Navidad 2013

Vasily Polenov: Belén (1882)

Vasily Polenov: Belén (1882)

 

Quien no tenga la Navidad en su corazón nunca la encontrará bajo un árbol. Roy L. Smith

No hay nada más triste en este mundo que despertarse la mañana de Navidad y no ser un niño. Erma Bombeck

Dejé de creer en Papá Noel cuando tenía seis años. Mi mamá me llevó a verlo en una tienda por departamentos y él me pidió un autógrafo. Shirley Temple

La Corte Suprema ha dictaminado que no puede haber una escena de la Natividad en Washington DC. No fue por razones religiosas; es que no pudieron encontrar tres hombres sabios y una virgen. Jay Leno

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La Navidad y la música se llevan muy bien. (Ver en este blog No hay navidad sin cascanueces, Poco ruido y muchas nueces y Puer est natus in Bethlehem). Los venezolanos lo hemos aprendido desde niños a punta de aguinaldos y gaitas.

Aquí está un conjunto de piezas navideñas o decembrinas (la segunda es una excepción, metida de contrabando por razones muy delgadas). La combinación no tiene otro propósito que desear a los visitantes de este blog una Feliz Navidad.

Es conveniente comenzar por música desnuda de adorno orquestal, como lo es el canto gregoriano. El Coro de Monjes Benedictinos de Santo Domingo de Silos canta Genuit Puerpera Regem (Ha nacido el Niño Rey):

Genuit Puerpera Regem

Ahora, con el pretexto de los monjes, En el jardín de un monasterio, la pieza de música clásica ligera que lanzó a la fama al inglés Albert Ketelbey en 1915, es interpretada por la Orquesta del London Promenade que dirige Alexander Faris.

En el jardín de un monasterio

La hermosa y tranquilizante obra que sigue es el cuarto movimiento—Andante religioso—de la Suite al viejo estilo En tiempos de Holberg, de Edvard Grieg, compuesta originalmente para piano y luego orquestada por el compositor para conmemorar el segundo centenario del nacimiento del humanista noruego-danés Ludvig Holberg, y este caballero nació el 3 de diciembre de 1684. Herbert von Karajan conduce a la Orquesta Filarmónica de Berlín.

Andante religioso

Antes ha venido a este blog la pieza navideña Villancico de las campanas (o Campanas de Ucrania), y en esta ocasión se presenta en versión puramente orquestal a cargo de la Orquesta de Filadelfia dirigida por Eugene Ormandy. Su compositor es Mikola Leontovich.

Villancico de las campanas

En 1930, el año de su matrimonio, el maestro venezolano Juan Bautista Plaza compuso Campanas de Pascua, obra que terminaría de orquestar ocho años después. Pablo Castellanos dirige a la Orquesta Filarmónica Nacional.

Campanas de Pascua

Los músicos de Filadelfia y Eugene Ormandy retornan para ofrecernos Epifanía (La Befana), el movimiento que cierra la suite sinfónica Feste romane, de Ottorino Respighi.

Epifanía

La obra siguiente, El idilio de Sigfrido, fue interpretada por primera vez el 25 de diciembre de 1870. Es pieza compuesta por Richard Wagner como obsequio de cumpleaños para su esposa, Cósima Liszt, quien, aunque nacida el 24 de diciembre de 1837, lo celebraba siempre en día de Navidad. Horst Stein conduce a la Orquesta Sinfónica de Bamberg.

El idilio de Sigfrido

Los actos I y II de La bohème, de Giacomo Puccini, ocurren en noche de Natale, y es el segundo acto el que despliega los festejos estacionales del grupo de amigos bohemios en el Café Momus. Cristina Gallardo Domas, Marcelo Álvarez y Hei Kyung Hong, entre otros, cantan bajo la dirección de Bruno Bartoletti y con el acompañamiento de la Orquesta del Teatro alla Scala.

La bohème

No podía faltar acá, naturalmente, una nueva referencia a Cascanueces, el ballet navideño por excelencia de Pyotr Illich Tchaikovsky. Antal Doráti, uno de los mejores intérpretes de la música del ruso, dirige a la finísima Orquesta Real del Concertgebouw de Ámsterdam. Lo que sigue es un ensamblaje de la Coda, el Pas de deux y el Vals final y Apoteosis del último acto.

Cascanueces

Para cerrar con imágenes, he aquí el video de una de las sorpresas musicales callejeras organizadas por el catalán Banco Sabadell. No sólo en Venezuela se patina en Navidad. Así lo demuestra un grupo de jóvenes mientras suena primero el rock and roll y luego el Allegretto de la Séptima Sinfonía de Ludwig van Beethoven:

 

 

Joyeux Noël. LEA

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El concierto de Francisco

Michelangelo Merisi da Caravaggio: La incredulidad de Sto. Tomás

Michelangelo Merisi da Caravaggio: La incredulidad de Santo Tomás (clic sobre la imagen para ampliarla)

 

Por «invitación» de José Rafael Revenga, quien me introdujo a la poesía de Gerard Manley Hopkins

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En música amo a Mozart, obviamente. Aquel ‘Et Incarnatus est’ de su Misa en Do es insuperable: ¡te lleva a Dios! Me encanta Mozart interpretado por Clara Haskil. Mozart me llena: no puedo pensarlo, tengo que sentirlo. A Beethoven me gusta escucharlo, pero prometeicamente. Y el intérprete más prometeico para mí es Furtwängler. Y después, las Pasiones de Bach. El pasaje de Bach que me gusta mucho es el Erbarme Dich, el llanto de Pedro de la Pasión según San Mateo. Sublime. Después, a distinto nivel, no de la misma intimidad, me gusta Wagner. Me gusta escucharlo, pero no siempre. La Tetralogía del anillo, dirigida por Furtwängler en la Scala el año 1950 es lo mejor que hay. Sin olvidar Parsifal dirigido el ’62 por Knappertsbusch”.

Francisco I – Entrevista de Civiltà Cattolica

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El gusto musical de Francisco I privilegia las piezas vigorosas, heroicas, prometeicas. Parece haber cristalizado en las décadas de 1950 y 1960, a juzgar por las grabaciones que más valora, y esto indica que su formación jesuítica fue crucial en el proceso: empezó su noviciado en 1958 y fue ordenado sacerdote en 1969 (aunque tomó sus votos perpetuos en 1973). Si tal cosa es un indicador de su personalidad, habrá que esperar un papado épico; quizás se habría entendido mejor con Hugo Chávez que con Nicolás Maduro.

Todos los compositores que nombró en su famosa entrevista a Civiltà Cattolica, por otra parte, son germánicos: Mozart (austríaco), Beethoven, Bach, Wagner (alemanes). Antes, descubrió sus aficiones literarias: Dostoyevsky, Hölderlin (otro alemán), Manzoni (por fin alguien próximo a su apellido italiano) y Gerard Manley Hopkins, converso inglés y jesuita como el Papa actual:

Glory be to God for dappled things—
For skies of couple-colour as a brinded cow;
For rose-moles all in stipple upon trout that swim;
Fresh-firecoal chestnut-falls; finches’ wings;
Landscape plotted and pieced—fold, fallow, and plough;
And all trades, their gear and tackle and trim.

All things counter, original, spare, strange;
Whatever is fickle, freckled (who knows how?)
With swift, slow; sweet, sour; adazzle, dim;
He fathers-forth whose beauty is past change:
Praise him.

Pied Beauty (Belleza multicolor, 1877)

La placa Hopkins (clic amplía)

La placa Hopkins (clic amplía)

Este último poeta pareció tener tendencias homosexuales, centradas en Digby Mackworth Dolben, a quien conoció en 1865. Le dedicó una secuencia de sonetos publicada bajo el título The beginning of the end:

The sceptic disappointment and the loss
A boy feels when the poet he pores upon
Grows less and less sweet to him, and knows no cause

Hopkins pasó por esa turbación de alma que concluyó en 1867, cuando Dolben murió ahogado, y en todo caso el episodio es de su vida anglicana, antes de su conversión al catolicismo. Pero tal vez la elevación de espíritu manifiesta en sus poemas sea lo que mueve a Francisco I a admirarlo, y a declarar:

Durante el vuelo en que regresaba de Río de Janeiro dije que si una persona homosexual tiene buena voluntad y busca a Dios, yo no soy quién para juzgarla. (…) Una vez una persona, para provocarme, me preguntó si yo aprobaba la homosexualidad. Yo entonces le respondí con otra pregunta: «Dime, Dios, cuando mira a una persona homosexual, ¿aprueba su existencia con afecto o la rechaza y la condena?» Hay que tener siempre en cuenta a la persona. Y aquí entramos en el misterio del ser humano. En esta vida Dios acompaña a las personas y es nuestro deber acompañarlas a partir de su condición.

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He aquí un concierto según el programa elaborado por Jorge Mario Bergoglio, Papa, con las grabaciones que especificó y otras que se aproximan a sus gustos y son de la época que prefiere.

Stader

Stader

Primero que nada, de la Gran Misa en Do menor (KV 427) de Wolfgang Amadeus Mozart, un fragmento del Credo: Et incarnatus est, en la voz de María Stader, a quien acompaña la Orquesta Sinfónica RIAS de Berlín que dirige Gustav König. La grabación es de 1957.

Et incarnatus est

Haskil

Haskil

El papa Francisco dijo amar a Mozart, lo que me permitió saludar a Gustavo Sucre Eduardo S. J. con la noticia el mismo día de la publicación de la entrevista (19 de septiembre) en las revistas jesuitas de todo el mundo. Para el padre Sucre,* hay buenos compositores, grandes compositores y luego está Mozart. (Atendió mi llamada y me hizo notar con típico humor que el Papa es infalible). Francisco I expresó su preferencia por las interpretaciones de Clara Haskil de la música mozartiana. Pongo, pues, el 1er. movimiento del poderoso Concierto para piano y orquesta #20 en Re menor (KV 466), tocado por ella en 1950 junto con la Orquesta Sinfónica de Winterthur conducida por Henry Swoboda.

Allegro

Ingeniero de la película Prometeo

De la película Prometeo (clic amplía)

El Sumo Pontífice llamó prometeico (el más) a Wilhelm Furtwängler, el gran director de orquesta alemán, luego de decir que le gustaba escuchar a Beethoven prometeicamente. Es seguramente una de sus cumbres interpretativas la versión que grabó en 1954 de la Quinta Sinfonía (op. 67 en Do menor), con la Orquesta Filarmónica de Berlín. He aquí su primer movimiento.

Allegro con brio

Ludwig

Ludwig

Después de Mozart y Beethoven no podía hacer otra cosa que nombrar a Johann Sebastian Bach, de cuya obra cumbre—La Pasión según San Mateo—escogió evocar el aria Erbarme dich, el llanto de Pedro: Erbarme dich, mein Gott, um meiner Zähren willen! («¡Ten piedad, Dios mío, considerando mis lágrimas!»). En la versión que sigue, Otto Klemperer dirige en 1962 a la Orquesta Philharmonia para acompañar a la finísima mezzosoprano Christa Ludwig.

Erbarme dich

Furtwängler

Furtwängler

Konetzni

Konetzni

Entonces acude dos veces a Richard Wagner: primero, con un aprecio general por la tetralogía de El anillo de los nibelungos en manos de Furtwängler, cuando la dirigió en Milán en 1950 con la Orquesta de la Scala. Es de esta ejecución, grabada en vivo, la Escena final de El ocaso de los dioses, la ópera que cierra el épico ciclo. La estupenda mezzosoprano Hilde Konetzni canta acá la desolada meditación de Gutrune a la muerte de Sigfrido; luego, la orquesta magistralmente conducida por Furtwängler se encarga de cerrar el tercer acto, la ópera y la tetralogía con un trozo de música suprema. En él resurge el leitmotiv de la redención por el amor, en lo que, a juicio de quien escribe, es el momento más sublime de toda la música occidental.

 Götterdämmerung – Escena final

Knapperstbusch

Knappertsbusch

La última cosa musical que menciona Francisco I es la última ópera wagneriana, Parsifal, el héroe de la búsqueda del Santo Grial, y especifica la versión de Hans Knappertsbusch en 1962. Es la que se trae acá; dirige nada menos que la Orquesta del Festival de Bayreuth. (Es en esta ciudad de Franconia donde se escenifica anualmente un festival para representar exclusivamente las óperas de Wagner). He aquí, para el final del concierto franciscano, la Escena final de la ópera postrera.

Escena final de Parsifal

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Encore: Francisco I, una vez que cesaron sus confesiones musicales, declaró que su película favorita era La strada, obra cimera de Federico Fellini (1954). El video insertado a continuación trae imágenes del filme mientras suenan sus bellísimos temas musicales.


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Crucifixión blanca

Crucifixión blanca

El pintor favorito del papa Francisco es Caravaggio, y Marc Chagall, en especial su Crucifixión blanca, lo conmueve. De ese ajusticiamiento portentoso nace la fuerza del cristianismo, de la idea del sacrificio de Dios para salvarnos de la condenación. Caravaggio pinta la herida—que mana Lumen fidei y convence a Tomás—en el costado de Jesús, pero ha habido en el mundo mucha gente cuyo sufrimiento fue más doloroso que la cruz. Hay hoy muchas más heridas, y más profundas heridas; Francisco lo sabe, y es eso lo que le ocupa. LEA

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* …Gustavo Sucre S. J., verdadera columna vertebral de la Universidad Católica Andrés Bello, su Decano de la Facultad de Economía y su Secretario por muchos años. La universidad quiso premiarle con un especialísimo Doctorado Honoris Causa en Derecho pues, como cuenta el jurista José Luís Aguilar Gorrondona, quería ser abogado y sacrificó su interés al de la universidad, que tenía demasiados hombres de leyes cuando carecía de quienes supieran ciencia económica. No hay misas que den más paz y más sucintas que las que oficia, en cuyos escuetos y pertinentes sermones nunca falta una balsámica nota de humor. (Del prólogo al libro Alicia Eduardo – Una parte de la vida, de Nacha Sucre).

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Para empezar…

Así se dice próxima apertura en catalán

Así se dice próxima apertura en catalán

Hay piezas musicales que son portaestandartes. Abren una colección de piezas, una ópera, un ballet u otra clase de obras. He aquí unas cuantas instancias.

Prekudio al Te deum: parte de violín

Prekudio al Te Deum: parte de violín

Comencemos por la Introducción al Te Deum en Re mayor, H. 146, de Marc-Antoine Charpentier (1643-1704). Tal como es de esperar, es una música alegre: un Te Deum es un himno de acción de gracias, propio de celebraciones. (En Tosca, de Puccini, el Primer Acto cierra con uno equivocado; el oficialismo italiano de la época—el barón Scarpia incluido—celebra lo que creyó una victoria contra Napoleón, pero la cosa resultó al revés, y esto último se revela en el Acto Segundo). Charpentier descolló en el Barroco por la calidad de sus composiciones; para muestra, este botón que no por nada fue escogido por la Unión Radiofónica Europea como su tema insignia. Aquí lo interpreta la Orquesta de Cámara Inglesa conducida por Raymond Leppard.
Te Deum

El Rey del Barroco musical, tal vez de toda la música occidental, es el grandísimo Johann Sebastian Bach (1685-1750). Cuatro fueron las suites orquestales que compuso, y a ellas se las llama en alemán Ouvertüren, pues todas tienen como número inicial una obertura, que ya no preludiaba una ópera sino una suite de danzas u otras piezas. Ese término se emplearía más adelante para designar obras independientes que presagiaban la forma que se conocería como poema sinfónico. (Por ejemplo, la pieza perfecta de Tchaikovsky: la Obertura-Fantasía Romeo y Julieta). Aun así, se suponía que debían iniciar un concierto, delante del resto de las piezas que lo compusieran. De la Suite Orquestal#3 en Re mayor (BWV 1.068) de Bach, escuchemos su grandiosa Obertura por la Akademie für Alte Musik de Berlín con la dirección de Bernhard Forck.
Suite Orquestal #3

El tercer gran líder—Mozart fue el segundo—de la música noble de Occidente, Ludwig van Beethoven (1770-1827), compuso varias oberturas: Egmont, Coriolano, Leonora I, II y III, Las ruinas de Atenas, La consagración de la casa… Su ópera principal es Fidelio, para la que compuso una obertura que aquí escucharemos en versión de Riccardo Muti al frente de la Orquesta de Filadelfia.
Fidelio

Caricatura de Berlioz en el Wiener Theaterzeitung (1846)

Caricatura de Berlioz en el Wiener Theaterzeitung (1846)

Poco después del paso de Beethoven por la tierra emergería la música de Héctor Berlioz (1803-1869), un compositor adelantado a su época. Esto es más evidente en su sinfonía dramática Roméo et Juliette (1839), una obra sinfónico-coral de gran escala. Berlioz fue un gran orquestador—escribió el Grand traité d’instrumentation et d’orchestration modernes (1844), anticipador de los Principios de orquestación (1891) de Nikolai Andreievitch Rimsky-Korsakoff— y un director de orquesta que exigía conjuntos de enormes dimensiones, los que no se verían en Europa sino hasta la época de Gustav Mahler (1860-1911). Por ese rasgo fue caricaturizado más de una vez, al punto de que nadie menos que Gustave Doré se ocupó de él en una caricatura publicada en el Journal pour rire en 1850. Ahora nos ofrece la Introduction de Romeo y Julieta la Orquesta Sinfónica de Londres que dirige Colin Davis.

Roméo et Juliette

Otro poderoso compositor, esta vez el ruso Aleksandr Borodín (1833-1887), es el autor de la ópera El Príncipe Igor, de la que son especialmente populares sus Danzas Polovtsianas, o Danzas de los pólovtsy (cumanos), una tribu nómada que habitó a lo largo del Volga al norte del Mar Negro. El segundo tema de su Introducción es el de la canción Stranger in paradise, un número del musical de Robert Wright y George Forrest, Kismet, cuya música es enteramente de Borodín. El mítico Herbert von Karajan dirige la Orquesta Filarmónica de Berlín.

Danzas polovtsianas

Del mismo modo, lo primero que suena en la obra de Igor Stravinsky (1882-1971) Le Sacre du Printemps (La Consagración—o Rito—de la Primavera) es la Introduction de su Primera Parte (L’adoration de la Terre), cuyo tema es inicialmente expuesto por el fagote. La obra causó un escándalo durante su estreno en París (1913) con los Ballets Ruses de Sergei Dhiagilev y tal vez esa introducción haya sido inspirada en el comienzo de Prelude a l’aprés midi d’un faune (1894), obra de Claude Debussy sobre un poema de Stéphane Mallarmé. Para facilitar el cotejo, primeramente suena el número de Stravinsky (Pierre Boulez con la Orquesta de Cleveland) seguido del tema de Debussy.

Le Sacre du Printemps
L’après-midi d’un faune

Montaje del Ballet de San José, California

Montaje del Ballet de San José, California

Carl Orff regaló a los melómanos una obra extraordinaria: su cantata escénica Carmina Burana (Canciones del Beuern). Aunque la música (1935-36) está orquestada con la riqueza instrumental del siglo XX, Orff logró una ambientación melódica y rítmica que sugiere su origen medieval. (Las letras de los distintos números están tomadas de una colección de poemas de los siglos XI, XII y XIII, descubierta en 1803 en la Abadía Benedictina del Beuern, en Baviera. Orff compuso también Catulli Carmina y Trionfo di Afrodite para completar la trilogía Trionfi). La impar obra fue estrenada en Francfort en 1937, en su versión completa con danza. Desde entonces, el mundo no ha dejado de disfrutarla y admirarla; nada más apropiado: Orff sigue en ella su concepto de escena total, su Theatrum Mundi. Aquí nos entregan su número introductorio—O Fortuna, que se repite, como en el Magnificat de J. S. Bach, al final—, de la breve sección inicial de la obra (Fortuna Imperatrix Mundi), la Orquesta Sinfónica de Londres y su Coro bajo la dirección de André Previn.

O Fortuna

De la precedente riqueza musical pasemos a la simplicidad de la Entrada de las Waldszenen (Escenas del bosque. op. 82) de Robert Schumann (1810-1856), en ejecución de Rudolf Serkin.

Entrada

El inicio de un tema con variaciones es la exposición del tema mismo. (Una excepción es la Rapsodia sobre un tema de Paganini de Sergei Rachamninoff, que comienza por la primera variación precedida por una introducción). Está aquí el tema de las Variaciones para orquesta sobre un tema original (Enigma), del compositor inglés Edward Elgar (1857-1934), compuestas entre 1868 y 1869. Leonard Bernstein se encarga de dirigir a la Orquesta Sinfónica de la BBC para ofrecérnoslo.

Tema

La esposa de Weill estrenó el pael de Anna I

La esposa de Weill estrenó el papel de Anna I

Nadie discutirá que un prólogo es lo que viene antes de otro texto más largo, y hay obras cantadas que lo tienen. Uno famosísimo es el de la ópera Los Payasos, de Ruggiero Leoncavallo (1857-1919), la más famosa de sus obras. El gran barítono y bajo Ettore Bastianini se encarga de certificar que los artistas son gente de carne y hueso. De seguidas, Gisela May, acompañada por la Orquesta Sinfónica de la Radio de Leipzig que conduce Herbert Kegel, nos trae el Prólogo de Los siete pecados capitales (en alemán, Die sieben Todsünden), un ballet chanté que surgió de la colaboración en 1933 (el año de la llegada de Adolf Hitler al poder en Alemania) del dramaturgo Bertolt Brecht, el músico Kurt Weill y el coreógrafo George Ballanchine. La ocasión trajo el alejamiento de Brecht y Weill; el primero quiso que esta historia de una esquizofrénica (Anna), ambientada en los Estados Unidos, siguiera un tratamiento marxista y Weill impuso un enfoque psicoanalítico. (La composición de Weill trae su habitual reminiscencia de la música de cabaret).

I Pagliacci

Los siete pecados capitales

Arriba se mencionó de pasada el concepto de poema sinfónico, una obra que sigue un poema, una narración o algún elemento pictórico en su desarrollo. Quien primero empleara el término fue el compositor y virtuoso húngaro Franz Liszt (1811-1886). Él mismo compuso trece obras de esa clase, y Les Préludes (d’aprés Lamartine), la tercera de ellas, se ocupa de representar musicalmente una oda del poeta francés en sus Nouvelles méditations poétiques. Es el poema sinfónico más popular de Liszt; el informe radial del ejército alemán (Wehrmachtbericht) en la Segunda Guerra Mundial, así como el noticiero Die Deutsche Wochenschau, emplearon la marcha final como su tema musical. La fina Orquesta Filarmónica de Viena es dirigida acá por Giuseppe Sinopoli.

Les Préludes

Pietro Mascagni

Pietro Mascagni

Un verdadero Preludio es el que introduce la ópera Cavalleria rusticana, la exitosa composición breve de Pietro Mascagni (1863-1945) que frecuentemente se graba junto con Los payasos. Aquí suena en los instrumentos de la Orquesta Filarmónica de Praga dirigidos por Friedemann Riehle. Daniel Barenboim queda a cargo de la Orquesta de París para interpretar otro muy importante, con el que cierra esta entrega de músicas introductorias: el Preludio a los Maestros Cantores de Nuremberg, la solemne composición de Richard Wagner (1813-1883). Es tan bueno, que a pesar de ser un preludio funciona perfectamente como epílogo.

Cavalleria Rusticana

Maestros Cantores

Bueno, ahora que quince magníficos músicos nos han preludiado quince veces, es hora de que nos pongamos a hacer algo muy importante. LEA

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8 obertoros 8

Audiencia entusiasmada en el Centro Obertura de Madison, Wisconsin

 

Un intelectual es quien puede escuchar la Obertura de Guillermo Tell sin pensar en el Llanero Solitario.

Billy Connolly

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Imagino que son miles los conciertos que comenzaron por una obertura. En mi experiencia como oyente de conciertos debe haber sido una media docena de veces, al menos, que los escuché empezar por la Obertura de Ruslán y Ludmila, del inspirador de Los Cinco—Balakirev, Borodin, Cui, Mussorgsky, Rimsky-Korsakoff—y padre de la música nacionalista rusa, Mikhail Glinka (1804-1857). Es inconfundiblemente una pieza de apertura y, como es así, se inicia con la alegre y elegante pieza esta entrega musical sin más preámbulo que decir que la ejecutan los músicos de la Orquesta Sinfónica de Londres dirigidos por Sir Georg Solti.

Glinka

Bach era buen abridor

Bach era buen abridor

Cuando componía Glinka, ya las oberturas contaban doscientos años de existencia. Originalmente eran lo que su nombre indica: una pieza de apertura que iniciaba una ópera, a veces con ballet. Monteverdi ya usó una toccata para abrir su Orfeo (1607). Pero fue la obertura francesa la que estableciera definitivamente el género (Jean-Baptiste Lully). Pronto pasaría esa forma a la apertura de suites puramente orquestales con el trabajo de gente como Juan Sebastián Bach. Cada una de sus cuatro suites orquestales se inicia con una obertura y, de hecho, en el idioma alemán se emplea el término Ouvertüren para referirse a las Orchestersuiten enteras. Mi favorita es la Obertura de la Suite Orquestal #3 en Re mayor (BWV 1.068). Hela aquí por la Academia de Música Antigua de Berlín (Akademie für Alte Musik Berlin) conducida por Bernhard Forck.

Bach

Las oberturas de esa época se componían de dos partes, siendo más lenta la primera y más vivaz la segunda. Más tarde evolucionarían hasta la complejidad de una minisinfonía, como la cumbre de Gioachino Rossini, la Obertura de Guillermo Tell, que tiene cuatro movimientos distinguibles y nombrados separadamente. El siguiente paso sería la independencia: ya no eran piezas que introducían una ópera o abrían una suite de danzas, sino una forma independiente, antecesora en carácter e intención de lo que serían más tarde los poemas sinfónicos. El trabajo de Tchaikovsky, por ejemplo, es numeroso en esta clase de oberturas: Romeo y Julieta (Obertura-Fantasía), La tempestad, Francesca da Rimini, Hamlet, 1812, aunque también una Petite ouverture para abrir el Acto I de su ballet Cascanueces. Ludwig van Beethoven (1770-1827) también apreció la forma: compuso una Obertura Coriolano, tres Leonora (ópera única que terminó llamándose Fidelio, con obertura del mismo nombre) y colocó una obertura al comienzo de sus piezas de música incidental para Egmont, la obra de Johann Wolfgang von Goethe sobre el Conde de Egmont, el héroe holandés que combatió a un siniestro Duque de Alba. Es la obertura lo que se interpreta y graba con más frecuencia, y ahora la toca la Orquesta Sinfónica de Londres bajo la dirección de Alfred Scholz.

Beethoven

El espectro de una nave

El espectro de una nave

Era enteramente natural que el compatriota de Beethoven, el compositor de óperas grandiosas Richard Wagner (1813-1883), compusiera oberturas para su obra escénico-musical. Al aficionado a la música de conciertos, la obertura de Tannhauser y, sobre todo, la Obertura de Los Maestros Cantores de Nuremberg, le son familiares. Menos interpretada pero igualmente poderosa y épica es la Obertura de El Holandés Errante, que es ópera sobre la leyenda de un buque fantasma condenado a navegar sin descanso. Daniel Barenboim dirige a la Orquesta de París en una versión más bien sobria de la pieza.

Wagner

Un niño prodigio que fundaría la gran Orquesta Filarmónica de Viena, el compositor de cinco óperas Otto Nicolai (1810-1849), tomó de la comedia Las alegres casadas de Windsor (William Shakespeare) el tema para su obra homónima, de la que hoy en día se interpreta su obertura con alguna frecuencia. El carácter de esta pieza es, por supuesto, muy diferente al de la anterior. Es la orquesta que él creara, en manos de Hans Knappertsbusch, la encargada de tocarla de inmediato.

Nicolai

En continente americano, Leonard Bernstein (1918-1990) compuso una buena cantidad de música escénica. (Por ejemplo, para el musical West Side Story, de fama cinematográfica). Lillian Hellman quiso hacer con el satírico Cándido de Voltaire una pieza de teatro con música incidental, al estilo de previos trabajos suyos, pero Bernstein la convenció de presentarla como opereta. Para ella compuso la música, que incluye una obertura que él mismo dirige aquí con la que fuera la orquesta de su vida: la Filarmónica de Nueva York.

Bernstein

Tan breve como la pieza de Bernstein o la de Glinka, es la Obertura festiva en La mayor, op. 96 de Dmitri Shostakovich (1906-1975), quien la compuso para conmemorar en 1954 el 37º aniversario de la Revolución Rusa en acto escenificado en el Teatro Bolshoi. El compositor se vio forzado a iniciar y completar la pieza en tres días, pues había recibido la petición de Vassili Nebolsin, quien dirigiría el concierto conmemorativo, una semana antes de su fecha. John Williams y la Orquesta Boston Pops nos la ofrecen acá.

Shostakovich

Nikolai Anokhin: Invierno ruso

Nikolai Anokhin: Invierno ruso

Y como la anterior y la primera, la obertura de cierre—contradictio in terminis—es rusa. Se trata de la Obertura 1812, de Pyotr Illyich Tchaikovsky (1840-1893), a cargo de Zubin Mehta y la Orquesta Filarmónica de Los Ángeles. También es una obra conmemorativa; en este caso, de la derrota del gran ejército invasor—medio millón de efectivos—conducido por Napoleón Bonaparte. Creo que todos hemos oído la popular pieza, cuya orquestación incluye carillón y cañones (a veces campanas tubulares, banda de guerra para su sección final, coros y órgano). Todos sabemos reconocer en ella las notas de La Marsellesa, y hemos aprendido, gracias a Tchaikovsky, las del himno Dios salve al Zar.

Tchaikovsky

No se juega con el invierno en Rusia. LEA

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20 sinfonistas, 20 directores

James Whistler: Sinfonía en blanco (1866)

Si se oyera una tras otra las veinte piezas en esta entrada, se habría consumido dos horas, cincuenta y cinco minutos y dieciséis segundos de tiempo; valdrían la pena aunque, por supuesto, puede escuchárselas con ganancia en dosis menores separadas. Son veinte movimientos de veinte sinfonías distintas de veinte compositores distintos por veinte directores distintos. Quince orquestas diferentes—Berlín, Cleveland, Chicago, Filadelfia y Londres se repiten una vez—acometen el trabajo de deleitarnos.

La sinfonía es, sin duda, la reina de las formas musicales. Corresponde a la versión orquestal de la forma sonata o, más específicamente, la forma Allegro de sonata. Ésta consiste en la organización del material musical en tres secciones sucesivas, a saber, exposición, desarrollo y recapitulación. A estas secciones, unidas entre sí por transiciones, puede añadirse una introducción al inicio y una coda (cauda o cola) al final, con distinto material. Una sinfonía típica consiste de cuatro movimientos, de los que normalmente el primero y el último están compuestos en forma sonata.

Georges de La Tour: Ciego tocando la zanfonía (clic para ampliar)

Pero el término sinfonía fue empleado antes de la época clásica, cuando se establece formalmente, para referirse a piezas de un solo movimiento, pues etimológicamente significa sonar en conjunto. Igualmente se ha aplicado la palabra a instrumentos específicos: el organistrum inventado en Galicia en la Edad Media a fines del siglo X, un instrumento tocado por dos ejecutantes, uno de los cuales hace girar una manivela para golpear dos cuerdas dentro de una caja de resonancia, dio paso a la sinfonía o zanfonía, tocada por uno solo. Éste es el origen de la clase de instrumentos a manivela que se conoce en inglés como hurdy gurdy. En mi infancia se llamaba sinfonía al instrumente cuyo nombre propio es armónica. Era rara la navidad en la que alguna tía o el mismo Niño Jesús no nos trajese, otra vez, una «sinfonía» (Hohner, of course).

No divago más, que la serie es larga. Será construida en orden cronológico de composición, y empieza con el elegante Menuetto en tempo de Allegretto que Wolfgang Amadeus Mozart escogió para el tercer movimiento de su vivaz Sinfonía 40 en Sol menor (1788). Esa obra—llamada Gran Sinfonía en Sol menor para distinguirla de la #25, en la misma tonalidad—estaba, junto con la 39 en Mi bemol mayor, en el cuarto disco de música culta que yo comprara, allá por 1956, con Karl Bohm dirigiendo la Sinfónica de Bamberg. Esta versión es con la Orquesta del Festival de Londres dirigida por Alfred Scholz.

Mozart, 40, III

Ahora sigue Franz Josef Haydn, el Padre de la Sinfonía. Este caballero compuso nada menos que 104 obras de esa clase (si no se añade dos o cuatro más que siguen la forma sonata, una de ellas una sinfonía concertante en la que un grupo de instrumentos se opone a la orquesta en tutti). Es tal vez la más famosa de ese largo centenar la #94 en Sol mayor (1791), apodada «Sorpresa». Su segundo movimiento, Andante, es lo que justifica el apelativo; se dice que Haydn lo compuso maliciosamente para sobresaltar a quienes durmieran en los conciertos con un inesperado golpe de timbal (los alemanes llaman a la obra Sinfonie mit dem Paukenschlag). Aquí lo interpreta la Camerata Romana que dirige Alberto Lizzio.

Haydn, 94, II

La Sinfonía #7 en La mayor (1811), el opus 92 de Ludwig van Beethoven, fue apodada La apoteosis de la danza por Richard Wagner. El Allegretto, su segundo movimiento, puede ser empleado para mostrar del modo más diáfano qué es contrapunto: la textura musical en la que dos o más melodías distintas, pero armónicamente compatibles, suenan al mismo tiempo. Pruebe a cantar las dos evidentes líneas melódicas alternadamente. Anton Nanut conduce la Orquesta Sinfónica de la Radio de Ljubljana.

Beethoven, 7, II

Otro minué (Menuetto, Allegro vivace, Trio) es el tercer movimiento de la Sinfonía #4 en Do menor (1816), llamada Trágica, de Franz Schubert, el gran melodista de oído absoluto. Acá se lo escucha mientras Carlo Maria Giulini dirige apropiadamente la Orquesta Sinfónica de Chicago.

Schubert, 4, III

Una de las más famosas sinfonías en la historia de la música es obra del adelantado francés Héctor Berlioz, su Sinfonía Fantástica (1830) opus 14, una sinfonía de programa (que sigue un esquema textual descriptivo o narrativo). Es Un bal, el segundo movimiento de la obra—inspirada por un amor apasionado del compositor hacia la actriz irlandesa Harriet Smithson—, interpretado a continuación por Pierre Boulez al frente de la Orquesta de Cleveland. (Smithson se enteró del amor de Berlioz por ella cinco años después de que éste se enamorara, dos años después del estreno de la obra. Se casó con él en 1833, para un matrimonio neurótico que terminó en divorcio).

Berlioz, Fantastique, II

Félix Mendelssohn Bartholdy, un compositor de fortuna, trabajó la forma sonata tanto en conjuntos de cámara como en orquesta completa. Nos dejó cinco sinfonías, de las que la alegre Cuarta en La mayor (1833) o Italiana es tal vez la más interpretada. Él dirigió su estreno, pero la partitura no se publicó hasta después de su muerte (a los 36 años de edad), pues nunca terminó de pulirla a su entero gusto. Oigamos su primer movimiento, Allegro vivace, por la Orquesta de Cleveland bajo la batuta de su director por muchos años, George Szell.

Mendelssohn, 4, I

También tiene apodo geográfico (Renana) la Tercera Sinfonía en Mi bemol mayor (1850) de Robert Schumann. Herbert von Karajan, al frente de su Orquesta Filarmónica de Berlín, nos da su versión del tercer movimiento—Nicht Schnell (No rápidamente)—de esa famosa sinfonía.

Schumann, 3, III

La magnífica sede de la Orquesta Filarmónica de Berlín

La Sinfonía en Do mayor (1855) de Georges Bizet, obra de juventud, es seguramente la mejor de sus piezas puramente orquestales. El gran melodista y orquestador, compositor de la inmortal Carmen, la música incidental a La arlesiana y Los pescadores de perlas, hizo dos sinfonías posteriores que merecen el olvido. Pero su sinfonía juvenil fue reconocida de inmediato como una joya musical. Leonard Bernstein dirige a la Orquesta Filarmónica de Nueva York en esta versión de su tercer movimiento, Allegro vivace.

Bizet, 1, III

Alexander Borodin formó, junto con Balakirev, Cui, Moussorgsky y Rimsky-Korsakoff, el grupo Los cinco, también conocido como El puñado poderoso. Seguidores de Mikhail Glinka, se propusieron hacer música específicamente rusa. Poderoso y pegajoso es el tema del primer movimiento (Allegro) de su Segunda Sinfonía en Si menor (1876); ocupa prácticamente el movimiento entero y la reiteración no molesta. Borodin sabía que había encontrado un tema muy bueno. Jean Martinon se encarga de la gran Orquesta Sinfónica de Londres para esta ocasión.

Borodin, 2, I

Al menos catorce años tardó Johannes Brahms en completar su Primera Sinfonía en Do menor (como la anterior, de 1876), tan sobrecogido se hallaba por la obra de Beethoven. El cuarto movimiento de la obra incluye una clara alusión melódica a la gran Sinfonía Coral de su predecesor. He aquí a la Orquesta Sinfónica (no Filarmónica) de Viena, dirigida por el especialista Wolfgang Sawallisch, en el potente cuarto movimiento de la gran sinfonía, noble como su creador.

Brahms, 1, IV

La Tercera Sinfonía en Do menor (1886) de Camille Saint-Säens es conocida como la Sinfonía Órgano. Es más apropiado seguir la especificación francesa: avec orgue, con órgano. Hay bastantes grabaciones de esta popular obra. En este caso, Charles Dutoit, director conocido en Venezuela, dirige a la Orquesta Sinfónica de Montreal en el tercero y último movimiento de la obra; Peter Hurford es el organista responsable.

Saint-Säens, 3, III

El belga César Franck compuso una única Sinfonía en Re menor (1888). Más que suficiente; le quedó estupenda. Su textura evoca la de la música para el órgano, instrumento para el que Franck, él mismo organista—de manos enormes que abarcaban doce notas blancas en un teclado—, compuso abundantemente con calidad. Riccardo Muti dirige a la Orquesta de Filadelfia en el tercer movimiento (Allegro non troppo) de la gran sinfonía.

Franck, única, III

Antonín Dvořák fue un prolífico y fino compositor checo antes de que Checoeslovaquia existiera, pues murió en 1904. Entre 1892 y 1895 dirigió en Nueva York el Conservatorio Nacional de Música y buscó asimilar raíces musicales de los Estados Unidos, como la de los Negro spirituals, recomendando que fueran la base de la composición seria en ese país. Él produjo un ejemplo maravilloso en la Sinfonía #9 (antes #5) en Mi menor (1893), ampliamente conocida como Sinfonía del Nuevo Mundo. Una lujosa interpretación es la de Georg Solti y la Orquesta Sinfónica de Chicago, por quienes escuchamos ahora el tercer movimiento (Scherzo: Molto Vivace – Poco sostenuto).

Dvořák, 9, III

Partitura original de la Sinfonía del Nuevo Mundo. Portada.

Pyotr Illich Tchaikovsky compuso bien lo que le dio la gana; pudiera argumentarse el caso de que fuera el compositor más talentoso de la historia de la música occidental, y su propósito no era otro que el de impactar estéticamente a los oyentes de su música. ¿No es, acaso, el fin estético la esencia de lo musical? Bueno, entre otras cosillas Tchaikovsky compuso siete sinfonías, las numeradas 1 a 6 y la Sinfonía Manfredo, como la de Berlioz, una sinfonía de programa. Es el tercer movimiento (Allegro molto vivace) de su Sexta Sinfonía en Si menor (1893)—a sugerencia de su hermano, Modesto, nombrada Patética—lo que escucharemos a continuación, en las voces de la Orquesta Nacional Rusa conducida por Mikhail Pletnev. El gran compositor era de temperamente neurótico; en una carta de 1892 dijo que la obra debía ser apartada y olvidada; al año siguiente opinaba: «Creo que se está convirtiendo en la mejor de mis composiciones». Somos nosotros quienes tenemos la palabra.

Tchaikovsky, 6, III

Gustav Mahler es compositor popularizado en los años sesenta, primero por la incansable labor de directores como Leonard Bernstein o Georg Solti, y antes por John Barbirolli y Dimitri Mitropoulus; en los años setenta tal vez fue más decisiva la película Muerte en Venecia, de Luchino Visconti, que emplea a lo largo del film el Adagietto de la Quinta Sinfonía del compositor y director bohemio. La Segunda Sinfonía en Do menor (1894), conocida como Resurrección, es una mutación del lenguaje musical tras la más convencional Primera Sinfonía (Titán). El tercer movimiento—In ruhig fliessender Bewegung (En silencio, el movimiento que fluye)—de la Sinfonía Resurrección ostenta el carácter de danza macabra, interrumpida por estallidos triunfales, que Mahler empleará en otras composiciones, como la Tercera y la Séptima Sinfonías. Rafael Kubelik se pone al frente de la Orquesta Sinfónica de la Radio de Baviera en la ejecución que sigue.

Mahler, 2, III

La batuta prodigiosa de Rafael Kubelik

El compositor finlandés Jan Sibelius es el autor de siete sinfonías. Para el gusto del suscrito es uno de los temas más hermosos y emocionantes de ese tesoro sinfónico el principal del Finale (Allegro moderato) de su Segunda Sinfonía en Re mayor (1902). Acá suena por la Orquesta Sinfónica de Londres con la dirección de Charles Mackerras. El comienzo del audio parece inexacto, pero es que en la obra no hay interrupción entre el tercero y el cuarto movimiento, que es el que aquí oímos.

Sibelius, 2, IV

Conocemos más de Sergei Rachmaninoff por sus conciertos para piano y orquesta y las numerosas piezas que compuso para el instrumento del que fue reputado concertista. Compuso, sin embargo, cuatro sinfonías muy aceptables, de las que es la Segunda Sinfonía en Mi menor (1907) la mejor lograda. Rachmaninoff era, por encima de todo, un consumado fabricante de melodías. La que domina el Adagio, tercer movimiento de esa sinfonía, es memorable. Nada mejor que las cuerdas opulentas de la Orquesta de Filadelfia, dirigida por Eugene Ormandy, para ofrecernos ese hermoso y apasionado movimiento.

Rachmaninoff, 2, III

Los tres últimos compositores en esta selecciónAram Khachaturian, Sergei Prokofiev y Dmitri Shostakovich—fueron considerados por el público y los críticos rusos como el trío de los mejores músicos de su país en el siglo XX. (De los que permanecieron en Rusia; Igor Stravinsky logró escapar al cepo comunista que en 1948 obligó a estos compositores a abandonar sus estilos musicales, calificados de «formalistas», y a ofrecer excusas públicas y emprender la escritura de «música proletaria», según el Decreto Zhdanov). Escuchemos primeramente al armenio Aram Khachaturian al frente de la justamente reputada Orquesta Filarmónica de Viena, en el segundo movimiento (Allegro risoluto) de su Segunda Sinfonía en Mi menor (1944), o Sinfonía de la Campana (así conocida por el extenso uso de campanas tubulares en el tema que emplea en los primeros compases del primer movimiento y los últimos de su movimiento final). Los característicos ritmos de Khachaturian, y sus exóticas armonías al borde de la disonancia, florecen en esta ejecución de una de las mejores agrupaciones orquestales del mundo, que respondió lealmente al mando del compositor.

La Filarmónica de Viena en el Palacio Schönbrunn

Khachaturian, 2, II

Sergei Prokofiev, que lideró una colonia de músicos soviéticos, protegida por su lejanía del frente de batalla en la Segunda Guerra Mundial, compuso abundante música: de cámara, óperas, ballets, bandas sonoras para películas (como el Alexander Nevsky de Sergei Eisenstein), conciertos, instrumentos como el piano y, por supuesto, sinfonías, en número de siete. Una de las que son más frecuentemente interpretadas es su Quinta Sinfonía en Si bemol mayor (1944). André Previn dirige a la Orquesta Filarmónica de Los Ángeles en una ejecución perfecta de su Allegro marcato, el segundo movimiento de la obra, y preserva la frescura de la ácida y juguetona elegancia típica de Prokofiev.

Prokofiev, 5, II

La Sinfonía #10 en Mi menor (1953) de Dmitri Shostakovich hace uso profuso, en su tercer movimiento (Allegretto), de la textura contrapuntística. De estructura ternaria A-B-A, comienza con un tema jocoso que da paso a una sección media de hermoso tema en la que destaca un lírico solo de flauta, antes de recuperar el tema inicial en una explosión de alegría, que ocurre en esta versión de la Filarmónica de Berlín y su jefe, Herbert von Karajan, a los 7 minutos y 27 segundos del comienzo, antes de morir pianissimo entre reminiscencias de la segunda sección.

Shostakovich, 10, III

Ahora reposan todas las batutas. Feliz domingo. LEA
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