Si se quisiera tomar una fotografía al mundo de hoy es seguro que saldría movida. Mucha cosa pasa en estos días en todas partes. Una mera enumeración exhaustiva agotaría el espacio habitual de esta publicación, pero piénsese en el arresto «alcapónico» de Augusto Pinochet, por asunto impositivo y no por los asesinatos que ordenara (unas 165 cuentas tiene el ex dictador en los Estados Unidos solamente, y en una sola guarda unos 8 millones de dólares); piénsese en el cambio de mando en Alemania, con el laborioso trabajo que debió hacer Angela Merkel para constituir gobierno antes de salir de inmediato a Francia e Inglaterra y dejar sentado así que lo exterior será prioritario durante su mandato; o en la renuncia de Ariel Sharon a su partido para formar uno centrista, propio, que le apoye en su agenda para la liberación de Palestina; o en el revuelo causado por Lord Goldsmith al amenazar a la prensa inglesa con la Ley de Secretos Oficiales, porque se hubiera publicado parte de una conversación entre Tony Blair y George Bush (de abril del año pasado), en la que este último sugiere el bombardeo de al Jazeera, la red árabe de televisión; o en la agitación vaticana por la inminente emisión de un instructivo sobre la admisibilidad de homosexuales en seminarios de formación sacerdotal (quienes hayan tenido bajo control célibe, durante tres años, su concupiscencia homosexual, podrían ser admitidos). El mundo, pues, eppur si muove.
Nuestro gobierno nacional, por su parte, se ocupa mucho más de la dimensión internacional que de atender problemas venezolanos. En un nuevo Pacto de Punto Fijo—que no de Tiro Fijo—Hugo Chávez acordará con Álvaro Uribe Vélez acelerar el proyecto de gasoducto (primera fase de un poliducto con vocación pacífica, esto es, asiática, esto es, china) entre el Complejo Refinador de Paraguaná y Punta Ballenas en la Goajira colombiana. Ambos mandatarios van a la reelección el año que viene, por lo que tendrán que tolerarse por más tiempo, de ser exitosos, a pesar de ser, en gran medida, polos opuestos. (Alí Rodríguez, tan ocupado con el impasse entre Chávez y Vicente Fox, califica el encuentro de hoy como «la continuación de una positiva y cada vez mejor relación entre los dos países». Así lo demostraría la denegación definitiva, por parte de Uribe, del asilo de militares venezolanos acusados por golpistas, entre quienes se encuentran el vicealmirante Héctor Ramírez Pérez y el coronel aviador Silvino Bustillos). A pesar de que el asunto del ALCA y la proximidad diplomática con los Estados Unidos parecían haber rasgado a Suramérica de arriba abajo—una cuenca pacífica pro norteamericana, una atlántica en contra—las recientes debilidades (domésticas e internacionales) de George Bush han hecho mella en la negociación andina de un tratado de libre comercio con la potencia norteña, al punto de haberse detenido ayer las conversaciones, que han sido pospuestas para el año que viene. Uribe está leyendo las encuestas, que reflejan un descenso de su aprobación popular respecto de esa integración andino-estadounidense. Por otra parte, a pesar de que Venezuela, en vísperas de ser admitida como miembro pleno de MERCOSUR, ha expresado su desprecio por la Comunidad Andina de Naciones (que en estos momentos preside pro tempore), la realidad del tráfico fronterizo, sea comercial o de contrabando, impide que Colombia arriesgue una mala relación con su vecino oriental, por más pro norteamericano que Uribe pueda ser.
Antes ha recibido el presidente venezolano, sin embargo, al argentino, Néstor Kirchner, que vino a cobrar la entrada de Venezuela al MERCOSUR, que no es nada barata. El gasoducto entre Venezuela y Colombia es un enano comparado con el que pretende establecerse entre Venezuela y Argentina, de doce mil kilómetros de longitud; nuestro país comprará 300 millones de dólares adicionales de bonos de la deuda argentina (ya había adquirido casi mil millones); enviará al sur cinco millones anuales de barriles de gasoil que cobrará en transferencias tecnológicas agropecuarias. El billete de acceso al pacto económico de Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay, se paga generosamente, sobre todo cuando la visita misma de Kirchner es una señal favorable a Chávez a poco de su espectáculo en Mar del Plata y su diatriba con Fox. El presidente argentino no puede ignorar este efecto.
Pero la magnanimidad de Chávez no se limita a la punta inferior de América del Sur. En sorprendente—aunque anunciada—movida, CITGO ha ofrecido hasta doce millones de galones de combustible para calefacción destinados a los sectores pobres de Boston y Nueva York ¡con un 40% de descuento sobre los precios de mercado! La astuta oferta, oportuna ante el inmediato invierno, es no sólo una bofetada más al gobierno de Bush, sino que pone presión a las firmas petroleras norteamericanas, que en medio de sus extraordinarias ganancias por causa de los altos precios del petróleo, no han tenido un gesto similar. El director del Consejo de Asuntos Hemisféricos con sede en Washington, Larry Birns, considera muy difícil una retaliación de la Casa Blanca porque Chávez ofrezca mantener a la gente pobre protegida del invierno, y califica la estrategia de éste como «bastante brillante».
Y todavía tendrá tiempo Chávez de ocuparse de las elecciones bolivianas. Tal vez intentando copiar la actuación de Vicente Fox, el principal opositor de Evo Morales (que ahora puntea las encuestas con 33%), Jorge Quiroga, ha hecho abiertas críticas a Chávez. El encargado de negocios de Venezuela en La Paz, Azael Valero, decidió reconvenir a Quiroga por sus evaluaciones negativas del presidente venezolano, y tal cosa produjo la citación de Valero a la cancillería de Bolivia para que escuche la lectura de la cartilla: «El Ministerio de Relaciones Exteriores comunica que considera ese hecho como una clara injerencia en asuntos internos que no competen a un representante diplomático extranjero en nuestro país», indicó sin ambages un comunicado boliviano. Más o menos de lo mismo que se acusa al embajador Villegas, recién traído de México para declarar ante la Asamblea Nacional que no ha interferido en la política interna mexicana, sin haber convencido.
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Hace nada ha fallecido en Caracas el muy notable personaje Don José Antonio Giacopini Zárraga, cuyas particularísimas dotes lo distinguieron entre muchos venezolanos. Tal vez su más notable peculiaridad era su asombrosa memoria, desde la que disertaba con igual riqueza de detalles y propiedad acerca de historia militar y política de Venezuela, su secuencia constitucional, las dinastías y sectas religiosas del Cercano Oriente, los caballos de paso, las armas, el petróleo, la geografía o las alfombras persas. Fue un hombre excepcional, de preclaro pensamiento y paciente tino pedagógico. No escribió nunca, y por tal cosa se ha perdido su memoria. Más de una vez se le propuso que permitiera registrar magnetofónicamente sus impares disertaciones, y consintió en ello para un libro de apuntes de historia petrolera de Venezuela, en la que era experto. Porque la charla de Don José tenía una desusada cualidad: si se transcribía cualquier cosa que dijera ante auditorios nutridos o a un solo y afortunado interlocutor, el texto resultante venía con comas y puntos y puntos y comas, con signos de admiración e interrogación, con puntuación completa, precisa y clarísima, tan perfecta era la construcción de sus oraciones. Es el mismo rasgo distintivo de la palabra de otro venezolano excepcional, el maestro José Antonio Abreu, su tocayo. Una conferencia del Dr. Abreu, expresiva como pocas, sin apuntes, pareciera leída de un perfecto y cabal texto escrito.
Así hay cabezas venezolanas excepcionales, cuyo discurrir en voz alta es un privilegio para quienes tienen la fortuna de escucharlas disertando. Ayer por la tarde el suscrito tuvo la suerte de oír el análisis y la interpretación de uno de estos venezolanos inigualables, que ponía en perspectiva la intensa y numerosa actividad internacional de Chávez. Y es que no tanto la estimaba en exceso extendida, sobrestimada, como irrelevante para su destino político interno. Después de pasearse por medio planeta en inteligente, profundo y coherente y detallado inventario, me hizo notar que nunca ha sido la política exterior venezolana cosa que quite el sueño al ciudadano venezolano promedio, y que, por lo contrario, aquellos líderes de nuestra historia que concedieron atención preponderante a lo internacional, empezando por Bolívar y Miranda, se desplomaron al cabo de no mucho tiempo, y perdieron el poder político.
De este modo me sugería que mucho éxito exterior de Chávez pudiera coincidir con su fracaso local, interno. Cada vez es más difícil de explicar a los venezolanos, a los pobres ciudadanos a quienes se exacerbara sus expectativas, cómo es posible que Chávez dispense fortunas más allá de nuestras fronteras, se preocupe por el transporte público del Bronx o la deuda de los argentinos, cuando aquí crece la miseria y aumentan las necesidades. Éste es el filón político que, por ejemplo, ha encontrado William Ojeda, lanzado en campaña electoral, y que con penetración en las capas populares, pone a pensar a los electores en ese desmedido caso de brillantez afuera y oscuridad en la casa.
Hace nada, por otra parte, que un psiquiatra del MVR hablaba ante un organismo latinoamericano sobre los procesos que estarían «matando» a su partido: la mentira—y señaló como ejemplo las declaraciones de Nicolás Maduro sobre un presunto soborno a la jueza que lleva el caso de la imputación de Nelson Mezerhane—y la corrupción, que ejemplificó con la adquisición de un pent house en el edificio La Corniche de Altamira por parte de un alto funcionario del Estado.
No es casualidad la pedrada que acaba de lanzar José María Aznar al mandatario venezolano desde Ecuador, al sugerir que la conflictividad y el protagonismo internacionales de Chávez sirven para el disimulo de sus problemas internos. Se avecina la campaña electoral presidencial, y Chávez no podrá ganarla cómodamente si sólo tiene para mostrar a los electores las concesiones y el dispendio, las pendencias y alianzas, de su muy poco diplomática diplomacia.
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