La Verdad

Se ha consumado ya oficialmente la elección de Irene Sáez como la candidata por COPEI a la Presidencia de la República. Después de una larga pantomima de independencia, y a pesar de la “oposición diametral” de la Srta. Sáez a una de las últimas ocurrencias de COPEI—acompañar a su “enemigo histórico”, Acción Democrática, en el intento de adelantar las elecciones regionales—el teatro de la convención electoral en la que los precandidatos no pueden dirigirse a los electores ha bajado el telón por última vez. La Srta. Sáez es la candidata copeyana. No importa que el pretendido adelantamiento de elecciones sea tan criminal como arrimar cajas de nitroglicerina al lado de un incendio. Lo importante es, para la Srta. Sáez, obtener el apoyo del partido al que pertenece su mentor político, Enrique Mendoza.

El negocio fue delineado con la mayor crudeza por el Presidente de COPEI, Luis Herrera Campíns, en la precedente convención copeyana de septiembre del año pasado. Dijo Herrera textualmente: “…les voy a decir por qué creo que necesitamos ganar: no por ustedes, que al fin y al cabo—unos por razón de experiencia estamos jubilados, otros por razón de méritos están desempeñando importantes responsabilidades en los organismos representativos—tenemos nuestro medio de vida asegurado, ni de la mayor parte de los dirigentes municipales y regionales del partido que también tienen su vida, por lo menos a corto plazo, asegurada. No, no por ellos, sino por los que no tienen cargos en la burocracia, por los que no tienen acceso a la administración pública para plantear sus problemas y que se los resuelvan, para que se les escuche su pobreza, para que se les dé una muestra de afecto y de solidaridad, que se los podría dar un Presidente copeyano o un gobierno donde el Partido COPEI sea también partido de gobierno…”

Es decir, COPEI escoge a Irene porque su presidente quiere “resolverle” la vida al mayor número posible de copeyanos y cree que hacer su candidata a quien hasta no hace mucho ostentaba el primer lugar en las encuestas de opinión es la manera más fácil de lograr ese objetivo. Nada más tiene importancia. Poco antes de esa convención de septiembre de 1997 Herrera Campíns había sido entrevistado por la prensa y había sido inquirido por el tema de las capacidades de la Srta. Sáez. Herrera fue incapaz de contestar contundentemente que la Srta. Sáez era perfectamente idónea para desempeñar la jefatura del Estado. En lugar de eso aconsejó al periodista que no se preocupara por ese asunto, puesto que “modernamente” ¡el poder era compartido!

Nada más ha podido ser añadido sobre este punto por los dirigentes copeyanos que prepararon la aclamación de la Srta. Sáez. Ninguno ha sabido ofrecer argumentación convincente sobre el crucial tema de la capacidad de la señorita en cuestión. Lo que había que armar era la triquiñuela de un lanzamiento “independiente” de la candidata en dos actos sucesivos, uno en el Ateneo de Caracas y otro en el Poliedro de la misma ciudad, creyendo que basta para confundir a los desmemoriados y manipulables Electores montar con menos de una semana de anticipación a la convención electoral verde el híbrido espectáculo de Evita de las Galaxias. Peinar a la Srta. Sáez, previo recorte de las demasiado largas uñas, al estilo de aquella dudosa mujer de Juan Domingo Perón, para que presidiera sobre un postizo montaje que la identificara con la “fuerza” de Obi Wan Kanobi. Algún amigo me preguntó: “¿Y qué es ahora este peinado? ¿Es que lo que están buscando es el voto de los argentinos?”

Pero lo que acaba de elegir COPEI, vendiendo su alma al diablo por el negocio de unos cargos burocráticos que creían garantizados, es una candidatura perdedora. Ni la previa imagen de Barbie, ni la más reciente de la galáctica Irene Perón, podrán impedir el hundimiento de Miss Titanic, pues ya es obvio para los Electores venezolanos que tras la banalidad cosmética de la campaña de Irene no puede encontrarse otra cosa que banalidad cosmética.

Cuando la Srta. Sáez hizo su fugaz aparición en un barrio de Caracas en el que le decían que ya Hugo Chávez le ganaba, registramos el mismo sabor que dejó aquella famosa noche de 1988 cuando Eduardo Fernández, el competidor de diez años después, pernoctó muy anunciadamente en un rancho de un barrio de la capital. Es el sabor de lo postizo, de lo artificial. Y es que la tragedia copeyana del apoyo a la Srta. Sáez tiene un causante original en Eduardo Fernández. Es precisamente Eduardo Fernández quien inaugura en COPEI la hegemonía de la manipulación vacía e insubstancial de la psiquis de los Electores con su campaña de “El Tigre” de hace ya diez años.

Mucho se ha hablado de la bajísima credibilidad política de Eduardo Fernández. La mayoría de los analistas atribuye ese rasgo a la propensión fernandista de querer estar bien con todo el mundo. Hay entre sus compañeros de partido quienes aseguran que si Eduardo Fernández llegase a ser algún día Presidente confrontaría muy graves problemas a la hora de juramentar sus ministros, pues en ese momento se presentarían cientos de personas persuadidas de que Fernández les había prometido un puesto en el gabinete.

Pues en esto de la blandengue indefinición la Srta. Sáez es también hermana gemela de su derrotado contendor. En lo cosmético de su aproximación, en su fofa postura de transacción y aceptación de cualquier apoyo, la Srta. Sáez parece ser el clon de Eduardo Fernández y, como él, está destinada a ser rechazada rotundamente por el electorado.

Es pues un resultado doblemente negativo y profundamente irónico para Fernández: ser derrotado en el seno del partido que alguna vez le siguió ciegamente, por una ex Miss Universo que reconoce haber aprendido de él y que ahora le supera en sus enseñanzas de cosmetología política y en su medrar. Castigo de Dios, Dr. Fernández, por haber botado en 1988 la real posibilidad de un avance substancial en la política venezolana, al sacrificar lo fundamental por lo cosmético, al encarnar a conciencia la insinceridad.

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