La angustia se elevó por los cielos en los últimos días en Venezuela. Los acontecimientos del CNE dominaron los corazones y espíritus sensitivos olfatearon la posibilidad de una guerra civil a la vuelta de la esquina, tal era el desasosiego y la claustrofobia social. (Y la prédica de algunos actores que volvieron por sus fueros, exponiendo que sólo quedarían salidas de fuerza).
La sensación, en algunos, fue la que experimentaría un viajero en el interior de una larga caverna, y que mientras transita a gatas por un pasaje particularmente estrecho, tropieza todavía con una piedra que le corta en la pierna. El descontrol se apodera de él y se desespera y entra en una espiral viciosa que le oprime todavía más. La OEA había venido a decir que necesitaba acceso a dos áreas, control de calidad y comité técnico superior, y la decisión sobre su petición estaba aún en suspenso cuando Ezequiel Zamora declaró la emergencia. Había descubierto una mina enterrada en el piso y alertó públicamente del hecho. Esta fue la piedra que produjo la sangre.
Pero la verdad es que la diligente vigilancia y oportuna denuncia de Zamora logró restañar la herida a tiempo, y Francisco Carrasquero debió dar las instrucciones que corrigieran el abuso de un funcionario chavista en el CNE. Se perdió algo de sangre, posiblemente. Unas pocas firmas, tal vez, habrán sido invalidadas, al menos temporalmente, pero esa hemorragia pudo ser controlada. En esta trampa los cazamos.
Claro que en medicina se conoce la condición de «hemorragia por capas», lo que quiere decir que los médicos pueden afirmar que habrá nuevas hemorragias, pero no predecir cuándo y dónde. La vigilancia no puede cesar; menos después de la demostración de puertas cerradas del viernes. El sendero del revocatorio transita sobre terreno minado.
Entretanto, continúa operando el Estado subtotalitario, el que puede decir que no ha cerrado ningún canal de televisión—mientras el 23 de enero el Ministro de Infraestructura encabeza, con pañuelo de «tupamaro» al cuello, sobre poderosa motocicleta, una caravana frente a Globovisión. O continúa la presión de «pitbulls» que no cejan sobre Alfonso Martínez o se autoriza a la Asamblea a aprobar la Ley Orgánica del Tribunal Supremo de Justicia por mayoría simple. Etcétera.
También trajo sosiego la providencial presencia de Carter, sin la menor duda. Chávez tuvo que admitir, en público, la petición de Jaramillo y el ex presidente norteamericano pudo declarar que no veía asomo de fraude por ninguna parte.
Alguien, entonces, está en campaña. (La «Misión Cristo»—pobreza cero en 2021—no es un anuncio de campaña por la alcaldía de Puerto Cumarebo, sino por la jefatura del Estado). La campaña del revocatorio es, en el fondo, una campaña presidencial con un solo candidato, y por esto es preciso encontrar «una contrafigura de Chávez, aunque esa figura no vaya a ser candidato». (Fórmula de Alfredo Keller, junio de 1998).
Demasiada gente determinará su participación en el revocatorio según pueda ser convencida por la hipotética contrafigura. Es la hora de la «Operación Diógenes»: Hay que encontrar, pronto, a esa persona.
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