Cuando Eduardo Fernández, poco después del 4 de febrero de 1992, propuso la conformación de un consejo consultivo que dijera al Presidente Pérez lo que tenía que hacer, un periodista escribió: “En síntesis, el Dr. Fernández propuso que otros propongan”. Esto es, él no tenía que proponer otra cosa que un deseo de que Venezuela llegara a tener una “economía humana”.
Eso que dijo el Dr. Fernández es lo que dicen casi todos. Alfaro Ucero dice que “hay que pensar” sobre alternativas que no sean la renta petrolera y Sáez “puso a la orden sus economistas para aportar ideas”. Salas Römer cree que las huelgas de algunos gremios han sido iniciadas para “rentabilizar” la situación. Chávez propone que se adelanten las elecciones presidenciales, sin que sepamos a ciencia cierta qué haría él si es electo, más allá de poner a pensar unos diputados constituyentes.
Úslar propone, por enésima vez, que quienes piensen conformen “un comando de crisis, de no más de diez ministerios, bien acoplado, formado por gente capaz, que convoque al país a un gran esfuerzo de salvación nacional” y que tiene que “emprender un plan muy sencillo e inmediato” que él llamaría de “salvación nacional”. ¿En qué consiste ese esfuerzo? ¿en qué consiste ese “plan sencillo e inmediato? (Sencillo, inmediato, coherente, armónico, racional, moderno, creíble, etc.Uslar no lo sabe o no lo dice. No lo ha dicho nunca.
Lo que sí hace es oponerse a la celebración de una asamblea constituyente. Dice que “es una de las soluciones mágicas que le presentan al país”, que una constituyente no va a cambiar el país, que es una ilusión, que “eso es lo mismo que hemos tenido pero con otro nombre” y que lo que Venezuela necesita son “programas, planes y concepciones de futuro”. Y en cambio propone que de un “comando de crisis” (otro nombre), va a salir un plan que él llamaría (otro nombre) “de salvación nacional”, mágicamente.
La primera vez que Uslar propuso tan mágico remedio fue en diciembre de 1991, a unos dos meses antes de la intentona de Chávez, y propuso que fuera Carlos Andrés Pérez quien se pusiera al frente de un “comando de crisis”. Fue después de los acontecimientos del 4 de febrero de 1992 que comenzó a pedir la renuncia de la misma persona que, dos meses antes, él quería como jefe del “comando de crisis”.
Tanta insistencia en tan mágica y sencilla solución de un “comando de crisis” da que pensar, porque la expresión “comando” (otro nombre), refiere inmediatamente al ámbito militar y, repito, la primera vez que Uslar recomendó un “comando de crisis”—mágica solución—fue pocos días antes de un golpe de Estado—esa vez fallido.
Hay quienes han dicho que Chávez daría un golpe de Estado preventivo, hacia el mes de octubre—mágica fecha para Úslar—en la convicción de que este “sistema político” nunca le daría el poder y le robarían las elecciones. Ese no puede ser un golpe que Úslar propiciaría. Úslar jamás permitiría que Presentación Campos se convirtiera en el jefe y el señor. Quizás esto justifique un golpe de Estado preventivo para prevenir el golpe de Estado preventivo que se dice sería ejecutado por Chávez.
El sitio en el que los hombres de pensamiento de Venezuela pueden dar su aporte a la solución de la crisis no es el de un nuevo cogollo de diez comandantes de crisis sino, precisamente, esa asamblea constituyente que Uslar aborrece. Allí podría Uslar aportar su sabiduría, como no lo podría hacer, supongo, en un “comando de crisis”. Abiertamente ante el país.
Uno no rechaza, Dr. Úslar, valerse de una herramienta que permite hacer cosas importantes porque no permita hacer otras cosas importantes. No vea Ud. a una constituyente como navaja suiza que es a la vez cuchillo y lupa y sierra y lima y brújula y mondadientes. Pídale a la constituyente únicamente que recomponga este casco poítico e institucional carcomido de tantas formas en tantos flancos.
O si no que Úslar nos diga, de una buena vez, cuál cree debe ser ese “plan de salvación nacional” sencillo e inmediato. Y precisamente porque el problema es morrocotudo es por lo que uno supone que la herramienta que debe emplearse debe ser conmensurable con su magnitud. Usted convendrá, Dr. Úslar, que una mágica constituyente es una herramienta más poderosa que el décuple cogollo de su mágico “comando de crisis”.
Tan solo una de las cosas que hay que hacer, Dr. Úslar, es reunir a la constituyente, pero es una cosa muy importante. Apelar, en medio de una crisis fundamental, nuclear, de composición, de constitución, al Poder Constituyente. Esto es más democrático que convocar a una reducida mesa redonda a diez mágicos barones. Podemos pedirle al Dr. Caldera que convoque de una vez el referéndum que pueda generar una asamblea constituyente.
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