Fichero

LEA, por favor

Tuve la inmensa fortuna de conocer a Yehezkel Dror allá por el mes de julio de 1972, y luego el honor de su amistad y su guía. El año anterior le había conocido en México el Dr. Enrique Tejera París, quien por entonces procuraba establecer en la Universidad Simón Bolívar un curso de «bulemática». (Término acuñado por Tejera a partir de la raíz griega bulé, decisión). Ambos se habían encontrado en un congreso de la Internacional Socialista, a la que pertenecen Acción Democrática y el Partido Laborista israelí, del que Dror había sido su «científico jefe». En las muy recientes aulas de un Instituto de Estudios Superiores de Administración (IESA) prácticamente acabado de estrenar, el profesor Dror condujo para una veintena de asistentes su primer Taller de Análisis de Políticas en Venezuela.

Dror nació en Viena, pero culminó sus estudios de derecho en la Universidad de Harvard. Cobró notoriedad en 1971, a raíz de la publicación de su visionario libro Crazy States: A Counter-conventional Strategic Problem. (Para ese entonces Dror formaba parte del equipo de investigadores del más grande y prestigioso think tank del mundo: la Corporación RAND). Luego se concentraría en el desarrollo de los principales paradigmas de las policy sciences, que a diferencia de las académicas «ciencias políticas», representan el más acabado arte de la decisión pública de alto nivel. Después de nuevos libros, sus servicios de asesoría fueron requeridos por los altos gobiernos de Canadá, Reino Unido e Israel, así como por la Comunidad Europea en Maastricht. En Israel aceptó la cátedra Wolfson de Ciencias Políticas en la Universidad Hebrea de Jerusalén.

El profesor Dror vino más tarde casi una vez al año al país entre 1972 y 1994, para talleres, conferencias y seminarios que dictaría para el gobierno venezolano, las Fuerzas Armadas y la industria petrolera, así como para instituciones del sector privado. El suscrito le escuchó predecir la caída del régimen del Shah de Irán en 1977, en las aulas del Servicio de Telecomunicaciones del Ejército en Fuerte Tiuna, un evento cumbre que tomó enteramente por sorpresa a las más sofisticadas cancillerías occidentales.

Este instinto profético de Dror le ha representado más de un acierto premonitorio, aunque las más de las veces haya tenido que anticipar malas noticias. En una entrevista concedida en 1991 admitió: «Tengo una mezcla de sentimientos acerca de tener la razón: satisfacción y dolor a la vez. Satisfacción intelectual, pero dolor como ser humano».

La Ficha Semanal #77 de doctorpolítico es una traducción de una de sus más características exposiciones: la conferencia How to Spring Surprises in History (Cómo dar sorpresas a la historia), que ofreciera en 1984 en el simposio internacional When Patterns Change: Turning Points in International Politics.

En nuestra larga asociación, creo haber aportado sólo una cosa a su privilegiado cerebro: el gusto obsesivo por la torta de guanábana, que una vez descubierta exigía comer cada vez que venía a Venezuela. LEA

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Sorpresas históricas

1. El tema «Cómo sorprender a la historia» (o dicho de otro modo no menos presuntuoso, «Cómo planear discontinuidades») hace surgir problemas filosóficos, científicos, metodológicos y aplicados a la vez oscuros y fascinantes. Ésta es sólo una exploración preliminar.

2. Permítaseme comenzar ofreciendo cinco marcos de referencia alternativos, aunque no mutuamente excluyentes o contradictorios, para pensar sobre el asunto:

a. En términos de la filosofía de la historia la cuestión es en parte una de determinismo vs. maleabilidad. Dentro de la limitada perspectiva temporal de la actividad política humana, una visión estocástica de la historia-que la entiende como un conjunto de intersecciones que proveen ocasionales posibilidades de escogencia-puede adaptarse mejor a mis necesidades. Una metáfora alterna e interesante la provee la teoría de «catástrofes», la que trata de la posibilidad de moverse entre distintos estados, bien sea «suavemente» o por la vía de un «salto» o «catástrofe». (Nota del traductor: el autor de la teoría es el matemático francés René Thom, quien la expuso en su obra Stabilité structurelle et morphogénèse, 1972).

b. En materia de fabricación de políticas, el problema puede ser formulado en términos de incrementalismo vs. cambio radical (como ha sido discutido por ejemplo en algunas controversias entre Lindblom y Dror). Aquí, la cuestión es la de saber si es aconsejable, o cuándo es aconsejable, tomar los riesgos de luchar por lo desconocido y cuáles son las condiciones de factibilidad política de hacerlo. (Nota del traductor: incrementalismo quiere decir que se adopta conscientemente un curso de modificación de las cosas paso a paso. Dror, quien tampoco cree en «optimalismos”—pues recomienda, ante las estrategias de «optimización» una de «preferización»—no acepta, sin embargo, la ruta del incrementalismo. De allí su debate con Lindblom. Dror propone un «radicalismo selectivo», según el que es preferible seleccionar unas cuantas áreas o puntos en los que se ensaya transformaciones a fondo.)

c. En términos de la teoría de inteligencia estratégica y el análisis de percepciones e imágenes, el problema no es visto—con razón—como el de «sorprender a la historia», sino como el de sorprender expectativas, las que, a su vez, están en parte basadas en la historia y sobre supuestos explícitos o implícitos de continuidad.

d. En términos del arte del estadista, es quizás lo mejor regresar a Maquiavelo y considerar las posibilidades de convergencia entre oportunidades históricas raras (ocassione) que provee la historia (fortuna) y que pueden ser utilizadas por gobernantes que tengan las raras cualidades necesarias (virtu).

e. En términos de política de la burocracia, el problema es el de si, cómo y cuando pueden ser vencidas o evadidas las fuerzas de la inercia y el conservatismo dinámico, como para que sea posible la innovación contraconvencional y contratendencial. ¿Dependemos acá de gobernantes innovadores especiales, o puede uno diseñar organizaciones de ruptura que, como «islas de excelencia», permitan escapar de los aspectos usuales de la política del establishment?

3. Yendo de estas consideraciones generales como marco de referencia al mundo contemporáneo, permítaseme ofrecer la tesis de que la probabilidad de discontinuidades está aumentando, proveyendo situaciones en las que es posible estimular o hacer surgir algunas discontinuidades mediante intervención consciente. Esta tesis está basada, en parte, sobre los siguientes casos:

—Cuando la continuación de las principales tendencias actuales conduce a situaciones imposibles, como ha sido ilustrado en obras pioneras de Forrester y en estudios posteriores del Club de Roma.

—Cuando variables exógenas e incontrolables rompen la continuidad y son causa de «metaestabilidad». Son variables tales como la tecnología armamentística, la emergencia del Tercer Mundo, la propensión hacia movimientos ideológicos agresivos. (Nota del traductor: en la terminología de Dror, se llega a una situación «metaestable», cuando una situación en apariencia estable cambiará con toda seguridad y con un gasto de estímulos relativamente pequeño, al tiempo que se ignora cuál será la dirección del cambio).

—Cuando un cierto número de tendencias actuales conduce a situaciones explosivas (aunque no imposibles) donde alguna discontinuidad es altamente probable. Por ejemplo, precios energéticos, Sur África e Irán.

4. Saltando de estas observaciones sobre las posibilidades de crear, acelerar o influir discontinuidades, hacia la cuestión de la motivación para actuar en ese sentido, tres situaciones principales pueden justificar intentos de actuar de ese modo para mutar las tendencias históricas:

a. Si las tendencias actuales son vistas como crecientemente negativas y cada vez más peligrosas para los valores aceptados.

b. Si se ha dado un salto en los valores que lleva consigo un imperativo categórico de tratar de cambiar la realidad, aun cuando ésta sea satisfactoria para los valores previos.

c. Si la realidad se percibe como turbulenta y mudable en cualquier caso, requiriendo respuestas bajo la forma de saltos en políticas como el único modo de tener, tal vez, feedback positivo. (Bien sea para evitar cambios negativos o para aprovecharse de oportunidades positivas).

5. Suponiendo que uno desee planear una discontinuidad y suponiendo que uno ha analizado la dinámica de la situación para alcanzar la conclusión de que eso puede ser posible, ¿cómo se procede? O, para retroceder un paso, ¿cómo puede uno analizar el mérito y la factibilidad de darle una sorpresa a la historia? La literatura disponible en planificación y análisis de políticas, en pensamiento estratégico, etc., tiene poco que ofrecer a este respecto, pues se concentra más sobre micro-problemas que sobre tales problemas de «gran estrategia». Permítaseme ofrecer un cierto número de pensamientos preliminares sobre esta materia:

—Una buena inteligencia estratégica y el análisis de ambientes esperables puede identificar tendencias negativas y diagnosticar situaciones inestables.

—Las estructuras y procesos gubernamentales normales son incrementales por naturaleza. Aun si llegan a sentir una situación en deterioro se conducirán según una microrracionalidad, buscando encontrar un mejor punto en una curva dada; pero usualmente se opondrán o reprimirán proposiciones «radicales», las que tratan de moverse a otra curva e incluso a otro espacio por la vía de discontinuidades conscientemente creadas.

—La política democrática tiene algunos aspectos adicionales que refuerzan el incrementalismo e inhiben estrategias «sorpresivas» (aunque no completamente). Esto puede hacer surgir problemas de competencia entre regímenes democráticos y no democráticos, los que pueden ser resueltos pero requieren atención.

—Un empresariado político (policy entrepreneurship) es un requisito para darle sorpresas a la historia. Esto requiere gobernantes especiales que sean innovadores, anulen el conservatismo y quizás sean más aventureros, aceptadores de riesgo y propensos a apostar. Tal cosa hace surgir un dilema: una excesiva concentración de poder en gobernantes especiales o en un grupo muy pequeño de tomadores de decisiones aumenta los peligros de acciones precipitadas y de equivocaciones. Un sistema cuidadoso de frenos, contrapesos y controles mutuos puede impedir las innovaciones políticas radicales del tipo histórico-mutante. Pequeños núcleos de políticos de alto nivel, auxiliados por pequeñas islas de excelencia bajo la forma de equipos altamente calificados, pueden ser lo óptimo para darle sorpresas a la historia. Este tipo de estructuras gubernamentales es aceptado en países democráticos bajo condiciones de crisis aguda; también disfrutan acá de algunas ventajas los regímenes presidencialistas. Un problema abierto es el de cómo permitir acciones sorpresivas adecuadas en países de gobierno de gabinete bajo condiciones que no estén políticamente definidas como críticas, lo que añade una dimensión importante a los temas más amplios de una reducción en la capacidad de gobernar y de tendencias hacia lo que llamo «política del estancamiento». (Stalemate politics).

6. Moviéndonos de la factibilidad política y del delicado balance entre riesgosas concentraciones de poder y equilibrios de poder inhibidores de acción radical, hacia los problemas intelectuales-cómo se planifica mejor una sorpresa a la historia-debe enfatizarse la ya mencionada escasez de estudios y metodologías pertinentes. Para movernos hacia terra incognita, algunos de mis trabajos preliminares sobre las posibilidades del análisis macropolítico y la planificación de gran estrategia me conducen a los siguientes comentarios tentativos:

a. La selección y el éxito de intentos de mutar tendencias depende del macroanálisis de situaciones sociopolíticas y político-estratégicas y su evolución. Algunas veces un individuo se muestra capaz de asir tales Gestalten. Pero, para hacerlo sistemáticamente, son necesarias unidades especiales compactas, altamente calificadas e interdisciplinarias. Los equipos de análisis político y de inteligencia del tipo regular son incapaces de hacer el trabajo.

b. Es posible definir situaciones cuando se justifiquen intentos de ir más allá del incrementalismo y de sorprender a la historia. Ciertas tendencias al deterioro que constituyan amenazas cada vez más serias, ideologías y aspiraciones que no tengan oportunidad sin una ruptura radical de la continuidad, o una turbulencia histórica que o se vuelve demasiado riesgosa o provee oportunidades que pudieran escaparse; todo esto, como ya ha sido mencionado, son condiciones que pueden ser analíticamente diagnosticadas y que justifican políticas de shock.

c. Puede ser posible a veces el diseño de una política de shock dominante, la que en el mejor de los casos logra desplazamientos muy deseables en los eventos y que en el peor de los casos no envuelve costos serios. (Por ejemplo, en mi análisis, la iniciativa de paz del Presidente Sadat se aproxima a una situación de ese tipo). En otras situaciones puede ser posible reducir los riesgos de fracaso o sus costos, mediante un sondeo y aprendizaje preliminares, construyendo sobre la base de la reversibilidad o por varias estrategias de «compensación de apuestas». (Hedging). En vista de la incertidumbre de la post-discontinuidad, las políticas de cambio radical usualmente confrontan riesgos irreductibles e indefinibles. Por tanto, a pesar de las posibilidades arriba mencionadas, tales políticas son intelectual y emocionalmente «apuestas difusas». Todas las metodologías de confrontación de incertidumbre son útiles, pero de utilidad limitada.

d. La prudencia (que es un juicio de valor en loterías) requiere por tanto un «análisis del peor caso», en el que lo pésimo de la continuación de tendencias o la no intervención en la turbulencia ambiental se compara con lo pésimo de los intentos de causar discontinuidad. La comparación de lo pésimo de la no intervención con lo óptimo de la intervención es un enfoque muy riesgoso que no puede ser recomendado. (Aunque, inherentemente, esto es un asunto de juicios de valor sobre las actitudes ante el riesgo). Por el otro lado, la comparación de lo óptimo de la no intervención contra lo pésimo de la intervención tampoco puede ser recomendada, por más que esto sea una difundida postura intelectual del incrementalismo y el conservatismo.

Yehezkel Dror

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