LEA, por favor

Durante toda la tarde y la noche de ayer, luego de cumplido el deber de votar, el suscrito pudo contar con un flujo de información constante, proveniente de una red de muy calificados y diversos actores. Políticos, periodistas, documentólogos, observadores electorales, publicistas, encuestólogos, ejecutivos de la empresa privada, politólogos, voces del exterior, consintieron en actuar como red de doctorpolítico para la convergencia y el análisis de la confusa y a veces contradictoria información. Impedido de nombrarles acá, reconozco ante ellos una deuda enorme, por la que les agradeceré personalmente uno por uno.

No hubiera sido posible que el suscrito dominara por sí solo el rico flujo de datos y apreciaciones que llegaron sin cesar. Dos personas de extraordinaria calidez y perspicacia me acompañaron en el arduo tráfico informativo, y ofrecieron recursos físicos para el manejo de la información, alimento copioso y delicioso y, sobre todo, solidaridad y análisis inteligente. Prácticamente todo lo que se escribe más abajo fue fruto de su excelente e intuitivo análisis, y ni siquiera el título del artículo que sigue a esta nota es invento del suscrito. Igualmente constreñido a mantenerles de incógnito, hago llegarles por este medio mi más decidida gratitud.

Sería tonto esconder la alegría de quien escribe a raíz del resultado del referéndum de ayer. Por largos años ha emprendido, en compañía de unos pocos venezolanos lúcidos, la difícil misión de predicar un tránsito democrático de nuestras evidentes dificultades políticas. Pienso que su perseverancia se ha reivindicado, y también agradezco que me hayan permitido estar en su cercanía. No pocas veces fuimos tildados de ilusos, en el mejor de los casos, de cómplices o cobardes en el peor.

Un verdadero médico, sin embargo, difiere la solución quirúrgica hasta que esté persuadido de que no hay remedio clínico remanente, y luchará con denuedo hasta que los recursos médicos estén verdaderamente agotados. Este es el protocolo establecido hace muchos siglos por Hipócrates, que también debiera señalar el marco ético de los políticos.

El proceso referendario culminado ayer encierra muchas lecciones, y es precisamente el reaprendizaje de la fe en la inteligencia del pueblo venezolano, y en la posibilidad cierta de su expresión como voluntad, la principal de ellas.

Menos venezolanos angustiados querrán irse ahora del país. La fe y la esperanza regresan hoy con el voto respetado, y quieren manifestarse transmutadas en caridad. Hay alguien poderoso y abusivo a quien se le ha parado el trote, y ya el juego no será el mismo. Ahora voy al reposo con orgullo renovado por mi país, que nunca dejé de tener. Gracias a Venezuela.

LEA

Golpe de pueblo

Consummatum est. Ha dejado de girar el segundo “motor” de la revolución “bolivariana”. Luego de un largo y tenso día, el Consejo Nacional Electoral terminó con la zozobra a la 1:15 a.m. de hoy, 3 de diciembre, con el anuncio oficial del rechazo popular al proyecto de “reforma” constitucional propuesto por el Presidente de la República y al conjunto de modificaciones que aprobara la Asamblea Nacional.

La diferencia mínima que anunciara la Rectora Presidenta del CNE, Tibisay Lucena, luego del sospechoso impedimento a la entrada de los testigos políticos del bloque del NO en la sala de totalización, pareciera construida para permitir el discurso posterior de Hugo Chávez, que reconoció su derrota calificando el resultado como un “final de fotografía” y la victoria de sus contrarios como pírrica. Cifras previas hablaban de resultados con más amplia ventaja—casi 6%—a favor del repudio, y por esto el primer boletín del CNE, emitido con excesivo e innecesario retraso, no deja de suscitar sospechas. Pero, en todo caso, en una votación binaria, sin grises intermedios, sin “más o menos”, un solo voto de diferencia habría sido suficiente. Hugo Chávez, que insistió en identificar el voto afirmativo con un apoyo a su persona y a su liderazgo, que insistió en medirse, fue medido y derrotado. El mito de su invencibilidad se ha resquebrajado.

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Muchos son los protagonistas de esta esperanzadora jornada, que comienza a recomponer el mapa político del país. En primer lugar, los Electores mismos. A pesar de un elevado porcentaje de abstención (44% según el CNE), el enjambre ciudadano ya había formado criterio contrario al proyecto presidencial (con los aditamentos de Cilia Flores), y esta decisión se reflejó convincentemente en todos los sondeos serios de la opinión pública. (Un fenómeno particular parece haberse dado con alguna constancia: la abstención terminó de afectar más al gobierno. Más de un chavista opuesto a la”reforma” se abstuvo de ir a votar, para no decirle que no al comandante).

Luego, la emergencia del poder estudiantil resultó decisiva. Manifestado por primera vez en un despertar imprevisto—nadie contaba con él hace apenas un año—con el rechazo al cierre de RCTV, este poder se condujo con gran sabiduría y consistencia. Poco antes de las dos de la madrugada de hoy, comenzó a circular en mensajes de texto a teléfonos celulares juveniles, el siguiente mensaje: “Corran la voz y díganle a cada amigo estudiante que tengan: esta lucha es nuestra señores… cambiamos el rumbo de nuestro país. Siéntanse capaces y líderes siempre… los estudiantes somos el motor de nuestro propio destino. Gracias”. A cincuenta años justos de la emergencia juvenil que contribuyó a dar al traste con la dictadura de Pérez Jiménez, los estudiantes se despabilaron una vez más y trajeron su fresca resistencia al centro del escenario político.

El partido Podemos, y muy destacadamente dentro de él Ismael García, abrieron la puerta de la Asamblea Nacional a los estudiantes, y en general condujeron una valerosa lucha en el seno de este cuerpo, en condiciones realmente ingratas.

Muchos líderes, Teodoro Petkoff, Roberto Luckert, Julio Borges y Manuel Rosales notablemente, supieron rechazar la propensión abstencionista y convocar a la presencia democrática de la población. Y habiendo actuado con gran drama y valentía Marisabel Rodríguez, antigua esposa del presidente Chávez, el impacto político del año lo produjo, sin duda, Raúl Isaías Baduel. Apostado hoy a boca de jarro de las guarniciones militares de Valencia y Maracay, y habiendo sido salvado de un atentado en su contra, no dejó de enviar oportunos mensajes al país entero, pero sobre todo al estamento armado y al propio Consejo Supremo Electoral.

La enumeración precedente es obviamente incompleta. La jornada del 2 de diciembre tuvo muchos héroes que resulta imposible mencionar. Que hayan triunfado, así sean ciertas las cifras del CNE de una mínima diferencia, en contra de la avasallante maquinaria gubernamental—puesta, como siempre, de manera obscena e ilegal a favor de su objetivo electoral—, habla con gran elocuencia de lo denodado y eficaz de su gallardo esfuerzo.

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El día del referéndum fue un hervidero de rumores, y la psiquis del NO se vio sujeta a un asedio de especies que desanimaban y animaban en rápida sucesión. Después de la medianoche, mientras el CNE mantenía al país en vilo, se aseguraba que Chávez se encontraba en Fuerte Tiuna recibiendo presiones del alto mando militar para que reconociera los resultados, y que el Presidente había declarado que se proponía renunciar.

Esta carta estaba, por supuesto, en la baraja de opciones presidenciales ante la derrota. El Artículo 233 de la Constitución estipula que, de producirse la falta absoluta del Presidente antes de cumplirse los primeros cuatro años de su período, debe procederse a una nueva elección presidencial dentro de los siguientes treinta días, y nada obsta para que un presidente que renuncia pueda ser candidato de nuevo. Si Chávez consideró esta posibilidad, no habrá tardado mucho en percatarse de que entonces no estaría compitiendo con el vencido Manuel Rosales, sino con Raúl Isaías Baduel, y que en tal confrontación muy bien pudiera perder los cinco años y pico que ahora le quedan de poder. Baduel es del “proceso”, garantizaría por tal cosa la permanencia de los canales redistributivos de las misiones, y seguramente atraería a más de un militar entre los más sensatos del régimen, como Jesse Chacón o el mismo Vielma Mora, que ayer casi sostenía un discurso opositor, al hablar de paz y reconciliación nacional. Baduel no es Arias Cárdenas o Guaicaipuro Lameda.

Una segunda opción, se especulaba, es que Chávez procediera a convocar una nueva constituyente—como se lo permite el Artículo 347 de la Constitución—en vista de que el camino que intentó se le había cerrado y en estimación de que llevaría una mayoría a ese órgano peculiar. En su alocución de esta madrugada—sincronizada con los anuncios de Tibisay Lucena—, sin embargo, el Presidente indicó que ahora se mantendría operando dentro del marco constitucional establecido a fines de 1999. La masa no está p’a bollos, habrá pensado, pues mal que bien ese intento sería visto como maniobra para desconocer la voluntad popular.

El Presidente, en verdad, tendría que prepararse para apuntalar una represa agrietada. El próximo año habrá elecciones regionales, y los resultados en Táchira, Mérida, Lara, Anzoátegui, etcétera, vaticinan que el oficialismo pudiera perder un buen número de gobernadores hoy afectos a su régimen.

El resultado político, en síntesis, resta mucho ímpetu al proyecto presidencial de dominación, pero no es el caso de que Chávez esté caído o vaya ahora a quedarse relativamente quieto. Su discurso de hoy fue políticamente hábil, al recoger a su militancia herida y anunciar la continuación de la batalla. Por otra parte, al enmarcarlo como lo hizo, no parece tener mucho espacio para intentar la transferencia de la culpa a lugartenientes ineptos—principalmente Jorge Rodríguez—, y más bien puede decirse que él mismo ha asumido la responsabilidad por el resultado. Algunos reacomodos habrá, pero Chávez no puede darse el lujo de prescindir de colaboradores que, mal que bien, le han servido con más fidelidad que aptitud, cuando no han logrado éxito ni siquiera en la conformación del “partido único socialista de Venezuela”. Chávez sale de esto con verdadero plomo en el ala, pero sigue siendo un contendor formidable.

Naturalmente, hizo gala de las exageraciones y distorsiones acostumbradas. Que él, y la dirección del Comando Zamora, se quejasen de intenciones violentas de parte de la oposición, cuando Iris Varela dio nuevas demostraciones agresivas e ilegales—debiera ser puesta (Artículo 200 de la Constitución) en detención domiciliaria por delitos flagrantes—, o de una campaña mediática abrumadora contra el proyecto, cuando el gobierno domina ampliamente el espectro radioeléctrico, vienen a ser cosas verdaderamente irónicas.

Particularmente cómico es que dejara traslucir el rubor iracundo que le acompaña desde que Álvaro Uribe le remitiera carta de despido, y que afirmara, él que es la inmodestia personificada, que mantenía abierta, “modestamente”, su disposición a mediar en el caso de los secuestrados de la guerrilla colombiana. Escogió este punto, precisamente, para cerrar su hábil discurso, lo que demuestra cuán ardido está por causa de la decisión del Presidente de Colombia.

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Pero no sólo es Chávez perdedor de la contienda que ayer finalizara; otros grandes perdedores son los predicadores de la abstención, las guarimbas y candelitas. Herman Escarrá y Alejandro Peña Esclusa, por ejemplo, o Patricia Poleo, que en programa de radio desde Miami, vociferaba ayer que el gobierno se preparaba a presentar resultados fraudulentos que le dieran la victoria, y que por tal razón ella y sus compañeros de postura habían tenido razón al convocar a la abstención.

Al menos un beneficio saca Chávez de todo esto, que ya ha presentado al cobro: que ahora no puede sostenerse que no estemos en democracia, cuando acata un resultado electoral que le es adverso. El discurso de los opositores de la escuela furibunda se ha quedado, súbitamente, sin objeto.

El país, obviamente, es el principal ganador. De ambos bandos manan los discursos de la reconciliación. He aquí la principal pérdida de Chávez: el verdadero soberano, el Pueblo, ya no el Rey de España, lo ha mandado a callar. A él, y a los pendencieros de cualquiera de los bandos.

LEA

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