Comentario a propósito de la ponencia Crisis de los partidos y auge de los medios de comunicación como agentes de legitimación y de socialización política, presentada por Ángel Eduardo Álvarez durante el II Encuentro Nacional de la Sociedad Civil: Medios de Comunicación y Responsabilidad Ciudadana, Universidad Católica Andrés Bello, mayo de 1995. (El mismo año de la llegada de Internet a Venezuela).

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El volumen con los trabajos del encuentro

El volumen con los trabajos del encuentro

Hace ya una decena de años que tuve la fortuna de escuchar por azar una intervención por la radio del profesor Antonio Cova, una de las estrellas entre los maestros que nos enseñaban Sociología en esta universidad y en el seno de la década de los sesenta. El profesor Cova estaba siendo entrevistado en un popular programa radiofónico y hablaba de cierta manera de presentar los hechos de los que conocemos a través de los medios de comunicación social. Para esto analizó un caso virtual: se rompe una tubería de aguas blancas en una cierta zona de una ciudad. El problema es, por tanto—dice Cova—: «agua mana de tubo». El problema es, repite, que el agua mana de un tubo, agua mana de tubo, insiste, una y otra vez, hasta que, con su característica habilidad didáctica, los oyentes tenemos aprendida la lección: agua mana de tubo. Ahora bien, nos dice el profesor Cova: ¿cómo titula un periódico el reportaje del hecho? De la manera siguiente: «¡Caos urbano!»

El caso del agua que manaba del tubo es, sin que pueda caber la menor duda, un caso de socialización política a través de los medios de comunicación.

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Este Segundo Encuentro de la Sociedad Civil—que debiera ser un encuentro para la sociedad civil—ha querido contraer su atención sobre los medios de comunicación social en Venezuela. Y esta jornada en particular debe contraerse a examinar el papel que estos medios desempeñan en la socialización política del venezolano. La ponencia del Prof. Ángel Álvarez ha definido la socialización política como «un proceso continuo por medio del cual los miembros de la sociedad adquieren normas, actitudes, valores y creencias políticas». Y en efecto, hoy en día no existe institución más determinante que los medios de comunicación en la adquisición de normas, actitudes, valores y creencias políticas.

La ponencia del profesor Álvarez, del Instituto de Estudios Políticos de la Universidad Central de Venezuela, contrapone al auge de los medios de comunicación social la crisis de los partidos, la que a su vez abre campo a la influencia de los medios de comunicación social. Pido que se me permita intentar añadir algo de valor a su muy útil cotejo.

Lo que descubrió Marshall Mac Luhan es cierto: la estructura misma de los medios produce cambios arquitectónicos en quien los usa, y por esta razón es un factor que interviene en la socialización política arquitectónica de los mediados. Mac Luhan propuso, acertadamente, que los medios nos planetizarían en una «aldea global», como también explicó cómo la televisión involucraba inconscientemente, pero activamente, al telespectador.

Pero lo que hizo Mac Luhan fue encontrar en la anatomía y fisiología de los medios electrónicos la huella, la semilla fractal, de dos tendencias universales, más universales que la manifestación de los medios, y que ya había registrado y expuesto el genio jesuita de Pierre Teilhard de Chardin. Lo que Teilhard llamaba, casi en secreto, casi conspiratoriamente, pero siempre con sus mayúsculas, la Socialización del Fenómeno Humano, es precisamente lo que que se manifiesta evidentemente como eso que los sajones llaman globalización y los latinos debiéramos entender por planetización. Es precisamente la formación del cerebro del planeta, y es también la participación que Mac Luhan detectó primero en la manifestación inconsciente. (Por esa época descubríamos también el tema de lo subliminal, y la manipulación comercial de la capacidad humana de percibir de modo que la conciencia ignore la percepción).

Aunque el impacto de la arquitectura, de la lógica propia de los medios, es importante, no puede dudarse de que son los contenidos mismos, las señales y los significados transmitidos por los medios, lo más pertinente a la socialización política. La cantidad de los contenidos que segundo a segundo son transmitidos por los medios de comunicación es verdaderamente asombrosa, y es creciente. Nadie puede saber todo.

La ingente magnitud de las transmisiones reduce la eficacia de una estrategia de comprensión de los significados que pretenda estar consciente de cada evento, de cada reacción, de cada comentario. Pero es posible, por fortuna, en la complejidad de la gran bola informativa asequible a los hombres, encontrar patrones, desentrañar una sintaxis, aprender una gramática que permite organizar y dar sentido al aparente caos de la comunicación. Y esto es cierto, naturalmente, de la socialización política a través de los medios. Muchas veces es posible, más de una vez resulta extremadamente fácil, a partir de secuencias y trabazones de ítems transmitidos por un medio en particular, darse cuenta de qué es lo que verdaderamente ese medio anda buscando.

Los hallazgos de Lorenz, Feigenbaum, Mandelbrot, Prigogine, Bak, y de quienes como ellos trabajan en el campo de la complejidad, del caos, de los fractales, de la autorganización, nos capacitan ahora para discernir los patrones de orden en las profundidades abisales del desorden, y también para detectar asientos de desorden dentro del orden. Ya puede decirse que ningún sistema social será jamás totalmente ordenado.

De modo, pues, que resulta ser de gran importancia enfocar nuestra comprensión de los medios como agentes de socialización política, en un nivel de agregación superior al del hecho escueto, al de los puros radiemas o televisemas. Es preciso nadar al ras o, preferiblemente, por encima de los sintagmas políticos de los medios de comunicación.

Lo que Antonio Cova ponía de manifiesto era precisamente eso. A partir de un ejemplo puntual nos hacía entender la anchura de un fenómeno de distorsión informativa que, es de lamentar, despliega una presencia cotidiana. La brevedad que se exige a mi comentario me impide ir mucho más allá de alguna observación acerca de lo que, a mi juicio, son los problemas principales de la socialización política que actualmente agencian muchos medios de comunicación venezolanos.

El primer problema es, por supuesto, la profusión y reiteración de señales y significados emparentados con la pareja significante «agua mana de tubo-caos urbano», el impacto significativo de los discursos y exposiciones reductores de la autoestima nacional. Hay acá, sin duda, toda una gama que va desde una crítica serena hasta la intencionada manipulación desestabiizadora a escala de campañas. Hay acá la ventilación de feudos competitivos, pero también es posible encontrar planteamientos integrales de mayor grado de salud informativa, de una socialización política más beneficiosa. En mi opinión, éste es el caso del muy inteligente experimento socializador de Por estas calles, la telenovela venezolana que, con ocasionales excesos fundamentalistas en las diatribas del recordado Don Lengua, contribuyó de un modo mucho más profundo, valiente y decidido que las insurrecciones de 1992, a la formación de una voluntad popular que desechaba los exacerbados métodos de la Realpolitik en la política nacional, y que sirvió de soporte, a través de la admirable inteligencia colectiva de los venezolanos, al programa de cirugía política que actualmente está en proceso en el país.

Mucho se ha escrito sobre este tema, y es difícil visualizar un output socializador más balanceado y justo sin el autocontrol de los medios, sin una especie de «pacto antinflacionario de la información», que reduzca el precio de la socialización política desde los niveles especulativos de «caos urbano» hasta las cercanías del costo real de «agua mana de tubo». Creo que hemos llegado al punto de requerir ese pacto de los medios de comunicación y la sociedad civil con urgencia, pues la inflación informativa se está verdaderamente convirtiendo  en hiperinflación, y de ella depende en gran medida la inflación de naturaleza económica.

Cuando Alberto Quirós Corradi convocó a una rueda de prensa en su calidad de presidente de una operadora de PDVSA, para exponer y denunciar a los petroespías que habían estado en su seno, no sólo hizo lo debido, no sólo limpió a su empresa de una purulencia corruptora, sino que elevó la imagen de la industria petrolera. Cuando el general Orozco Graterol admitió y castigó las violaciones venezolanas a los derechos humanos de los pobladores de Cararabo, cuando expuso turbios manejos en el núcleo mismo de la justicia militar, no sólo estaba siendo valiente, no sólo estaba siendo serio y responsable, sino que estaba haciendo justo lo necesario para crear prestigio nuevo a una institución que, como todas las demás de la nación venezolana, ha visto decrecer su reputación colectiva. Del mismo modo pueden los medios conducirse: identificando los casos de paranoia informativa, desmontando la armazón de las campañas más nocivas, execrando a quienes usan los medios de comunicación para una socialización política que sólo conviene a sus inmediatos y egoístas fines.

Dejo esta idea del pacto antinflacionario de la información venezolana en manos de las autoridades de este encuentro. Debe ser, antes que un convenio entre gobierno y medios, un compromiso que los medios asuman ante la sociedad civil, ante, como prefiero pensar, los propios Electores. Y debe ser un pacto eficaz, por supuesto, lo suficientemente específico como para que no se repita más nunca en una pantalla de televisión en Venezuela, por ejemplo, aquella aberrante cuña de Graffiti en la que al inicio de clases unos estudiantes destruían pupitres y los lanzaban al vacío desde una alta ventana.

Y también dejo en manos del Encuentro, en manos de esta universidad en la que aprendí de Calvani, y de Rey, y de Chen, y de Cova, y de Izaguirre, y de Micheo, y de Baquedano y de Ugalde, mi compañero, la siguiente idea: correspondería perfectamente a un instituto de su Escuela de Comunicación Social, mejor aún si cuenta con la cooperación de la Escuela de Ciencias Sociales, la actividad de mediciones imparciales y confiables de circulaciones y sintonías. Si los Electores, si la sociedad civil, queremos ser algo más que un pasivo sujeto seducido por los medios, debemos contar con una capacidad de negación. No existe actualmente un registro imparcial de ratings, shares o niveles de circulación, y cada medio se atribuye el primer lugar cuando se le antoja, y dedica gran cantidad de recursos a la autopropaganda. Sí es posible, sin embargo, forzar accountability de los medios. Si llegara a disponerse de un centro de medición de lectura y audiencia en una universidad tan merecidamente creíble como la Universidad Católica Andrés Bello, los Electores tendríamos acceso a información confiable, como también los anunciantes, y entonces veríamos cambiar la conducta de los medios. Tal vez querrían entonces acercarse al ideal clínico en sus reportajes, exigir a sus profesionales que hicieran lo mismo, y tendríamos menos inflación y especulación informativas.

Por lo demás, debo solidarizarme con el planteamiento del profesor Álvarez en pro de una mayor democratización de las comunicaciones en Venezuela, así como decir que, en general, nuestros medios deben mantener una exigencia de pertinencia al discurso político. Los medios no deben jamás perder de vista que por su intermediación podemos también lograr accountability de los actores políticos. Por ejemplo, pidiendo a quien tenga una larga trayectoria de crítica política, a quien quiera que tenga mucho tiempo exigiendo una asamblea constituyente, un discurso de construcción sustitutiva de lo que denuncia, una idea de constitución. Sometiendo así al político a la presión Electoral, mejoraremos la calidad de nuestra política.

Son cuestiones éstas que deberá tomar en cuenta, sin duda, el centro de socialización política para los medios que es la Escuela de Comunicación Social de la Universidad Católica Andrés Bello, Alma Mater a la que saludo respetuoso. LEA

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