LEA

No para la sangría de las bolsas en el mundo, y el precio del barril de petróleo sigue palo abajo. La causa de estas cosas es la misma: hemos entrado en una recesión económica mundial. En toda Asia, en Europa, en América del Sur y del Norte, los valores caen. Y tal como la ingente ayuda financiera a los mercados financieros y a las instituciones bancarias no logra restituir todavía la confianza, el globo de ensayo lanzado por la OPEP—un recorte anunciado de tres millones de barriles diarios en su producción—obtuvo una ligera mejoría de los precios del crudo para que al poco rato prosiguiera su declive. El West Texas Intermediate cerró ayer a US$ 66,75, o 5,43 dólares por debajo de la víspera; el Brent del Mar del Norte bajó su precio a US$ 63,96, nivel que no veía desde mayo del año pasado. Otra burbuja que explota y nos afecta de manera muy directa. El gobierno venezolano elaboró imprudentemente su presupuesto de 2009 según un estimado de US$60 por barril (casi el doble del estimado de 2008), y ya Chávez ha tenido que salir para opinar que si el precio no baja de US$ 55 podría capear el temporal; más bien, que el temporal sería para nosotros un simple aguacero fuerte.

Es de esperar una reformulación del presupuesto nacional, y habrá que ver si el presidente venezolano prefiere sacrificar a Cristina Kirchner o a Daniel Ortega que a nosotros, si le quedan ganas de comprarse—¿para qué?—el Banco de Venezuela.

Que el país entra en la recesión mundial con un nivel bastante alto de reservas internacionales es seguramente una cosa buena; que ellas sean suficientes para mantener el dispendio gubernamental es otra cosa muy distinta. Deberemos conformarnos con menos submarinos que los que habíamos encargado. ¡Qué se va a hacer!

Habrá que diferir sueños de mayor inversión en infraestructura, y Caracas tendrá que aguantar su espantoso tráfico, a punto de coagulación. Anzoátegui, estado al que CADAFE ya le ha anunciado racionamiento del suministro, pudiera verse en una dieta eléctrica más prolongada. Los pagos del gobierno, ya bastante atrasados, se harán más viscosos todavía. Los motores de la revolución sufrirán ahogo, y las protestas crecientes tendrán que ser manejadas estáticamente, desde un fortín. No será posible celebrar como se debe la próxima visita de la flota de guerra rusa, pues nos movemos hacia el déficit fiscal y la inflación seguramente superará, en términos bolivarianos fuertes, el 30% en año electoral.

Es ahora cuando la retórica revolucionaria se verá en problemas, cuando será exigido al máximo el verbo presidencial. Si la corrupción más grande que haya visto Venezuela había sido tolerada mientras había para todo el mundo, ahora será chispa que puede incendiar una sabana de indignación. Vamos a ver cómo es que hace el gobierno para apagar los múltiples incendios, en época de sequía de la hacienda.

LEA

Share This: