José Vicente Rangel no es persona que debiera hablar de dignidad. No es digno quien dice una cosa hoy y otra mañana, y de esto hay abundantísima evidencia en el caso de Rangel. Esta publicación, por caso, reprodujo en su número 77 (11 de marzo de 2004), entre otras, la siguiente opinión del Vicepresidente Ejecutivo de enero de 1981 (revista Bohemia, #926): «La camorra no da dividendos. Sobre todo a los gobiernos. Ya que los ciudadanos eligen a sus gobiernos no para que promuevan peleas y pierdan el tiempo en menudas confrontaciones, sino para que trabajen para todos». No ha habido, en toda la historia política nacional algún gobierno más camorrero que éste que Rangel sirve.
Como se anotara aquí la semana pasada, al vicepresidente Rangel le ha dado por aconsejar a un sector de la oposición. El Universal reportaba desde su sitio web ayer a las 4:48 p.m.: «El vicepresidente de la República, José Vicente Rangel, calificó hoy de ‘indignos’ a aquellos precandidatos presidenciales de oposición que acepten el ultimátum dado ayer por la organización Súmate para la organización de las elecciones primarias con el fin de elegir un candidato único opositor».
La razón que Rangel ofrece para esta calificación vino construida (gramaticalmente mal) en el estilo camorrero y agresivo que practica para adular, en contra de sus propias posturas antiguas: «Sería totalmente indigno quienes acepten que un organismo, una franquicia del imperio como es Súmate les imponga las condiciones».
Pero es que aun las personas que se equivocan a menudo no siempre están equivocadas.
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Para seguir en vena de autoreferencia, esta publicación se contó entre las primeras que veían virtudes políticas en el mecanismo de elecciones primarias. La primera vez que se refirió a ellas fue en su #15 del 28 de noviembre de 2002: «El lunes de esta semana [25 de noviembre de 2002] escuchamos del Dr. Aurelio García una idea que nos parece democráticamente correcta y altamente oportuna: que la Coordinadora Democrática proceda de inmediato a la celebración de unas elecciones primarias que determinen el nombre del candidato único de oposición en unas eventuales elecciones presidenciales… Pero es que además de resolver un crucial problema estratégico—la selección de la candidatura única—la preparación y celebración de primarias emitiría una señal poderosísima. La oposición a Chávez estaría diciendo al país y al mundo que está absolutamente segura que vienen elecciones para sustituir a Chávez. De este modo asumiría una iniciativa política que el gobierno no podría ni detener ni arrebatar».
No fue, pues, ocurrencia de doctorpolítico la receta de las primarias—sólo la apoyó—por un lado, y las condiciones políticas del momento eran muy distintas de las de ahora, por el otro. En aquel entonces habría convenido la definición de un precandidato único antes de la celebración de un referendo revocatorio, pues no pocos votantes del 15 de agosto de 2004 negarían la revocación de Chávez al ignorar quién le sucedería si debía abandonar el cargo presidencial.
En las condiciones actuales, en cambio, las elecciones primarias serían un error, y esto lo sabe hasta Súmate. Ya sabe que a las primarias asistiría muy poca gente—que no temería ser listada por Tascón o su suplente—, menos que la que consintió en solicitar el referendo revocatorio, y que por tanto se vería seriamente desacreditada por el rotundo fracaso de lo que vendió por tanto tiempo. (A pesar de las encuestas que registran alto apoyo a la fórmula de las primarias ¿dónde está el movimiento de calle en apoyo a Súmate?) Por esto ya Súmate está convencida de que lo mejor para sus intereses es que no haya primarias mientras pueda echarle la culpa a otros de su reculada. Esta peculiar ONG, un actor político que actúa como si fuera tutor de candidatos y partidos, ha dado un ultimátum que vence a las cinco de la tarde de hoy, y que exigiría la aquiescencia de los candidatos con mayor intención de votos a su favor—el trío BPR de Borges, Petkoff y Rosales—a las reglas y requisitos que exige.
Una lectura de los documentos que Súmate quiere aceptados y firmados incluye una exclusión: la de Queremos Elegir y Grupo La Colina. En efecto, Súmate ni siquiera los menciona, y en cambio se arroga la Secretaría Técnica de un «Comité Organizador del Proceso de Primarias para Escoger al Candidato de la Unidad Democrática Nacional». Asimismo, Súmate aspiraría que los pretendientes primarios acepten «el compromiso de la Asociación Civil Súmate como organizador del proceso electoral». Nada de las otras dos organizaciones. La arrogancia es tan subida que el ultimátum pareciera expresamente formulado para que se le rechace.
Durante la rueda de prensa en la que anunciaron el pilatoso emplazamiento—no fue Roma, fue el pueblo judío—los directivos de Súmate evadieron algunas preguntas incómodas. Por ejemplo, no supieron contestar por qué la unidad debe ser construida alrededor suyo, ni por qué no hacían primarias con el gentío precandidatural que había accedido entusiastamente a la receta de las primarias, ni por qué se presionaba a Petkoff pero no a Smith, que ha sido el más claro renuente de todos los precandidatos.
Pero es evidente que Súmate se metería en graves problemas si por casualidad dos del trío BPR—Rosales, el único de los tres a quien María Corina Machado visitara para una conversación tête à tête, y Borges, a quien le resultaría muy difícil no acompañar al otro después de que habló tanto a favor de las primarias—decidieran finalmente entrar por el aro marca Plaz. En este caso tendría que poner el huevo que cacareó anticipadamente, y el previsible fracaso tendría un responsable indiscutible. Ya no podría decir que todo se debió a Petkoff. No es esto, sin embargo, lo que la organización espera, sino el rechazo de sus condiciones que le permita decir que no fue por ella que no hubo primarias.
Una retirada definitiva—confirmación de lo que ya había anunciado la semana pasada—dejaría intacta, no obstante, la capacidad organizativa de Súmate. Si estaba dispuesta a organizar unas complejísimas primarias, le sería mucho más fácil recoger 170 mil firmas para postular un candidato ante el Consejo Nacional Electoral antes del 24 de agosto, fecha límite para la inscripción de candidaturas.
Debe ser, si no un curso ya decidido, una enorme tentación para Súmate su metamorfosis final en partido u organización franca y abiertamente política. («…anuncia Súmate, por boca de su líder María Corina Machado, que hace metamorfosis para convertirse en la crisálida de un ‘movimiento ciudadano nacional’—aún no es el tiempo de emergencia de la final mariposa política—dedicado a ‘defender los derechos democráticos de la ciudadanía’». En la Carta Semanal #129-130 de doctorpolítico del 17 de marzo de 2005). Durante largo tiempo—mientras duró la hegemonía opositora de la extinta Coordinadora Democrática—debió limitarse a servir de brazo operativo y técnico a planes formulados por cabezas distintas a las suyas propias. Ahora que los «políticos de siempre»—que el diario El Nuevo País acusará como por casualidad del pecado imperdonable de conversar y pactar con el gobierno—han impedido la expresión democrática en primarias de la «mayoría opositora», puede ser el tiempo para revolverse y embestirlos hasta aplastarlos, para ofrecer un canal político—de derecha—enteramente nuevo.
Así, podría Súmate fusionarse con núcleos que participen de su interpretación de las cosas, con organizaciones de ideología afín. Por ejemplo, con Un sueño para Venezuela—Gerver Torres, apoyado por el Banco Venezolano de Crédito que preside Oscar García Mendoza, socio de Marcel Granier en el desaparecido pero latente «movimiento 4D» y gran padrino de Súmate—el que puede reivindicar un trabajo de años en la promoción popular de valores liberales. De allí podría salir un candidato de última hora—los mismos Granier y García Mendoza, Rafael Alfonzo, u otro similar. Alguien que «le hable claro al país».
Es Súmate, pues, el agente que divide a la oposición, aislando a los «participacionistas» a partir de las siguientes premisas: que el gobierno no cree en la alternabilidad democrática y por tanto jamás entregaría el poder que perdería en «elecciones limpias»; que lo que cabe es provocar una «crisis de gobernabilidad» para que caiga el gobierno. (O porque Baduel se atreviese a rebelarse contra quien la ha conferido un tercer sol de general, o porque los marines viniesen a salvarnos).
En número anterior (#187, del 27 de abril de 2006) se hacía referencia a lo expuesto en una cierta conferencia, en estos términos:
«La conferencia se inició asentando como premisa—según se dijo suprema—de todo el asunto, la absoluta seguridad de que el actual titular del cargo presidencial no cree en la alternabilidad democrática y, por tanto… No se dijo más nada. La premisa no fue más comentada ni expandida durante toda la exposición, aunque proyectó su sombra sobre todo el resto de lo argumentado. Luego se describió a grandes rasgos el mecanismo de primarias y se rebatió, de forma persuasiva, los inconvenientes que usualmente se oponen a la idea de las mismas. Lo que más se enfatizó, sin embargo, fue la exigencia de que el candidato más votado tendría que convertirse en el sumo adalid de la lucha por condiciones electorales confiables, y retirarse de las elecciones, no con 5% en las encuestas, sino con 40% gracias a las primarias, lo que es preferible y sí ‘tendría impacto»’ en caso de ‘ser necesario’. Fue luego de todo eso que se suscitó una ronda de intervenciones de algunos asistentes. Uno de ellos argumentó que el gobierno no es demócrata y por tanto jamás sería derrotable por vía electoral, razón por la cual ‘lo que había que hacer’ era crear, mediante el retiro de la candidatura, una ‘crisis de gobernabilidad’ que pudiera ser aprovechada por otros factores de poder que acabaran con el régimen. Entonces quien ofreciera la conferencia se dirigió al ponente de la receta descrita para decirle: ‘Pues mira, eso es exactamente lo que estamos buscando’».
Por tal razón doctorpolítico expresaba esta opinión: «Las primarias, definitivamente, permitirían que los electores participaran en la decisión de escogencia del candidato. Serían, es obvio, más democráticas. Pero si se las quiere emplear, en diabólica, insincera y arrogante manipulación, para entusiasmar a muchos electores en una candidatura cuya misión, sin que los ciudadanos lo sepan, es retirarse para generar problemas de gobernabilidad al gobierno y ejecutar después alzamientos o intervenciones extranjeras, entonces debemos rechazarlas con el mayor denuedo. Ya se nos llevó una vez, como corderos, al riesgo de la muerte el 11 de abril de 2002, mientras una necia conspiración se aseguraba de capitalizar, para una autocracia que jamás fue escogida en primarias, el beneficio del sacrificio».
La persona que hacía la presentación reseñada es, sépase, altísimo directivo de Súmate. No es necesario, por los momentos, identificarla. La mayoría de los lectores de esta publicación sabe que ésta se rige por un cierto código de ética de la «Medicina Política», compuesto y jurado por el suscrito en septiembre de 1995. Una de sus estipulaciones establece: «Protegeré el secreto de lo que se me confíe como tal, a menos que se trate de intenciones cuya consecuencia sea socialmente dañina y yo haya advertido de tal cosa a quien tenga tales intenciones y éste probablemente las lleve a la práctica a pesar de mi advertencia». Que Dios me agarre confesado.
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