al especificar que los Estados Unidos han gastado ya 670 mil millones de dólares en la guerra de Irak, o más de 100 dólares—215.000 bolívares CADIVI—por cada habitante del planeta.

Para que su posición fuese meridianamente clara expuso que el terrorismo debía ser condenado en los términos más fuertes, y el mundo atacar este mal de raíz: «Creo que alcanzar recursos para mejorar las vidas de la gente pobre es una mejor estrategia que gastarlos en cañones».

Una segunda advertencia a los Estados Unidos fue la proferida por Kofi Annan, en un discurso que ha funcionado como su despedida del cargo de Secretario General de las Naciones Unidas. Hablando un día después que Yufus en el Museo Harry Truman de Missouri, dijo Annan: «Ninguna nación puede hacerse a sí misma segura buscando la supremacía sobre los demás. Todos compartimos la responsabilidad por la seguridad del otro, y sólo trabajando para lograr la seguridad de los demás podemos esperar el logro de la seguridad duradera para nosotros mismos».

Dos gallos que cantan claro.

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