Piedra de escándalo ha sido la viral difusión de un ya famoso video chavista por el mundo: The Revolution will not be televised. (La revolución no será televisada).
No es para menos. Se trata de una ofensiva de propaganda muy bien montada, que deja bastante atrás los esfuerzos convencionales de un estilo convencional de oposición. El «documental» está siendo exhibido profusamente en el exterior. Una de las exhibiciones más recientes, y causa de las más recientes rasgaduras de vestimenta, ha tenido lugar en la universidad femenina de Smith College, Northampton, Massachussets.
La ficha técnica del video informa que fue filmado y dirigido por Kim Bartley y Donnacha O Briain, editado por Ángel Hernández Zoido, y producido en asociación con The Irish Film Board y la colaboración, entre otros, de la BBC y Radio Televisión Española. Créditos adicionales reivindican premios en festivales de cine en Málaga, Marsella, Seattle, Chicago, Irlanda, África del Sur, etcétera.
La presentación del video declara sinópticamente: «El 12 de abril de 2002 el mundo despertó con la noticia de que el presidente venezolano Hugo Chávez había sido removido de su cargo y había sido reemplazado con un nuevo gobierno interinario. Lo que había tenido lugar en realidad era el primer golpe latinoamericano del siglo XXI y el primer golpe de los medios en el mundo».
La distribución es auspiciada por las embajadas de Venezuela por todo el planeta. Y la actitud general de la oposición es la de aquella antonomásica cuña de la televisión venezolana: «¡Mamá, Federico me está molestando!» (Con honrosas y heroicas excepciones individuales).
Por supuesto, se trata de una construcción distorsionada de los hechos, de una muy sesgada presentación de lo que sucedió, de una fabricación de contextos desde los que un juicio favorable al pobre Chávez es ineludible. Pero el video es eficaz. Si no fuera así no habría causado el nivel de alarma que se observa.
¿Basta la alarma? ¿Bastan la indignación y el frenético y escandalizado cruce de correos electrónicos? Desde un cierto punto de vista se trata de procesos positivos, reacciones de la inmunología política venezolana. Pero no son suficientes.
Una vez más digo: no basta acusar; es preciso refutar. ¿Hay alguien capaz, hay un grupo de profesionales del video que esté preparando un documental que contrarreste lo que obviamente es una cuidadosa operación propagandística? ¿O es que, de nuevo, la «dirigencia opositora»—bloques o coordinadoras—pretende jugar pelota escolar en terrenos triple A?
La heroica acción de Valeria Nucete en Northampton—que refutó junto con otras venezolanas la torcida interpretación del video de marras—tal vez haya neutralizado localmente la inflamación, pero la extensión del virus aconseja un tratamiento sistémico.
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