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La edición de hoy de The New York Times trae un penetrante artículo de opinión (Combata al terror con YouTube), firmado por Daniel Kimmage, analista senior de Radio Europa Libre/Radio Libertad.

En esencia, Kimmage recuerda la importancia que siempre tuvo para al Quaeda el espacio mediático. En su artículo—y en reciente trabajo suyo—da cuenta de más de cuatrocientas cincuenta piezas—declaraciones, libros, artículos, revistas, grabaciones audio y videos cortos y largos—producidos por al Quaeda solamente en julio de 2007. “Estos productos llegan al mundo a través de una red cuasi-oficial de producción online y entidades de distribución como Al Sahab, que difunde declaraciones de Osama bin Laden.

Ahora bien, a pesar de tanto interés en pelear la batalla de las ideas, al Quaeda pudiera ser superada por los enjambres de la Internet. Dice Kimmage: “Pero los nexos mediáticos de al Quaeda, por más avanzados que sean, son en verdad obsoletos. Si la Web 1.0 tenía que ver con la creación de recursos oficiales estilísticamente atractivos en la Red, y la Web 2.0 con dejar que los usuarios se lancen por su cuenta a la interactividad y la provisión de contenidos propios, al Quaeda y sus afiliados se atascaron en 1.0”. Ampliando el punto, argumenta: “El anonimato y la accesibilidad, característicos de la Web 1.0, ofrecían una plataforma ideal para la demagogia radical de al Quaeda. Las redes sociales, que son rasgo emergente de la Web 2.0, pueden unir a una mayoría silenciosa fragmentada y ayudarla a encontrar su voz ante oponentes gangsteriles, sea que se trate de gobernantes represivos o movimientos islámicos extremistas”.

Ayman al-Zawahri, dice Kimmage, había solicitado en diciembre pasado preguntas que se remitieran a un sitio web de la red terrorista, pero no publicó respuestas hasta abril de este año, retraso que explicó como debido a razones de seguridad. (“Trate usted de imaginar a Osama bin Laden administrando su cuenta en Facebook, y podrá usted comprender por qué las redes sociales a plena escala no serían la próxima frontera de al Quaeda”).

Una conciencia parecida sería de gran utilidad en el caso venezolano. Es evidente que cosas como el correo electrónico, o la mensajería de texto por celulares, han servido para la propagación instantánea de mensajes y consignas en el seno del enjambre ciudadano. Incluso desde el punto de vista legal, uno pudiera causar efectos políticos de importante magnitud. En teoría, por ejemplo, uno pudiera abolir el gobierno por Internet, pues la primera habilitación legislativa de Hugo Chávez produjo en enero de 2001 el Decreto con Fuerza de Ley sobre Mensajes de Datos y Firmas Electrónicas, cuyo Artículo 4 dice textualmente: “Los Mensajes de Datos tendrán la misma eficacia probatoria que la ley otorga a los documentos escritos, sin perjuicio de lo establecido en la primera parte del artículo 6 de este Decreto-Ley. Su promoción, control, contradicción y evacuación como medio de prueba, se realizará conforme a lo previsto para las pruebas libres en el Código de Procedimiento Civil. La información contenida en un Mensaje de Datos, reproducida en formato impreso, tendrá la misma eficacia probatoria atribuida en la ley a las copias o reproducciones fotostáticas”.

He allí un interesante tema de ingeniería política.

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