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Aparte de su movimiento político, todo parece apuntar a que 2006 será también un año bastante movido en lo económico. El Banco Central de Venezuela acaba de reportar un crecimiento de la economía en 2005 de 9,4%, lo que es ciertamente una de las tasas más altas de nuestra historia. Por su parte, Gustavo Márquez, Ministro de Integración y Comercio Exterior indicó que el gobierno completaría 10.000 millones de inversión en mejoras del aparato productivo, e invitó al sector empresarial privado a duplicar esa cifra para aprovechar las oportunidades que reportaría el ingreso al mercado de MERCOSUR, integrado por 258 millones de personas. Y naturalmente hay que esperar el chorro de gasto público en un año electoral muy peculiar, en el que por primera vez podrá presentarse un presidente venezolano a la reelección inmediata.

El presupuesto nacional para 2006 ha sido estimado en 87 billones de bolívares, en un ejercicio que se construye conservadoramente sobre un precio de 24 dólares por el barril de petróleo venezolano, cuando la Agencia Internacional de Energía pronostica un promedio de 50 dólares por barril. Es decir, habrá real bastante.

El punto, claro, es para quién habrá real. Ayer escuchaba en un amable almuerzo en La Carlota una interesante estimación: que este gobierno ha debido crear, a ojo de buen cubero, algo así como unos 50 mil nuevos ricos, definiendo a éstos por un patrimonio individual de un millón de dólares. Este crecimiento habría duplicado el número de privilegiados de esa escala en un país cuyo presidente predica que ser rico es malo. La conclusión era que no debía esperarse una economía comunista como producto de este proceso. Antes se reportó un crecimiento de 50% en la fuga de dólares entre 2004 y 2005, y alguien apuntaba que la alimentación de ese incremento se debía a los nuevos ricos del régimen. Un «goteo hacia abajo»—trickle down como Reagan preveía en su tiempo—de estas nuevas fortunas puede alcanzar a otros que simplemente atiendan una demanda global recrecida, aunque no se plieguen al régimen chavista. Debiera haber un poco para todos.

Esperemos pues, que el presidente Chávez quiera enjugar lo que él llama la «abstención estructural»—que considera una posible causa de defunción de su mando—a punta de billete.

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