Cartas

El general Rafael Alfonzo Ravard fue, sin que quepa la menor duda, uno de los constructores de la modernidad venezolana. Antes de coronar su obra con su insigne gestión al frente de Petróleos de Venezuela, la empresa que estableció y presidió desde su fundación en 1976 hasta 1983, ya Alfonzo había dejado huella suficiente de hombre bueno, visionario y extraordinariamente capaz. Así, por ejemplo, había presidido la Comisión de Estudios para la Electrificación del Caroní, el Instituto del Hierro y del Acero, la Corporación Venezolana de Fomento y la Corporación Venezolana de Guayana—fue su primer presidente—y nada menos que el Consejo Mundial de Energía. (1954). Preocupado por el desarrollo social, fue Presidente de Fe y Alegría y, como motor de desarrollos especialísimos para nuestro país, fue quien decidiera sembrar 750 hectáreas al sur del estado Monagas (Uverito) con el pino caribe que transformó la ecología de la zona y sus posibilidades económicas. La industria eléctrica nacional le debe haber sido fundador de CADAFE e impulsor del Sistema Interconectado Nacional, así como promotor principalísimo del esfuerzo de unificación de las frecuencias eléctricas a través de Cafreca. La planificación urbana de Santo Tomé de Guayana (Puerto Ordaz), ejemplo mundial en su clase, se realizó bajo su dirección. El nacimiento de CVG Edelca y la Primera Etapa de la represa del Guri se deben a Alfonzo Ravard. En suma, un venezolano como muy pocos, honesto a carta cabal, poseedor de una inteligencia privilegiada, serio, trabajador, hombre del futuro. World class.

Cuando se decretara—Carlos Andrés Pérez, 1975—la nacionalización de la industria petrolera en el país, el Estado venezolano se enfrentaba a un reto monumental: gerenciar una complejísima actividad de la que muchos decían, en típica infravaloración del talento nacional, que era mucho camisón p’a Petra. No pocos ejecutivos venezolanos empleados en las antiguas dueñas transnacionales—Exxon, Shell, Gulf, etc.—comenzaron a buscar trabajo fuera de la industria, en la creencia de que en muy poco tiempo la incapacidad nacional la hundiría. En ese escéptico contexto asumió Rafael Alfonzo Ravard la conducción del gigantesco esfuerzo, cuando todavía estaban en proceso las negociaciones y litigios generados por el acto nacionalizador, y cuando la industria venía de una parálisis de la inversión de las transnacionales, a raíz de la ley de reversión de las concesiones petroleras del primer gobierno de Rafael Caldera.

Bajo la mano serena de Alfonzo Ravard el país se ahorró cualquier sobresalto en las operaciones de su industria máxima y, al cabo de su gestión de algo más de siete años, el general entregó una verdadera joya al Estado venezolano, en la que se incluía la recuperación de la industria petroquímica nacional, que hasta que fuera manejada por PDVSA no había dado pie con bola. Midiérasela como se la midiera, PDVSA era la mejor petrolera del mundo, y Alfonzo había sabido resistir más de un amago de penetrarla políticamente. A fines de 1983, sin embargo, el presidente Herrera Campíns decidió sustituirlo por su Ministro de Energía y Minas, Humberto Calderón Berti, quien admitía estar interesado en el cargo subalterno del que era superior porque “en PDVSA es donde está el poder”. Poco después intentaría hacerse con la candidatura presidencial de COPEI. (Años más tarde, Luis Giusti haría un intento similar, justamente desde su posición como Presidente de PDVSA).

Pero, en gran medida, fue el propio general Alfonzo quien labró su cesantía. Cuando en 1982 se acercaba un nuevo aniversario de la empresa—27 de agosto—se encargó a la recién creada Unidad de Estudios Especiales de PDVSA la elaboración de un discurso para que Alfonzo lo pronunciara en la ocasión, tradicionalmente celebrada con un almuerzo al que asistía el Presidente de la República. La Unidad no perdió la oportunidad de construir un discurso en el que se evidenciara la clase mundial de PDVSA a través de los más exigentes indicadores de desempeño. Al propio tiempo, el borrador que fue presentado a Alfonzo contenía una declaración de responsabilidad social de PDVSA y el anuncio de la creación de la Fundación PDVSA, como órgano que consolidara y expandiera su contribución al desarrollo social.

Esto último no agradó al general Alfonzo. Partidario de manejar a PDVSA como lo que era, una compañía anónima, rechazaba por principio su involucración en asuntos diferentes de su negocio específico: la extracción, transformación y venta de petróleo y sus productos derivados. Ya pagaba PDVSA suficientes impuestos y dividendos como para que tuviera que encargarse de asuntos que, a su juicio, eran de la exclusiva incumbencia del Estado.

Así, tijera en mano, procedió a cercenar esa parte del discurso y ordenó se redactara, para sustituirla, una escueta sección en la que se mencionara la magnitud de la deuda pública venezolana y se estimara su costo de amortización en términos de barriles de petróleo.

Llegado el día, pues, el general dio su discurso ante una audiencia en la que destacaban Luis Herrera Campíns, Presidente de la República, y su Ministro de Energía y Minas, Humberto Calderón Berti. Todos los canales de televisión cubrieron el evento, y también los periodistas internacionales. Lo que se entendió del discurso fue lo siguiente: “Nosotros, Sr. Presidente, los hombres de la industria petrolera venezolana, somos la tapa del frasco. Según el indicador X somos la última Coca Cola del desierto. Si se nos mide por el indicador Y, la última arepa de la madrugada. Con arreglo al indicador Z, además, somos la mamá de Tarzán. Ahora bien, Sr. Presidente, usted tiene un mono montado de 150.000 millones de bolívares, que para pagarlo tendremos que destinar el producto de 100 mil barriles diarios de petróleo durante diez años”. (Justamente al comienzo de su período, Herrera había hablado preocupadamente al país, para mostrar que Carlos Andrés Pérez había dejado una deuda pública de 110.000 millones—desde 20.000 millones del primer gobierno de Caldera—y que por tal razón recibía “un país hipotecado”).

No gustó para nada esta humillación pública a Herrera Campíns, mucho menos cuando el discurso del general se convirtiera en la comidilla de la semana y más allá. Carlos y Sofía Rangel (en Venevisión) entrevistaron al general Alfonzo de inmediato, así como Marcel Granier en su programa Primer Plano. La revista Resumen, dirigida por Jorge Olavarría, puso la efigie del general en su próxima portada y el discurso fue traducido al inglés y circulado en el exterior. El texto sirvió asimismo para que el Contralor General de la República, Manuel Rafael Rivero, quien hasta los momentos no había dicho esta boca es mía, ofreciera a la prensa solemnes y preocupadas declaraciones sobre la deuda de la Nación. El presidente Herrera declaró que estas manifestaciones de altos funcionarios públicos no eran convenientes. Pocos días después se produjo su decisión, en contra de la mayoría del gabinete económico, de centralizar todas las divisas del sector público en el Banco Central de Venezuela, incluyendo, muy especialmente, las de la industria petrolera. Y se juró a sí mismo que el período que Alfonzo acaba de iniciar, como Presidente de PDVSA reconfirmado, sería el último.

(Un cierto rasgo de la personalidad del general Alfonzo Ravard, su aristocrática altivez, le hacían persona poco simpática a Herrera Campíns, de quien se decía despectivamente que era “el más adeco de los copeyanos”. Esto es, el más populista. Alfonzo Ravard insistió en publicar, dentro de una colección de sus discursos, conferencias y artículos más recientes—Siete Años de una Gestión—, un discurso pronunciado ante una graduación del IESA a la que llevó la tesis de que los hombres del petróleo eran una clase distinta en el país, incontaminada por los vicios del facilismo, la corrupción y la ineficacia. Es decir, poco menos que extraterrestres. El título escogido para la publicación fue justamente el de “Somos diferentes”. Varios años transcurrirían antes de que tan chocante pretensión fuese cobrada con creces).

………

Una vez más, PDVSA escoge el comienzo de una semana—ésta—para presentar sus resultados financieros del ejercicio fiscal de 2006. Ya a fines de marzo de este mismo año la empresa había ofrecido oficialmente cifras del mismo ejercicio; esta vez vienen después de la auditoría externa de Alcaraz Cabrera Vásquez (afiliada a KPMG International) y las eliminaciones y reclasificaciones relacionadas con saldos y transacciones entre las filiales de la compañía.

Una vez más, cierto tratamiento de la noticia quiere destacar un aparente mal desempeño de PDVSA. Por ejemplo, el diario El Nacional destacó: “Ganancia de Pdvsa cayó 15,9% en 2006 pese al repunte de los ingresos totales”. El Universal, por su parte, lo puso así: “Ganancia nacional de Pdvsa cayó 65%”, y explicó su titular al comienzo de una nota, diciendo: “Un total de 6.483 millones de dólares quedaron en las arcas de Petróleos de Venezuela al final del ejercicio 2006, un número que se ubicó 1.031 millones de dólares (15,9%) por debajo de lo obtenido en 2005 y que refleja el resultado consolidado de las operaciones internas y externas del holding estatal, según los estados financieros auditados aprobados en asamblea de accionistas el viernes pasado”. También resaltó: “Buena parte de esta caída en la ganancia neta nacional es atribuible al aumento sostenido de los costos internos: los gastos de operación, que están asociados a la actividades medulares de la empresa, se ubicaron en 8.093 millones de dólares y la segunda mayor partida de costos fue la de compras de petróleo crudo y derivados, que sumó 5.002 millones de dólares. En total, los costos y gastos subieron de 14.536 a 18.285 millones de dólares, un alza de 25,8%”. Por último, enfatizó: “Lo primero que salta a la vista al observar el balance financiero de las filiales externas de Pdvsa es el incremento que registraron los costos, al pasar de $51.779 millones en 2005 a $61.895 millones en 2006, empujados por un monto total de compras de petróleo crudo y derivados de 53.670 millones de dólares que consumió más de 83% de sus ingresos totales del año pasado”. Desde estas perspectivas, por consiguiente, el país debe mostrarse muy preocupado, pues estos números indicarían una grave situación. El mismo periódico da cuenta de declaraciones de Humberto Calderón Berti quien, en un foro organizado por Gente del Petróleo, dijo “que el estado en el cual se encuentra la estatal petrolera no puede ser ocultado a través de la campaña publicitaria que está llevando a cabo el gobierno en los diferentes medios de comunicación del país”.

Hay algo tendencioso en la nota que Marianna Párraga firma en El Universal (11 de septiembre). Por ejemplo, cuando se refiere a la compra de petróleo y derivados—porque PDVSA vende más de lo que produce—escoge las cifras de la columna correspondiente al “Sector Internacional”, en lugar de reportar la columna correspondiente al Total Consolidado. Es por esto que concluye que hubo “compras de petróleo crudo y derivados de 53.670 millones de dólares que consumi[eron] más de 83% de [los] ingresos totales” (64.330) en 2006. Una vez producidas las correspondientes eliminaciones y reclasificaciones, no obstante, las cifras son muy diferentes. La consolidación indica que los ingresos brutos reales fueron de 99.267 millones de dólares, y las compras de petróleo y derivados consumieron 38.778 millones, para una relación de 39%. Sin que sea satisfactorio este índice, su medición dista bastante del alarmista tono de la periodista.

Pero el quid de la alarma se centra en el hecho de que la ganancia neta de PDVSA descendió, de 6.483 millones de dólares en 2005, a 5.452 millones en 2006. (Una caída de 15,9%).

Veamos el asunto con un poco más de detalle. Es mucho más indicativo del desempeño funcional de PDVSA en tanto compañía petrolera mirar primero a su ganancia operacional, es decir, antes de incurrir en gastos “de desarrollo social” y pagar el impuesto sobre su renta. Esa ganancia operacional (consolidada) fue de 23.267 millones de dólares en 2006, 4.236 millones más que los 19.031 de 2005, o un incremento de más de 22,3%. Comoquiera que los ingresos brutos sólo aumentaron en 19,7% (de 82.915 millones de dólares a 99.267 millones), el crecimiento porcentual de la ganancia operacional indica, en realidad, una mejora sustancial de la eficiencia operativa. De hecho, se llega a este resultado luego de que PDVSA pagara por concepto de regalías y otros impuestos (el nuevo impuesto de extracción) la suma de 18.435 millones de dólares, lo que es 5.117 millones más sobre el nivel de 13.318 millones en 2005, para un aumento del 38,4% en este rubro. (A este resultado operacional debiera castigársele con el equivalente de la ganancia en la venta de inversión en LYONDELL – CITGO  Refining L. P., puesto que se trata de un ingreso no recurrente: 1.432 millones de dólares. Aun así, resultaría una ganancia en operaciones de 21.835 millones, superior en 2.804 millones a la del año anterior). No en balde el balance de PDVSA registra un aumento de su patrimonio: de 47.095 millones de dólares en 2005 a 53.103 millones en 2006. (Contra un pasivo total de 23.270 millones). Esto es un incremento de 6.008 millones de dólares en su capital o, proporcionalmente, un 12,8%.

De manera que “el problema” se produce al cargar a la compañía el costo de su inversión social. Aquí hay un salto verdaderamente impresionante: PDVSA había destinado en 2005 a “gastos para el desarrollo social” la cantidad ya enorme de 6.909 millones de dólares (14,8 billones de bolívares a tasa de CADIVI); en 2006 este acápite alcanzó a la galáctica suma de 13.784 millones de dólares (29,6 billones de bolívares). El incremento fue de 6.875 millones de dólares, para casi una duplicación de 99,5%. ¡Qué diferencia con el paradigma socialmente aséptico de la PDVSA de Alfonzo Ravard!

En ocasión de la primera presentación de los resultados de 2006 (26 de marzo de 2007, sobre cifras diferentes, ajustadas ahora luego de la auditoría), ya esta carta había señalado: “Es verdad, parece, que la ganancia neta de PDVSA experimentó una disminución de 26% entre 2005 y 2006. Pero ¿cuál es el significado político de esto? ¿Cómo puede interpretarse en un barrio este desempeño? No faltará en la propaganda del régimen la siguiente explicación: la ganancia neta de PDVSA corresponde al enriquecimiento del accionista; esto es, del Estado. La inversión social de PDVSA corresponde a un enriquecimiento del Pueblo. Y resulta que en el mismo lapso el accionista consintió en disminuir su enriquecimiento en 26%, con tal de aumentar el enriquecimiento del Pueblo en 92%. ¿Habrá descontento en los ‘sectores populares’ de Venezuela por este resultado?”

En efecto, la empresa que “sólo” ha tenido una ganancia neta de 5.452 millones de dólares en 2006, ha aportado en el mismo lapso a la Nación un total de 36.250 millones de dólares. (La suma del impuesto sobre la renta, las regalías y otros impuestos y el gasto de desarrollo social). En bolívares, como diría el chiste, todos los bolívares: prácticamente 78 billones.

La única preocupación residual, entonces, es la relativa a la capacidad de PDVSA para la inversión que la llevaría a la meta de 5,8 millones de barriles diarios de producción en el año 2012. La propia empresa ha estimado invertir ella misma 57.000 millones de dólares (junto con 20.000 de origen privado) para alcanzar ese objetivo. Para esto tendría que destinar anualmente una suma equivalente a su ganancia neta de 2006 durante un poco más de diez años, y concitar inversionistas privados que no deben estar muy estimulados por el reciente tratamiento a las transnacionales de la Faja Petrolífera del Orinoco. También pudiera PDVSA bajar significativamente su gasto social, y esto es muy posible una vez que Hugo Chávez hubiera logrado su propósito de reformar la Constitución a su gusto.

Pero en términos políticos, las cifras que ha mostrado PDVSA al comenzar la semana no son conchas de ajo. Para recordar la advertencia con la que cerraba la Carta Semanal #231 de doctorpolítico (29 de marzo de 2007): “Cuidado, pues, con la algazara automática que cree ver blanco para la puntería opositora en cosas como la disminución de la ganancia neta de PDVSA. En una cosa tan complicada como nuestro proceso político de hoy, el éxito no puede conseguirse con argumentos superficiales, sólo pretendidamente contundentes. Lo primero que tendría que hacer una oposición que quiera ser eficaz, es usar mejor el cerebro”.

LEA

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