LEA, por favor
La más reciente de las cartas semanales de doctorpolítico (#234, del 26 de abril), suscitó atinados comentarios de una estimadísima suscritora, cuyo nombre no identifico por carecer de su autorización. La amiga expresó dudas acerca de la bondad social de la telenovela Por estas calles, producida y transmitida por RCTV a fines del segundo período de Carlos Andrés Pérez. También hizo muy justas y precisas observaciones puntuales, que ponen las cosas un poco más en su sitio, al demostrar que nuestras grandes televisoras comerciales no son exactamente las proverbiales Hermanitas de la Caridad. Haciendo uso de su considerable poder, son muy capaces de vetar la aparición de figuras que no comulguen con sus propias líneas políticas. Quien esto escribe, antaño entrevistado habitual de varios canales de televisión y emisoras de radio, ingresó en una lista negra a raíz de que el mismo 12 de abril de 2002 expresara mi claro repudio a las arbitrariedades cometidas por Pedro Carmona Estanga. En la actualidad, y apartando algunas radios regionales, sólo soy invitado con alguna frecuencia a programas de entrevistas en Radio Caracas Radio.
Ahora bien, en lo que creo es una exagerada evaluación, muchos actores políticos de influencia ya pretérita han atribuida a la crítica que se hacía a nuestros grandes partidos—Acción Democrática, COPEI—el desmoronamiento de nuestra democracia. Así afirman que esa “antipolítica” es culpable de la llegada de Chávez al poder. Me temo que lo que era en verdad una antipolítica era precisamente la política practicada por aquellos partidos, sordos e impenetrables a una crítica que primero fue amable y, más tarde, arreció de modo natural.
El año de 1992 fue especialmente doloroso y traumático para el país y su democracia. Como he explicado varias veces en este espacio, la decadencia alcanzó una cota terrible con la segunda presidencia de Pérez, cuyo primer período ya había expandido notablemente las prácticas de corrupción. Desde mediados de 1991 y hasta comienzos de 1992 el suscrito escribió varios artículos de prensa en los que proponía la renuncia de Pérez como salida conveniente a la penosa y grave situación. Con posterioridad al golpe del 4 de febrero, continué procurando por los mismos medios la salida de Pérez, la que finalmente se logró por acciones de la Fiscalía General de la República y la Corte Suprema de Justicia.
Esa fase de nuestra política fue, sin duda, un lapso de acusada confusión, en la que yo mismo incurrí. Prueba de ello es el artículo escrito el 26 de marzo de 1992, publicado en el diario El Globo, al que debí llamar Fe de erratas. Su texto se reproduce íntegro en esta Ficha Semanal #142 de doctorpolítico, y deja constancia, una vez más, acerca de mi posición respecto del gobierno segundo de Carlos Andrés Pérez, a la vez que evidencia lo enredado de nuestra política nacional por aquellos días.
LEA
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Fe de erratas
“El hombre que calculaba”, de Malba Tahan, es protagonizado por un hábil calculista, Beremís Samir, que con su veloz capacidad de cálculo mental y su facilidad para resolver problemas aparentemente sin solución, maravilla a los cortesanos del califa de su época. Hacia el final de ese libro Beremís es sometido a difíciles pruebas ante un jurado de sabios de la corte del Emir de los Creyentes. En la última de ellas tiene que vérselas con cinco esclavas cuyos rostros están completamente tapados por unos velos. Beremís no puede distinguir con su vista el color de los ojos de las esclavas. Allí radicaba el problema, pues eso era lo que tenía que averiguar el calculista después de hacer sólo tres preguntas a tres de las cinco esclavas, armado únicamente del conocimiento de que las de ojos negros siempre decían la verdad y las de ojos azules mentían siempre.
Cuenta el libro que Beremís preguntó a la primera esclava y recibió de ésta una respuesta en chino. Aparentemente, y para consternación de sus admiradores, había desperdiciado por completo su primera oportunidad. La verdad fue que ese tropiezo le facilitó las cosas, y que concluyó felizmente en la solución del difícil problema de las esclavas de ojos azules y ojos negros.
Pienso aprovecharme, como Beremís, no de uno, sino de dos tropiezos que tienen que ver con mis apariciones en este diario.
Primer pelón
El 5 de marzo me fue publicado acá un artículo con el que quise mostrar una salida al problema, aparentemente trancado, de la crisis de la Presidencia de la República. Recuerdo que lo redacté con celeridad. Quería que la idea circulara lo antes que fuese posible. Pero esa prisa fue la causa de sus imperfecciones. Un amigo que me comentó el texto dijo que lo había encontrado algo confuso. La primera imperfección, pues, tuvo que ver con una redacción algo farragosa. La segunda, como veremos, consistió en postular un paso innecesario. El ejemplo de Beremís Samir, que arrancó desde un percance, me impulsa a aprovecharme de mis equivocaciones para expresar la proposición en forma más clara y sencilla, desprovista de una suposición que incluí antes y que no es verdaderamente fundamental.
En esencia la proposición es la siguiente: consúltese al pueblo, lo antes que sea posible, acerca de quién, a su juicio, es la persona indicada para cubrir, como Presidente de la República, lo que resta de período constitucional. Si resultara de esta consulta que Carlos Andrés Pérez obtiene la mayoría de los votos, el período constitucional podría ser completado por él mismo, relegitimado en el poder. Pero si ocurriese que otro venezolano le superara en votación, entonces el señor Pérez, que últimamente ha estado insistiendo mucho sobre el tema de la democracia, debiera renunciar, para acatar la voz del pueblo. En ese caso, el Congreso debiera cubrir la falta absoluta del Presidente de la República a través del mecanismo ya conocido de la elección, en sesión conjunta de las Cámaras a realizar en un lapso menor de treinta días. Y supongo que los congresantes no se atreverían a nombrar un Presidente distinto del señalado por el voto de los electores.
Eso era el hueso de la proposición, y la primera imperfección de mi primer modo de presentarla, una redacción poco cuidadosa de mi parte.
La segunda imperfección tenía que ver con mi noción del 5 de marzo, de que esto requeriría una enmienda constitucional. He entendido que no se necesita nada de eso. Se necesita, únicamente, de un compromiso de Carlos Andrés Pérez, a quien emplazo. Si es cierto que cree en la democracia, si es cierto que se encuentra muy ocupado defendiéndola, ¿qué argumento serio puede esgrimir para oponerse a esto que le propongo?
Falsas madres, falsos demócratas
Una de las más recientes componendas de nuestros desacreditados “dirigentes” políticos ha consistido en inventar el híbrido de una uninominalidad mixta para las próximas elecciones municipales. Ante esto uno recuerda a la madre falsa del juicio salomónico. La madre falsa no tenía inconveniente en que el hijo que reclamaba sin derecho fuese partido por la mitad. A los inventores del adefesio mixto les parece “sagrada” la representación proporcional de las minorías, pero no tienen inconveniente en que la partan por la mitad y en decir al pueblo: «Está bien, pueblo, elige tú la mitad de tus representantes que yo, el cogollo, elegiré la otra mitad detus representantes.» Lo que nos proponen es una transacción, como corresponde a quienes suponen que la política no es otra cosa que transar.
Hemos estado viendo demasiados ejemplos de este tipo. Ríos de tinta han corrido para que los periódicos pudieran reproducir los saludos a la bandera democrática con la que han saturado a la Nación los falsos demócratas. Hasta la saciedad nos han recordado que “la soberanía reside en el pueblo”, según fórmula de la Constitución Nacional. Pero ninguno quiere de verdad acatar esa soberanía, que se expresó con cacerolas y pronto encontrará otro cauce, si llega a darse cuenta de que no le toman en serio.
Por esto emplazo a Carlos Andrés Pérez: ¿es Ud. demócrata? Sométase entonces a la democracia. Atrévase a preguntar al pueblo si éste quiere que Ud. le gobierne. Supere el miedo, déjese de subterfugios, e intente, democráticamente, relegitimarse en el poder. Si no lo consigue, renuncie. Y hágalo ya. Ningún consejo consultivo, ningún robespierre contratado por usted, ningún asesor extranjero le va a legitimar. Sólo la democracia podría hacerlo y Ud. se dice demócrata.
Y no necesitamos largos estudios de comisiones jurídicas. El mecanismo de la Constitución vigente es más que suficiente. Creo que hemos estado complicando las cosas. Me incluyo acá. Es mejor que vayamos al meollo simple de las cosas. Que es tan simple como me enseñó con gran sencillez el ingeniero Juan Fornino. No puede hablarse de vacío de poder tras una salida de Pérez, a menos que todos los venezolanos estuviéramos muertos. Si todos parecemos jurar que el poder está en el pueblo, ¿cómo podemos hablar de vacío de poder si ese pueblo está allí?
Segundo pelón
Habiendo hablado seguramente demasiado para el amigo Eduardo Delpretti, quien me hizo una entrevista publicada en este diario el 26 de marzo, no le expliqué adecuadamente por qué no quería ahora que Pérez renunciara. No es porque piense que es preferible que Pérez concluya su período. Es porque, como he explicado arriba, ahora pienso que el pueblo debe hablar antes que él.
No creo que Pérez debe culminar su período. Así lo he dicho repetidas veces. Lo que he entendido después de haberlo exigido, gracias a las certeras voces de otros compatriotas, es que una cosa así ya no debe ser manejada ni siquiera por el Congreso de la República, desasistido de un mandato popular expreso. Ya no se puede resolver la crisis sin la apelación al soberano, ese soberano que tan estupendamente me pintó Nino Menardo el 5 de marzo para mi artículo, y que no es otro que el pueblo.
Remito a Eduardo Delpretti mis excusas, por haberle querido atropellar con demasiadas ideas el día de nuestra entrevista. Pero debo reiterar que no deseo que Pérez continúe gobernando. Ya hace tiempo que creo esto y nunca he variado de opinión en torno a ese punto.
Y, por si acaso, tampoco he variado de opinión respecto a otra cosa: ni necesitamos ni queremos otro intento militar para resolver esta crisis. La soberanía no reside en los generales, no reside en Fedecámaras, en la CTV, en las universidades, en la Causa R, en la iglesia católica, en las otras iglesias todas reunidas, en las asociaciones de vecinos. La soberanía reside en el pueblo. En el pueblo todo. Ningún segmento, por más lúcido, capacitado o bien intencionado que pueda ser, tiene derecho a suplantar al cuerpo social en su conjunto.
LEA
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