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En cierta oposición a Hugo Chávez hay una tan larga cadena de equivocaciones que un psicoanalista clásico la interpretaría como la manifestación de un deseo reprimido de castigo, de una búsqueda tanática inconsciente de su propia defunción, pues sus acciones no hacen otra cosa que reavivar su protagonismo y justificar su más agresivo discurso. Es el caso de la ocurrencia más reciente de Pat Robertson, dirigente religioso conservador activamente pro Bush, que ha propuesto que el gobierno norteamericano proceda, sin más, a la económica remoción de Chávez mediante su asesinato.

A pesar de un reciente intento de explicar que no había dicho lo que sí dijo, Robertson añadió una más a su nutrida colección de afirmaciones desquiciadas e irresponsables. (En una lista no exhaustiva recopilada por «Knight Ridder Newspapers», consta que Robertson explicó los ataques del 11 de septiembre como castigo de Dios por haber sido insultado al más alto nivel del gobierno—¿caso Lewinski?—un airado y proactivo Ser Supremo que pudiera enviar huracanes contra Disney World por su permisividad ante el movimiento gay. También opina que el feminismo induce a las mujeres a matar a sus hijos y entregarse a la práctica del lesbianismo, y que los jueces «liberales» de su país son una mayor amenaza que la de unos cuantos terroristas barbudos que se estrellen contra edificios. Antes de la recomendación política de asesinar a Chávez, ya había adelantado que pudiera ser una buena idea dejar caer una bomba nuclear sobre el Departamento de Estado).

El gobierno de los Estados Unidos se distanció rápidamente de Robertson, como era de esperarse, pero todo el asunto no ha servido para otra cosa que para poner a Chávez en las primeras páginas de las agencias de noticias. (Durante todo el día de ayer servicios noticiosos como Google News tuvieron al incidente y sus repercusiones como «noticia de abrir». Desde las épocas del paro y el golpe de abril de 2002 no había logrado Chávez tanto centimetraje internacional).

Uno sabe, por supuesto, que en este país hay más de una cabeza opositora, lamentablemente, que aplaude la fórmula Robertson en secreto, como asimismo cree que las prescripciones belicosas de aquel Informe Waller ampliamente comentado aquí deben ser llevadas a la práctica. Pero ¿entenderán alguna vez los radicales que estupideces como las de Robertson ayudan a Chávez y desayudan a sus héroes, entre los que el más connotado es, sin duda, George W. Bush?

Éste se ha visto forzado a lanzar una ofensiva de opinión a raíz de la impactante protesta de Cindy Sheehan, madre de un soldado norteamericano muerto en Irak. Ahora ofrece como argumento para continuar una guerra que fue predicada sobre una mentira—y que cada vez es más rechazada por los estadounidenses—que la ocupación de Irak debe seguir porque sólo así se valorizaría el sacrificio de vidas norteamericanas en ese país. Si su criterio tuviera alguna lógica y aunque sólo fuese un poco de validez, la Segunda Guerra Mundial debiera estar librándose todavía.

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