Los Estados Unidos de América no pudieron, al principio, diseñar un poder ejecutivo presidencial. En 1776 se aprueban los Artículos de la Confederación—la Constitución es de 1787—en los que se prescribe un gobierno colegiado para el descargo de las labores ejecutivas. Pero para el asunto de la guerra contra Jorge III se nombra un general en jefe: George Washington.
El símil sirve para pensar el asunto de la Coordinadora Democrática, pues es obvio que falta en ella unidad de mando. Una cosa es unir a los factores de la Coordinadora, y para esto basta, como se ha demostrado a la hora de suministro de tropas, una estructura federativa y colegiada, y otra bastante diferente ganarle la guerra a Chávez, para lo que se requiere capacidad estratégica y operativa.
Enrique Mendoza parece ser un buen general de campo, un líder que puede manejar operaciones complejas y llevarlas a buen término dentro de márgenes de seguridad bastante buenos. Es posible, por esta característica, que se asemeje mucho a la figura del general Patton, brillante militar táctico de la Segunda Guerra Mundial. Es muy posible que Eisenhower no hubiera podido ganar las batallas que Patton ganó.
A pesar de lo cual Eisenhower era el jefe. Él era, por así decirlo, quien escogía las batallas que Patton debía librar.
La visión estratégica es lo que puede echarse en falta en la Coordinadora. No es necesario enumerar una vez más la serie de aventuras fallidas en las que muchos ciudadanos nos hemos enrolado, ni las graves y debilitantes consecuencias que esos errores han acarreado. Lo cierto es que si en la dirigencia de esas aventuras hubiera habido más penetración de la situación, visión más profunda, más imaginación estratégica, una mejor comprensión de la Política, otras aventuras hubieran sido emprendidas.
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En 1999 fue posible recomendar que no se entendiera la oposición a Chávez como su negación. Era imposible negarle. Era un fenómeno telúrico, como el Caroní.
Lo primero que puede intentarse ante un fenómeno así es la contención. Se contiene el río con diques para que no se desborde asolándolo todo. La oposición pudo hacer bastante más contención de la que hizo. ¿Era posible hacer más? Recordaremos que uno de los primeros decretos de Chávez era la pregunta que se propondría a los Electores para consultarle sobre la convocatoria a elecciones de representantes a la Constituyente, y esta pregunta afirmativamente contestada equivalía a convertir a Chávez en el determinante omnímodo en materia constituyente. La intención totalitaria había sido expresada de modo muy burdo, brutalmente. A pesar de esto, a pesar del miedo con el que Chávez paralizaba al país entero al comienzo de su gestión, el hielo que se generó a su alrededor, un vacío tan grande como el que causó la lectura del decreto de Carmona, le forzó a rehacerlo.
Pero no basta, naturalmente, la mera contención. Para ganarle a Chávez hay que rebasarlo con un discurso de orden superior. La única oposición viable a Chávez es por superposición.
Y aquí la cosa es más grave, pues nunca ha habido un discurso opositor que haya sacado la alfombra argumental del piso de Chávez, cosa que fue posible durante la campaña de 1998 y no se hizo, cosa que fue posible desde su primer año de gobierno y no se hizo. Nadie ha sido capaz, no ya de acusar a Chávez, sino de refutarlo. (Por lo menos entre quienes han tenido las oportunidades comunicacionales para hacerlo).
Por ejemplo, en 1999 Chávez sostenía que la Constituyente debía ser considerada originaria, y la oposición tenía que ir a proponer a Catia que debía tenérsela por derivada. La desventaja es obvia, y si no hay heridos de esa época, es porque los operadores de entonces no iban a dar mítines a Casalta para defender el carácter derivado de la Constituyente, donde hubieran corrido el riesgo de ser lapidados. A nadie se le ocurrió decirle a Chávez que verdaderamente quien era originario era el Pueblo mismo, el conjunto de Electores, y que ese carácter sólo se expresaría en el referendo aprobatorio final, y que mientras tanto la Constituyente era poder constituido, tan constituido como lo era el Congreso de la República que todavía por esa época, mutilado y desahuciado, existía.
Por ejemplo, puede predicarse al enjambre ciudadano que es el verdadero jefe, el Soberano, y que en ese carácter está por encima de la Constitución y mucho más todavía por encima del Presidente de la República, no digamos del Consejo Nacional Electoral.
Pero existe el miedo al enjambre democrático, por no entenderlo, y sin confianza en él no será posible vencer a Chávez. Es necesario hacer el trabajo de reinterpretación del país para este enjambre, es necesario quien sea capaz de neutralizar, por superioridad, el catecismo que Chávez vende cada vez que abre la boca.
Pudiera ser que haya que tomar al pie de la letra la recomendación, que varias veces hemos citado, de Alfredo Keller: «Debe darse espacio, recursos y promoción a una contrafigura de Chávez, aunque esa contrafigura no vaya a ser candidato». Esto es, identificar a quien pueda hacer el trabajo refutador, interpretativo y comunicacional de superar el discurso chavista. Una mera acusación (de la que hay tantas), repetimos, no es una refutación.
Pudiera ser que la Coordinadora encontrara su Eisenhower, que puede ser alguien distinto del anterior. O que al Patton que tiene se encontrara la forma de suministrarle sustancia estratégica. (Por la vía de una unidad de análisis de políticas, un estado mayor o algo así). Lo cierto es que en la configuración actual, y con la muy activa resistencia del luchador sucio que es el gobierno, dada la equívoca trayectoria del alto mando opositor, el riesgo de un nuevo y aplastante fracaso es significativamente grande.
La clave puede estar en la grandeza de Enrique Mendoza. Se requiere ser verdaderamente grande para aceptar las propias limitaciones. De Enrique Mendoza se dice que preferiría no presidir la transición, para optar legítimamente a un período constitucional completo. ¿Por qué no comienza por aceptar sobre su comando operativo una autoridad estratégica de orden superior, o tal vez a su lado?
La Coordinadora Democrática puede estar en omisión legislativa desde hace tiempo ya. Hace ya tiempo que la Coordinadora ha debido normar unas primarias abiertas para la selección y postulación de un candidato unitario, si es que está tan segura de que sacará a Chávez por revocatorio antes del 19 de agosto de 2004 y de que, por consiguiente, habrá elecciones para elegir a quien sea el Presidente por el resto del período. ¿Por qué sus estrategas no lo han hecho? Sería interesante ver si, después de acusar al gobierno de intentar bloquear la participación popular en el referendo revocatorio del Presidente, la Coordinadora sería capaz de tramitar la candidatura por vía de cogollos o por unas primarias más bien cerradas, de difícil penetración por parte de candidatos no convencionales.
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