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Los propósitos de enmienda del gobierno son tan efímeros como una presidencia de Carmona Estanga. De la «autocrítica revolucionaria» instruida por Hugo Chávez en torno al inocultable monto de la abstención electoral del 4 de diciembre—que él llama «estructural»—se ha pasado a una nueva puesta en escena de la manida denuncia de planes magnicidas y desestabilizadores, en los que pudieran estar involucrados el embajador Brownfield y los observadores de la Unión Europea y la Organización de Estados Americanos, entre otros. El escándalo pareciera orquestado para distraer, para ocultar.

No hay duda de que hay en nuestro país talibanes de derecha—algunos de los cuales en su momento apoyaron a Chávez—que estarían felices con un golpe de Estado o un disparo certero sobre una cierta excrecencia dérmica frontal del Presidente de la República; tampoco deja de ser histórico que más de un gobierno norteamericano ha intervenido la política de países distantes con récipes análogos. Pero lo que no es serio es que se lance acusaciones y sospechas sin base sólida, construidas como elucubraciones irresponsables.

En particular, el razonamiento del vicepresidente Rangel contiene aseveraciones inadmisibles, que si no fueran tan serias, harían las delicias de un buen profesor de Lógica que quisiera ilustrar a sus alumnos el concepto de falacia.

Ha dicho que no le extrañaría que el embajador Brownfield estuviera mezclado con conspiradores que buscaban la desestabilización. Comoquiera que el diplomático ha desmentido que se dedica a tales ocupaciones, Rangel ha sentenciado para el mármol eterno: «Toda persona que delinque niega que ha delinquido». Para empezar, la afirmación no es veraz. De serla, no tendría sentido la noción de un criminal convicto y confeso. (Por ejemplo, el representante norteamericano De Lay, que ha admitido su mala conducta). Pero supongamos, para complacer al José Vicepresidente, que fuese cierta. De su exactitud no se desprende válidamente lo que él quiere implicar: que todo aquél que niega haber cometido un delito es un delincuente. Uno pudiera preguntarle a Rangel: ¿niega usted haber cometido delito?

En la misma vena lógicamente boba afirmó (refiriéndose una vez más a Brownfield): «Aquí hay delito, y si él está involucrado está cometiendo delito». De nuevo, señor Vicepresidente. Últimamente hay como muchos delitos en Venezuela, y si usted está involucrado, entonces usted los está cometiendo. ¿No es así? La gente cree—la propia base del Movimiento Quinta República—que aquí hay delito—una corrupción obscena que explica el más reciente incremento en la fuga de divisas—y si usted está involucrado está cometiendo delito. ¿Lo niega usted? ¿No y que toda persona que delinque niega que ha delinquido?

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