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En la justificación de mucho de la política se cuela con gran frecuencia una suspensión de la ética, a pesar de que quienes la intentan esgrimen valores desde una superioridad moral como pretexto de sus desaguisados. Éste es el caso patente de la guerra llevada por el gobierno de los Estados Unidos a Irak, que acaba de cumplir cinco años, uno más que la Primera Guerra Mundial.

Pero incluso analistas críticos de esa desventura, como la penetrante Stratfor, suspenden la moral en sus apreciaciones del asunto. Esa muy informada publicación, en su informe Stratfor’s War: Five Years Later (18 de marzo), incluye, entre otras formulaciones cínicas, la siguiente justificación: “La administración ciertamente mintió acerca de sus razones para entrar en Irak. Pero Franklin Delano Roosevelt ciertamente mintió acerca de la planificación para involucrarse en la Segunda Guerra Mundial, John Kennedy mintió acerca de su transacción de misiles en Turquía por misiles en Cuba, y así sucesivamente. Los líderes no pueden conducir la política exterior sin el engaño, y frecuentemente la gente que engañan es su propio público. Esto es, simplemente, la forma como son las cosas”.

Dicho de otro modo, la mentira sería no sólo funcional sino ineludible, y la política no tendría nada que ver con la ética.

George W. Bush ha pretendido celebrar el quinto aniversario de su guerra privada contra Irak presentándola, en discurso de ayer en el Pentágono, como todo un “éxito estratégico”. Pero la última encuesta de CNN registra que la aprobación de Bush por los electores estadounidenses es la más baja de toda su excesiva presidencia (tiene a 67% en contra y 31% a favor), récord que sólo ha sido superado por su propio padre, por Truman poco antes de la elección de Eisenhower, Nixon poco antes de su caída, Johnson al cierre de la guerra de Vietnam y Carter en 1979.

Son cosas como la locura de la invasión a Irak las que facilitan coartadas a Hugo Chávez, mandatario rechazable por más de una válida razón. Chávez es, tanto como Bush, cultor de la política de poder, y al igual que éste, pretende ser moralmente superior a sus semejantes. (Holier than thou, “más santo que tú”, reza la fórmula inglesa).

A pesar de esto último, y no por celebrar a Chávez, debe celebrarse sí la decisión tribunalicia en el Reino Unido que ha suspendido la congelación de fondos de PDVSA, previamente adjudicada a favor de ExxonMobil. Aun cuando el reclamo prosigue ante el CIADI (órgano del Banco Mundial para el arreglo de disputas), la suspensión de la orden contra activos de PDVSA es decididamente un alivio para nuestra primera empresa y, por ende, un alivio para Venezuela.

Ninguna pasión política debiera llevar a un solo venezolano a lamentarse por este hecho.

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