Uno de los más agudos intérpretes del proceso político venezolano, Luis Vicente León, director de la prestigiosa firma encuestadora Datanálisis, ha declarado a El Universal, según reporta el periódico, «que todavía no se vislumbra ninguna figura de la oposición que pueda enfrentar con éxito al actual mandatario de cara a las elecciones de diciembre próximo».
Viniendo esto de León, que acaba de publicar en el mismo diario sendos artículos para la evaluación de cuatro posibles candidaturas (sin contar la de Chávez)—Borges, Petkoff, la doble de Salas «gallo» y Salas «pollo», Smith—tal aseveración pareciera ser un dictamen de desahucio para estos nombres, puesto que ellos sí son vislumbrados como candidatos, lo que le permitió justamente escribir sobre ellos. León no cree que ninguno de ellos puede ganarle a Chávez. (A menos que se renueven como un muñeco Pokemón, el juguete que posee una rudimentaria vida virtual que puede fácilmente extinguirse si no se le atiende, en metáfora empleada por el analista).
En otra vena diferente el economista Maxim Ross—antiguo simpatizante del MAS que hace no mucho acompañara a Oswaldo Álvarez Paz en Alianza «Popular»—ha sugerido la necesidad de que los precandidatos conocidos—su lista es más amplia: «Borges, Rosales, Teodoro, Roberto, Ojeda, Henry, Eduardo, Oswaldo y Antonio»—arriben a un acuerdo sobre el método de selección de un candidato único de oposición en el primer trimestre del año que comienza. En criterio de Ross «…se impone de nuevo un encuentro entre el liderazgo de la oposición para definir un plan de acción para el año 2006». En esto está en completo desacuerdo con León, quien cree que «ese líder nuevo o renovado no surgiría de un acuerdo de unidad de los partidos políticos de oposición.»
Todos sabemos que uno de los métodos propuestos para lograr la ansiada unidad opositora es el de unas elecciones primarias, similares a las que organizara COPEI en 1993 para optar por Fernández o Álvarez Paz. Es un método que despierta argumentaciones en pro y en contra.
El Rector de la Universidad Católica Andrés Bello, Luis Ugalde S.J., ha opinado que unas elecciones primarias serían contraproducentes, pues las opciones «democráticas» se harían daño las unas a las otras, y quien emergiera como triunfador en ellas lo haría lacerado, y Chávez no desaprovecharía la oportunidad de revolver las heridas que se le hubieran inflingido.
Teodoro Petkoff tampoco es partidario de primarias. Recuerda las del MAS, que afectaron grandemente la unidad del partido del que fue fundador. Ofrece, en cambio, un ejemplo que no deja de ser persuasivo para basar su recomendación de que los distintos candidatos y fuerzas se «inteligencien» para zanjar el asunto. Al término del régimen de Pinochet, como consecuencia del referendo en el que se le derrotara, los principales partidos de Chile encontraron en su interlocución que no podría sucederse un régimen de derecha por uno del extremo contrario—error que aquí se cometió, por cierto, con Carmona Estanga—y por tanto convendría buscarse una solución al centro derecha. De allí la candidatura de Aylwin, democristiano. Sólo después de su presidencia y la de Frei pudo llegar un socialista, Ricardo Lagos, a la Casa Rosada. (De hecho, Aylwin había sido originalmente partidario del golpe que derrocó a Allende, creyéndolo portador de un gobierno transitorio).
Es clara la conclusión: para Petkoff no debiera procurarse la sustitución de Chávez por alguien de derecha, sino por un presidente más parecido a Chávez en algunas cosas, por alguien de izquierda. De los candidatos asomados hasta ahora sólo William Ojeda y el propio Petkoff, el autor de Las dos izquierdas, cumplirían la condición.
En cambio, Julio Borges ha declarado a fin de año que estaría dispuesto a medirse en unas elecciones primarias que conferirían «fuerza, legitimidad, liderazgo, rostro y poder a quienes puedan representar esa alternativa que quiere el país». A Borges, por supuesto, le están reclamando primarias dentro de su propio partido para elegir sus autoridades y aun la candidatura, que pareciera pretender disputarle Leopoldo López Mendoza, quien consciente de haber calificado muy cerca de aquél en sondeo de Alfredo Keller (Borges 40%, López 39% en pregunta sobre percepción de liderazgo), hizo una campaña de cierre de año con cuñas que destacaban su gestión redistributiva. (Es decir, que también él da, no sólo Chávez). Borges ha maniobrado ágilmente al disponerse para primarias intrapartidistas en enero—lo que ofrecería poco tiempo a sus contendores—y al llamar la atención sobre las primarias extrapartidistas, de mayor interés para la población. (En la misma declaración anunció la realización de una extensa gira nacional, que llevaría el nombre «Primero Venezuela»—evocadora de Proyecto Venezuela— el que pareciera competir por una «marca» con Venezuela de Primera de Roberto Smith, que también anda de gira—peatonal—ofreciendo diez millones de diversas cosas, como pasos, empleos, votos y besos).
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En teoría la realización de unas primarias es la vía correcta, pues ofrece a los electores su participación directa en la selección de un abanderado. Pudiera, incluso, sujetárselas a las reglas de «elecciones por vaciado» (run-off election). Así explicaba esta publicación sus características el 17 de junio de 2004 (#91): «En una elección por vaciado uno puede seleccionar más de un candidato en orden de preferencia. Por ejemplo, si el Sindicato Único de Aspirantes a la Sucesión de Hugo Chávez (SUASHCH) terminara admitiendo diez—o veinte—candidatos en la elección ‘primaria’, los Electores podríamos señalar, digamos, tres nombres en orden de preferencia. Si el que recibe más votos no obtiene la mayoría absoluta, entonces se va pasando sucesivamente un colador que finalmente determinará el aspirante elegido. Quien queda de último en los votos que postulan como primera opción es eliminado. Pero quienes votaron por él no dejan de estar representados, porque su segunda opción será acumulada a los votos de los candidatos correspondientes. De nuevo se repite el proceso. Se elimina al último—los eliminados no pueden ya recibir las transferencias—y se adjudican sus segundas opciones. (En algunos casos muy apretados puede llegarse a las terceras opciones antes de arribar a un ganador). Llega un momento en que este proceso produce un ganador con suficiente mayoría. (Es muy fácil programar computadores para que hagan los cálculos con gran rapidez. Bastará iterar un algoritmo, diría un programador). No es un método perfecto, pero se le señalan dos ventajas. Los candidatos no pueden con facilidad transar apoyos entre sí y reciben menos ventaja de campañas de descrédito de oponentes, puesto que su suerte puede depender del apoyo secundario de quienes opten por sus contendores. Las campañas tenderán a ser más positivas y los aspirantes se respetarán más».
Si lo que preocupa, pues, a un formador de opinión como Luis Ugalde, es la carnicería que pudiera desatarse en unas primarias opositoras, el punto de ingeniería política estaría en impedirla, con condiciones como la de elección por vaciado u otras ulteriores. Por ejemplo, reglamentando que las descalificaciones mutuas entre los candidatos participantes en unas primarias no puedan construirse jamás sobre referencias a la negatividad de nadie, tan sólo a la insuficiencia de su positividad.
Los proponentes de las elecciones primarias deben resolver un espinoso asunto. Si esas elecciones estarían abiertas solamente a quienes quieren salir de Chávez o también lo estarían para quienes quisieran reelegirlo, esto es, a todos los electores. Los proponentes de la primera opción propugnan, en el fondo, una especie de lista de Tascón invertida. Pero si se admite a todo el mundo ¿cómo evitar que militantes pro Chávez acaten una línea oficialista para producir muchos votos nulos o para apoyar a un candidato opositor que les sea cómodo?
La manera de evitar este efecto sería muy sencillo: simplemente puede incluirse la opción de votar por Chávez, y el chavista que quisiera fastidiar votando, por ejemplo, por Antonio Ledezma, perdería la oportunidad de votar por su líder. Si, a pesar de todo, Chávez saliere de primero en una primaria así, ese resultado confirmaría que aún una mayoría nacional lo preferiría a los restantes candidatos.
Quedan aún dos problemas. El primero es que debe tomarse en cuenta que, según las disposiciones vigentes en materia de legislación de elecciones, el Consejo Nacional Electoral metería sus manos en las elecciones primarias planteadas. El segundo es el del ente llamado a organizarlas.
Es obvio que entre todos los actores del país la organización civil Súmate es la que dispone de la capacidad más idónea para la tarea. El problema con Súmate es que sobre ella pesan algunos cuestionamientos de monta considerable, los que pudieran ser transferidos, como calcomanía, al candidato que emergiera victorioso de las elecciones primarias: ¿aprobación del «carmonazo»? ¿Alianza con George W. Bush? Esta vulnerabilidad es remediable, sin embargo, si se permitiera que la labor de Súmate fuese observada por otras organizaciones. Por ejemplo, por Ojo Electoral.
Pero a Ojo Electoral debieran sumarse otros veedores, pues quienes le conforman pudiesen ser tenidos por más cercanos a la opción de Teodoro Petkoff. A fin de cuentas Petkoff estuvo entre sus fundadores, y además de José Virtuoso le conforman Ignacio Ávalos Gutiérrez (otrora cercano al MAS original), Carlos Genatios, ex ministro de Chávez y quien, como Ávalos, fue administrador del sector tecnológico, Eleazar Díaz Rangel, todos izquierdistas, y Francisco Layrisse, ejecutivo fundamental de la campaña de Petkoff y que junto con éste y Díaz Rangel tuvo participación destacada en el estado mayor de la Cadena Capriles. Si a Súmate se le tuviese por derechista y a Ojo Electoral por lo contrario, tal vez se logre un equilibrio sólo con ambas organizaciones, pero a lo mejor convendría conseguirse alguna conformación «centrista» para blindar la cosa.
Por último (last but not least, en absoluto), quienes han sido asomados como candidatos o posibles candidatos, ipso facto, conformarían un club de debates muy exclusivo. Ellos debieran debatir, a los ojos del país, qué creen que debiera hacerse desde la silla presidencial, pues es ese asiento el que buscan, y ninguna otra cosa que la aprobación de sus planes debiera legitimarles. Este club debiera permitir la entrada, por cierto, de Hugo Chávez Frías, que buscará su reelección. Ojalá consintiera, lo que probablemente no hará, en integrar una academia de candidatos en la que se discuta abiertamente lo que debe hacerse con el Poder Ejecutivo Nacional a partir de enero de 2007. Como escribiera el Día de la Inmaculada Concepción, «ninguna otra cosa sería responsable, ninguna otra admisible».
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