Fichero

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En el año de 1995 publicaba Conciencia XXI los resultados de su Encuesta Nacional de Valores, sobre una extensa recolección de entrevistas realizadas a fines del año anterior. (Conciencia XXI fue la organización antecesora de la encuestadora Consultores 21, ambas fundadas y dirigidas por Alfredo Keller, hoy consultor independiente de aquéllas). Por la época el suscrito redactaba y publicaba «referéndum«, y en el número doble correspondiente a los números 2 y 3 de su Volumen II, de agosto-septiembre de 1995, se insertó la reseña que hoy compone la Ficha Semanal #87 de doctorpolítico.

La lectura de ese comentario pone de manifiesto cómo ha habido cambio de algunas percepciones registradas por la encuesta hace once años. (La política «…está fuera de los temas de conversación familiar…») Pero al propio tiempo es una base para la explicación de la elección de Chávez en 1998: la gente entrevistada tenía por entonces a la política y los políticos en muy baja confianza, y quería cambios radicales, aunque en democracia y gradualmente. Sólo este dato comprueba que el curso revolucionario emprendido por el actual gobierno ha sido asumido en contra de las preferencias del pueblo.

Tampoco apoyaban los venezolanos (salvo una minoría) la noción de que «ser rico es malo», ni entendían que su pobreza se debiera a una injusticia. Un 66% creía que en el país «…uno puede hacerse rico trabajando y sin perjudicar a nadie», contra 32% que creía que «Las personas sólo pueden hacerse ricas a costa de otras».

Hasta la Encuesta Nacional de Valores no se había hecho en el país un estudio tan amplio y profundo de estos temas, aunque debe recordarse los estudios Venelite y Conflicto y consenso, emprendidos a comienzos de la década de los sesenta por el CENDES, de la Universidad Central de Venezuela, bajo la dirección inicial de Jorge Ahumada, que los inspiró con su compacto y estupendo trabajo Hipótesis para el cambio social en Venezuela. Resultaría ser, seguramente, muy provechoso que a más de una década del estudio liderado por Keller se acometiera una exploración análoga. Así pudiera medirse el impacto que sobre los valores y actitudes de los venezolanos ha significado la incesante prédica chavista, que hasta la fecha no ha sido refutada integralmente.

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Valores nacionales

Nada tiene que ver con la Comisión Nacional de Valores ni con la Bolsa de Valores de Caracas. No se trata de acciones o bonos Brady. El estudio acometido en 1994 por Conciencia XXI—organismo de la periferia copeyana—y aún en su proceso digestivo, centra su atención sobre la expresión manifiesta de las bases culturales del desarrollo venezolano.

El estudio en cuestión recogió en una «encuesta representativa nacional urbana», las respuestas de dos mil personas a más de doscientas preguntas que sondeaban, posturas, actitudes y valores de los venezolanos. Tal cúmulo de información sobre sus problemas y valores, sus satisfacciones e insatisfacciones, sus esperanzas y sus temores, ha generado una ingente cantidad de datos primarios y de elaboraciones ulteriores en cotejos y cruces estadísticos de diverso tipo.

Conciencia XXI se apoyó en el Grupo Europeo de Estudio sobre los Sistemas de Valores, fundación que desde 1979 ha venido reuniendo a bastantes universidades e institutos especializados en el tema. Esta organización ha realizado dos grandes encuestas sobre esta materia: la primera, en 1981, fue llevada a cabo en nueve países de Europa Occidental; la segunda, aplicada en 1990 en quince países europeos y también en los Estados Unidos y el Canadá, equivale a un sondeo representativo de algo más de 700 millones de personas.

El levantamiento de la información primaria de esta Encuesta Nacional de Valores tuvo lugar en los últimos dos meses de 1994, que en su fase de diseño preliminar contó con la participación de Ramón Piñango, Ramón Guillermo Aveledo, Maxim Ross y Gustavo Martín.

Las áreas exploradas cubrieron las bases psicosociales de la sociedad venezolana, los objetivos sociales y vitales, la familia, la ética y la moral, la religión, el trabajo y la actividad económica, la política. Muchos son los hallazgos interesantes en esta investigación dirigida por Alfredo Keller y que Conciencia XXI pone «al servicio del gobierno, instituciones, educadores, dirigentes políticos y empresariales, de responsables eclesiales, de otros líderes de la sociedad y del público en general», con la esperanza de que «se convierta en servicio público». Acá comentaremos algunos de esos hallazgos que nos parecieron de especial importancia y oportunidad.

Un primer resultado esperable tiene que ver con la lectura de la situación general del país y la situación personal de los entrevistados, que se expresa en una suerte de expectativa sobria y cautelosa. El estudio reconoce un 86% de encuestados prudentes ante los cambios personales, desconfiados de la gente y sus intenciones en un 82%, con un entorno social amenazante para el que piden autoridad y disciplina (92%), liderazgo fuerte (76%), cambios radicales (86%) pero no traumáticos sino graduales (84%). Lo que podría llamarse el criterio de la radicalidad gradual.

Para quienes pudieran pensar que tales respuestas implican un soterrado apoyo a eventuales aventuras dictatoriales, es bueno advertirles que, a pesar de la situación económica general y el reciente proceso de empobrecimiento en Venezuela—con un mayor distanciamiento social—los venezolanos, confrontados con el dilema libertad-igualdad, se pronuncian en mayoría (54%) por la libertad (que cada quien pueda vivir y desarrollarse sin obstáculos) antes que por la igualdad (que nadie se vea desfavorecido, que las diferencias no sean tan grandes: 33%).

Igualmente es importante y sugestivo el hallazgo del estudio respecto de la relación entre posiciones igualitarias y el esfuerzo individual. Este último predomina en las respuestas frente a las posturas igualitaristas, lo que sugiere una revisión de la versión despectiva estándar acerca de nuestros pobladores: que seríamos un conjunto humano poco proclive al logro y al esfuerzo individual. La encuesta midió esta oposición entre igualitarismo y esfuerzo individual a través de la comparación entre parejas de definiciones como las siguientes, que registramos con sus porcentajes de acuerdo: 1. Todos deberíamos ganar más o menos lo mismo (27%) — Se debe estimular el esfuerzo individual (73%); 2. La competencia es mala y hace que la gente se ponga egoísta y mezquina (32%) — La competencia es buena y hace que la gente trabaje duro y busque nuevas ideas (68%); 3. Las personas sólo pueden hacerse ricas a costa de otras (32%) — En Venezuela uno puede hacerse rico trabajando y sin perjudicar a nadie (66%).

El que los términos relacionados con una motivación al logro superen claramente a las posiciones igualitaristas—tal vez podría decirse «populistas»—es un claro mentís a las frecuentes interpretaciones deprecatorias del «ADN cultural» de los venezolanos, y permite asentar confianza en que contamos con una orientación de valores proclives al desarrollo de nuestra Nación.

En una jerarquización de aquellos aspectos que son «muy importantes» para los encuestados, se confirma la impresión precedente. Así, en orden decreciente, la familia es muy importante para el 72% de los entrevistados, el trabajo para el 62%, la religión para el 51%, los amigos para el 40%, el tiempo libre para el 38% y la política ¡el 13%!

La política es el aspecto considerado menos importante por la gente en su mayoría. Según la encuesta de Conciencia XXI, la política no tiene importancia para el 73%, absolutamente ninguna para el 41% y poca para el 32%.

Dice Alfredo Keller: «Baja es la importancia de la política en la vida de la gente, y bajo en consecuencia es su interés por ella. (Apenas el 20% manifiesta algún tipo de interés). Y ello a pesar de que casi la mitad de la población (43%) está informada sobre la situación política del país. Información que no pasa de constituir unas implicación cognitiva, con escasísima implicación emocional. Se sabe de ella, pero está fuera de los temas de conversación familiar (17%) o de las conversaciones de los más allegados».

Por otra parte, el estudio confirma que los políticos y los partidos políticos actuales son las instituciones en las que menos confía la gente, lo que llama a Keller a una preocupada reflexión: la confianza en las instituciones es un factor esencial para el funcionamiento social, por lo que resulta alarmante la desconfianza registrable respecto de todas las ramas del Poder Público y los actores políticos en general.

A pesar de lo cual los entrevistados se pronunciaron muy mayoritariamente a favor de la democracia: «La democracia es el mejor sistema político para Venezuela» (78%); «Hay que defender la democracia a como dé lugar» (76%); «La democracia puede solucionar los problemas que tenemos» (68%); «Una dictadura no arreglaría los problemas que tiene el país» (69%).

La conjunción lógica de una firme fe en valores democráticos, junto con la implacable desconfianza respecto de todo lo político se expresa consistentemente en el deseo de cambio. Un 86% expresó apoyo a la idea de que «Venezuela necesita cambios radicales en lo político y lo social», aunque, radicalidad tomada en cuenta, un 84% opinó a favor de la noción de que «Nuestra sociedad debe mejorarse poco a poco, con reformas».

No todo es buena noticia, sin embargo. Junto con esa prudencia y sobriedad, junto con esta mayor valoración del esfuerzo individual, aparecen algunas fisuras. Una observación de gran interés es la que registra el estudio en materia de «seguridad moral». Keller presenta el punto de este modo: «Si la política, la acción política y la vida democrática no son sino procedimientos para tomar decisiones justas sobre lo que debe ser hecho o evitado en el seno de una sociedad, no es banal preguntar y saber si la sociedad, los venezolanos creen que ‘existen normas claras sobre lo que está bien o está mal y que esas normas se aplican siempre, a todas las personas y en cualquier circunstancia’ o si, por el contrario, creen que ‘nunca podrá haber normas totalmente claras sobre lo que está bien y lo que está mal, porque lo bueno y lo malo dependen completamente de las circunstancias del momento’.»

La encuesta encontró ante esta disyuntiva una distribución simétrica: quienes postulan la existencia de normas y valores absolutos (46%) igualan en número a quienes creen que las circunstancias son dominantes. Esto implica que sólo la mitad de los venezolanos tendría principios seguros para distinguir siempre entre el bien y el mal. La retórica reflexiva de Keller le impulsa a preguntar: ¿significará esto una disolución de las actitudes y la conciencia morales, o más bien se trataría de un «refinamiento del discernimiento ético»? La distribución hallada en las respuestas de acuerdo con las opciones presentadas se asemeja más, según datos de 1990 (Estados Unidos) y 1994 (Europa) a la presente entre los europeos que a la dominante entre los norteamericanos. (85% de certeza moral).

Son muchos los datos y los posibles cruces y correlaciones de la información levantada en esta oportuna y útil Encuesta Nacional de Valores emprendida por Conciencia XXI. La seriedad del equipo de proyecto permite apostar a la confiabilidad de los datos; la interpretación de los mismos está abierta al juicio de los analistas.

Vale la pena recobrar algunas reflexiones de una presentación de Alfredo Keller de los resultados de la investigación: «Antes de extrapolar hacia el futuro, fijando el destino a partir de nuestros deseos y temores, conviene basarse en nuestros conocimientos, relativamente seguros, sobre el presente y el pasado reciente. Este estudio puede ser un insumo… Se lee muy frecuentemente, y el estudio arroja algunos elementos de apoyo a esos escritos, que vivimos en un mundo descreído, en una ‘sociedad que produce perplejidad’, ‘necesitada de esperanza’. Faltan valores que relacionen y agreguen las voluntades humanas, que nos aglutinen en torno a ideales. Se acabaron las religiones que daban sentido o respuesta a las cuestiones inaplazables. Se acabaron también las ideologías políticas que alimentaban la esperanza en mundos mejores… Es verdad. Todos tenemos miedo: por nuestra seguridad, por el futuro, por el país, por el mundo. Tal es la naturaleza de la imaginación humana. Y, empero, todo hombre, toda civilización han seguido adelante al sentir que tienen la obligación de hacer lo que es preciso hacer. El compromiso personal de cada uno con su destreza, el compromiso intelectual y el compromiso emocional, amalgamados en uno solo, podrán realizar el ascenso que todos deseamos».

Es ésta una admonición, una invitación de Keller que no vacilamos en suscribir.

LEA

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