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El imperio, a pesar de su gran tamaño, se mueve como un peso pluma.

Para desactivar la potencialmente explosiva situación entre Henry Louis Gates Jr., profesor de Harvard, y su captor, el sargento Joseph Crowley, convocó una libación de cerveza entre estos litigantes y el Presidente y el Vicepresidente de los Estados Unidos. (Cada uno bebió una marca distinta).

Para sorprender a la preocupante dinámica de emponzoñamiento de relaciones con Corea del Norte, despachó a Pyongyang a nadie menos que el esposo de la Secretaria de Estado, el ex presidente William Clinton, quien regresó de Asia con dos periodistas liberadas por el régimen comunista, alegrando de paso a quien fuera su vicepresidente, Al Gore, pues las profesionales trabajaban para la organización del segundo. (Aunque el gobierno estadounidense se distanció de la misión de este Búfalo Bill, concedió un permiso federal al vuelo que sin él hubiera sido ilegal).

Y en el caso de Honduras ha dejado al gobierno venezolano en descampado. Mel Zelaya, que en su turismo de víctima—Jean-Bertrand Aristide no hizo viajes tan extensos—lleva su ridículo sombrero a Nicaragua, Costa Rica, Washington, Ciudad de México y Brasilia, no lo trae a Venezuela, y pide todo a los Estados Unidos. (El Departamento de Estado, por cierto, en carta de Richard Verma, Secretario Asistente para Asuntos Legislativos, a Richard Lugar, el senador republicano de mayor rango en el Comité de Relaciones Exteriores, ha dejado entrever su insatisfacción con Zelaya, señalándolo como provocador de su remoción, declarando que no endurecería sus sanciones contra el gobierno de facto más allá de lo ya hecho y exponiendo: “Nuestra política y nuestra estrategia para el compromiso no están basadas en el apoyo a ningún político o individuo en particular. Más bien, están basadas en encontrar una resolución que mejor sirva al pueblo de Honduras y sus aspiraciones democráticas”).

Son unos Estados Unidos bastante diferentes, y no puede negarse que tras el cambio está el impulso de Barack Obama, cuya popularidad doméstica, no obstante, ha descendido de modo muy marcado en las últimas semanas, principalmente por razón de la lentitud en la recuperación del empleo. (Ayer fue hasta Indiana, en una zona con desempleo de casi 17%, a mostrar su resolución: “Aun en los peores tiempos, contra las probabilidades más duras, nunca nos hemos rendido… No claudicamos. No rendimos nuestros destinos al azar. Siempre hemos soportado”).

La opinión pública es más favorable a Obama fuera de su país. El Pew Research Center concluyó recientemente encuestas en 24 países, y encontró que la confianza en que Obama lo hará bien en asuntos mundiales es el doble de la conferida a Bush en China, el triple en Japón y México y el cuádruple en Jordania y Egipto. Por primera vez en ese estudio, se registró más confianza en el Presidente de los Estados Unidos que en Osama bin Laden en países predominantemente islámicos como Egipto, Indonesia, Jordania, Nigeria y Turquía.

Lleva sólo seis meses de gobierno.

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