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En esta época de estatizaciones a diestra y siniestra, predicadas sobre la coartada de supuestos “intereses estratégicos” del Estado venezolano, resulta interesante refrescar una experiencia que no debe ser olvidada jamás. Ésta es la del costosísimo experimento del comunismo soviético, que convirtió al antiguo imperio zarista, absolutista y desalmado, en una dominación todavía peor, en la que la miseria y la aquiescencia fueron impuestas con el empleo del terror sistemático, como resultado de los crímenes de un Estado asesino y torturador.
En julio de 1964 el Instituto para el Desarrollo Económico y Social se presentó en sociedad con el Simposio Desarrollo y Promoción del Hombre, cuyas ponencias y deliberaciones tomaron cinco días completos y a las que asistieron distinguidísimos conferencistas nacionales y extranjeros. (La pléyade se componía de Eloy Anzola Montauban, Arístides Calvani, Roberto Álamo, Héctor Mujica, Simón Romero Lozano, Louis Lebret, Jorge Ahumada, Kenneth Boulding, Juan Pablo Terra, Jean Yves Calvez, Guy Lemonnier, Ronald Clapham, Ugo Papi, Georges Celestin, Alfred Sauvy, Félix Morlion y Frederick Harbison. Las sesiones tuvieron como escenario el auditorio del Colegio de Ingenieros de Venezuela). El tercer día fue dedicado al tema La gestión de la función económica: empresa privada y Estado, y fue en su tratamiento donde se examinara, desde diversos ángulos, las prescripciones del marxismo para la economía.
Guy Lemonnier desarrolló el tema El marxismo y el desarrollo económico, desde su perspectiva de político y líder sindical experimentado, que podía reivindicar radicalidades antiguas de cepa anarquista. De su extensa exposición, se recoge un fragmento de dura evaluación del marxismo práctico en esta Ficha Semanal #190 de doctorpolítico.
En una sección previa a la aquí reproducida, Lemonnier delata la admisión de realidades económicas a la que José Stalin se vio forzado. El conferencista citó de un opúsculo del sanguinario dictador georgiano (Los problemas de la economía y del socialismo en la Unión Soviética), publicado en 1952, y en el que Stalin afirmaba: “…los esquemas de la reproducción de Marx no se limitan en absoluto a repetir los rasgos específicos de la reproducción capitalista, que contienen también numerosas tesis fundamentales relacionadas con la reproducción, que siguen siendo válidas para todas las formaciones sociales, incluso, y muy particularmente, para la forma social socialista… ninguna de estas tesis fundamentales de la teoría de Marx de la reproducción es válida solamente para la formación capitalista, y ninguna sociedad socialista puede abstenerse de aplicarlas a la planificación de la economía nacional”. (Destacado de esta publicación). Entre tales tesis Stalin incluía “la división de la producción social en producción de bienes de consumo; la de la prioridad dada a la producción de los bienes de producción, y, por consiguiente, a la producción ampliada; la de la acumulación considerada como fuente única de la reproducción ampliada”.
Es decir, Stalin hubiera podido comenzar en su época la aceptación de la lógica capitalista que ahora asume China, de no haber sido porque su patológica necesidad de poder absoluto y feroz requería el pretexto estatista. Traducido de la jerga stalinista, lo que allí se dice es que lo más natural es que las empresas arrojen ganancia.
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El peor explotador
Durante los primeros ocho o diez años de su reinado, los dirigentes comunistas en la URSS pensaban que, gracias a la plusvalía, la acumulación se realizaría en el sector nacionalizado de su economía, ya que durante todo un período, aquel llamado de la “Nueva Política Económica” (NEP, de 1921 a 1927), había dos sectores en la economía soviética: un sector privado y un sector nacional. Pero la experiencia demostró que, lejos de liberar una plusvalía, el sector nacionalizado más bien representaba un gasto para el Estado, absorbiendo lo que se deducía, por concepto de impuestos, de los beneficios de las empresas privadas. Era imposible, por lo tanto, lograr por este medio la acumulación de capital.
Fue entonces cuando se desarrolló dentro del partido comunista soviético una larga y apasionada discusión, mal estudiada, por lo general, en Occidente, y todavía peor estudiada en la Unión Soviética, donde nunca se habla de ella. Vale la pena que la consideremos, puesto que menciona muchos de los problemas que nos preocupan con respecto a los métodos de formación de los primeros capitales necesarios para el desarrollo económico.
Había, pues, necesidad de capitales, y según un episodio—al cual me referiré más adelante—, se pensó que Marx había escrito sobre la acumulación primitiva, lo que les sirvió de inspiración durante mucho tiempo. El teórico de la operación fue Preobrajenski, en una obra escrita en 1926, que lleva por título, si no me equivoco, “La Nueva Economía”. El fue quien inventó, según creo, la fórmula de la acumulación primitiva socialista, la cual horrorizó a los marxistas ortodoxos, ya que consideraban que la acumulación primitiva es anterior al capitalismo; el socialismo sigue al capitalismo y, por tanto, la idea de que pudiera existir una acumulación primitiva socialista les parecía una herejía contra la doctrina marxista.
Preobrajensky se refiere al último capítulo de “El Capital”. Descarta lo que decía Marx acerca del pillaje colonial, por impracticable; pero preconiza—ésta es la expresión que emplea—la explotación de los campesinos a beneficio del socialismo. Expresa esto con el lenguaje abstracto típico de los economistas marxistas. “Cuanto mayor sea el atraso económico de un país que está pasando a la organización socialista de la producción, tanto menor será la herencia que recibirá el proletariado en el momento de la revolución social como fondo de su acumulación socialista. Cuanto más pueda la acumulación socialista basarse proporcionalmente en la apropiación de una parte del producto suplementario de las formaciones económicas presocialistas, tanto menos pesará la acumulación sobre su propia base de producción, o sea, menos se alimentará del producto suplementario de los trabajadores de la industria socialista”.
No se tardó en ver, con la experiencia, todo lo de inhumano que se ocultaba detrás de este lenguaje abstracto. Efectivamente, desde el punto de vista social, desde el punto de vista humano. la industrialización soviética de los primeros planes quinquenales fue una especie de concentrado de todos los horrores y atrocidades que Marx había descrito para el período de acumulación primitiva y del capitalismo inicial.
Se comenzó por la colectivización de las tierras, que Marx había llamado expropiación de la población campesina. Las tierras fueron colectivizadas por medio de las peores violaciones; por una parte, porque el sistema de las haciendas colectivas facilitaba las deducciones masivas sobre la producción agrícola, cuya venta suministraría los capitales indispensables; y, por otra, porque el sector de la población rural, expulsada del campo, proporcionaría a la industria que se estaba desarrollando la mano de obra barata que precisaba. Esto es una transposición exacta del esquema que Marx trazó de la expropiación de los campesinos por los agricultores capitalistas, con la diferencia de que las violencias descritas por Marx nunca alcanzaron la magnitud de las que conoció el campesinado soviético. Por otra parte, la expropiación que los capitalistas habían llevado en su favor, por lo menos llenaba una función económica, asegurando un alto nivel de la producción agrícola, mientras que el sistema de “koljoses” ha hundido a la agricultura soviética en un marasmo continuo.
La lección fue clara, y, sin embargo, todos los comunistas que llegaron al poder en Europa Oriental y en China siguieron el mismo camino. Cuando Mao Tse Tung decreto la colectivización agraria (la segunda revolución agraria bajo el régimen comunista chino), habló en términos bastante parecidos a los de Preobrajenski. En ese decreto (1955), que tiene carácter de informe, decía: “La industrialización socialista no puede realizarse en forma aislada, sin nexos con la cooperación agrícola, es decir, con la colectivización de las tierras. Se necesita gran cantidad de fondos para llevar a cabo la industrialización del país, y la agricultura puede proporcionar una parte considerable de estos fondos”. Así, pues, el desarrollo económico en el modelo soviético se basa en una explotación masiva de los campesinos. Sabemos que esta explotación todavía persiste.
El desarrollo económico se basa también en una explotación intensa de las masas proletarias y, a este respecto. el modelo soviético se parece más a aquel que Marx había sacado del primer capitalismo que al esquema de la acumulación primitiva. Preobrajenski escribe en la obra citada más arriba una frase bastante terrible: “Hay que señalar aquí que la temible miseria de la guerra y de la revolución, la enorme disminución de las necesidades habituales dc la dase obrera, han sido y siguen siendo un factor de la acumulación socialista, por cuanto que después de un pasado tan reciente de miseria, la clase obrera consigue mas fácilmente limitar ella misma sus necesidades durante los años en que las tareas de la acumulación socialista figuran en primer plano”.
Es decir, que durante todo el período de la acumulación primitiva socialista. se especuló con las costumbres de la miseria, cundidas e inculcadas por la guerra y la revolución en las masas trabajadoras de Rusia, para hacer una deducción sobre el producto del trabajo y explotar vergonzosamente a estas masas obreras. Probablemente Preobrajenski, que era un buen hombre, no pensaba que las cosas llegarían al extremo a que llegaron, pero llegaron muy lejos. Ningún proletariado del mundo sufrió tanto durante el período de la industrialización como lo que sufrió el proletariado en Rusia, y éste no sufrió voluntariamente, por amor a la causa. Se hizo necesaria no sólo la coacción económica, sino también la coacción política y social. Hubo que recurrir a la fuerza física y al temor, lo mismo que hubo que recurrir al terror y a la fuerza física para romper la resistencia de los campesinos frente a la colectivización.
En su capítulo sobre los comienzos del capitalismo industrial, Marx escribe que la fuerza es un agente económico. Lo decía censurando los horrores de su aplicación con bastante razón. Pero los dirigentes soviéticos, en vez de tomarlo como tal censura, lo entendieron como un consejo. Se podría demostrar cómo se conseguían los capitales en la economía soviética, utilizando otras formas también inspiradas en el modelo de la acumulación primitiva. Después de la segunda guerra mundial, en las democracias populares y en China, se llevó a cabo el pillaje colonial, que había sido descartado por Preobrajenski por impracticable Las exacciones fiscales, la explotación de la deuda pública por medio de préstamos forzados son, entre otros, los procedimientos aludidos. Por cierto que estos préstamos forzados fueron suprimidos por Khrushchev hace algunos años, pero con la observación de que no serían reembolsados. No entraré en más detalles, pero sí quiero dar mi opinión. Hay asuntos en los que la mejor manera de ser objetivo no consiste en abstenerse de juzgar, sino en explicar cuál es el criterio con el que se juzga.
Ustedes no se sorprenderán si, en mi carácter de sindicalista, yo hablo, en primer término, de la miseria de los obreros. No estoy seguro, a pesar de lo que se dice a menudo, de que el modelo soviético, que se dice socialista. sea el más eficaz, sea aquel cuya aplicación permite el desarrollo económico más rápido. Diría que estoy seguro de lo contrario. Y, de todos modos, aun cuando fuese el medio más rápido para fabricar una gran cantidad de toneladas de acero, yo no lo aprobaría, porque para mí la dignidad y el bienestar de los hombres, considerados individualmente, son más importantes que montañas de hierro.
A más de un siglo de distancia, nos sentimos todavía afligidos o indignados por los sufrimientos de los obreros europeos de 1815 a 1850. Y todavía está vivo el remordimiento por estos hechos en la conciencia europea y en la conciencia universal. ¿Qué diremos, entonces, de los sufrimientos diez veces peores que ha soportado el proletariado ruso? Hoy en día, aquellos jóvenes de Rusia que tratan de liberarse del yugo intelectual y que por ciertas revelaciones leales por unos dirigentes actuales, comienzan por pensar en estas cosas, empiezan a decir a sus padres: “Ustedes nos han mentido y nos han permitido cometer actos vergonzosos”. Y a medida que se enteran de lo que se les ha ocultado; a medida que se dan cuenta de lo ocurrido en la Unión Soviética durante los treinta años anteriores, aquel mismo remordimiento que a veces nos mortifica cuando pensamos en Europa Occidental, fundando su nuevo poder industrial sobre el niños de ocho años, ese mismo remordimiento—digo—, embargará, a su vez, el ánimo de las jóvenes generaciones soviéticas. Y debemos temer que nos pidan cuentas a nosotros también, porque no dijimos nada, porque dejamos hacer, porque evocando pretextos de paz, muy legítimos sin duda, hemos fraternizado y buscado la conciliación. En ciertos períodos. y en los períodos más atroces del terror entre los años 1936 y 1938, muchos occidentales iban a las embajadas soviéticas a beber el vodka y comer el caviar de la fraternidad, mientras sucedían estos horrores.
Guy Lemonnier
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