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Desplante de autócrata lo de arrebatar a los estados el control de los puertos y aeropuertos. Nada nuevo bajo el sol, en cualquier caso. Ya Antonio Guzmán Blanco prometió en su tiempo convertir a Maracaibo en “playa de pescadores”, según cuenta Juan Besson en su Historia del Zulia. Una escritora más reciente detalla: “Así… del gobierno central en Caracas emanó una orden para fusionar a Zulia y Falcón, y ya para abril de 1883 el Zulia había pasado a ser sólo una sección de la entidad federal Falcón, cuya capital era la aldea falconiana Capatárida, situada—qué conveniente— a mitad de camino entre Coro y Maracaibo. Las operaciones del célebre puerto de Maracaibo fueron degradadas a mero cabotaje hacia Puerto Cabello”. (Nacha Sucre, Alicia Eduardo: Una parte de la vida, de próxima publicación por la Fundación Empresas Polar).

El Consejo Legislativo del Zulia ha declarado al estado en emergencia, pero más allá de la amenaza de “desenmascarar al Presidente, para colocarlo en su lugar ante el pueblo y demostrarles a todos quién gobierna al país”, que fue lo que ofreciera Eliseo Fermín, Presidente del parlamento regional, uno no ve cuál resistencia práctica pudiera oponer el cuerpo legislativo estadal, y las autoridades ejecutivas, al designio absolutista. En 1899 el Zulia probó a rebelarse contra la férula de otro dictador, Cipriano Castro, quien no tardó en someter por la fuerza a los zulianos. (“La desolación se apoderaría de Maracaibo. La ciudad fue sitiada por tres vapores de guerra y varias goletas armadas. Fue profundamente violentado el estado de derecho, lo que acrecentó el odio contra Castro, y se siguió luchando en algunos distritos del Zulia y conspirando en su capital”. Nacha Sucre, op. cit.)

De pasar la resistencia a rebelión, Hugo Chávez procedería a reprimirla con la fuerza. Después de aquella amenaza inconclusa contra Colombia, y dada la imposibilidad de medirse contra las fuerzas del imperio, Chávez podría por fin probar a los Sukhoi en combate, ordenando que bombardeen Maracaibo como Franco lo hizo con Guernika. Ésta es la clase de valiente combate al que Chávez se atreve.

Él entiende—lo ha dicho más de una vez muy didácticamente—la política como lucha, como guerra. Claro, sólo lucha contra contrincantes débiles y más pequeños a los que arrebata sus recursos, con la complicidad cobarde de los diputados nacionales. Sólo tiene valor para el combate desigual, en el que lleve una abrumadora ventaja.

Lucha, sí, pero contra enemigos atados o impedidos de otro modo. ¡Valiente valentía!

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