LEA, por favor
En 1995 vio la luz un estudio emprendido el año anterior por Conciencia XXI, la organización que diera origen a Consultores 21, la conocida encuestadora. En aquel entonces estaba dirigida por Alfredo Keller, el Presidente de la igualmente conocida Alfredo Keller & Asociados. El estudio en cuestión llevó por nombre “Encuesta Nacional de Valores”, la que había seguido la metodología del Grupo Europeo de Estudio sobre los Sistemas de Valores. La publicación referéndum reseñó los principales hallazgos del estudio en septiembre de 1995, y es el texto de ese comentario el contenido de la Ficha Semanal #201 de doctorpolítico.
Lo encontrado en la Encuesta Nacional de Valores no difiere demasiado de actitudes medidas con posterioridad en los venezolanos. Más recientemente, varios estudios de opinión confirman la vocación democrática de las mayorías venezolanas, así como su creencia en el valor del esfuerzo individual por encima de la caridad estatal.
En una cosa, sin embargo, hay una diferencia marcada entre aquella época y la actual, caracterizada por una amplia politización. Los venezolanos de la mitad de la década de los noventa se mostraban particularmente desentendidos de la política. Vistos los desarrollos posteriores, ese desapego era más bien un desencanto, que luego cristalizó en el voto castigo que representó la elección de Hugo Chávez en 1998.
Chávez, que se presentó a la opinión pública con un golpe de Estado fallido, había estado haciendo campaña política desde que saliera del penal de Yare, sobreseída su causa en 1994 por Rafael Caldera. A pesar de tres años de intensa actividad, en diciembre de 1997, a un año escaso de su elección, Chávez sólo alcanzaba 6% de intención de voto a su favor. Irene Sáez todavía era preferida sobre él y sobre Henrique Salas Römer, los otros dos candidatos que pujaban desde posiciones contrarias al continuismo bipartidista de Acción Democrática y COPEI. Esto es, la mayoría prefería un candidatura “suave” a la muy feroz de Chávez. Pero Sáez abandonó su posición de “independiente”—siempre había sido la candidata de Enrique Mendoza, quien la vendió a COPEI—y terminó aceptando la postulación de los verdes. Los adecos, que originalmente habían postulado a Luis Alfaro Ucero, la destilación más pura del aparato, terminaron defenestrándolo de manera humillante y ofreciendo un tardío apoyo a Salas Römer, “l[o] cual aceptó”.
En el fondo, pues, quedó sólo un candidato distanciado del bipartidismo adeco-copeyano, Hugo Chávez Frías, por quien se desaguó un descontento que en 1994 Conciencia 21 medía como alienación. Como siempre, “del agua mansa líbreme Dios”. Años antes, por otra parte, Eduardo Fernández había diagnosticado en discurso solemne en el Congreso de la República: “El pueblo está bravo”. (5 de julio de 1987).
Por algo sería.
LEA
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No éramos tan malos
Nada tiene que ver con la Comisión Nacional de Valores ni con la Bolsa de Valores de Caracas. No se trata de acciones o bonos Brady. El estudio acometido en 1994 por Conciencia XXI—organismo de la periferia copeyana—, y aún en proceso digestivo, centra su atención sobre la expresión manifiesta de las bases culturales del desarrollo venezolano.
El estudio en cuestión recogió en una “encuesta representativa nacional urbana”, las respuestas de dos mil personas a más de doscientas preguntas que sondeaban posturas, actitudes y valores de los venezolanos. Tal cúmulo de información sobre sus problemas y sus valores, sus satisfacciones e insatisfacciones, sus esperanzas y sus temores, ha generado una ingente cantidad de datos primarios y de elaboraciones ulteriores en cotejos y cruces estadísticos de diverso tipo.
Conciencia XXI se apoyó en el Grupo Europeo de Estudio sobre los Sistemas de Valores, fundación que desde 1979 ha venido reuniendo a bastantes universidades e institutos especializados en el tema. Esta organización ha realizado dos grandes encuestas sobre esta materia: la primera, en 1981, fue llevada a cabo en nueve países de Europa Occidental; la segunda, aplicada en 1990 en quince países europeos y también en los Estados Unidos y el Canadá, equivale a un sondeo representativo de algo más de 700 millones de personas.
El levantamiento de la información primaria de esta Encuesta Nacional de Valores tuvo lugar en los últimos dos meses de 1994, que en su fase de diseño preliminar contó con la participación de Ramón Piñango, Ramón Guillermo Aveledo, Maxim Ross y Gustavo Martín.
Las áreas exploradas cubrieron las bases psico-sociales de la sociedad venezolana, los objetivos sociales y vitales, la familia, la ética y la moral, la religión, el trabajo y la actividad económica, la política. Muchos son los hallazgos interesantes en esta investigación dirigida por Alfredo Keller y que Conciencia XXI pone “al servicio del gobierno, instituciones, educadores, dirigentes políticos y empresariales, de responsables eclesiales, de otros líderes de la sociedad y del público en general”, con la esperanza de que “se convierta en servicio público”. Acá comentaremos algunos de esos hallazgos que nos parecieron de especial importancia y oportunidad.
Un primer resultado esperable tiene que ver con la lectura de la situación general del país y la situación personal de los entrevistados, que se expresa en una suerte de expectativa sobria y cautelosa. El estudio reconoce un 86% de encuestados prudentes ante los cambios personales, desconfiados de la gente y sus intenciones en un 82%, con un entorno social amenazante para el que piden autoridad y disciplina (92%), liderazgo fuerte (76%), cambios radicales (86%) pero no traumáticos sino graduales (84%). Lo que podría llamarse el criterio de la radicalidad gradual.
Para quienes pudieran pensar que tales respuestas implican un soterrado apoyo a eventuales aventuras dictatoriales, es bueno advertirles que, a pesar de la situación económica general y el reciente proceso de empobrecimiento en Venezuela—con un mayor distanciamiento social—los venezolanos, confrontados con el dilema libertad-igualdad, se pronuncian en mayoría (54%) por la libertad (que cada quien pueda vivir y desarrollarse sin obstáculos) antes que por la igualdad (que nadie se vea desfavorecido, que las diferencias no sean tan grandes: 33%).
Igualmente es importante y sugestivo el hallazgo del estudio respecto de la relación entre posiciones igualitarias y el esfuerzo individual. Este último predomina en las respuestas frente a las posturas igualitaristas, lo que sugiere una revisión de la versión despectiva estándar acerca de nuestros pobladores: que seríamos un conjunto humano poco proclive al logro y al esfuerzo individual. La encuesta midió esta oposición entre igualitarismo y esfuerzo individual a través de la comparación entre parejas de definiciones como las siguientes, que registramos con sus porcentajes de acuerdo: 1. Todos deberíamos ganar más o menos lo mismo (27%) – Se debe estimular el esfuerzo individual (73%); 2. La competencia es mala y hace que la gente se ponga egoísta y mezquina (32%) – La competencia es buena y hace que la gente trabaje duro y busque nuevas ideas (68%); 3. Las personas sólo pueden hacerse ricas a costa de otras (32%) – En Venezuela uno puede hacerse rico trabajando y sin perjudicar a nadie (66%).
El que los términos relacionados con una motivación al logro superen claramente a las posiciones igualitaristas—tal vez podría decirse “populistas”—es un claro mentís a las frecuentes interpretaciones deprecatorias del “ADN cultural” de los venezolanos, y permite asentar confianza en que contamos con una orientación de valores proclives al desarrollo de nuestra Nación.
En una jerarquización de aquellos aspectos que son “muy importantes” para los encuestados, se confirma la impresión precedente. Así, en orden decreciente, la familia es muy importante para el 72% de los entrevistados, el trabajo para el 62%, la religión para el 51%, los amigos para el 40%, el tiempo libre para el 38% y la política para ¡el 13%!
La política es el aspecto considerado menos importante por la gente en su mayoría. Según la encuesta de Conciencia XXI, la política no tiene importancia para el 73%, absolutamente ninguna para el 41% y poca para el 32%.
Dice Alfredo Keller: “Baja es la importancia de la política en la vida de la gente, y bajo en consecuencia es su interés por ella. (Apenas el 20% manifiesta algún tipo de interés). Y ello a pesar de que casi la mitad de la población (43%) está informada sobre la situación política del país. Información que no pasa de constituir una implicación cognitiva, con escasísima implicación emocional. Se sabe de ella, pero está fuera de los temas de conversación familiar (17%) o de las conversaciones con los más allegados”.
Por otra parte, el estudio confirma que los políticos y los partidos políticos actuales son las instituciones en las que menos confía la gente, lo que llama a Keller a una preocupada reflexión: la confianza en las instituciones es un factor esencial para el funcionamiento social, por lo que resulta alarmante la desconfianza registrable respecto de todas las ramas del Poder Público y los actores políticos en general.
A pesar de lo cual los entrevistados se pronunciaron muy mayoritariamente a favor de la democracia: “La democracia es el mejor sistema político para Venezuela” (78%); “Hay que defender a la democracia a como dé lugar” (76%); “La democracia puede solucionar los problemas que tenemos” (68%); “Una dictadura no arreglaría los problemas que tiene el país” (69%).
La conjunción lógica de una firme fe en valores democráticos, junto con la implacable desconfianza respecto de todo lo político se expresa consistentemente en el deseo de cambio.
Un 86% expresó apoyo a la idea de que “Venezuela necesita cambios radicales en lo político y lo social”, aunque, radicalidad gradual tomada en cuenta, un 84% opinó a favor de la noción de que “Nuestra sociedad debe mejorarse poco a poco, con reformas”.
No todo es buena noticia, sin embargo. Junto con esta prudencia y sobriedad, junto con esta mayor valoración del esfuerzo individual, aparecen algunas fisuras. Una observación de gran interés es la que registra el estudio en materia de “seguridad moral”. Keller presenta el punto de este modo: “Si la política, la acción política y la vida democrática no son sino procedimientos para tomar decisiones justas sobre lo que debe ser hecho o evitado en el seno de una sociedad, no es banal preguntar y saber si la sociedad, los venezolanos creen que ‘existen normas claras sobre lo que está bien y lo que está mal y que esas normas se aplican siempre, a todas las personas y en cualquier circunstancia’ o si, por el contrario, creen que ‘nunca podrá haber normas totalmente claras sobre lo que está bien y lo que está mal, porque lo bueno y lo malo dependen completamente de las circunstancias del momento’”.
La encuesta encontró ante esta disyuntiva una distribución simétrica: quienes postulan la existencia de normas y valores absolutos (46%) igualan en número a quienes creen que las circunstancias son dominantes (46%). Esto implica que sólo la mitad de los venezolanos tendría principios seguros para distinguir siempre entre el bien y el mal. La retórica reflexiva de Keller le impulsa a preguntar: ¿significará esto una disolución de las actitudes y la conciencia morales, o más bien se trataría de un “refinamiento del discernimiento ético”? La distribución hallada en las respuestas de acuerdo con las opciones presentadas se asemeja más, según datos de 1990 (Estados Unidos) y 1994 (Europa) a la presente entre los europeos que a la dominante entre los norteamericanos: (85% de certeza moral).
Son muchos los datos y los posibles cruces y correlaciones de la información levantada en esta oportuna y útil Encuesta Nacional de Valores emprendida por Conciencia XXI. La seriedad del equipo del proyecto permite apostar a la confiabilidad de los datos; la interpretación de los mismos está abierta al juicio de los analistas.
Vale la pena recobrar algunas reflexiones de una presentación de Alfredo Keller de los resultados de la investigación: “Antes de extrapolar hacia el futuro, fijando el destino a partir de nuestros deseos y temores, conviene basarse en nuestros conocimientos, relativamente seguros, sobre el presente y el pasado reciente. Este estudio puede ser un insumo… Se lee muy frecuentemente, y el estudio arroja algunos elementos de apoyo a esos escritos, que vivimos en un mundo descreído, en una ‘sociedad que produce perplejidad’, ‘necesitada de esperanza’. Faltan valores que relacionen y agreguen las voluntades humanas, que nos aglutinen en torno a ideales. Se acabaron las religiones que daban sentido o respuesta a las cuestiones inaplazables. Se acabaron también las ideologías políticas que alimentaban la esperanza en mundos mejores… Es verdad. Todos tenemos miedo: por nuestra seguridad, por el futuro, por el país, por el mundo. Tal es la naturaleza de la imaginación humana. Y, empero, todo hombre, toda civilización, han seguido adelante al sentir que tienen la obligación de hacer lo que es preciso hacer. El compromiso personal de cada uno con su destreza, el compromiso intelectual y el compromiso emocional, amalgamados en uno solo, podrán realizar el ascenso que todos deseamos”.
Es esta una admonición, una invitación de Keller que no vacilamos en suscribir.
LEA
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