Si la agenda declarada del gobierno de George W. Bush es la de combatir y derrotar el terrorismo en todo el territorio planetario ¿qué va a hacer ante Irán, ahora con nuevo gobernante, si el Asesor Nacional de Seguridad del presidente norteamericano (Stephen J. Hadley) acaba de declarar que «Irán es el patrocinante número uno del terror»?
David E. Sanger es el autor de un análisis publicado en The New York Times el pasado domingo 26 de los corrientes, en el que comienza por destacar que la administración Bush había declarado que las elecciones iraníes serían adulteradas y que, sin importar los resultados, Irán sería verdaderamente gobernado por hombres que diseminan el terror por el mundo. ¿Estamos ante un inminente ataque de los Estados Unidos sobre Irán? ¿Pueden hacer eso los Estados Unidos cuando las más recientes encuestas revelan que por primera vez una mayoría de los ciudadanos norteamericanos considera que la invasión de Irak fue un error? ¿Pueden hacer eso los Estados Unidos cuando Donald Rumsfeld, forzado por declaraciones del comandante militar en Irak, anticipa ahora hasta una docena de años para liquidar la insurgencia en ese país?
Mahmoud Ahmadinejad, un radical populista, ha ganado la segunda vuelta de las elecciones iraníes para la presidencia de la nación. Desde las propias urnas Ahmadinejad declaraba el viernes pasado: «La energía nuclear es un resultado del desarrollo científico del pueblo de Irak, y nadie puede bloquear el desarrollo científico de una nación… Este derecho del pueblo iraní será pronto reconocido por aquellos que lo han negado hasta ahora».
No son, pues, buenas noticias para el gobierno estadounidense los resultados electorales en Irak. Pero esto no es el único lío. Ahora se suma a las voces de alerta sobre el desempeño económico de Bush el propio Contralor General de los Estados Unidos, David Walker, quien ha advertido: «Creo que la mayor amenaza a nuestro futuro es nuestra irresponsabilidad fiscal». (Walker es un centrista que comenzó siendo un demócrata conservador para convertirse luego en un republicano moderado y después asumir su actual posición independiente. No puede atribuírsele un particular interés en contra de Bush).
La magnitud del problema fiscal norteamericano vuelve a adquirir las gigantescas proporciones de la época de Reagan, y cualitativamente amenaza igualmente con convertirse en un problema mayor. En la actualidad, las tres cuartas partes de la deuda norteamericana han sido adquiridas por extranjeros, entre los que nadie menos que China destaca como el mayor comprador. Y ahora cada recién nacido en los Estados Unidos recibe una carga instantánea de 150 mil dólares por concepto de la deuda federal de su país.
¿Puede Bush imaginarse pidiendo en tal situación un presupuesto adicional para enfrentarse a Irán o a Venezuela en términos militares? La antigua Unión Soviética se retiró del juego de destrucción mutua asegurada que caracterizó a la Guerra Fría cuando no pudo mantener financieramente las apuestas que exigía la «Guerra de las Galaxias» de Reagan. ¿Están los Estados Unidos a punto de agotar sus presupuestos guerreros?
Por aquí debe andar alguien riendo para sus adentros y celebrando con dulce de lechosa.
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