Justamente—¿oportunamente?—al lado de la atribulada Bolivia, en Perú, el vicepresidente venezolano, José Vicente Rangel, concedió una de sus más desafiantes e inconsistentes entrevistas. (Al periodista Ricardo Uceda, del diario El Comercio de Lima). Por supuesto, repitió como urraca parlanchina la novísima teoría de Chávez el Supremo: la nebulosa ideológica del «socialismo del siglo XXI», que ni ellos mismos saben qué es, dado que por propia admisión no saben en qué consiste y dicen que habría que inventarlo.
Pero quiero enfatizar lo de la inconsistencia. En un momento de la retadora interviú, Rangel dice lo siguiente: «Una periodista, que escribe en el diario El Nacional, ahora sometida a proceso, Ibéyise Pacheco, publicó una columna en la que decía: en la sala del Consejo de Ministros la noche tal, se reunieron el presidente Chávez el vicepresidente Rangel, los ministros de Educación, de Trabajo, y varios jefes militares, y acordaron el asesinato de dirigentes políticos. Yo tengo la grabación, decía ella. Bueno, nosotros exigimos al Ministerio Público que presentara la grabación. Es lógico, ¿verdad? Tú entiendes que si a una persona se la acusa de haberse reunido mafiosamente para asesinar a opositores y, además, tiene la grabación, lo mínimo que se puede hacer es presentar esa prueba ante el Ministerio Público».
Para ese instante había aparentemente olvidado que el entrevistador había comenzado por preguntarle sobre el tema del magnicidio contra Chávez, suscitándose el siguiente diálogo:
Hugo Chávez dijo que tiene pruebas de que Estados Unidos lo intenta matar. ¿Cuáles son?
Primero, solicitar pruebas es un sofisma.
Pero han dicho que tienen pruebas. Se supone que, al decirlo…
Las pruebas son materia de seguridad, de inteligencia. No se pueden estar discutiendo.
Pero, si se mostraran, tendría mayor fuerza la denuncia.
Creo que la mayor prueba es el cadáver. Esa es la prueba plena. Preguntémosles por las pruebas a los chilenos, a los salvadoreños, a los guatemaltecos, a los dominicanos.
Etcétera. Ofrezco excusas por no repetir la trillada y pavosísima frase esa de pavos y de salsas, pero es evidente que al igual que con sus particulares guerras, los más altos funcionarios de nuestro gobierno emplean una lógica también asimétrica. (Además de inculta, porque lo que Rangel llama sofisma no tiene nada que ver con lo que esa palabra significa).
Claro, magnánimo, Rangel también declaró en Lima: «Yo quisiera ayudar a construir una oposición. Uno de los problemas de este gobierno es que hemos carecido de una oposición». Esto, después del cinismo de afirmar que ni Isaías Rodríguez, ni Clodosvaldo Russián eran chavistas, sino independientes, como nuestro Poder Judicial, y que Germán Mundaraín no tenía «ninguna afinidad política ni ideológica con el gobierno». Un descaro asqueroso.
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