Dos mandatarios parecidísimos se dirigen hacia América del Sur: George W. Bush y Hugo R. Chávez. Ambos son fundamentalistas, aunque de signo contrario, y lo que van a exhibir en latitudes sureñas es de lo peor de la política mundial de nuestros días. Ambos son tercos y arrogantes, ambos llevan al extremo la política de poder, ambos tienen tino para la terminología, ambos están muy equivocados.
Uno, el nuestro, cree que es su obligación principal en estos momentos convertirse en director de protestas callejeras en contra del norteamericano. Así se aleja de socios respondones—Podemos, PPT—que se han negado sin ambages a la noción de un pensamiento único, y que han llegado a enmendar el eslogan “patria, socialismo o muerte” al ofrecer el lema “patria, socialismo y vida”. Más claro no canta un gallo.
Así se aleja, también, de la realidad inflacionaria que admitió le preocupaba, y que pretende tapar con la mitomanía del magnicidio y los nuevos roces con Colombia. Así deja de pensar en la enorme demanda social acumulada, que su despreciado gobierno no logra satisfacer. Así escapa de la economía.
El otro, el estadounidense, va a América Latina para ofrecer menos ayuda real que la que Chávez dispendia. Si se dice que gente como Kirchner simplemente se aprovecha de la chequera chavista, Bush será recibido igualmente por puro interés, no porque se comparta su particular agenda o su ideología mercadista.
Al sur llegará cada vez más vulnerable. Poco después del destape del escándalo del hospital militar Walter Reed, que ya provocó la destitución de su director y la salida del Secretario del Ejército, y poco antes de la condena de Lewis Libby, asistente del vicepresidente Cheney, por obstrucción a la justicia, The New York Times publicaba (4 de marzo), una lista de tareas para que el Congreso enfrentara lo que considera un “asalto a algunos de los principios fundadores de la democracia norteamericana” por parte de la administración Bush.
En apariencia, Chávez está más firmemente atornillado a su silla que Bush a la de él. Pero Chávez, que tanto detesta a Bush, está siguiendo sus pasos. Aquí también hay un ataque a los principios fundadores de la democracia. Esto tiene sus límites, y ya han comenzado a dibujarse con la aparición de la llamada “oposición bolivariana”.
En épocas antiguas, los campeones de dos ejércitos se enfrentaban en duelo singular. Ya no se estila esta confrontación de hombre a hombre, pero qué bueno sería que Chávez y Bush se encontraran, digamos, en La Asunción, y se entraran directamente a pescozadas. Como dice el dicho, pelea de perros, en la que uno no se mete.
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