Querido Eduardo Fernández:
Hace una semana pude verte en el programa de televisión que conduce Vladimir Gessen, en el que te presentaste como el líder de una cruzada de “concertación nacional”, concebida como respuesta a la grave situación del país y, más específicamente, como salida ante la desagradable posibilidad de un triunfo de la candidatura de Hugo Chávez Frías en diciembre de este año.
Tal como planteaste el asunto, la idea tiene un doble pivote. Por una parte, que los candidatos distintos de Chávez declinen sus candidaturas, ante la evidencia de que no pueden ganar, en favor de una candidatura única, la que pudiera ser la de uno de ellos mismos o la de alguien que no ha sido postulado. La posibilidad de esto existe porque en la novísima –aunque ya remendada– Ley del Sufragio y Participación Política, el artículo 151 dice en su primer parágrafo lo siguiente: “Las postulaciones extemporáneas se tendrán como no presentadas. Sin embargo, en caso de candidatos ya postulados que por muerte, renuncia, incapacidad física o mental o por cualquier otra causa derivada de la aplicación de normas constitucionales o legales deben ser retirados, se admitirán las correspondientes sustituciones”. Esto es, que la renuncia de unos entre los actuales candidatos abriría la puerta a cualquier venezolano por nacimiento, mayor de treinta años de edad y de estado seglar para reemplazar al o los renunciantes.
Creo que aquí estás interpretando correctamente una vertiente de la dinámica electoral de estos días, y te sumas a quienes te antecedieron en la advertencia de la posibilidad. (Pompeyo Márquez fue el primero que lo anunció por televisión, pocos días antes de tu exposición ante Gessen). En efecto, al menos dos de los candidatos—Fermín y Sáez—han hablado de un “frente antiChávez”, lo que supone, precisamente, la declinación de las candidaturas actuales, o por lo menos la declinación de todas menos una. Por ahora Salas y Alfaro se niegan a la proposición, y por tanto una “atractriz” del actual proceso puede ser la de una recomposición tripartita, que es lo que Salas busca inteligentemente cuadrar: las candidaturas de Chávez y Alfaro contra la de Salas Römer, la que sería apoyada, en el máximo perímetro del sueño, por sus propias fuerzas (Proyecto Venezuela), las fuerzas de Irene (COPEI, Causa R, Movimiento Irene, Factor Democrático), el MAS de Teodoro y Pompeyo, Convergencia, una parte de COPEI y personalidades como tú mismo y Claudio Fermín y su grupo. Pero cuando tú insistes más de una vez en que pudiera ser alguien que no ha sido postulado permites entrever tus dudas de que Salas pueda ser el depositario de la concertación que propones.
Debe reconocérsete que, en aras de la credibilidad de tu proposición, tú te excluyes como eventual candidato de consenso. Eso está bien, porque te aplicas a ti mismo la regla que crees debe aplicarse a los demás: deben declinar quienes no tienen la posibilidad de ganar.
Y no tienen la posibilidad de ganar ninguno de los actuales candidatos por la siguiente razón: el pueblo sabe, empírica o intuitivamente, que una persona, participante directo de la configuración de poder actual, carece de la libertad necesaria para acometer los cambios que sería necesario introducir a través de tratamientos novedosos a la situación política. Para ponerlo en otros términos: un líder que ostente en los momentos actuales una cantidad significativa de poder, estará al mismo tiempo muy impedido por la serie de transacciones en las que, con toda probabilidad, habrá debido incurrir para acceder a la posición que ocupa y para mantenerla.
El segundo pivote de tu proposición tiene que ver con lo programático, con lo que tú llamas un “paquete a ganador”, que pudiese ser obtenido, según tu fórmula, como un “mínimo común denominador” de los programas de los candidatos que se unirían en apoyo a una candidatura única. Acá creo, Eduardo, que el país necesita algo más profundo que un mínimo resultante de un regateo de programas que, por lo que se conoce de ellos, no parecieran ser suficientes.
En todo caso, no puede ese “paquete a ganador” construirse en oposición a la idea de Constituyente, como fue tu postura en el programa de televisión aludido. Tal vez olvidaste que por aquellos días de confusión y miedo en el estamento político venezolano que siguieron al 4 de febrero de 1992, tú mismo declaraste, desde la ciudad de Valencia, que debía convocarse una Constituyente. Aquella “voluntad de rectificación”, aquella “voluntad política” que pareció ser el resultado de la sacudida golpista, desapareció totalmente durante este quinquenio, y el Congreso del período que ahora toca a su fin se olvidó por completo del tema constitucional. Ya Datanálisis había registrado un 53% de sus encuestados a favor de la Constituyente; ahora es Consultores 21 que reporta el nivel de apoyo en 61%. Y como le escuché decir a una lúcida dama venezolana: “Cuando más de la mitad de los venezolanos apoya la idea de la Constituyente ha llegado la hora de abrazarla”.
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