Fichero

LEA, por favor

En un libro publicado en 1981 en Caracas—El desarrollo financiero de América Latina y el Caribe—y compilado por Bernardo Paúl, en su carácter de Presidente del Instituto Interamericano de Mercados de Capital, se recogió una buena veintena de notables trabajos presentados en una Primera Conferencia Internacional sobre el tema, reunida en Caraballeda en 1979 bajo los auspicios del instituto, que había sido creado dos años antes en co-patrocinio de la Organización de Estados Americanos y el gobierno de la República de Venezuela. El evento reunió «a los más destacados investigadores del mundo en materia de teoría financiera, a la que en nuestra América no se le ha prestado suficiente importancia, y cuyo análisis sistemático es de reciente data». (De la introducción al volumen por Bernardo Paúl). Entre los nombres de los participantes se puede mencionar los de Lord Nicholas Kaldor, Claudio González-Vega, Ronald I. McKinnon, Jeffrey Knight, Sho-Chieh Tsiang, Felipe Pazos, Donald Lessard, Francisco Gil Díaz y Robert A. Mundell. Este último se hizo acreedor de agradecimiento especial, pues no sólo se contó entre los ponentes ordinarios, sino que tuvo a su cargo los comentarios finales de la reunión.

Es de la trascripción de estos comentarios de cierre de donde se extrae el contenido de la Ficha Semanal #95 de doctorpolítico. Desde un evidente gran sentido del humor y un dominio del campo, el profesor Mundell expresa su preferencia por un régimen monetario ordenado y confiable, echando en falta el patrón oro que confería solidez al intercambio internacional de divisas. La sección escogida para esta ficha corresponde a su análisis sobre la conveniencia de una moneda común para América Latina, la que creía tanto necesaria como factible.

Naturalmente, Mundell hace alusión a los incipientes esfuerzos de unificación monetaria europea que dos décadas después culminarían en la creación del euro. Mundell reconoce las dificultades de este esfuerzo, y por tal razón viene al caso recordar palabras de Milton Friedman, Premio Nóbel de Economía y líder de la «escuela monetarista» de Chicago, en ocasión de serios problemas a este respecto en la Europa de 1993. En entrevista concedida a la revista italiana «L’Espresso» el 26 de septiembre de 1993, dijo Friedman con radical claridad: «Si los europeos quieren de veras avanzar en el camino de la integración, deberían comprender que la unidad política debe preceder a la monetaria. El continuar persiguiendo algo que se acerca a una moneda común, mientras cada país mantiene su autonomía política, es una receta segura para el fracaso».

Es una advertencia perfectamente válida a la hora de considerar los esfuerzos integracionistas en América del Sur. A ella puede sumarse la recomendación operativa de Bernardo Paúl, expresada en su intervención inaugural de la conferencia aludida: «El sistema financiero debe… facilitar la inversión real de los ingresos excedentes de una colectividad, en términos de maximizar su productividad social. (…) Es preciso, en tal sentido, que aquellos sectores de actividad que presentan perspectivas de mayor dinamismo y crecimiento puedan contar con facilidades de financiamiento adecuado, en cuanto a volumen y condiciones. De esa manera, el patrón de desarrollo económico reflejaría verdaderamente los intereses reales de la colectividad y sus necesidades futuras».

Exactamente veinte años después de la conferencia Robert Mundell se hacía acreedor al Premio Nóbel de Economía. (1999). Era un desenlace ineludible como reconocimiento a una carrera profesional de importante contribución teórica y penetrante visión. (En el extracto acá publicado ya anticipaba la fuerza económica de China). A Mundell se le atribuye la paternidad del euro aunque, con característica modestia, él mismo sólo acepta la condición de padrino. Asistiría aún a dos conferencias sucesivas (1981 y 1985) organizadas por el Instituto Interamericano de Mercados de Capital, en las que nuevamente fue una de sus más brillantes estrellas.

LEA

Moneda unificada

Si estuviéramos viviendo en un mundo perfectamente competitivo sería probablemente acertado seguir una política de «laissez faire», controlando los monopolios. Pero no estamos viviendo en ese tipo de mundo (y en realidad nunca existió). Tampoco tenemos el «standard oro», tenemos, eso sí, grandes monopolios internacionales y eso causa dificultades. Debemos, sin embargo, tratar de hacer las cosas lo mejor posible con lo que tengamos disponible en esta coyuntura histórica; y un dólar basado en el oro podría ser de nuevo una unidad de cuenta atractiva, hasta que podamos llegar a lograr un apropiado sistema monetario mundial. En el futuro vamos a tener una serie de áreas monetarias; la mayor va a ser el dólar, pero vamos a tener áreas del marco, un mercado de Euro-divisas centrado en el marco y el franco y probablemente habrá un área del wan chino en algún momento en el futuro. Si nos acercamos más a casa; ¿podremos tener un área monetaria latinoamericana? Francamente no sé si los latinoamericanos desean la integración de la región, como fue el sueño bolivariano. Pero si hablamos de mercados de capital en «América Latina», como si representara una adecuada unidad de coordinación, tenemos que pensar en términos de una moneda común para propósitos de denominación y si ésta no va a ser el dólar, tendría que haber una moneda latinoamericana paralela relacionada con el dólar. ¿Por qué no se podrían desarrollar nuevos mercados de capital? Para centralizar hay que resolver el problema de la localización y el problema de la moneda, que repito es un problema de denominación.

El problema con la localización es que nadie quiere que sea en el país de otros. Se puede tratar de solucionar situando el centro financiero a bordo de un barco en el medio del Atlántico. Si se pudiera encontrar la Atlántida, en el medio del Atlántico, equipar un barco con la tecnología moderna o quizás reflotar y restaurar el Graf Spee, se podría obtener una localización neutral para el mercado de capital.

Se puede tener también una moneda paralela para América Latina, como la que los europeos (o los países del Golfo) están tratando de crear. Pero los europeos tienen grandes dificultades para hacer funcionar su moneda. Y por más que parezca sorprendente, sería más fácil crear una moneda paralela en América Latina, que en Europa; debido a que las represiones históricas son más cortas y los egos de los europeos son probablemente más fuertes. Los movimientos integracionistas progresan de la debilidad y el fracaso, nunca del éxito.

Las grandes nuevas monedas son huérfanas. Sin embargo, algún objetivo común, alguna meta común puede ser desarrollada en el sentido de cierto marco para la centralización. Tendría que haber también una centralización de la información de la información y una regionalización de muchas actividades que antes se llevaban a cabo en otra parte. Una posibilidad sería preguntarse si no sería más conveniente tener oficinas regionales del Fondo Monetario Internacional en América Latina. Quizás podría llevarse el Departamento del Hemisferio Occidental del Fondo a América Latina. Esta sería una solución muy poco popular en Washington, porque debilitaría al Fondo como institución (porque descentralizaría las decisiones. Podría también reducir el interés que Estados Unidos tiene en el Fondo…)

Cabe preguntarse qué país tendría la ventaja de una base de información como esa. Dudo que los latinoamericanos puedan crear una Nueva Centralización en esta etapa de su historia, siempre que no ocurra algo que los obligue, como un colapso en el mundo del dólar o en Estados unidos como el super poder. Tendría que decir que el interés de los Estados Unidos en el Fondo Monetario disminuyó por un par de años durante 1974-1976. Tenemos que mantener el Fondo funcionando, los DEG funcionando, todas estas cosas funcionando, porque en ciertos momentos el mundo puede volver a fijar las condiciones, en las cuales el Fondo va a volver a ser útil de nuevo; y es caro eliminar una institución tan difícil de crear como el Fondo o el Banco Mundial. Aquí debemos volver a las políticas monetarias, y fiscal y cambiaria. En la ausencia de una iniciativa para establecer un centro latinoamericano—y supongo que esta omisión es inevitable durante los próximos años—sólo podemos acometer una política de descentralización. El dólar no es muy bueno, pero es lo mejor, con el mejor mercado monetario, que tenemos. Y si ligamos nuestras tasas de cambio al dólar (o a un tipo de cambio fijo respecto al dólar) y seguimos una política monetaria que nos permita mantenerla, lograremos un mundo más cercano al mundo de Bretton Woods, siguiendo a los Estados Unidos, hasta que logremos encontrar un líder monetario en el Mundo Occidental capaz de sustituirlo. Esta es para mí la mejor política que los países pueden seguir. Si volvemos a algún tipo de sistema de paridad de nuevo con políticas monetarias determinadas a defender las tasas fijas, las tasas de interés volverán de nuevo a converger y el proceso de integración monetaria y por lo tanto de integración financiera, va a recibir un gran impulso.

Se volvería entonces a una situación de segundo óptimo en la cual el mundo de las tasas fijas de cambio haría disminuir las tasas de interés, de tal manera que no sean muy diferentes con las prevalecientes en Nueva York (en el caso que por consentimiento unánime existan tasas fijas de depreciación diferentes a cero) o tengan una diferencia fija con respecto a las tasas de Nueva York.

El hacer de las tasas de cambio un instrumento de ajuste es para mí, en el mundo de la política en el cual los gobiernos cambian por lo general cada cuatro años, a veces más frecuentemente, una invitación para obtener un montón de enredos. Convertiría en una burla todos los intentos de formar las bases para emitir capital a largo plazo, que son necesarias, si vamos a tratar de movernos en dirección a la creación de mercados de capital.

Una estrategia para el desarrollo industrial debe tomar en consideración la meta básica de la mayoría de las economías, que es el mantenimiento o el logro del pleno empleo, que es el pan y la mantequilla del pueblo. Debe complementarse este objetivo básico, con el libre ingreso de otras industrias y servicios para romper los monopolios locales, disminuir a un mínimo los sistemas de patronazgo y de protección local, con un régimen de ingreso de importaciones de productos básicos y bajas tarifas.

Robert A. Mundell

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