El hombre del día

El hombre del día

 

Es la hora de Jesús Torrealba. Tiene por delante una oportunidad de las que pocas veces se presentan en la vida: la posibilidad de conducir la metamorfosis de una organización política que, con logros importantes, todavía no ha sido capaz de convencer al número suficiente de electores como para superar el planteamiento socializante. En principio, lo viejo cabe dentro de lo nuevo pero no lo nuevo dentro de lo viejo:

…necesitamos nuevos contextos, nuevas organizaciones, para el aprovechamiento inteligente y concentrado de mucho talento político nacional. No es lo más eficaz, con perdón de la inscripción de Jon Goikoetxea en Primero Justicia, el procedimiento inverso de colocar un elemento nuevo en un ambiente viejo. El gurú de la sociología de la comunicación y la modernidad que fuera Marshall MacLuhan tuvo esto muy claro, y sugirió que un sillón Luis XV podía lucir estupendamente en el más moderno pent house de Manhattan, pero que un computador en el Palacio de Versalles reventaría su ambiente de un modo chocante e incomprensible. (Principal virtud, 19 de febrero de 2009).

Pero hay circunstancias en las que es posible detonar una transformación de lo antiguo. Así actuó, para bien de su país y el mundo entero, Mijaíl Gorbachov. Miembro del Partido Comunista soviético—fue su Secretario General a partir de 1985—, inició las reformas que terminarían la era del comunismo ruso; esto es, desde dentro del propio monstruo provocó su superación. Si Torrealba se limita a gerenciar el mismo negocio de antes, sin más aporte que su prestigiosa trayectoria de líder comunitario, su «apoliticidad»—que ha representado un refrescamiento instantáneo de la esperanza y el entusiasmo opositor—, sus dotes de comunicador, sin más que un giro estilístico, poco se habrá logrado. Claro que el solo deterioro del apoyo al gobierno pudiera redundar en un triunfo decisivo de la Mesa de la Unidad Democrática, pero esto ocurriría por rechazo de la incompetencia del gobierno presidido por Maduro, antes que por excelencia de la MUD. Claro que visto el desagrado casi universal en la ciudadanía, la tentación de conformarse con cualquier cosa que derrote al madurismo es muy grande, pero el alivio podría ser efímero. La ambición debe ser mayor que la suplantación del horror por la mediocridad.

Torrealba llega a la misma posición por segunda vez. En 2003 y 2004 se desempeñó como Coordinador y vocero de la Coordinadora Democrática, funciones que dejó abruptamente luego del fiasco del referendo revocatorio. (Es conjetura enteramente personal e indocumentada que, si los directivos de la organización de la que la MUD es hija única hubieran hecho más caso a Torrealba, las cosas hubieran sido bastante mejores). Ya en aquel momento destacaba por la claridad y contundencia de sus participaciones públicas. He aquí una muestra; el 2 de diciembre de 2003 declaró a una emisora colombiana, luego de que Súmate hubiera logrado recoger más de tres millones y medio de firmas para convocar ese referendo:

(La postura expresada por Torrealba en esa ocasión demuestra que entonces la oposición respetaba al árbitro electoral, y que admitió los controles que el Consejo Nacional Electoral impuso a ese proceso, lo que hoy en día es cuestionado por Voluntad Popular. El numeral quinto del Artículo 293 de la Constitución dice que es función del CNE «La organización, administración, dirección y vigilancia de todos los actos relativos a la elección de los cargos de representación popular de los poderes públicos, así como de los referendos»).

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La aceptación de la tarea de coordinar la MUD por parte de Torrealba se conoció el pasado 24 de septiembre, dos días después de que la organización decidiera encargársela. En total ignorancia de que esta secuencia se daría, tuve el atrevimiento de sugerir en la edición #110 de Dr. Político en RCR (13 de septiembre) que convendría a la MUD traer un nuevo Secretario Ejecutivo que viniera con un programa de cambio, y que la modificación esencial sería un cambio de misión: en lugar de ser una mesa para unir a la oposición, que se propusiera serla para unir al país.

Hace unos días, en un sorprendente ejercicio de lucidez, por lo demás habitual en él, el Dr. Ramón J. Velásquez dibujó con hábil pincel grueso el trayecto histórico que nos ha traído a este insólito momento. Con toda la intención trazó la rúbrica de cierre: “El resultado de todo esto es que el país está dividido”. ¿Unir a “la oposición”, cuando la mitad de la nación no le está afiliada, sería la estrategia adecuada? Tal vez, pero la tarea política profunda es la de unir a ese país dividido. (Principal virtud).

En el fondo, es la «falla de origen» de la Mesa de la Unidad Democrática concebirse como una estructura de oposición, alienada en función de la existencia del enemigo. En marzo de 2011 dijo Henry Ramos Allup: “La política suele hacer extraños compañeros de cama. Hoy compartimos propósitos, no ideales ni visiones”, y el propósito era salir de Chávez. Desde 1998, el protocolo de actuación opositora fue acusar a Chávez y ahora lo es acusar a Maduro, varias veces al día. Pero lo que había que hacer era no tanto acusarlos sino refutar su discurso, y proponer una lectura clínica desde un plano discursivo superior; en otras palabras, más que oponerse a Chávez y su heredero, superponérseles.

Ahora podría cambiar Torrealba las cosas, y para lograrlo debiera procurar la metamorfosis—DRAE: Transformación de algo en otra cosade la Mesa de la Unidad Democrática. Y es ahora, ya mismo, cuando debe intentarlo; a corto plazo, la MUD no podría pagar el costo político de prescindir de Torrealba; sería la garantía de su dispersión. Es ahora cuando puede exigir e imponer.

El trabajo metamórfico es éste: convertir la Mesa de la Unidad Democrática en el Movimiento de la Unidad Democrática. No sólo se trata de preservar las siglas; el asunto es dejar atrás el esquema de organización de organizaciones, de «movimiento de movimientos», para establecer un movimiento de ciudadanos. Si el objetivo no fuera el de unir a la oposición sino el de unir al país, toda la cosa cobraría un sentido profundo y podría augurársele éxito. En 2016, Torrealba tiene que estar en capacidad de presentar un logro concreto: que el oficialismo haya perdido su mayoría en la Asamblea Nacional luego de las inminentes elecciones. Tal meta es alcanzable, pero hay que trabajar, y buena parte de ese trabajo es educativo. No hace falta convencer de esto último a quien es egresado del Instituto Pedagógico Nacional. LEA

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