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El notable economista mexicano Víctor Urquidi, fallecido en 2004, viene con sus palabras a esta breve Ficha Semanal #130 de doctorpolítico. Se trata de su prólogo a Venezuela’s Oil, una colección, publicada en inglés, de artículos y discursos de Rómulo Betancourt—junto con otros documentos—sobre lo que fuera el tema de su vida: el petróleo venezolano. El libro fue publicado en Londres en 1978 por George Allen & Unwin, con traducción al inglés de Donald Peck.
El prólogo de Urquidi ofrece un esquema sucinto del problema: el asunto se contrae a la lucha por el control nacional de la riqueza petrolera venezolana, la que culminó con la nacionalización decretada por Carlos Andrés Pérez, miembro del partido fundado por Betancourt, en 1975. No hay en este tema, por consiguiente, mucho de nuevo bajo el sol. Hugo Chávez alberga un odio particular por las figuras de Betancourt y de Pérez, pero en realidad éstos se le adelantaron en las conquistas verdaderamente básicas.
El propio Betancourt trazó la historia de esa lucha en el discurso cuya lectura Urquidi recomienda: el que pronunciara como Senador Vitalicio el 6 de agosto de 1975, unas tres semanas antes de la firma de la ley que nacionalizaba la industria petrolera en Venezuela. Allí sumó su voto a la aprobación del Artículo 5o. de la ley, que permite la asociación del Estado con compañías extranjeras, trayendo a colación que hasta la Unión Soviética, que había “alcanzado la etapa correcta para el pragmatismo, ha suscrito acuerdos de asociación con una de las más agresivas compañías petroleras del mundo moderno, la Occidental Petroleum, controlada por el audaz Dr. Armand Hammer. Así que, si una gran potencia como la Unión Soviética esta haciendo esto, ¿por qué debiéramos preocuparnos o temer la discusión con algunas compañías, con pleno conocimiento de lo que poseemos, acerca de cuándo acumular inventarios, de cuándo renovar nuestras bastante obsoletas instalaciones refinadoras, y también de cómo empezar a explorar, no explotar, la famosa faja bituminosa del río Orinoco?”
Venezuela’s Oil fue publicado primero en español, pero ya en ese momento había llamado la atención de los ingleses. El profesor Hugh Thomas escribió una reseña del libro para The Times Literary Supplement, en la que dice: “Cinco cosas destacan en él, como en la mayoría de la prosa de Betancourt: un fuerte sentido de las palabras (libre de jerga); dedicación a la democracia; un genuino orgullo de ser venezolano y un consecuente y disciplinado resentimiento de las compañías petroleras multinacionales que, por muchos años en Venezuela como en otras partes, escamotearon al país una justa participación en las ganancias; un profesionalismo bien informado por lo que respecta a la política del petróleo; y, finalmente, una mente genuinamente cultivada, lo que es raro entre políticos y que, en el caso de Betancourt, es el fruto de años de lectura y estudio en el exilio”.
Esta ficha se ha compuesto con toda intención comparativa. Ojalá se cumpla lo previsto por Betancourt en el Senado: “…tengo fe en Venezuela, y sé que no habrá más dictaduras en Venezuela…”
LEA
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Sabía de petróleo
Venezuela es ahora dueña de su petróleo, lo que no había sido el caso por sesenta años. El 29 de agosto de 1975 el presidente Carlos Andrés Pérez puso su firma a la ley orgánica que reserva al Estado la producción y comercialización de los hidrocarburos (el instrumento legal por el que fueron nacionalizados) y, el 1o. de enero de 1976, el gobierno venezolano tomó formalmente posesión de la riqueza petrolera del país.
Uno de los patriotas venezolanos que ha figurado grandemente en la historia de la nacionalización del petróleo es Rómulo Betancourt. Dos veces Jefe de Estado, ha luchado sin cesar por preservar la autonomía del país. Comenzó la lucha en los años treinta, y no cejó o retuvo sus esfuerzos cuando estuvo en el exilio a causa de dictaduras represivas. Durante los períodos de gobierno democrático, y cuando él mismo estuvo en el poder, la campaña iniciada por Betancourt se convirtió en elemento clave de la plataforma nacionalista de su partido Acción Democrática; desde 1958, cuando fuera depuesto el régimen de Pérez Jiménez, se ha convertido en la ambición nacional sostenida por todos los grupos políticos.
Este libro consiste de una serie de artículos de Betancourt sobre el petróleo venezolano, precedido por su discurso, como senador vitalicio, en el Senado venezolano el 6 de agosto de 1975. En él el lector encontrará, no sólo la historia de una gran campaña política y económica, sino también los apasionados argumentos de un defensor del pueblo venezolano y sus justos reclamos, y los argumentos razonados de un capaz administrador del petróleo del país. Desde que las primeras compañías se establecieran a comienzos de este siglo, dos tendencias conflictivas han venido influyendo en conexión con la industria petrolera: el nacionalismo y la sumisión a las influencias externas. Betancourt narra la historia de los primeros intentos por limitar las concesiones cedidas a las compañías extranjeras, los que pronto quedaron en nada con nuevas leyes favorables a los intereses foráneos. Al regreso de su exilio en marzo de 1936, Betancourt ayudó a enfocar la atención de su país sobre el problema petrolero. El gobierno fluctuó de un lado para otro, pero este oro negro permaneció enteramente en manos del capital extranjero que disfrutaba enormes privilegios, hasta que la Junta Revolucionaria de 1945 estableció los primeros impuestos importantes a la industria por decreto. Para 1948 este gobierno había logrado el primer contrato colectivo de la industria y una nueva distribución de las ganancias del petróleo a partes iguales entre el gobierno y las compañías petroleras. Después de otro paso atrás en un período en el que fueron puestas a la venta muchas concesiones, ha habido progreso, bajo los gobiernos democráticos a partir de 1958, hacia la venezolanización del petróleo. Para 1975 se había forjado un equilibrio entre un fuerte nacionalismo y un nuevo sentido de cooperación internacional en defensa de los recursos petroleros. No debe olvidarse que la OPEP data de 1960, y que fue fundada a instancias de Venezuela.
La actual decisión de nacionalizar el petróleo es consistente con la creciente conciencia del pueblo venezolano, a pesar de la hostilidad externa en aumento, de lo que implica el hecho de que su riqueza básica está en los hidrocarburos, y cómo puede ser usada como la base principal de su desarrollo económico y social. Tan recientemente como en 1964 el Congreso de los EEUU se impuso a objeciones de la Casa Blanca y excluyó a los países de OPEP, incluidos Venezuela y Ecuador, de las concesiones tarifarias otorgadas a 120 naciones. Pero la voluntad de la nación ha prevalecido en Venezuela, y ha sido puesta en práctica de manera eficaz, de forma que ahora Venezuela es dueña de su propia riqueza y puede manejarla con el interés de sus futuras generaciones en el corazón.
Quiero llamar la atención del lector a los argumentos empleados por Rómulo Betancourt en conexión con el controversial Artículo 5 de la ley orgánica, que permite al gobierno venezolano, luego de un voto especial del Congreso, suscribir contratos de asociación con firmas privadas, por períodos limitados de tiempo y bajo el supremo control del Estado.
Dadas la escala y complejidad de la industria petrolera, Venezuela no podía darse el lujo de verse impedida y arriesgar un fracaso técnico. Los intereses básicos de la nación están en juego, y así se alcanzó una solución que asegurará la administración eficiente sin sacrificio de los derechos soberanos del país.
Los ensayos que componen este libro son una muy útil y necesaria adición al previo gran libro de Betancourt, Venezuela, Política y Petróleo, publicado por primera vez en México. (Fondo de Cultura Económica, 1956).
Estos libros dan completa cuenta de la política petrolera venezolana en años recientes, la que culmina en la nacionalización. Corresponderá a una nueva generación continuar cosechando las ganancias del petróleo, como fuera brillantemente propuesto por Betancourt y sus seguidores hace treinta años, para la sociedad toda; en la próxima década los resultados de esta política serán aun más sorprendentes de lo que son ahora. Que esta política, comenzada en México en 1938, establezca un ejemplo para el resto de América Latina.
Víctor Urquidi
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