Dentro de setenta y dos horas apenas elegiremos—los que vayamos a votar—munícipes en todo el territorio nacional. Como sabemos, quienes no irán a votar sostendrán que tampoco los votantes no chavistas elegiremos, puesto que nuestro sufragio será irremisiblemente desconocido fraudulentamente. De lado y lado abundan los argumentos. La organización Queremos Elegir, por ejemplo, ha elaborado una postura que resume los argumentos para ir a votar incluso en condiciones de baja credibilidad del Consejo Nacional Electoral.
Otras voces opositoras, entre las que destacan las de los más importantes directivos de Súmate, continúan su prédica proclive a la abstención, aunque declaren que no la postulan. Dice Alejandro Plaz en entrevista concedida a Pedro Pablo Peñaloza de El Universal: «Nosotros no llamamos a la abstención, cada quien debe actuar según lo dicte su conciencia. El CNE tiene un origen ilegítimo y ahora, con su desempeño, se hace más ilegítimo todavía, porque ha demostrado que no está buscando que los electores sientan que están asistiendo a un proceso electoral confiable, sino que está creando una caja negra en la que nadie puede creer».
Esto último es, naturalmente, verdad. El Presidente del CNE no ha querido tranquilizar a la oposición, con lo que sigue la línea oficialista de desmoralizarla y por ende no actúa con imparcialidad. Esto es, naturalmente, criminal.
Sin embargo, Súmate insiste, entre otras cosas, en que el empleo de cuadernos electrónicos permitirá conocer el voto de cada elector. Una de las «noticias» más difundidas de los últimos días es el dibujo animado de la página web de Súmate sobre la concordancia de horas entre cuaderno electrónico y máquina de votación. Declara Plaz al respecto: «La mayor perversión de esos cuadernos se refiere al secreto del voto, pues hemos demostrado que comparando las secuencias de las máquinas puede determinarse por quién votó cada cual». No se refirió al presunto programa de Microsoft que haría esto imposible, al decir de Jorge Rodríguez. Por su parte, la asociación Queremos Elegir destaca: «Estos cuadernos, que sólo se usarán como prueba piloto en los estados Nueva Esparta y Cojedes, y siempre acompañados de los cuadernos manuales, que permiten las auditorías y cumplen el requisito de ley, siguen siendo un elemento perturbador para muchos electores que desconocen la circunstancia de su uso restringido y sólo como complemento de los tradicionales cuadernos manuales». Explicable efecto sobre una ciudadanía víctima del terrorismo a la medida de la lista de Tascón.
Pero Plaz debió reconocer algo más sustancial todavía, asediado por el periodista. Que no se había probado el fraude en el revocatorio o las elecciones de gobernadores y alcaldes. Que no era posible, más fundamentalmente, probar el fraude. El periodista afirmó: «Aunque tras cada votación se agregan nuevos elementos, puede decirse que los reclamos actuales son similares a los expuestos en 2004; no obstante, en el pasado jamás pudo demostrarse el fraude». Plaz evadió el asunto alejándose de la precisión para situarse en un plano jurídico: «Recuerda que al referendo revocatorio no se le podía aplicar la ley electoral, porque el Tribunal Supremo de Justicia decidió que no era una elección y que no podía regirse por la Ley Orgánica del Sufragio y la Participación Política (Losypp). En esa ocasión, el CNE creó un reglamento nuevo que estipulaba en su artículo 50 que el escrutinio sería manual; sin embargo, metieron las máquinas y violaron su propia norma. Igual pasó en octubre, cuando denunciamos que violentaron más de 15 artículos de la Losypp, y en esta oportunidad ya han infringido más de 20 artículos».
Ante esta evasiva Peñaloza persiguió con reiteración: «Pero nadie ha podido ofrecer elementos de convicción sobre la perpetración de un fraude electoral». Y dijo entonces Plaz: «No se puede demostrar porque, a medida que violas más la ley, vas haciendo la caja más negra. El CNE mantiene una caja negra, que impide el acceso a la información, al centro de votación, a los programas de las máquinas, a los centros computarizados del CNE y de la Universidad Bolivariana, donde revisan las huellas. Mientras más blindada esté la caja negra, más complicado es probar el fraude». Puesto en términos de Lewis Carroll: «But I was thinking of a plan to dye one’s whiskers green, and always use so large a fan that they could not be seen». («Pero pensaba en un plan de teñirme los bigotes de verde, y usar después un abanico tan grande que no pudiera vérselos»).
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