El lunes 28 de febrero pasado el diario El Tiempo (Puerto La Cruz) publicaba dos avisos a página completa de autorías y significados contrapuestos, aunque ambos se referían exactamente al mismo acontecimiento. El primero, a todo color, apareció en la impar página 3, justo al voltear la página de portada. El otro, en más modestos blanco y negro, contestaba al primero al pasar la página, en la número cinco que le seguía.
El primero de los avisos fue sufragado por la Gobernación del Estado Anzoátegui, en gasto autorizado por el poeta (?) y gobernador Tarek William Saab. Su titular gritaba en mayúsculas cerradas: «La verdad es ésta: 100 días de dignidad». El segundo ripostaba frontalmente:»100 días sin dignidad».
El desusado debate publicitario había sido causado por un tráfico virtual: las direcciones electrónicas de nacionales venezolanos—así como de más de uno en el exterior—se cansaron de recibir mensajes con una reproducción fotográfica de otro aviso anterior, también pagado con dinero de la Gobernación de Anzoátegui, a la que se había sobreimpuesto una red de círculos y líneas que identificaban y conectaban personajes repetidos. Esto es, que la fotografía que sirvió para construir un aviso anterior, del lunes 21 de febrero de 2005, era en realidad un montaje en el que se repetían las figuras de unas cuantas personas, asistentes a un mitin del burdo bardo enviado por Hugo Chávez a gobernar el gran estado oriental. Esto es, que se trataba de una incompetente y desvergonzada manipulación, la que no tenía otro propósito que causar la impresión de que Saab—nombre que en este caso no tiene nada que ver con aeroplanos o automóviles suecos—tiene más partidarios de los que le siguen en realidad.
Tanto fue el efecto deletéreo que causara la afanada distribución electrónica de la evidencia de esa patraña sobre la credibilidad de su persona política, que Saab se sintió en la obligación de insertar el aviso del día 28, esta vez organizado en tres paneles que mostraban aspectos distintos de la concentración celebrada el 19, con la esperanza de demostrar que sí le habían escuchado, o por lo menos aparentaron hacerlo, unas diez mil personas.
De nada le valió. El abogado Luis Edgardo Mata, que asumió la responsabilidad del aviso que confrontaba la mentira—publicó su número de cédula, su número de registro en el Instituto de Previsión del Abogado y hasta el número de su teléfono celular—declaró a vuelta de hoja: «Asumiendo responsablemente la defensa de mis derechos y el de millón y medio de anzoatiguenses, conforme lo establece el Art. 26 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, he solicitado al Ministerio Público, que investigue el uso irregular de fondos públicos para promocionar el supuesto liderazgo del ‘Por ahora’ Gobernador del estado, empleando publicidad adulterada y fraudulenta». En el encabezado de su letal contraposición aseguraba que el despacho regional había gastado el 21 de febrero 60 millones de bolívares en publicidad a la que calificó de engañosa, luego de advertir que en la foto insertada por los publicistas de Saab, había no menos de 40 personas repetidas.
De nada le valió a Saab la autodefensa que de por sí revelaba su debilidad; de nada le valió que su nuevo aviso saliera en colores y seguramente en más diarios. Era patente el embuste que coronaba la obscena, inmodesta, inexacta y cursi proclamación de su «dignidad».
Por supuesto, no es el bardo AA (no en términos financieros sino de béisbol) el inventor de tan indecente práctica. Con el desarrollo de la democracia en Venezuela, la mercadotecnia política incluyó crecientemente avisos «oficiales» en los que destacaba más la persona del gobernante, su propia promoción personal, que la información de una gestión a través de un despacho. Recuerdo claramente una valla publicitaria de grandes dimensiones, colocada en las cercanías del Hospital Domingo Luciani de El Llanito, en la que se aconsejaba, sobre la foto de unos zapatos deportivos sueltos, no perder la vida por tratar de preservarlos—creo que todos recordamos cómo la mísera delincuencia caraqueña cobró vidas numerosas por apoderarse de un par de zapatos informales «de marca»—y que el aviso venía firmado así: «Enrique Mendoza. Gobernador». Siempre creí, aunque pudiera estar equivocado, que el ex gobernador Mendoza no sufragó esa valla, que por largos meses dominó la vista del transeúnte de la zona, con sus propios recursos financieros.
Pero este gobierno de Chávez ha exacerbado la malversación a este respecto hasta límites desconocidos por el descaro de funcionarios anteriores. En mimética imitación de su líder máximo, que ha llevado el asunto hasta el culto a la personalidad típico de dictadores y personalidades políticamente ególatras—aquella estatua ecuestre de Carlos Andrés Pérez en su pueblo natal de Rubio, por caso—los funcionarios subalternos han reflejado—a sus modestas escalas, por supuesto—la glorificación propagandística de sus nada augustas personas. Así, por ejemplo, Isaías Rodríguez publicó y distribuyó, poco después de que dejase la Vicepresidencia Ejecutiva de la República para encargarse de su Fiscalía General, un lujoso y persuasivo folleto descriptivo de las actividades de su nuevo despacho, ilustrado con fotos de algunos de sus subalternos principales, sólo que en tamaño muy marcadamente menor al de su propia y destacada efigie. Así, para mencionar otra instancia, los empleados del Municipio Sucre del Estado Miranda visten franelas rojas que sólo indican atrás: «José Vicente: Alcalde». Esto para no hablar del «Aló Presidente» o el ya olvidado, ineficaz y dilapidador «Correo del Presidente», que fuera el primer proyecto que Juan Barreto desbarrancara para su ídolo y jefe.
Es decir, los dineros de la Nación y de sus componentes estatales, municipales y funcionales, se emplean con desvergüenza deslavada en el «posicionamiento» de los comisarios más notables del «socialismo del siglo XXI».
Repito, no se trata de un fenómeno cualitativamente novedoso. (¿O es que no recordamos el 800-IRENE?) Lo que ocurre es que las más atávicas lacras de la previa práctica política han hecho eclosión con el sistema chavista, y desde el foco original de la tumoración de Miraflores surgen metástasis que reproducen en pequeño, regadas por donde haya llegado el dinero de la dominación, la egolatría del Presidente.
Compárese esta «ética» con lo sostenido por Christopher Hodgkinson en su libro The Philosophy of Leadership: «El actor no debe atarse afectivamente al resultado sino al proceso… El compromiso es con la obra misma; con la carrera y no con el premio; con la batalla y no con la victoria. El trabajo se vuelve en este sentido intrínsecamente honorable y satisfactorio a través de un proceso de compromiso moral y comprensión La indiferencia debe entenderse acá, naturalmente, en un sentido especial. No es que al líder no le importe. Al líder le importan y tienen que importarle los resultados, especialmente aquellos resultados humanos y organizacionales en los que tiene responsabilidad plena o parcial. A lo que, en razón del honor, debe ser indiferente es a los resultados de las acciones en tanto le afecten personalmente. Suponiendo que su curso de acción sea correcto, que ha descubierto cuál es su deber y cumplido con él, lo que es entonces un asunto de indiferencia, de despreocupación, es su propio éxito o fracaso. Ése es el ideal. Su propio ego debe dejar de importar, tiene que ser eliminado de la ecuación de las variables organizacionales. Tiene que ser trascendido. Y aunque esto pueda parecer escandalosamente idealista, esa praxis es también posible».
Claro que la comparación es injusta. Todavía Saab debe recorrer mucho camino moral para apreciar completamente lo que Hodgkinson preconiza. Tal vez por eso mide «su dignidad» en días. Quizás cuando era niño los mandados que haya podido hacer en bodegas de su infancia le hicieran concebir una que otra metáfora primitiva, en las que su incipiente vocación de poetastro le haya hecho imaginar que la dignidad podía adquirirse, como ahora la computa en días, por kilos o por litros o por metros. «Déme usted un metro de dignidad», habrá escrito al comienzo de horribles versos hoy afortunadamente perdidos, en algún cuaderno de escolar.
A lo mejor se siente hoy, sin embargo, orgulloso de resonancias allende nuestras fronteras. En el segundo país que Bolívar fundara y el único que Sucre presidiera, Evo Morales ha anunciado, en estúpida e irresponsable respuesta al póquer inmaculado de Carlos Mesa, que formará una coalición o alianza «de la dignidad» para seguir protestando luego de que la Bolivia inteligente desautorizara su inmoral juego. Definitivamente, los mochos se juntan para rascarse.
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