La expresión inglesa «has been framed» se aplica a quien siendo inocente es comprometido con evidencias y circunstancias, adulteradas o fabricadas intencionalmente por quienes le «enmarcan», con peligro cierto de ser privado de su libertad o su vida.
En la psicología de la cognición, en cambio, «frame» (marco) es un conjunto conceptual asociado con alguna idea, con alguna palabra, y que la acompaña en su combinación con otras palabras o ideas.
Por ejemplo, la palabra «alivio» tiene un marco conceptual asociado a ella: con el fin de dar alivio a alguien es preciso que haya una aflicción y una parte afligida y una parte que la alivie, que quite el daño o el dolor. Quien alivia es un héroe. Quien quiere impedirle es un villano, puesto que quiere que la aflicción siga. Toda esa información se conjura con el uso de una sola palabra.
Si ahora se combina con la palabra «fiscal», para constituir la frase «alivio fiscal», se dice con ella que el impuesto es una aflicción. Con esa metáfora, quien libere del impuesto es un héroe y quien trate de detenerlo un hombre malo. De modo que si se generaliza el uso de la expresión «alivio fiscal» con eso se generaliza la aceptación del marco conceptual descrito. (Ejemplo del profesor George Lakoff, de la Universidad de California en Berkeley. En entrevista registrada en BuzzWatch: Inside the Frame, 15 de enero de 2004, Lakoff describe: «Desde el primer día de Bush en el poder, el lenguaje proveniente de la Casa Blanca cambió por completo. Los boletines de prensa cambiaron. Una de las nuevas expresiones fue ‘alivio fiscal’. Evoca todas esas cosas: que los impuestos son una aflicción de la que debemos librarnos, que hacer eso es heroico, que quienes tratan de impedir esta cosa heroica son malos. Los boletines de prensa se enviaron a todas las televisoras, a todos los periódicos, y pronto los medios comenzaron a usar la expresión ‘alivio fiscal’. Esto pone allí un cierto marco: un marco conservador, no un marco progresista. Pronto una buena cantidad de gente estaba usando la expresión ‘alivio fiscal’ y antes de darse cuenta los demócratas comenzaron a usar la expresión ‘alivio fiscal’ y se dieron un tiro en el pie»).
No cabe duda de que una parte significativa del empresariado venezolano «has been framed» en tiempos recientes. Se la ha presentado y enmarcado como insensible, delincuente, amotinada y traidora.
A estas fechas el empresariado nacional ha recuperado parte de su antigua reputación pero, según algunas mediciones, a comienzos del presente período constitucional sólo 37% de los venezolanos opinaba que trabajaba mucho o algo por resolver los problemas del país. (Estudio Perfil 21 Nº 40, Consultores 21, primer trimestre de 1999. El correspondiente al cuarto trimestre de 2003, con data recogida entre el 5 y el 13 de diciembre mide un aumento a 50%, lo que significa que una mitad aún opinaba que los empresarios trabajan poco o nada «por resolver los problemas del país»).
En gran medida este insatisfactorio estado de la opinión se debe a una deliberada actividad de propaganda contra la libre empresa, que ha tenido importante grado de éxito en «enmarcar» la idea e imagen del empresariado o el empresario de manera negativa. Desde la campaña electoral de 1998 hasta la fecha la propaganda adversa ha sido más intensa y sistemática. No ha existido una defensa adecuada del empresariado ante este proceso. Si bien se han dado instancias aisladas y no sistemáticamente conexas de refutación del marco negativo, no se ha hecho el trabajo definitivo: la construcción y difusión programada de marcos sanos que puedan superponerse (más que oponerse) al marco pernicioso y permitan un nuevo posicionamiento del empresariado en la psiquis nacional.
Se ha querido presentar al empresariado nacional como actor insensible y egoísta, involucrado en una dominación deliberada sobre los habitantes más pobres del país. La verdad es que el empresario venezolano ha sido destacado pionero en materia de responsabilidad y solidaridad social, tanto en términos de recursos aportados como en materia de iniciativas con imaginación y de conceptos avanzados en la materia.
Siempre hubo filantropía de los empresarios en Venezuela, pero es en la década de los años sesenta cuando su presencia se hizo marcadamente mayor y mejor orientada por una moderna filosofía de la responsabilidad social, de elaboración esencialmente autóctona. En 1963 los empresarios venezolanos concibieron y emitieron su «Declaración de Responsabilidad de la Libre Empresa», que daba piso principista a la organización y el concepto del Dividendo Voluntario para la Comunidad, que cumplió 40 años de existencia en 2004. El documento fue conceptualmente tan importante que la explicación venezolana de sus nociones fue requerida en el continente y en Europa, y misiones de empresarios nacionales fueron a distintos países a llevar el evangelio de la responsabilidad social.
La década de oro de la inversión social privada fue, entonces, la que va de 1963 a 1973, justo el año antes de que se iniciara la patología económica venezolana derivada del factor exógeno del embargo petrolero árabe de 1973. Entre aquellos años floreció una numerosa constelación de organizaciones no gubernamentales dedicadas a la acción solidaria en casi cada parcela de necesidad, y criterios y conceptos desarrollados por ellas y por la actividad fundacional fueron asumidos por el gobierno para sus propios programas. (En materia, por ejemplo, de desarrollo de las comunidades de menores recursos o en la consideración de la enseñanza preescolar como sistema educativo formal).
Por aquella época, debe anotarse, la incipiente democracia venezolana se vio seriamente amenazada por la violenta actividad subversiva de la guerrilla rural y urbana. El empresariado venezolano eludió la tentación de involucrarse, como le fue propuesto, en la promoción de la violencia contraria, y asumió como suya la acción a favor de las comunidades desde la perspectiva de una ciudadanía corporativa que respondía a la realidad social.
Y aunque a comienzos de la democracia el sector público disponía de más recursos que el sector privado, la acción social de éste se hizo sentir con su creatividad innovadora y la magnitud y energía de su dedicación.
Esto cambió de manera muy importante a partir de 1974. Un Estado repentinamente recrecido en recursos, trastocó las proporciones y las prioridades. Así, un Estado súbitamente rico ya no tuvo tanto interés en la cooperación social proveniente de la iniciativa privada, y el deterioro posterior de las condiciones económicas generales dificultó la proyección de la acción social empresarial.
A pesar de esto la solidaridad social del empresario venezolano sigue siendo muy significativa, como lo atestiguan las cifras de su inversión en la comunidad, que han sido recogidas por reciente investigación sistemática. (Tan sólo una entidad bancaria venezolana, por ejemplo, registra unos 20 millardos de bolívares de aporte en el «balance social» que publica con regularidad).
Pero más allá de las cifras, es la calidad y la eficiencia de la inversión social privada algo digno de destacar. La sola iniciativa de la red de escuelas de Fe y Alegría representa para el Estado venezolano un enorme alivio de la carga social, y a todas luces es de una productividad superior a la del sistema educativo público.
Hoy en día la presencia social del empresario nacional está multiplicada por todas partes, a través de su contribución al sostenimiento de numerosas ONGs o mediante la operación directa de programas propios. Además del Dividendo Voluntario para la Comunidad, Fedecámaras ha establecido una especial Oficina de Responsabilidad Social, y la Cámara de Comercio Venezolano-Americana (Venamcham) administra su vigoroso programa de Alianza Social. Numerosas fundaciones de diversas escalas canalizan fondos de muy importante cuantía para la educación, la ciencia, la cultura, el alivio de la pobreza, la profilaxis contra las drogas, la salud, el deporte.
Pero como decía Juan XXIII, no sólo hay que ser bueno, hay que parecerlo. Es necesario que el empresariado de Venezuela se reposicione a este respecto, a partir de la realidad de su trascendente solidaridad social. Resulta ser de la mayor importancia estratégica para los empresarios venezolanos formular marcos cognitivos que eludan la interesada caricatura negativa que se ha querido endilgarles. No basta negar este marco pernicioso: es preciso tomar la iniciativa y desarrollar y difundir los marcos exactos y justos.
Resulta indicado, por tanto, concebir y diseñar campañas de información a este respecto, puesto que es necesario disipar interpretaciones «oficiales» que falsean la realidad y contraponen el ánimo ciudadano a una de sus más imprescindibles instituciones: la libre empresa. Es necesario reconstruir la interpretación de nuestra realidad como nación, el recuento de nuestra historia reciente, la lectura de nosotros mismos.
No es suficiente, sin embargo, construir los marcos para la nueva interpretación; ni siquiera tener éxito en lograr que prendan eficazmente en la percepción nacional. Los marcos de esta clase existen para ser llenados, y éstos deben ser llenados con acción social.
Es sabido que el sector privado ha sufrido, en los años más recientes, una atrición importante, como consecuencia de un conjunto de inconvenientes políticas públicas. Es sabido que los recursos de solidaridad social disponibles han sufrido igualmente una atrición muy marcada, a consecuencia del deterioro general de la economía nacional y en virtud de mayores y reiteradas exigencias sobre tales recursos. Por otra parte, también es cierto que el deterioro reciente ha afectado a la población de escasos recursos en mayor medida que a la empresa privada, y por esto el empresariado, consciente de su posición como ciudadano sensible a las necesidades del entorno, tendrá que hacer un esfuerzo supremo en la nueva etapa que se avecina.
De estar inmerso en una sociedad normal, el empresario podría bastarse con el estricto cumplimiento de su función económica natural. Habitando, en cambio, en el seno de una sociedad enferma, tiene que hacer un aporte extraordinario.
El primer aporte es de unión. De esto nos hablaba Eugenio Mendoza Goiticoa hace más de cuarenta años cuando concebía la noción de un dividendo para la comunidad, pues el Dividendo Voluntario para la Comunidad es una idea de unión, de acción concertada y concentrada. También pensaba en la unión cuando auspiciaba otro punto de encuentro: la Federación de Instituciones de Protección al Niño (FIPAN.
El ideal racionalizador del Dividendo Voluntario para la Comunidad no llegó a plasmarse en plenitud. La concentración de recursos implícita en la iniciativa del DVC cedió el paso a la autonomía filantrópica de cada empresario, y por esto puede haber hoy, como ayer, un buen grado de redundancia e ineficiencia en la inversión social privada considerada en su conjunto.
Pero debe ser posible propiciar la concertación sectorialmente y, antes que en la fuente del financiamiento, en el nivel operativo de las ONGs. Así, debe estimularse la asociación o federación de ONGs de actividad similar, para al menos conseguir la uniformación y el acuerdo metodológico que sea posible en el ataque a los problemas sociales. La idea de FIPAN, así como la de Sinergia, es justamente un modelo apropiado de alianzas estratégicas en esta dirección.
Luego puede pensarse, si no en una racionalización a ultranza y centralizada de la acción social empresarial, sí en un dividendo extraordinario para la comunidad en estos momentos incipientes de un nuevo período de cambio y de defensa de la democracia. Se trata de concebir una Iniciativa Social Empresarial de acción rápida y concentrada, guiada por una sucinta colección de prioridades racionalmente establecida y acumulada a partir de un esfuerzo especial de contribución extraordinaria en vista de la crisis y el sufrimiento social.
Finalmente, sería una mengua que la libre empresa venezolana, en momentos cuando el principal problema social es el acusado grado de desempleo, no fuera capaz de estructurar una iniciativa de aumento del empleo. En tal sentido debe aprovecharse con imaginación la circunstancia de capacidades instaladas ociosas que facilitarán la puesta en práctica de un inmediato programa de nuevos empleos en el sector privado. Cada empresario debe ser invitado a participar en este otro esfuerzo extraordinario.
Una nueva oportunidad se abre ahora para Venezuela. No estará exenta de peligros y complicaciones. Por esto requerirá el concurso de sus mejores talentos, y el capital empresarial venezolano está llamado a participar en la primera línea del esfuerzo.
La noción griega de aristos, los mejores, de la que deriva el término aristocracia (o gobierno de los mejores), no evocaba tanto una condición de privilegio como una de responsabilidad. Quien tiene más debe dar más.
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