Con mucha mano izquierda

Las dos izquierdas

 

El sitio de noticias de Yahoo trajo, el miércoles de la semana pasada, una nota que Reuters tituló de esta manera: Oposición busca candidato elecciones Venezuela, gira a izquierda. La nota iniciaba así: «Con promesas de cambio y un mensaje de centro-izquierda, los líderes de la oposición recorren cada rincón de Venezuela compitiendo unos con otros en busca de la silla presidencial que desde hace 12 años ocupa Hugo Chávez».

El trabajo de Frank Jack Daniel—traducido por Diego Oré y editado por Ricardo Figueroa—cita declaraciones de tres notorios líderes de la oposición: Leopoldo López, Henrique Capriles Radonski y Henry Ramos Allup. Del primero reproduce la noción de que «se está planteando una ventana electoral para el 2012, para lo cual hay que prepararse». De Capriles Radonski, estas sentencias: «En Venezuela no hay espacio para gobiernos de derecha… La nueva Venezuela es sin duda la construcción de un proyecto social, que es muy distinto al socialismo que el presidente Chávez habla». De Ramos Allup una posición aun más explícita: «La idiosincrasia de este país fundamentalmente se ubica con el pensamiento de la izquierda democrática… Si nosotros logramos presentar una buena propuesta de izquierda democrática que desarticule el mensaje populista de Chávez, vamos a ganar las elecciones sin duda alguna».

Un cierto espíritu travieso permea el artículo de Reuters en Yahoo News: la fotografía que lo acompaña abriendo es del inhabilitado, con esta leyenda: «Leopoldo López, ex alcalde de Chacao, un rico municipio de Caracas, durante un mitin». Las declaraciones finales de Capriles Radonski son presentadas de este modo: «Yo no nací en un barrio», dijo Capriles en una casa adornada con botellas de champán polvorientas y catálogos de la casa de subastas Sotheby’s. «Pero yo entiendo la realidad social de nuestro país». Esto, en una pieza que anuncia un «viraje a la izquierda» de la oposición venezolana.

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Desde el punto de vista clínico, una sociedad «normal» o «sana» ostenta una distribución normal—según una curva de Gauss—de los ingresos o rentas de la población. Los extremos—ingresos muy altos o ingresos muy bajos—corresponderán a muy pocas personas, y una sólida y muy amplia «clase media» tendrá un buen ingreso, suficiente para asegurar un nivel de vida muy satisfactorio.

Distribución normal o sana de las rentas

¿Es esa clase de distribución del ingreso la que corresponde a Venezuela? Para nada; la distribución de la renta en Venezuela es patológica: «La característica fundamental de la distribución del ingreso en Venezuela es su asimetría, la cual se expresa en el hecho de que una buena parte de la población (70 por ciento) se concentra por debajo del ingreso per cápita medio». (León Fernández Bujanda, Willder Torres, Lourdes Urdaneta de Ferrán, Jessica Vargas: Distribución del ingreso en Venezuela, Banco Central de Venezuela, Gerencia de Investigaciones Económicas, Colección Economía y Finanzas, Serie Documentos de Trabajo, N˚ 99, marzo 2008).

Distribución anormal o patológica de las rentas

Ahora, una autocita:

…la distribución teóricamente “correcta” de las rentas, de adoptarse un principio meritológico, sería también la expresada por una curva de “distribución normal”, dado que en virtud de (…) la distribución observable de las capacidades humanas—inteligencia, talentos especiales, facultades físicas, etc.—los esfuerzos humanos adoptarán asimismo una configuración de curva normal.

Esta concepción que parece tan poco misteriosa y natural contiene, sin embargo, implicaciones muy importantes. Para comenzar, en relación con discusiones tales como la de la distribución de las riquezas, nos muestra que no hay algo intrínsecamente malo en la existencia de personas que perciban elevadas rentas, o que esto en principio se deba impedir por el solo hecho de que el resto de la población no las perciba. Por otra parte, también implica esa concepción que las operaciones factibles sobre la distribución de la renta en una sociedad tendrían como límite óptimo la de una “normalización”, en el sentido de que, si a esa distribución de la renta se la hiciera corresponder con una distribución de esfuerzos o de aportes, las características propias de los grupos humanos harían que esa distribución fuese una curva normal y no una distribución igualitaria, independientemente de si esa igualación fuese planteada hacia “arriba” o hacia “abajo”.

Gauss le gana a Marx

No es la normalización de una sociedad una tarea pequeña. La actual distribución de la riqueza en Venezuela dista mucho de parecerse a una curva normal y es importante políticamente, al igual que correspondiente a cualquier noción o valor de justicia social que se sustente, que ese estado de cosas sea modificado. (Luis Enrique Alcalá, Documento Base para la Formación de una Nueva Asociación Política, febrero de 1985).

Una aproximación de esa clase al problema de la patológica distribución de la renta en nuestro país prescinde de ideologías, no puede ser descrita o comprendida en términos de un eje derecha-izquierda. Las nociones de derecha e izquierda son categorías decimonónicas, obsoletas e ineficaces en una política moderna, pero «el partido tradicional es disfuncional—Amos Davidowitz: The Internet and the Transformation of the Political Process: MAPAM, a Case Studyporque permanece anclado sobre agendas y problemáticas excedidas y obsoletas. Una de ellas—problema ideológico de ‘segunda ola’—es la persistente discusión sobre la ubicación política en términos de un eje derecha-izquierda. Para algunos actores no parece haber manera de eludir una ‘obligada’ definición a este respecto». (Política ambidextra, 13 de enero de 2005).

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En mayo de 2005 se publicó Dos izquierdas (Editorial Alfa), un libro de Teodoro Petkoff que persiste en el empleo de terminología política pasada de moda: «…a los efectos del análisis cabe señalar, grosso modo, la existencia de dos izquierdas en la América Latina actual, dos grandes corrientes en ella, en modo alguno homogéneas sino, cada una, con variados matices específicos. Una de las dos grandes tonalidades de la izquierda es la que tiene hoy como exponentes más significativos a los gobiernos de Lula, Lagos, Kirchner y ahora Vásquez y, con un perfil más bajo, a los gobiernos de Leonel Fernández en República Dominicana, Martín Torrijos en Panamá y Bharret Jagdeo en Guyana. La otra gran corriente cuenta con Fidel Castro y Hugo Chávez como sus figuras más prominentes». (Págs. 28 y 29). Y la tesis de Petkoff tiene la virtud de la simplicidad: hay dos izquierdas; una es buena y otra es mala. La de Chávez es la última; la buena es la de Ismael García, Henri Falcón y Henry Ramos Allup.

Es sobre una teoría de esta clase que ahora Ramos Allup y Capriles Radonski dicen lo que dicen. No dicen nada nuevo:

…Alonso Moleiro da cuenta en El Nacional del domingo 9 de enero [de 2005] de una iniciativa que busca establecer una nueva organización y anota (refiriéndose a información aportada por Ernesto Alvarenga y Pablo Medina): «Se trataría, dicen, de crear un bloque ‘de centro izquierda’, que asume que el Gobierno es ilegítimo y que constituye una minoría incrustada en el poder a través del ilícito y la trampa». Más adelante, en el mismo trabajo, menciona Moleiro que Luis Manuel Esculpi—antes del MAS y luego de Unión con Arias Cárdenas, partido del que sale al «descubrir», después de las recientes elecciones regionales, que el golpista del 4 de febrero en Maracaibo mantenía una posición ambigua frente a Chávez—está también involucrado en el esfuerzo. Así habría declarado Esculpi: «Estamos tratando de nuclear un frente opositor desde la perspectiva de la izquierda, con personas valiosas y experimentadas». (Política ambidextra).

Por supuesto que puede esperarse de una distribución de la renta como la venezolana lo poco recomendable, pragmáticamente hablando, de una pretensión «derechista» para la aventura política. Si la derecha se ocupa, por definición, de favorecer a los ricos—que dejarán caer apetecibles «migajas» (trickling down, Reaganomics) para que los pobre las recojan—y de éstos se ocupa la izquierda, la propensión electoral favorecerá a la izquierda antes que a la derecha. De nuevo, nada nuevo. No otra cosa explica la preponderancia de Acción Democrática a partir de su fundación en 1941 hasta el advenimiento del chavismo (muy parecido al adequismo del trienio 1945-48), la definición calderista de COPEI (1963) como partido de centro-izquierda e, incluso, que el Partido Democrático Venezolano (el de Medina, Briceño-Iragorry y Úslar) sostuviera cosas como éstas: «Con apariencia liberaloide y al influjo de la misma oligarquía, que ha sabido camuflarse oportunistamente, nuestra economía general se ha mantenido en un estado de atraso por lo que dice a la función social de las fuentes de producción y a la ley racional del consumo humano. Nuestro capitalismo, con su peculiaridad de ineficiencia industrial, no ha procurado sino su solo beneficio y, paralelamente a su carácter de timidez ante los riesgos de grandes inversiones que no estuviesen respaldadas por el poder político, el Estado se mantuvo con las manos caídas ante las urgentes problemas del pueblo». (Mario Briceño-Iragorry, Prólogo al libro del Ciclo de Conferencias del PDV sobre Libertades Económicas e Intervención del Estado, 5 al 22 de septiembre de 1944).

Nada nuevo, pues, pero además nada eficaz desde el punto de vista de los problemas sociales venezolanos. Claro que esto no es exactamente lo que Ramos Allup busca: «Si nosotros logramos presentar una buena propuesta de izquierda democrática que desarticule el mensaje populista de Chávez, vamos a ganar las elecciones sin duda alguna». La motivación es en su tesis fundamentalmente electoral.

Pero la vida te da sorpresas. El encuestador Eugenio Escuela propuso a sus entrevistados en mayo de 2006 una pregunta muy particular. Pidió a los integrantes de su muestra que se ubicaran en alguna de las siguientes posiciones del espectro político de los siglos XIX y XX: extrema izquierda, izquierda, centro izquierda, centro, centro derecha, derecha y extrema derecha. Estos fueron los resultados obtenidos:

Distribución de posiciones políticas en Venezuela (clic para ampliar)

Este blog no tiene noticia de desplazamientos tectónicos en la opinión nacional de mayo de 2006 a esta parte, que hubieran podido modificar sustancialmente la distribución que antecede. No en balde otro encuestador, José Antonio Gil (Datanálisis), publicaba en octubre de 2009 un libro que quiso llamar La Centro Democracia, fundamentado en largas series de mediciones de opinión que tenía a mano en virtud de su ocupación principal. Luis Vicente León lo citaba así el 25 de octubre de ese año: «…siguen siendo mayoría los ni-ni, los no autodefinidos políticamente y lo que sí los define a ellos es el rechazo a la polarización. Ese 54% de ni-ni que existe hoy día es un excelente mercado potencial para promover democracia, tolerancia, pluralismo, concertación de acuerdos y, en suma, la Centro Democracia».

A pesar de estas cosas, Ramos Allup, Capriles Radonski, Petkoff, García, Falcón, Esculpi, Moleiro y un largo etcétera siguen proponiendo una polarización muy curiosa: la de dos polos de la izquierda, la de una izquierda bipolar. Las declaraciones capturadas por Reuters y publicadas por Yahoo News son la más reciente comprobación de que los líderes que hacen vida federativa en la Mesa de la Unidad Democrática están genéticamente impedidos, paradigmáticamente imposibilitados para producir lo que se necesita políticamente en Venezuela. Los más destacados dirigentes opositores del país, dentro de su innegable competencia para la política convencional, exhiben una grave carencia de imaginación política. (Ver en este blog Sequía de líderes, 27 de agosto de 2009).

…la refutación del discurso presidencial debe venir por superposición. El discurso requerido debe apagar el incendio por asfixia, cubriendo las llamas con una cobija. Su eficacia dependerá de que ocurra a un nivel superior, desde el que sea posible una lectura clínica, desapasionada de las ejecutorias de Chávez, capaz incluso de encontrar en ellas una que otra cosa buena y adquirir de ese modo autoridad moral. Lo que no funcionará es “negarle a Chávez hasta el agua”, como se recomienda en muchos predios. Dicho de otra manera, desde un metalenguaje político es posible referirse al chavismo clínicamente, sin necesidad de asumir una animosidad y una violencia de signo contrario, lo que en todo caso no hace otra cosa que contaminarse de lo peor de sus más radicales exponentes. Es preciso, por tanto, realizar una tarea de educación política del pueblo, una labor de desmontaje argumental del discurso del gobierno, no para regresar a la crisis de insuficiencia política que trajo la anticrisis de ese gobierno, sino para superar a ambos mediante el salto a un paradigma político de mayor evolución. (Retrato hablado, 30 de octubre de 2008).

LEA

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