LEA, por favor
Debo agradecer al amigo Jorge Correa Romero la gentileza de obsequiarme la colección de cuatro volúmenes que, bajo el nombre Misión Riqueza: Para rehacer a Venezuela con ética y libertad, publican las asociaciones CEDICE, Conciencia Activa y la Universidad Monteávila en memoria de la vida y obra de Nicomedes Zuloaga Mosquera. El conjunto es complementado por un disco de video documental. Escriben en los volúmenes de la obra colectiva Pynchas Brenner, Rafael Alfonzo Hernández, Fernando Vizcaya Carrillo, Carolina Jaimes Branger, Vladimir Chelminski, Ignacio De León, Jean Baptiste Itriago, Juancho Eckhout Smith, Julio Franco Corzo, José Manuel Andrade, Carlos Machado-Allison, Leonor Filardo, Hugo Faría, Jorge González, Luis Alberto Penzini, Ricardo Pérez, Stephanie Zalzman, Jesús Zerpa, Esteban Torbar y el mismo Jorge Correa Romero. Esta Ficha Semanal #141 de doctorpolítico, sin embargo, se limita a reproducir íntegramente el artículo solicitado a Roberto Ball Zuloaga en recordación de su tío, el Dr. Zuloaga Mosquera. (Con la libertad de incluir mínimas correcciones al texto). Ball hace en él un justo y fiel retrato del gran personaje desaparecido. De este modo esta publicación se suma al merecido homenaje a Nicomedes Zuloaga. Era un hombre vigoroso y jovial, de clara y rápida inteligencia, de honestidad cabal y lleno de consistente amistad. Inscrito en el pensamiento liberal, fue junto con Pedro R. Tinoco hijo el más eficaz ideólogo del liberalismo moderno en nuestro país.
Hombre intenso y vehemente, en algunas ocasiones cargaba fuertemente sus apreciaciones. Así, por ejemplo, destaca Ball en su elogio cómo Zuloaga se oponía a “quienes están empeñados en llevar a Venezuela por el camino del socialismo, ya sea éste evolutivo, a la usanza adeca…” Esta postura no obstó para que CORPA, la agencia publicitaria presidida por Nicomedes Zuloaga, se ocupara de la campaña del muy adeco Carlos Andrés Pérez en 1973.
Ball alude a una presentación de Zuloaga ante el Grupo Santa Lucía. Se trató de su estudio Crítica constitucional. En trabajo compuesto en diciembre de 1997, el suscrito admitió estar totalmente de acuerdo con el criterio expuesto en aquél por Nicomedes Zuloaga: “Si regresamos a la comparación crítica de las disposiciones de la Constitución venezolana con la norteamericana nos encontramos que la americana protege derechos de sentido negativo al establecer lo que el Estado no puede hacer porque constituiría una violación de los derechos de los ciudadanos. Esa es una Constitución coherente donde el Poder Judicial puede ejercer lógicamente su facultad contralora de revisión examinando si una disposición emanada del Poder Legislativo o una medida tomada por el Poder Ejecutivo violan las garantías constitucionales. La Constitución venezolana, en cambio, otorga tanto derechos individuales en sentido negativo como derechos individuales en sentido positivo, y una constitución así resulta incoherente y sus disposiciones son de muy difícil interpretación por el Poder Judicial… La eliminación que propongo de todo el Capítulo IV de la Constitución Nacional, que establece los llamados derechos sociales no producirá una disminución de la actividad social del Estado ni de la beneficencia pública, como no produjo su inclusión un aumento de esa actividad del poder público. Esas actividades se seguirán cumpliendo al través del Ejecutivo y del Legislativo, con el destino político de los ingresos fiscales decididos por el Congreso y por el Presidente de la República siguiendo el resultado de las discusiones políticas, y el poder electoral relativo de las diversas ideologías de las organizaciones políticas en el poder”.
LEA
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Viva Zuloaga
Gran honor me hacen los autores de esta obra al pedirme escribir unas reflexiones sobre Nicomedes Zuloaga Mosquera, mi tío. Hombre querido y admirado que dejó una profunda huella intelectual en el país, de la cual este libro es quizás un gran ejemplo. Para muchos fue símbolo de la aristocracia criolla, pero con su vida ejemplar demostró la razón de Jacinto Benavente cuando escribió: “La única aristocracia posible es la de las personas decentes”.
“Nico”, como sus amigos le decían, nació en Caracas en 1926 en el seno de una familia que ha producido hombres y mujeres que se han destacado por sus aportes a Venezuela por más de trescientos años. La lucha por la libertad, el orden, la prosperidad, el derecho y la justicia ha sido siempre una característica de esta familia, y por ello no es casual que desde el momento de la Independencia, cada generación ha sufrido los trastornos de la ruina, la cárcel y el exilio. Nicomedes se formó en ese contexto, donde el honor y la responsabilidad eran el eje de la vida. De su padre, Nicomedes Zuloaga Ramírez, eminente abogado y empresario, Enrique Tejera París escribe: “Era un jurista y patriota que rechazaba toda acción incorrecta o cualquier posible cliente que pretendiera hacer negocios inconvenientes a Venezuela”. Su abuelo, Nicomedes Zuloaga Tovar, sufrió los estragos de La Rotunda a la avanzada edad de setenta años, por su oposición a la dictadura gomecista. De este eminente jurista, redactor de códigos y maestro de generaciones de abogados, escribió Alejandro Urbaneja: “Ni la amistad halagadora, ni las amenazas y atropellos de los poderosos, ni las apremiantes necesidades de la existencia, ni los reclamos crecientes de la posición, fueron jamás motivos bastantes para hacerlo torcer, ni un ápice, el camino que se tiene trazado desde los albores de su vida intelectual […] Ha puesto Zuloaga al servicio de su país todas las aptitudes que posee para coadyuvar y contribuir al mejoramiento, a la prosperidad y a la honra de la República”.
Al igual que su padre y su abuelo, Nico se hizo abogado, graduándose summa cum laude en la Universidad Central de Venezuela. Si bien ejerció el derecho activamente por más de cincuenta años, al igual que sus antepasados su vida profesional trascendió en mucho la carrera de abogado. Hombre intensamente emprendedor y creativo, fue fundador y promotor de empresas, muchas de ellas tremendamente exitosas y emblemáticas. No exageramos al decir que cientos de venezolanos tuvieron el privilegio de una vida digna y mejor para ellos y sus familias por trabajar, participar y colaborar en las muchas empresas creadas por el ingenio y emprendimiento de Nico. Fe él un vivo ejemplo del círculo virtuoso que produce la acción empresarial en beneficio de la sociedad. Pionero de la industria de la publicidad moderna en Venezuela, donde se mantuvo activo hasta los últimos días de su vida, participó además en los negocios de la banca, la generación y transmisión eléctrica, los seguros, la construcción, la aviación de turismo, de la cual también fue pionero, la agroindustria y la ganadería.
El ganado y el campo fueron unas de las verdaderas pasiones de su vida, donde como en todo lo demás fue un triunfador. En ningún sitio se sentía más a gusto que en su finca en el llano; y con su energía innata, se dedicó a modernizar la industria agropecuaria, y fue uno de los primeros en utilizar herramientas computarizadas para el análisis de la productividad de los rebaños a principios de la década de los ochenta del siglo pasado.
Su actividad empresarial fue extensa y con ella consiguió la legítima recompensa del éxito económico. Como siempre sucede con los hombres que sobresalen, este éxito le aseguró no pocos enemigos, que le endilgaban peyorativamente el haber nacido en una cuna privilegiada. A uno de tantos, Nico le respondió: “Me acusa de haber ‘heredado’ millones. Fácil explicación encuentran algunos políticos del éxito ajeno, sobre todo cuando ellos no han sabido nunca cómo se gana dinero trabajando”. Pero el dinero nunca fue el propósito fundamental para Nico. A pesar de haber sido uno de los principales líderes empresariales de su generación, toda su actividad tenía como propósito fundamental hacer de Venezuela una nación más próspera, más moderna y más desarrollada; y ésa es la clave para entender la persona que fue Nicomedes Zuloaga.
Como parte de esa lucha por hacer de su país un lugar mejor, fue diputado al Congreso de la República a principios de la década de 1960, postulado por la tarjeta independiente que apoyaba la candidatura presidencial de su amigo Arturo Úslar Pietri. Su más conocido logro durante su breve paso por el Congreso fue el cambio de la hora legal de Venezuela, que hasta entonces cabalgaba sobre dos husos horarios. Pero quizás de mayor significación fue el hecho de que desde su curul en la Cámara de Diputados, Zuloaga defendió con su acostumbrada vehemencia los principios y valores de la libertad, frente a “quienes están empeñados en llevar a Venezuela por el camino del socialismo, ya sea éste evolutivo, a la usanza adeca, disfrazado con olor a incienso y a buenas intenciones, a la usanza de COPEI, o violento y asesino como lo pretenden los partidarios de Fidel”.
La defensa de los principios y valores de la libertad fue sin duda la mayor obra de vida de Nicomedes Zuloaga.
A temprana edad, Nico se interesó por el análisis de la economía. Con su insaciable curiosidad, comenzó el estudio de las ciencias económicas en la década de 1940, asistiendo a las charlas dictadas por Ludwig von Mises en la Universidad de Nueva York. Desde entonces se convenció de que la única ruta a la prosperidad de Venezuela se encontraba en la libertad económica: en el capitalismo, basado en un contrato social donde los ciudadanos se reservan el derecho a la vida, a la libertad y al fruto de su trabajo. Y dedicó el resto de su vida y cuantiosos recursos económicos a intentar convencer a sus compatriotas de las bondades de la libertad, frente a la ruina y la esclavitud implícita en el socialismo.
En 1960, junto con varios colaboradores, entre los que destacaba su amigo Joaquín Sánchez Covisa, funda el Instituto Venezolano de Análisis Económico y Social, precursor de CEDICE y uno de los primeros think-tanks liberales en América Latina, y publica la revista Orientación Económica, que llegó a ser de las más prestigiosas e influyentes publicaciones en el continente. El propósito, en sus propias palabras, era: “Construir un organismo que se dedicara al estudio y promulgación de los principios en que se basa el sistema capitalista, bajo el signo de la división del trabajo, con respeto a la verdadera libertad y al cual corresponde, al menos en teoría, la organización constitucional y jurídica de la República […] formamos parte de una comunidad capitalista y, salvo muy honrosas excepciones, nosotros los empresarios que deberíamos ser centro y motor de ese sistema, no somos capaces de defender los principios del capitalismo ante los ataques diarios de los diversos grupos marxistas e intervencionistas”.
Con el mismo propósito fundó y mantuvo el diario La Verdad entre 1965 y 1973, desde donde se defendió los principios del capitalismo, la libertad, el estado de derecho y la justicia. De allí en adelante Nico libró una batalla de más de cuatro décadas que él definió así: “He pasado años defendiendo en Venezuela a la economía de mercado. He tratado de demostrar en las más diversas formas el beneficio de un régimen económico donde funcione el mercado. He destacado las virtudes (y reconocido los defectos) de los mecanismos interpersonales y automáticos, de un sistema que aprovecha la condición humana para hacer posible la riqueza sólo a aquéllos que han sido más capaces en el servicio a sus semejantes. He criticado el intervencionismo económico por ser un sistema irracional, cuyo verdadero producto es una frondosa y bien pagada burocracia. He combatido al socialismo como sistema económico irrealizable y como sistema político esclavista”.
Pero de nada servirían políticas económicas adecuadas sin un contrato social apropiado que asegure la libertad y los derechos de los ciudadanos. Ésa es la función fundamental de la constitución, y Nicomedes Zuloaga fue uno de los más acérrimos críticos de la estructura constitucional de nuestro país, que él consideraba el origen de todos los males. Mientras que “juristas”, “expertos constitucionalistas” y más recientemente “constituyentes originarios” redactaban adefesios literarios con infinitas listas de derechos y deberes, Zuloaga alertaba que la función fundamental de la constitución es limitar el poder de las mayorías mediante garantías otorgadas a las minorías. Es ésa la única forma de asegurar la convivencia pacífica y es además la base de sustentación de la democracia. Y sin la existencia y aplicación práctica de esos límites y garantías, el Estado carecía de bases institucionales y por ende se transformaba en un poder ilegítimo. En una charla ante el Grupo Santa Lucía en octubre de 1990, Zuloaga dijo: “El poder en Venezuela, ejercido sin freno constitucional, va a cumplir treinta años de ilegitimidad a pesar de los procesos de votación que han tenido lugar en ese período. Y aunque nos damos poca cuenta, es precisamente esa ilegitimidad la que sufrimos todos los venezolanos […] que nos agobia y que otorga de paso, al funcionario de turno, nombrado por la mayoría, el poder discrecional que está detrás de todas las venalidades y corrupciones”. Las bases de la democracia venezolana estaban contaminadas, y ello representaba el mayor peligro para su supervivencia. En 1992, Zuloaga escribió: “Las reglas del juego democrático se escriben en las constituciones de los pueblos. Y nuestras actuales reglas requieren de una urgente reforma para salvar la democracia”.
Y así, durante décadas, a través de artículos de prensa, discursos, panfletos y programas de televisión, Nicomedes Zuloaga alertó que el rumbo que había tomado Venezuela era equivocado, y que éste sólo traería pobreza, atraso y eventualmente el autoritarismo. La destrucción paulatina y sostenida de la que una vez fue la nación más próspera de América Latina es la prueba lamentable de que Nico siempre tuvo la razón. Su obra, recopilada en dos libros, El poder ilegítimo y Política en pretérito: 40 años de oposición ideológica, conforma un verdadero monumento a la honestidad intelectual, al sentido común y a la tradición liberal de Occidente.
Al igual que sus antepasados, Nico tuvo que pagar un alto costo por destacarse en una sociedad donde el éxito y la integridad generan temor. En 1989 un corrupto con cargo de juez le obliga a soportar largos meses de prisión sin razón alguna. La causa real era un intento por desviar la atención del país del saqueo sistemático de las arcas públicas, cometido por una clase política profundamente corrompida y aislada de las realidades del país. El intento fracasó cuando Nicomedes Zuloaga rehusó cualquier arreglo extra-judicial y deshonesto y decidió ir a prisión, desde donde se convirtió en un símbolo de la Venezuela decente e irreductible. Este caso representó ante la opinión pública el más craso ejemplo de terrorismo judicial cometido hasta entonces en Venezuela.
En lo personal, Nico era un hombre de gran simpatía. “Muy amiguero” como alguien lo describiría recientemente. En extremo sencillo, con mucho sentido del humor, que decía siempre lo que pensaba, claramente y sin tapujos. Era un caballero en el estricto sentido de la palabra. Hablaba rápido y en su mirada reflejaba su gran inteligencia. Conoció y viajó el mundo entero. Mantuvo estrecha relación con algunos de los hombres y mujeres más importantes e influyentes en el mundo; pero su preferencia fue siempre Venezuela y los venezolanos.
Se mantuvo en actividad hasta el último día de su vida. A los setenta y siete años fue coautor de los anteriores volúmenes de la serie “Para rehacer a Venezuela”, que trata el tema del marco constitucional. Alertó al país en artículos de prensa y entrevistas de televisión sobre el nuevo adefesio salido de la Asamblea Constituyente de 1999, así como de los peligros del nuevo marxismo bolivariano. En las tertulias casi diarias que se celebraban en su casa, a las que asistían muchos de los autores de esta obra, se analizaba el pasado y se discutía sobre el presente; pero Nico siempre quería hablar sobre el futuro.
En sus últimos años sufrió los inconvenientes de serias limitaciones físicas, pero su mente mantuvo la inteligencia y lucidez de siempre, y su espíritu jamás perdió el ímpetu de la juventud. Llevó su enfermedad con la hidalguía y estoicismo característico de los hombres recios. Y al final, Dios le concedió la gracia de que la última visión que tuvo de este mundo fue aquello que él más quiso: su esposa Cachy.
Un antiguo refrán español dice: “Siempre vive con grandeza quien hecho a grandeza está”. Nicomedes Zuloaga fue un gran hombre. Venezuela pierde a uno de sus más ilustres hijos; pero nos queda su ejemplo de integridad y de lucha por la patria, y el reto de proseguir su causa por una nación más próspera y justa.
“Indispensable es que los venezolanos a quienes corresponda la conducción de la vida pública actúen guiados únicamente por esos probados principios generadores de bienestar, de libertad y de progreso. Difícil pero indispensable es que tengan suficiente entereza para resistir las presiones inmensas de las ideologías y grupos de intereses contrapuestos con el interés general. Que Dios los ilumine y les otorgue la fuerza suficiente para que […] podamos ofrecer a nuestros libertadores una Venezuela cada vez más próspera, cada vez más fuerte y cada vez más independiente”.
Roberto Ball Zuloaga
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