Cartas

El 3 de noviembre el Presidente del Partido Socialcristiano COPEI, Eduardo Fernández, dirigía muy importantes y pertinentes palabras a la dirección nacional de esa organización. Se trataba de un sincero y valiente mea culpa, no exento de claridad. Así dijo:

«Hace seis años la oposición se propuso como objetivo sacar a Chávez del poder. Seis años más tarde, Chávez está más atornillado que nunca en el poder, y la oposición más debilitada que nunca. Seis años son un lapso suficiente como para sacar conclusiones. Adoptamos una línea política hace seis años y hemos obtenido fracasos y fracasos, hasta el último, el 31 de octubre. Tenemos que analizar seis años de una política opositora equivocada: porque si el objetivo de la política de la oposición era sacar a Chávez y fortalecer a la oposición, hemos logrado exactamente lo contrario: Chávez está muchísimo más fuerte, dentro y fuera del país, y la oposición está mucho más débil, dentro y fuera del país. Pero, además, tenemos doce años de fracasos en COPEI. Vamos a abrir un debate sobre estas circunstancias».

Más adelante en su exposición opinó así:

«Hay dos ‘guarimbas’, que quisiera analizar. Una es el fraude: ‘no lo estamos haciendo mal, lo que pasa es que nos roban las elecciones’… Si eso fuera verdad, en nuestro análisis tendríamos que ver cómo hacemos para no ser tan bobos, que ganamos todas las elecciones y nos las roban… Aquí, ciertamente, hay mucho más ventajismo del que nunca antes habíamos tenido en la historia democrática de Venezuela y se ha presentado una cantidad grosera de irregularidades en materia de registro electoral y otros aspectos que son evidentes y están a la vista de todos. Pero la prueba de que sí se podía ganar, no obstante las terribles irregularidades, es que Morel ganó en Nueva Esparta y Rosales ganó en el Zulia; y que los alcaldes que tenían que ganar, ganaron… Aquí de lo que se trata es de tener votos suficientes para superar cualquier maniobra y donde no hay votos no hay para donde coger. El compañero que gana, lo hace con registro electoral o sin registro electoral… Hay que investigar a fondo las graves fallas presentadas por el Registro Electoral Permanente y el ventajismo del gobierno, que fue una cosa atropellante, grosera y sin precedentes. Pero, entiéndanme, como se demostró con Morel y con Rosales: cuando hay votos no hay manera de que nos roben las elecciones».

Y, lapidariamente, afirmó:

«……comenté con algunos amigos que lo indicado el 15 de agosto pasado era que el líder más caracterizado de la Coordinadora Democrática, el compañero Enrique Mendoza, asumiera la derrota, derrota que se venía venir, derrota que él conocía tan bien como yo, o mejor que yo, porque él veía las encuestas antes que yo, y asumiera la derrota, anunciando que la Coordinadora Democrática ponía sus cargos a la orden, para que otros se dedicaran a administrar el capital político impresionante que teníamos y que fue reconocido por el CNE—capital político que se debe en buena medida y sin ninguna duda al trabajo del propio Enrique… Nada menos y nada más que cuatro millones de votos, 40% del electorado que votó por el SI.… Yo nunca he visto un suicidio político más insólito que el que se produjo como consecuencia de aferrarnos, de la manera como lo hizo la oposición, a la tesis del fraude».

Estas últimas palabras no fueron proferidas con intención de convertir a Enrique Mendoza en cabeza de turco o chivo expiatorio, sino como preparación para su personal oferta de poner su cargo partidista a la orden, así como invitó a toda la dirección nacional de COPEI a hacer lo mismo, y a abrir una profunda, descarnada y constructiva reflexión para sacar consecuencias de los doce últimos años de barranco para el partido. De hecho dijo: «Y la responsabilidad principal es mía. Repito, aquí no estamos en un debate para buscar chivos expiatorios, pero si ustedes tienen ganas de encontrar uno, aquí estoy a la orden».

Pero también reivindicó haber hecho recomendaciones estratégicas que fueron desatendidas, y que coinciden milimétricamente con lecturas de esta publicación. Por ejemplo, dijo Fernández: «¿Cuál fue la segunda recomendación que hicimos como recomendación estratégica para la campaña del 31 de Octubre? Desnacionalizar el debate. Si manteníamos la lucha frente al 31 de octubre como una continuación del referéndum estábamos derrotados otra vez… como en efecto (ocurrió)… Hicimos de la campaña electoral una continuación del debate del referéndum revocatorio, y lo volvimos a perder». (En el número 101 de la Carta Semanal de doctorpolítico del 26 de agosto se decía: «Y los candidatos no chavistas deberán ocuparse de sus respectivas montañas estadales y municipales, ofreciendo soluciones a su escala, antes que inscribiéndose en una lucha de rebeldía ante el poder central, porque lo que está ahora en juego es el poder descentralizado…»)

Muchas más cosas importantes, atinadas y claras dijo Eduardo Fernández el 3 de noviembre. Ahora bien, a pesar de su lucidez y su valentía, es difícil que el partido pueda recuperarse en tanto franquicia política. (Expresión que Fernández empleó). La marca COPEI puede estar irreversiblemente dañada desde el punto de vista mercadológico, y su definición como organización demócrata-cristiana puede contribuir a mantenerla anclada en una comprensión de lo político que ya ha sido rebasada por los fenómenos de lo que Alvin Toffler llamara la Tercera Ola. COPEI, como Acción Democrática, es partido de la Segunda Ola, de una conceptualización del «problema social moderno» en términos de la Revolución Industrial. Lo que ahora se requiere son organizaciones cualitativamente diferentes, y es prácticamente imposible, a estas alturas, recomponer a algo como COPEI para forzarle a una metamorfosis que le convirtiese en lo requerido. Tal como observara Marshall Mac Luhan, un sillón Luis XV puede encontrar acomodo dentro de un apartamento de decoración modernísima, pero un Macintosh G5 en el Salón de los Espejos del Palacio de Versalles lo reventaría. El ambiente nuevo puede contener lo viejo; el ambiente viejo no puede contener lo nuevo.

Pero otra cosa muy distinta son los hombres y mujeres de COPEI. En tanto estén vivos seguirán siendo, como cualquier persona, esperanzas de humanidad, especialmente si asumen la disposición a aprender de los errores que traslucen las gallardas palabras de Fernández. Es así como sus vocaciones políticas no están en absoluto muertas. Están allí para la mutación conceptual, para darse cuenta de que ahora hay que hacer cosas distintas de lo que vinieron haciendo, vistos los resultados de una práctica y unos paradigmas demostradamente obsoletos. Reagrupados junto con otras voluntades políticas que pueblan el país, dentro de un nuevo espacio y un nuevo concepto, podrían estar llamados a tareas importantes, tanto a escala nacional como local.

El caso particular de Eduardo Fernández es especialmente rescatable. No hay duda de que el país invirtió en él ingentes esperanzas y recursos, que la Nación no puede darse el lujo de desechar considerándole en desahucio. No hay duda de que empleó buena parte de esas esperanzas y esos recursos para formarse como un activo nacional de calidad considerable. Esa inversión sigue siendo susceptible de capitalización. Fernández está vivo porque aprende, está vivo porque toma conciencia y nota de sus aciertos tanto como de sus errores, así esto haya tomado, como él mismo apunta, no menos de una docena de años. Nunca es tarde para las epifanías.

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