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Los nuevos desastres pluviales, amplificados sin duda por la desidia oficial en Vargas, han distraído al Presidente de la República de su agenda preferida: su epopeya antigringa. Ya la tragedia de 1999 había cortado en su momento los festejos de la promulgación de la Constitución vigente. Un poco más de seis años después de aquella calamidad comprobamos que las recomendaciones técnicas de prevención—muros de contención en concreto armado, entre otras cosas—fueron sustituidas por curitas ineficaces. (Gaviones que no resisten el embate de las aguas).

Así que el líder continental de la revolución socialista tendrá que ocuparse de un fastidioso e inoportuno problema local y distraerse de su épica tarea. Es posible que sueñe con recibir ayuda china para esta nueva prueba de los elementos. Pero una vez que haya dado su condolido discurso—»Si la Naturaleza se opone haremos que nos obedezca»—volverá a dejar el asunto en manos de sus lugartenientes para continuar en su papel de héroe transnacional. (Exógeno, pues).

Un aventurado pronóstico de Stratfor para la década 2005-2015 supone que Chávez continuará «retando los intereses de seguridad de los Estados Unidos en la región, particularmente en Colombia» y que buscará «expandir su revolución bolivariana con el establecimiento de redes de apoyo político y financiero con líderes políticos y organizaciones bolivarianas o extremistas de pensamiento parecido por toda la región».

Pero los analistas de Stratfor también creen que los Estados Unidos «responderán a los obstáculos que Chávez representa buscando aislarlo políticamente y tal vez económicamente». Esto es más fácil decirlo que hacerlo. No será nada fácil para la diplomacia de Washington lograr que la Organización de Estados Americanos reduzca a Venezuela a un status análogo al de Cuba. Si, como pareciera implicar el pronóstico de Stratfor, los Estados Unidos se limitaran a una política de ese tipo, pronto comprobarían que esa postura no les conduciría a nada. Y si insisten en sus frecuentes declaraciones críticas—Rice, Noriega, etc.—no harán otra cosa que trabajar a favor de Chávez, al reforzar la noción de que este señor efectivamente encarna una actitud muy generalizada en el mundo actual: el rechazo al reciente comportamiento de los Estados Unidos. Lo harían más popular aún entre los desposeídos de la tierra. Por otra parte, es Chávez quien pareciera buscar ese aislamiento, al menos de los Estados Unidos, con acciones como la avisada desinversión en CITGO y la búsqueda de un mercado chino que pudiera sustituir la importación estadounidense de crudos venezolanos.

Mientras tanto los voceros del proceso siguen el simplista guión antinorteamericano. Nicolás Maduro, poseído de la majestad que le confiere la Presidencia de la Asamblea Nacional, ha adelantado la sospecha de que la laberintitis que pospuso la visita conciliatoria de Uribe Vélez no es otra cosa que una patraña que enmascara «órdenes» de Washington, que no querría entendimientos entre los presidentes de Venezuela y Colombia. ¿No habrá quien postule que nuestro nuevo castigo pluvial obedece a alguna arma meteorológica secreta de DARPA? (Defense Advanced Research Projects Agency).

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