Cartas

El último día de 1930, Ambrogio Damiano Achille Ratti, natural de Desio, cerca de Milán, Italia, donde nació el 31 de mayo de 1854, residente del Estado-Ciudad Vaticano, actuando en su carácter de papa bajo el nombre de Pío XI, enviaba la encíclica Casti Connubi (Los castos esposos) a todos los Hermanos, Primados, Arzobispos, Obispos y otros Ordinarios Locales que disfrutaban la paz y la comunión con la Sede Apostólica, y a quienes, después de desearles salud y enviarles su bendición apostólica, les propuso lo que en términos católicos de la época era una considerable revolución. Pío XI declaraba en esa carta que «la mutua ayuda de los cónyuges» (lo que incluía el sexo), era uno de los dos fines primarios del matrimonio, siendo el otro la procreación.

A estas fechas eso no suena nada revolucionario. Hoy en día aceptamos lo sexual con mayor naturalidad y con sana alegría y gratitud por disponer del privilegio de tenerlo. Pero para 1930 la equiparación que Pío XI proponía era un gran avance respecto de caracterizaciones precedentes. Antes de Casti Connubi se reconocía un único fin primario del matrimonio: la procreación. Y lo que para Pío XI era la mutua ayuda de los cónyuges se tenía por fin secundario, y no se llamaba así, sino «remedio de la concupiscencia». (Concupiscencia: tendencia a pecar como herencia del pecado original de la primera pareja humana, el código «genético» de la humanidad. El matrimonio sólo ofrecía un alivio al escozor sexual, que sin el sacramento sería pecaminoso. La dignificación de lo sexual osada por Pío XI en 1930, aunque sugerida metafórica o alusivamente, constituyó una verdadera emancipación).

Pío XI no sólo hizo progresar la materia conyugal entre los católicos, sino que fue el verdadero arquitecto de la doctrina social de la iglesia en Quadragesimo Anno. Cuatro meses y medio después de Casti Connubi el papa despachaba esa avanzadísima encíclica social, bastante más atrevida y clara que la predecesora Rerum Novarum (Cosas nuevas), datada por León XIII cuarenta años antes, el 15 de mayo de 1891, y en cuya conmemoración fue escrita. En Quadragesimo Anno Pío XI se mostró como precursor de la «Tercera Vía» de Tony Blair, pues adelantaba proposiciones diferentes de las liberales y las marxistas a las que censuraba y condenaba sin disimulo.

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En materia de pecados políticos es importante saber contra qué pecamos. Tal vez en 2030, en conmemoración del primer centenario de Casti Connubi, algún papa pudiera plantarse para decir: «La Política siempre tendrá por uno de sus fines primarios la mutua ayuda de funcionarios y ciudadanos (lo que incluye la búsqueda del Poder), pero será asimismo fin primordial de la Política la solución a los problemas de carácter público».

Pero ahora precisamos de una formulación más radical y tajante, pre Casti Connubi, por así decirlo: «La Política tiene por fin primario la solución de los problemas de interés público, y el remedio a la concupiscencia del poder es un fin secundario». Porque es que el libertinaje político observable sólo atiende a la satisfacción de esa concupiscencia. Disimulada tras el disfraz de una ideología, con las caretas o coartadas de la libertad, la justicia social o la revolución, esa tendencia a la procura del poder es lo que prevalece. La Realpolitik.

De esa convicción de que la Política consiste en buscar poder mientras se impide al otro conseguirlo—letra pequeña: por todos los medios al alcance—participan todos los políticos convencionales, movidos a veces por la ingenua idea de que su misión es concertar una paz o pacto social para alcanzar valores, cuando éstos no son objeto de logro sino de empleo. Los valores son criterios para escoger políticas pero nunca metas concretables. No pueden serlo porque jamás dejan de ser necesarios, como dejan de serlo las metas alcanzadas. La libertad no se satisface jamás.

De modo que en el mejor de los casos tendremos políticos que persiguen realizaciones imposibles, y en el peor el más descarado pugilato por el poder. Nuestros políticos, cuando están de buenas, quieren suplir nuestras carencias objetivas con valores; cuando de malas, persiguen nuestro voto con tenacidad de mercadólogos o simplemente lo compran, lo extorsionan o lo adulteran. Necesitamos otros políticos, necesitamos otra Política. Necesitamos a quienes busquen las soluciones públicas por encima de la competencia.

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Ya es tarde para las elecciones regionales y municipales. Sobre el domingo último de este mes de octubre de 2004 está echada la tapa de la competencia nacional, que cierra la emergencia de la necesidad y la solución locales, con muy honrosas excepciones. Un candidato reparte favores al mejor estilo clientelar, aun antes de disponer de presupuesto público; el otro da permiso a una caravana de candidato oficialista, no sin advertir que considera tal actividad una provocación, pues el municipio por atravesar es claramente opositor, como él lo es. (Aunque resulte contradictorio que tengamos largo tiempo añorando que Puente Llaguno o la Plaza Bolívar caraqueña fueran territorio de todo el mundo). Éste busca legitimarse como gobernador porque está con el comandante del proceso; este otro nos anima a no dejar que «ellos» decidan por uno. («Ellos», los que están con el comandante del proceso). De resto, si soy gobernador o alcalde en busca de reelección, encuentro qué calles asfaltar a última hora y de qué postes colgar mi propaganda con mis eslóganes. Pura Realpolitik.

Hay quienes, por supuesto, guardan una cierta urbanidad a este respecto. Del lado no chavista se come Realpolitik con cubiertos. Se busca el poder, pero se procura desmentir que en esa búsqueda se emplea tácticas sucias, se pretende que sólo se juega limpio.

Del lado oficialista, en cambio, no se oculta ni el abuso, ni la ilegalidad ni el ventajismo. Por lo contrario, se anuncia que se jugará sucio. Hace unos cuantos años un periódico de circulación nacional publicaba el facsímile de dos cartas. Una era de un poderoso empresario nacional para un cierto banquero, a quien se le exigía una cierta retractación. La otra era la del banquero, capitulando ante la exigencia. Ambas cartas estaban evidentemente escritas en la misma máquina de escribir, aunque con membretes diferentes, por la misma secretaria. Era obvio que el texto de la capitulación había sido decidido por el vencedor, y que éste no buscaba ocultar ese hecho, sino todo lo contrario. Parecía estar en su interés que se supiera que podía torcer brazos y forzar voluntades. Así se comporta el gobierno nacional en Venezuela. Juega, como el que más, a la Realpolitik, sólo que en su caso se trata de un deporte extremo, sin límites.

Es en estas circunstancias cuando ahora parece darse una pleamar después de una prolongada bajamar abstencionista, provocada por un gobierno interesado en que se le sepa abusador y una dirigencia opositora incompetente, que exhibió la interpretación de fraude el 15 de agosto porque no quiso pagar el precio de su fracaso. Tal vez la nueva marea no sea suficiente para llenar la desecación provocada por las plañideras del fraude y por quienes mantienen cerradas unas cajas y anuncian transparencia desde sus persistentes opacidad y obstruccionismo. Si el domingo la abstención es grande, como vino siendo hasta el mentís del 15 de agosto, ya sabremos a quiénes echarle la culpa.

LEA

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