Cartas

El 10 de diciembre del año pasado, ocho días después de que el proyecto de “reforma” constitucional auspiciado por el Presidente de la República y la Asamblea Nacional fuera derrotado en referéndum, el diario La Razón de España publicaba una entrevista telefónica a Manuel Rosales, el líder máximo de Un Nuevo Tiempo. En verdad, el periódico fue más allá de las palabras dichas por Rosales en esa oportunidad. Al presentarlo a sus lectores, La Razón dijo: “Esquivo con los medios, atiende telefónicamente a LA RAZON desde su despacho como gobernador del estado de Zulia, desde donde prepara su asalto a Miraflores”.

En ninguna parte de las declaraciones textuales dice Rosales eso. Es el periódico español el que pregunta, a mitad de la entrevista: “¿Se presentará a la reelección como gobernador en 2008 o prepara su asalto a Miraflores?” Lo que respondió Rosales es lo siguiente: “Le anuncio que no me voy a presentar a la reelección a gobernador. Estoy pensando en asumir un liderazgo a nivel nacional”. El periódico, pues, extrapola de estas palabras para asegurar que el marabino de nacimiento merideño “prepara su asalto a Miraflores” desde la gobernación del Zulia.

Es ese liderazgo a nivel nacional el que Juan Pablo Guanipa, pretendiente a la Alcaldía de Maracaibo por Primero Justicia, considera debe ser la ocupación principal de Rosales, lo que, dicho sea de paso, parecería negar ese papel para Julio Borges, cabeza de su partido. El comentario de Guanipa, reiterado en declaraciones transmitidas por Telecolor, la televisora zuliana, se produjo al comentar el secreto a voces de que Rosales terminará aspirando al cargo de Alcalde de Maracaibo.

La prensa local—el diario La Verdad—da como un hecho este lanzamiento, y anticipa que el anuncio formal ocurrirá el próximo sábado, en acto público especial en el Centro de Convenciones de Maracaibo. Reporta Carlos Moreno que Guanipa ha enviado, en efecto, el siguiente mensaje a Rosales: “Vaya a dirigir a la oposición nacional, y deje a Maracaibo en manos de los nuevos líderes que le han apoyado”. Guanipa sabe, claro, que si Rosales asume la candidatura sus propias aspiraciones quedarían diferidas, de allí que le tiente con el halago de una jefatura nacional, la que para un militante de Primero Justicia debiera en principio corresponder a Borges. La recomendación de Guanipa no deja de tener sentido. ¿Cómo podría Rosales “asumir un liderazgo a nivel nacional” (sus propias palabras) desde un cargo de menor nivel que el que ahora tiene? ¿No es es esto un retroceso a etapa que ya cumplió? (Rosales fue Alcalde de Maracaibo por dos períodos, entre 1996 y 2000).

Otros observadores registran carencia de consenso a este respecto, incluso dentro de las mismas filas de Un Nuevo Tiempo. Elvia Gómez, por ejemplo, escribe en El Universal: “La decisión, que se da como un hecho en el cenáculo de ‘los maracuchos’, no ha sido ni informada ni debatida con los miembros de la Dirección Nacional de UNT, en donde la postulación de Rosales a la Alcaldía de Maracaibo no cuenta con apoyo. Han sido crecientes las quejas por el hecho de que, desde que UNT se constituyó como partido nacional, reagrupando a militantes y dirigentes de diversas organizaciones, la actitud de Manuel Rosales ha sido la de no reunirse con el colectivo, salvo en contadísimas ocasiones, y seguir manejando las decisiones como si se tratara de un partido regional”. Si lo que reporta Elvia Gómez es verídico, hay entonces al menos un rasgo similar en Rosales y Chávez: el segundo no asiste al Consejo de Ministros, el primero no se reúne “con el colectivo”.

Pero esto último pudiera más bien ser, en Rosales, un rasgo sano. A fin de cuentas, su responsabilidad primaria es la de gobernar al Zulia; por tanto, no estaría bien que consumiera demasiado tiempo en labores partidistas. Por esto habría delegado en Omar Barboza, Presidente de Un Nuevo Tiempo, la conducción cotidiana de la organización.

Esto valdría como explicación si no fuera por el hecho de que ninguna decisión de importancia en Un Nuevo Tiempo se toma sin la anuencia de Rosales. Como el Partido Socialista Único de Venezuela, que decide siempre provisionalmente hasta que Chávez se pronuncie, Un Nuevo Tiempo sólo se rige por la voluntad de Rosales.

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En principio, no hay razones de fondo para invalidar el deseo de Rosales de repetir como Alcalde de Maracaibo. Si sus previas gestiones fueron buenas para la ciudad—no otra cosa lo llevó a la Gobernación del Zulia—, que los marabinos vuelvan a beneficiarse de su gestión pública es algo tan natural como positivo. Sería de esperar que un Alcalde con más dilatada experiencia haría un gobierno municipal aun mejor que los que ya hizo. Puesta la cosa, pues, en términos locales, ¿por qué no tendrían los marabinos derecho a un alcalde “de lujo”?

El punto, sin embargo, es otro. El punto es que se suponía que Rosales iba a asumir “un liderazgo nacional”. En la entrevista concedida a La Razón, reivindicaba: “Después de Chávez las encuestas me señalan como el político con mayor liderazgo”. (A continuación, por cierto, pasó factura por el triunfo opositor del 2 de diciembre. Cambiando de la primera persona singular al plural mayestático, afirmó: “La campaña contra la reforma fue liderada por nosotros. Si no hubiéramos sido tan firmes, habría triunfado la tesis de la abstención y nos hubiéramos caído por el barranco”. Es una afirmación un tanto mezquina, si se toma en cuenta que hubo otros líderes muy importantes en la campaña que llevó al éxito del 2 de diciembre: los líderes estudiantiles, Primero Justicia, Raúl Isaías Baduel, Ismael García y su partido Podemos, Teodoro Petkoff desde su tribuna del diario Tal Cual, por mencionar sólo los más notables).

No existe indicación de que Rosales haya abandonado la pretensión de erigirse como el líder nacional de la oposición. ¿Qué lo lleva, entonces, a contraer su responsabilidad estadal a una urbana y municipal?

Las explicaciones de su gente aducen que se trata de una misión altruista. Según Omar Barboza, la cuestión es una de “rescatar del oficialismo la Alcaldía de Maracaibo”, y presenta el asunto como un ingrediente que fortalecería el objetivo opositor de preservar la Gobernación del Zulia. (“Un triunfo en la tan importante Alcaldía de Maracaibo sería evidentemente un gran paso para ganar la Gobernación. Si las encuestas nos dicen que quien garantiza esa victoria es Manuel Rosales, pues nosotros consideramos que él debería convertirse en el abanderado. Expresamos nuestro respeto y afecto por el liderazgo de Juan Pablo Guanipa en la ciudad, pero estamos seguros que Rosales es quien puede garantizarnos el triunfo, y eso hasta lo comparte el propio Guanipa”).

Julio Borges ha tratado el problema con hidalguía. Reporta Elvia Gómez: “Julio Borges, Coordinador Nacional de Primero Justicia, fue consultado sobre la actitud que tomarán ante el lanzamiento de Rosales. Dijo que su partido espera que el gobernador, como precandidato, asuma los compromisos que ya fueron adquiridos por los partidos firmantes del acuerdo unitario el pasado 23 de enero. De modo que Borges aspira a que Rosales haga campaña y se mida con el precandidato Guanipa”.

De nuevo, pues, ¿para qué se contrae Rosales como figura política hasta la dimensión de un mero precandidato a la Alcaldía de Maracaibo? La respuesta obvia es que está seguro de dos cosas: que prevalecerá sobre la precandidatura de Guanipa y que, además, terminará siendo electo Alcalde. Es decir, que continuará al frente de un despacho ejecutivo, así sea de menor dimensión que el que ahora dirige.

El ejercicio de un despacho público de alta visibilidad es un trampolín apetecible, en cualquier parte del mundo, para pretender más altas responsabilidades. George W. Bush pasó de la gobernación de Texas a la Casa Blanca, pero a Rudolf Giuliani le bastó la Alcaldía de Nueva York para pretender la candidatura presidencial republicana. Los recursos de un cargo ejecutivo de importancia pueden orientarse a la proyección ulterior de quien lo ejerce. La publicidad de la Gobernación del Zulia, así como la de la Alcaldía de Chacao, han mantenido “posicionados” a Manuel Rosales y a Leopoldo López como opciones políticas que trascienden sus ámbitos actuales.

Rosales, pues, que declaraba descartar su reelección como gobernador, según decía a La Razón—“Le anuncio que no me voy a presentar a la reelección a gobernador”—, en verdad está impedido de hacerlo por la Constitución, cuyo Artículo 160 dice en su segundo parágrafo: “El Gobernador o Gobernadora podrá ser reelegido o reelegida, de inmediato y por una sola vez, para un nuevo período”. Rosales ya ha sido reelecto en 2004, por lo que ya no le quedan tiros para cazar la gobernación una vez más.

Es, por tanto, una consideración pragmática la que lo conduce a buscar la Alcaldía de Maracaibo de nuevo. La opción alterna sería la de pretender un liderazgo nacional desde una plataforma, Un Nuevo Tiempo, que en el mejor de los casos tiene una afiliación de sólo 4% del electorado. Este registro, medido por Datanálisis para febrero de este año, no es muy diferente al alcanzado por Acción Democrática y Primero Justicia, cada uno con 3%, y considerablemente inferior al PSUV, que concita una afiliación de 15%. (El MVR registra 5% y COPEI 0,5%). El pretendido liderazgo nacional equivale a cien pájaros volando, frente al pájaro prácticamente en la mano de la alcaldía marabina. No hay más misterio en esta decisión.

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En más de una ocasión se ha expuesto acá que Manuel Rosales no tiene las dimensiones necesarias para servir como líder nacional de la oposición a Chávez, que no calza los puntos como contrafigura suficiente del actual Presidente de la República. El 14 de diciembre de 2006, a once días de la última elección presidencial, el suscrito presentaba en los predios del Instituto de Formación Demócrata Cristiana Arístides Calvani su evaluación post mortem, y opinaba que Rosales no había sido el mejor candidato ni su campaña la mejor posible. En esta estimación, reconocía en Rosales talentos de operador político—como los que adornan, por ejemplo, a Enrique Mendoza—pero no los de estadista, y destacaba que hizo campaña con el plomo en el ala de su participación en el “carmonazo” y emitía señal de debilidad al no haber renunciado a la red de seguridad de la Gobernación del Zulia. Esta publicación—#215, del 7 de diciembre de 2006—saludó que Rosales reconociera rápidamente su derrota el 3 de diciembre de ese año, pero puso en duda que pudiera ejercer el liderazgo máximo de la oposición una vez que regresara a su papel de Gobernador del Zulia. Después de recordar una recomendación de Arturo Úslar Pietri—“que la política era una actividad que no podía ejercerse sino a tiempo completo”—, se decía: “Pero ahora ha regresado Manuel Rosales al estado Zulia para reasumir su gobernación. Declara, por otra parte, que asume la conducción de un ‘movimiento popular construido’, y que alternará sus obligaciones de gobernador con esta guía. Si Úslar tiene razón, Rosales no podrá ejercer la dirección opositora, para la que se ha autoungido, a medio tiempo”.

En el mismo número se abundaba sobre el punto con otros argumentos: “Que Rosales trabajó arduamente durante el trimestre que duró su campaña no puede negarse; que superó incluso ataques físicos sobre su persona habla de su valentía; que disciplinó al campo opositor, callando la declaradera y el pescueceo de otros precandidatos que integró a la estructura de su comando, es logro significativo a anotar en su haber. De aquí, sin embargo, no se desprende que sea el líder indiscutible y suficiente. En primer lugar, lo que logró Rosales no fue otra cosa que preservar un poco menos de la proporción opositora manifestada en el referendo revocatorio. Cualquier otro candidato unitario hubiera obtenido una votación similar a la que favoreció a Rosales, puesto que se trataba de un ‘mercado cautivo’ que rechaza a Chávez con fiereza. Rosales no pudo ir más allá de esa clientela, que más que votar por él votaba contra Chávez. Es decir, votó por el candidato no-Chávez. En segundo término, Rosales perdió las elecciones. No ganó ni siquiera en el estado Zulia. (Aunque sí en Maracaibo). Se convirtió en candidato de unidad a raíz de un pacto a tres con Borges y Petkoff, y por obra y gracia de un estudio de la encuestadora Datos, que por supuesto contó la opinión de una sólida base política de Rosales en el Zulia. Es una instancia contrafactual—diría G. W. F. Hegel—pues así no ocurrieron las cosas, pero si por casualidad el candidato hubiera sido Borges o hubiera sido Petkoff, la votación opositora hubiera logrado cotas similares a las del domingo pasado”.

De modo, pues, que el regreso de Rosales al ámbito municipal pudiera ser un reconocimiento, en su fuero interno, de que no podría tener éxito en alzarse con la jefatura nacional de la oposición. En el #282 de la Carta Semanal de doctorpolítico se daba cuenta de la “Declaración de Principios Ideológicos y Programáticos de Un Nuevo Tiempo”, y se observaba que sus dos primeros párrafos mencionaban a Manuel Rosales por nombre y apellido. Esto es una consagración personalista que parece no haber caído bien a algunos afiliados recientes, como Leopoldo López, que tiene sus propias y legítimas aspiraciones de liderazgo nacional.

En cualquier caso, el retorno de Rosales a la esfera municipal puede librarle de encarnar el “Principio de Peter”, enunciado por Lawrence J. Peter en 1968: “En una jerarquía, todo empleado tiende a ascender hasta su nivel de incompetencia”. Cuando Rosales pretendió la Presidencia de la República en 2006 ya se encontraba en aguas demasiado profundas. En esa campaña se le escuchó decir cosas como las siguientes: “La inseguridad también esta aquí en Margarita que es una isla rodeada de agua”; “No hay que pedirle peras al horno”; “Nosotros repartiremos la propiedad privada”; “Las misiones son una política que ha resultado exitosa, que se van a quedar cuando saquemos a este gobierno de puros fracasos”; “Si a mí me matan y me muero, responsabilizo a este gobierno”; “Yo no me voy a dejar seducir por cantos de ballena”; “Chávez quiere durar cien años, que es casi un siglo”; “Trabajaremos veinticuatro horas y si no es suficientes trabajaremos toda la noche”.

Claro, se dirá con justicia que Chávez ha dicho barrabasadas equivalentes o peores—como cuando afirmara que el Homo Sapiens tenía sobre la tierra diez mil años de presencia—, pero es que el Presidente de la República, obviamente, hace tiempo que rebasó su nivel de incompetencia.

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